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Odio que me regalen cosas, y sé que no soy la única

Intentamos explicar por qué hay gente que odia los regalos.
chico con un patín
Imagen vía Flickr de Jeff Egnaczyk/CC By 2.0

Cada año cuando se acercan estas fechas cae sobre mis lorzas un peso mucho más pesado que las copiosas comidas navideñas. El de los regalos. Regalar y ser regalado en principio debería ser algo mágico, pero en cambio para mí, y para los de mi especie, se convierte en un viacrucis que siempre acaba en llantos y malos rollos.

Absolutamente todo el mundo ha devuelto algún regalo alguna vez en su vida, pero no se trata de eso. Se trata de cuando odias que te regalen cosas, pero no por egoísmo, sino porque sientes que la otra persona no te conoce lo suficiente y eso te deprime. Además también sientes que alguien al que quieres está tirando su dinero a la basura, y con lo que cuesta ganarlo y la gente que hay que necesita aquel objeto más que tú, te pones aún más triste.

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Recuerdo que cuando éramos pequeñas mi hermana contaba los regalos que tenía, uno por uno, y siempre teníamos que tener los mismos para que no se enfadara. Aunque nuestros gustos eran muy distintos los regalos siempre tenían que ir más o menos simétricos. Lo que ella tenía en rosa, yo en azul, amarillo o verde. Aquello era muy desagradable a la vez que no ayudaba para nada en el desarrollo de nuestra propia personalidad.


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También recuerdo la noche en la que los reyes magos le trajeron a mi hermana por error aquella muñeca, la “Bea anda y gatea”, que yo tanto había deseado y que tenía puesta la primera de la lista en mi carta a los reyes, por aquello de no escribir rápidamente el nombre en los paquetes y después no saber cuál era cuál. A mí me trajeron otra muñeca, pero no era Bea.

Tenía cinco años y aquello me hizo muchísimo daño. Mi hermana jugaba con la que tenía que ser mi muñeca delante mío con actitud provocativa y no me la dejaba ni tocar. Con los años he aprendido a sonreír cuando me dan un regalo y a preguntar qué quieren los seres regalados, pero también he descubierto que no soy la única persona a la que le pasa esto.

A María Fernández, de 18 años, le ocurre lo mismo. “No me gusta que me regalen cosas porque me sabe mal que la gente se gaste dinero en mí. Las manualidades están bien pero solo hacen bulto”. María explica que tampoco le gusta hacer regalos porque le parece hipócrita tener que hacerlo por obligación. “Cada vez que me regalan algo siento una presión muy grande de que me tiene que gustar y por tener que hacer que para la otra persona también sea una experiencia agradable”, dice.

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“Cada vez que me regalan algo siento una presión muy grande de que me tiene que gustar y por tener que hacer que para la otra persona también sea una experiencia agradable”

Anna Álvarez, de 22 años, también odia los regalos y explica que le han dicho más de una vez que “ese odio a los regalos es algo egoísta”. Ella en cambio cree que es todo lo contrario. “El día que mi familia entendió que no me gustaban los regalos y me dieron un sobrecito fui feliz, pero no por el dinero en sí, sino porque ya no tendría que pasar nunca más por aquella experiencia tan desagradable”.

Anna nos cuenta que en especial odiaba cuando le regalaban ropa: “Mi madre compraba un montón porque en mi casa tienen tienda y siempre se iba de compras con el carné de mayorista. Lo peor es que para que le hicieran descuentos compraba la misma camiseta para todo el mundo y veías a mis tías, mis primas y mi hermana con la misma camiseta. Yo cuando veía un paquete envuelto tocaba para que no fuera blando y que no me cayera una a mí”, nos dice.

En principio toda esta pesadilla se acabaría si los regaladores compraran regalos en sitios en los que el regalo se pudiera devolver. Pero la realidad es que esta solución no satisface a los que odian los regalos. David Martínez, de 26 años, por ejemplo comenta que tiene vales regalo con dinero de hace al menos dos años. “Para mí es una pérdida de tiempo y dinero e ir de compras me agobia. Cuando voy a cambiar un regalo nunca encuentro lo que busco y es una auténtica mierda porque al final mi regalo acaba siendo una tarjeta de plástico”. David dice que directamente preferiría no tener que regalar nada ni que le regalasen nada.

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Pero, ¿por qué hay gente a la que nos pasa esto? ¿No se supone que al ser regalados añadimos a nuestra vida algo que antes no teníamos y por lo tanto deberíamos estar felices y contentos?

Noelia Sancho, psicóloga especialista en trastornos de ánimo y ansiedad, explica que el hecho de que no guste recibir regalos o regalar puede responder a dos tipos de razones: O bien a principios morales, donde regalar se vea como algo innecesario, consumista y que responde a cánones sociales, o bien a tener una personalidad muy introvertida o tímida donde al hacer o recibir un regalo estás expuesto socialmente al juicio de los demás sobre tu regalo, tu reacción o tu forma de agradecer y generaría situaciones difíciles de afrontar.

“No tiene porqué haber algún trauma, o patología detrás. Pero es cierto que si la persona se siente muy juzgada por su reacción en repetidas ocasiones acabará generando cada vez mayor miedo o aversión a las situaciones parecidas, y por tanto, ansiedad y pensamientos negativos cuando se acerquen fechas señaladas”, explica Noelia.

Según nos cuenta Noelia, una de las claves para intentar mejorar la situación es expresar con calma y argumentos a la gente conocida qué es lo que ocurre y pedir respeto a la propia opinión. Otra opción es hacer una lista de regalos concreta, como la carta a los reyes para ayudar a la gente a acertar. Aquí se puede incluir una donación a una ONG, o pedir regalos de experiencias, donde uno mismo es el que determina qué quiere. Es decir, si no puedes con ellos, al menos que sea algo útil. “Normalmente suele funcionar, y no tiene nada de malo emocionalmente elegir tus regalos”, asegura la experta.

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"Si la persona se siente muy juzgada por su reacción en repetidas ocasiones acabará generando cada vez mayor miedo o aversión a las situaciones parecidas, y por tanto, ansiedad y pensamientos negativos cuando se acerquen fechas señaladas”

Si aun así tenemos una familia pesada o recibimos un regalo de alguien que no nos conoce, Noelia Sancho recomienda trabajar los pensamientos para gestionarlo de la manera menos personal posible. “No es una afrenta, ni es un problema grave. Podemos meterlo en un cajón, cambiarlo, o donarlo a quien lo necesite. De esta forma tanto el antes, cómo el durante y después de los regalos será más llevadero”, explica.

“Es cierto que las personas de generaciones anteriores, que han pasado más apuros, suelen valorar más los regalos o las cosas gratis”, explica Noelia. En el caso de las personas de menos edad tendríamos pensamientos distintos: ya no tendemos tanto a acumular y guardar aquello que encontramos o nos regalan, y en general estamos más provistos de bienes materiales. También nos lo pensamos más a la hora de comprar, por lo que nuestra decisión de compra sería en general más reflexiva, aunque la tasa de ahorro haya llegado al mínimo histórico.

La situación económica por la que hemos pasado también puede, en parte, explicar este comportamiento. Sin embargo no regalar nada a las personas a las que quieres en estas fechas está mal visto y socialmente no está aceptado, por lo que a las personas que como yo odiamos los regalos nos lo pone mucho más difícil. Eso sí, paradójicamente, los vales por cosas que quieres en un futuro o las pequeñas ayudas económicas para pagar lo que sea, aunque sean frías de regalar, siempre son bienvenidas.

Sigue a Alba Carreres en @AlbaCarreres.

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