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Mundial 2018

Un rosarino en Moscú: conocimos al hombre que pone a tono a la selección rusa de fútbol

Sergio de San Martín es argentino, tiene nombre de prócer y es el kinesiólogo de la selección rusa de fútbol. ¿Cómo es vivir tan lejos de casa y ayudar a un grupo de deportistas a alcanzar su plenitud física?
Fotos de Konstantin Rybin, fotógrafo de la selección nacional de Rusia

Artículo publicado por VICE Argentina

El Aeropuerto Internacional Sheremétievo está al norte de Moscú. Llegar desde el centro de la capital rusa hasta allí por carretera puede demorar entre 20 minutos y dos horas. El tiempo es una variable sin certezas y sin control ya que los atascos en la autopista Leningradskoe son frecuentes. El coach quiere dominar el tiempo y elige el Hotel Sheraton que está muy cerca del aeropuerto. Faltan dos años para que comience la Copa del Mundo. La Selección rusa se concentra por primera vez bajo las órdenes del exarquero Stanislav Cherchésov que viene de ser campeón de liga y copa con el Legia de Polonia reemplazando a Leonid Slutski, quien se alejó del equipo luego del fracaso en la Eurocopa de Francia. El hotel es un punto estratégico para el arribo de los jugadores. El primer desafío para el técnico que pretende trabajar más y hablar menos es ganarle al tiempo.

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Alan Dzagoev

Jugadores que vuelan, llegan, entrenan, juegan, se recuperan y regresan volando desde Sheremétievo. Jugadores como aves migratorias posmodernas que deben aprovechar el tiempo. Futbolistas y cuerpo técnico se ven las caras por primera vez en un hotel de lujo. Entre ellos, el argentino Sergio de San Martín, quien debuta al frente del departamento de fisioterapia de la selección anfitriona de la Copa del Mundo 2018. Sergio y Stanislav ya se conocen por haber trabajado antes en el Dinamo en la temporada 2014/2015. Sergio, quien no aceptó sumarse en el Legia Varsovia ante la convocatoria de Cherchésov por tener contrato con el Dinamo pensó que el coach nunca más lo convocaría. Pero se equivocó. Sergio va a la habitación del DT y golpea la puerta.

—¿Qué le hiciste a mi hijo que está más grande?

—Lo convencí de que entrenara —responde el kinesiólogo que estudió en Rosario, como si la respuesta fuera la más pura obviedad.

Nunca más tuvo problemas.

El hijo de Cherchésov se llama igual que su padre y también es arquero. El pibe Stanislav, que acaba de fichar para el Báltika de Kaliningrado, traía una extraña maldición. Era un arquero al que se le fracturaban las muñecas como si sus huesos fueran de papel. Cuando el guardameta estaba en las inferiores del Dinamo Moscú, Sergio de San Martín lo rehabilitó dos veces y en ambas manos. Pero luego de la segunda lesión, el kinesiólogo que llegó a Rusia en abril del 2013 solicitó al cuerpo médico que se le hiciera un testeo del calcio que había en su cuerpo. La solicitud del examen de densidad mineral ósea determinó que la cantidad de calcio y otros tipos de minerales eran bajísimos. Allí comenzó un tratamiento interdisciplinario con cócteles vitamínicos y de suplementos en calcio que le permitieron al arquerito subir cinco kilos de masa ósea y “sus huesos comenzaron a ser huesos”. También desecharon las versiones de hechicería. Sus manos no se volvieron a quebrar y de San Martín cree que por eso, y sólo por eso, el padre del arquero que también fue arquero, lo volvió a convocar.

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Stanislav Cherchesov

El kinesiólogo que nació 20 años antes de la disolución de la Unión Soviética en San Nicolás de los Arroyos, la ciudad ribereña que se enclava en las orillas del Paraná a 60 kilómetros de Rosario, se obsesiona con buscar las causas de las patologías. Cada signo que presenta el cuerpo humano es un por qué. Y en cada por qué hay un detalle. Y en ese detalle se concentra el profesor que estuvo al frente de la cátedra de Kinesiología Deportiva durante 15 años en la Universidad. El hombre que siempre se vinculó con el fútbol y se considera un trotamundos siente en Rusia una soledad intensa que lo empuja a enfocarse en esa obsesión profesional de los detalles. Porque en los detalles está el valor añadido que pueden marcar una diferencia mínima en la alta competencia. El Mundial es la meca. Y el pueblo ruso aún celebra su acceso a los cuartos de final.


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Falta un día para que finalice la Copa. Sergio está en Rosario hace cuatro días y ya se encontró con el mate, el asado, los amigos y este cronista. Pero aún no vio a sus dos hijos. Es lo que más extraña de Argentina. Porque el resto de su tiempo moscovita es trabajo más trabajo más algo de turismo en un país magnánimo. La receta para vencer a la soledad es una fórmula doble: la conformación de un grupo de colegas que también son inmigrantes y por otro lado la inevitable posibilidad de encontrarse con uno mismo.

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—Uno se va siendo uno y regresa siendo otro.

—¿Y ahora quién regresó a Rosario?

—Regresó el mismo Sergio. El que posee los mismos valores, la misma ética. Pero más pensante, más pausado, más filosófico. Tal vez sean los años y no es solo la soledad.

Alan Dzagoev

Antes de Rusia, de San Martín trabajó en la selección de Haití en la temporada 2001/2002. También lo hizo en el fútbol argentino: Argentino de Rosario, Tiro Federal y durante cuatro años en Newell's, desde 2009 a 2013. Hasta que un colega, Luis Craft —quien había sido su docente y mentor— que estaba radicado en el Dinamo, lo convocó. Por aquellos años, el jugador rosarino Leandro Fernández era el capitán del equipo. Había una base rosarina en Moscú. Craft, después de dos años de experiencia, proyectó regresar y el arribo de Sergio fue una especie de enroque.


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“Me fui a los 42 y ahora tengo 47. Es una etapa de crisis donde el hombre madura. Es un momento etario que va de la mano de la soledad. Una soledad elegida que me permite y me obliga a estar conmigo mismo todos los días, después de las cuatro horas de cada entrenamiento”. Sergio de San Martín piensa en su bienestar emocional más allá de la valoración profesional que significó que la Selección de Rusia haya llegado hasta los cuartos de final de la Copa del Mundo. El logro deportivo de haber eliminado a España en los octavos es el detalle que resignifica la necesidad interior en la construcción de un espacio interior a casi 18 mil kilómetros de Rosario. En la historia de Sergio el tiempo también es una variable sin certezas.

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Coach Staff - Stanislav Cherchesov (coach) - Miroslav Romanchenko (asist) - Vladimir Panikov (PF) - Guintaras Stauce

En Rusia no existe la kinesiología como carrera universitaria por ello se consolida la demanda de profesionales extranjeros. La renovación del contrato que se ha dado cada año es una certificación para continuar. El kinesiólogo que vive en la ciudad deportiva jamás se vio obligado a negociar las condiciones de los contratos. Casi sin leerlos, los fue firmando mientras su estadía se extendía en el tiempo. Así fueron discurriendo los años. Y así se fue disipando la incertidumbre del primer momento de la llegada porque cuando partió desde Rosario sabía que como mínimo estaría un año lejos de sus afectos. Pero muy cerca de él mismo.

Alexander Tashaev

“El jugador extranjero demanda el perfil profesional para su recuperación”. Y esa exigencia hace que los clubes rusos contraten kinesiólogos. Cuando llegó al Dinamo, el exNewell´s Coty Fernández era su nexo con la vida del equipo, aunque el kinesiólogo decidió no estar pegado al jugador. El profesional nunca estuvo asustado pero sí ansioso. Tal vez, sus propias expectativas de haber estudiado a los grandes maestros rusos lo empujaron al desafío. Pero lo maestros soviéticos ya formaban parte de un paisaje en clave pasado en una Rusia moderna en donde la globalización también había llegado a los métodos del entrenamiento futbolístico.

Med Staff

La soledad es un espacio de interiorización. La necesidad urgente de calmar cuestiones emocionales fue la medicina profesional que le permitió a San Martín alejarse de una sociedad en la que siente que no encaja. “Soy bastante complicado para vivir en una sociedad como la Argentina”, argumenta. El respeto estricto de las normas cotidianas le otorgó la solidez para concentrarse en el trabajo profesional, y una vez finalizada esa labor diaria encontrarse con él mismo. Sergio no hablaba ruso y apenas leía inglés. Para superar la barrera idiomática desarrolló otro tipo de comunicación: leer con las manos. Siempre prefirió ponerse en el lugar del paciente y esa lectura del lenguaje corporal generó un nexo con los jugadores y una forma de trabajo.

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Yuri Ganzinsky

Antes de trabajar en la Selección rusa regresaba cuatro veces por año a Rosario: vacaciones de invierno y verano más las fechas FIFA de septiembre y marzo. Pero desde el 2016 solo regresa en las vacaciones porque en las fechas FIFA trabaja junto a Cherchésov. Ahora Sergio está en un bar frente al Paraná, en un par de horas lo esperan sus amigos rosarinos para comer un asado. Es el sábado 14 de julio de 2018, a un día de la final Francia ante Croacia y él rechaza pensar que llegó a una cima profesional.

—¿Llegar al Mundial es como tocar el cielo con las manos?

—¿Si?

—Y, sí. Lo digo por tu perfil profesional

Tal vez otro es feliz trabajando gratis en un hospital público.

Paulino Granero (2do Preparador Fisico)

Sergio de San Martín reconsidera su pensamiento y admite que el Mundial, en el plano futbolístico, es la máxima competencia. Pero no reconoce esa metáfora vulgar del cielo y las manos. “No sé si estoy preparado. Hago el mejor esfuerzo para no desentonar. Soy bastante crítico de mí mismo. Creo que tengo un cierto nivel para no desentonar”. La Selección de Rusia no desentonó. Y el despliegue físico fue un valor agregado fogoneado por su DT que se materializó en las estadísticas.


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En el partido frente a España los jugadores rusos recorrieron 147 kilómetros en 120 minutos, superando el promedio de 111 y 115 que se corren en un partido de 90 minutos. Es que Stanislav Cherchésov escogió a sus futbolistas en base al compromiso. Y en el compromiso hay autoexigencia. Y en esa autoexigencia la estrategia del DT fue que los jugadores rusos pierdan la admiración por sus rivales. Porque según de San Martín “la admiración inhibe”. Será por esa sintonía entre el kinesiólogo y el coach en donde la exigencia vale más que la admiración. Y sin admiración no hay cielos, no hay manos tocando, no hay cenit, no hay gloria. Sólo trabajo, cuatro horas por día durante cinco años, cuando el ser humano se aleja de la soledad para leer los signos con las manos.

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