La historia de Rexy: dos chicos de los 80 que hicieron un álbum de culto
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Música

La historia de Rexy: dos chicos de los 80 que hicieron un álbum de culto

Han pasado más de 30 años desde que lanzaron ‘Running Out of Time’, pero su legado romántico y marginal sigue vivo.
Daisy Jones
London, GB

Si caminas por alguna calle como a 3 minutos de la estación Holborn en Londres, encontrarás un bar turbio llamado The Red Rooms. Parece modesto. El frente del edificio está resguardado con barras de metal hasta las 10 PM. No hay pósters o flyers colgados en las paredes de concreto exteriores. Y la entrada, una puerta pequeña con espejos en el lado derecho, parece que da al departamento de alguien. No tengo idea quiénes vayan hoy en día, o cómo está decorado por dentro, pero hace exactamente cuatro décadas este mismo edificio tenía un enorme letrero de neón que decía ‘The Blitz’. Y si eras joven y estabas a la moda, era el lugar perfecto para estar un martes por la noche. Recordemos aquella época.

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En 1978, el oeste de Londres no se parecía en nada a lo que es hoy en día. La cadena Pret A Mangers y las Apple Stores no aparecían en cada esquina. Los pubs y clubes, ahora saturados con yuppies enrojecidos y compradores exhaustos, estaban llenos de queers, soul boys y estudiantes de moda de Central Saint Martins y la Central School. Por un tiempo, el punk había sido la subcultura dominante entre los jóvenes, pero en los meses previos a la muerte de Sid Vicious, el interés en esa música y estilo había comenzado a menguar. Muchos jóvenes se habían hartado de escuchar música agresiva con guitarras de macho y utilizar ropa de mierda. Querían vestirse y pintar sus rostros con colores extravagantes y bailar toda la noche al ritmo del synth pop. Y así, al final de la década, eso fue lo que empezaron a hacer en The Blitz.

Una de esas personas era Rex Nayman, una estudiante de moda de 19 años que vivía en los suburbios. Cada martes por la noche peinaba su cabello para formar un enorme nido, pintaba su rostro de blanco y tomaba el tren a Londres para estar en The Blitz y otro bar en Kingston junto a otras personas (aún no famosas) como Boy George, Princess Julia y Steve Strange. Una noche, durante una de estas excursiones, la abordó un tecladista llamado Vic Martin. Él había estado buscando a alguien nuevo para hacer música y le gustaba cómo se veía Rex, con un rostro inexpresivo y ropa exagerada neorromántica. “¿Quieres grabar un álbum?”, le preguntó directamente, sin saber si alguna vez había cantado o siquiera si quería hacerlo. No lo había hecho y no quería, pero aceptó de todas maneras para tener algo que hacer durante el verano. Se llamaron Rexy.

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Apenas escuché a Rexy este año, justo a mediados del frío invierno. Mi amiga y yo habíamos pasado toda la noche fumando, metódicamente pasando por cada uno de sus LPs mientras estábamos acurrucadas junto a un calentador portátil en el piso de la habitación. Cuando Rexy sonó por las bocinas, asumí que debían ser una banda nueva, algo que algún amigo perdido había grabado hace poco, quizá tomando el estilo de una era más vieja. Me parecían extraños, la voz totalmente inmutable de Rex flotando por encima de los sintetizadores burbujeantes como sonidos extraterrestres en una vieja película. Un momento estaría lleno de tonos pegajosos, al siguiente sonidos sucios y desafinados, con letras que hablan sobre la paranoia, la marginación, la vigilancia, la anarquía. Pero cuando mi amiga me dijo que habían hecho el álbum en 1981, Running Out of Time, antes de separarse por 30 años, mi interés creció aún más. Quería saber más.

Al parecer yo no era la única. El año pasado, la artista neoyorquina Samantha Urbani (colaboradora de Blood Orange, exmiembro de la banda Friends) relanzó el álbum de diez canciones bajo su sello URU junto con Lucky Number. Running Out of Time ya había ganado un culto de seguidores con el paso del tiempo, pero Urbani quería celebrarlo más, describiéndolo en un comunicado de prensa como “un compañero que me entendía” y como “algo verdaderamente punk, individualista y puro en sí mismo”. Luego de la remasterización, varios artistas publicaron covers de las canciones de Rexy; por ejemplo Urbani, Nite Jewel y Zoe Kravitz grabaron su propia versión de “ Don’t Turn Me Away”; Ariel Pink y Puro Instinct hicieron el cover de “ In the Force”; y Connan Mockasin lanzó “ Running Out of Time”. Pasé las semanas siguientes escuchando todas las versiones, varias noches desapareciendo en el vacío de Rexy. Los covers fueron buenos, pero me atraía más la propia Rex. ¿Quién era esta persona, y por qué me identificaba tanto con este disco de hace casi cuatro décadas? Decidí que la única forma de descubrirlo es conocerlos a ambos.

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Después de rastrear a Rex y Vic a través de Lucky Number, nos pusimos de acuerdo para vernos afuera del antiguo local de The Blitz. No estaba segura de a quién buscar: ninguno de ellos tiene imágenes públicas en internet excepto las antiguas fotos de Rex, y ahora ambos tienen más de cincuenta. Pero cuando veo a una mujer con enorme cabello, lápiz labial rojo, una blusa de Vivienne Westwood y un abrigo de peluche largo, seguida de un hombre muy alto vestido de cuero, supe que eran ellos. “Está horrible por aquí, totalmente corporativo”, me dice Rex con la misma voz aburrida, característica que se escucha en Running Out of Time, girando los ojos y riéndose. Después de pasear y mirar por las ventanas de algunos bares atiborrados de hombres blancos trajeados, finalmente nos decidimos por el bar de un hotel con luces neón azules donde se escucha “We’re Going to Ibiza!” de los Vengaboys.

Les pregunté cómo hicieron el álbum, dónde estaban, cómo fue. “Fue hace tanto tiempo… Realmente no me puedo acordar”, dice Rex, frotando su nariz y sorbiendo una Coca de dieta. “Pero sí me acuerdo de estar cagándome de miedo, porque era muy nuevo para mí; no sabía qué carajo estaba haciendo. Básicamente no podía cantar, así que tenía que practicar dicción antes de ir al estudio a grabar”. Vic interrumpió: “Grabamos el primer sencillo, ‘Don’t Turn Me Away’, a unas cuadras de The Blitz en un estudio húmedo acomodado en un sótano debajo de una tienda de discos. Solíamos beber mucho en aquellos tiempos y apestaba. Pero era barato. El sello discográfico [Alien Records] también era pobre, así que todo el proceso fue ir empujando rocas cuesta arriba”. Aún así, el primer single alcanzó cierto éxito e incluso llegó a ser transmitido en la BBC Radio 1 en este entonces. “Era muy emocionante escucharlo en el radio”, dice Rex. “Yo estaba estudiando moda y recuerdo que lo pasaron mientras estaba trabajando y pensé ‘oh, Dios’”.

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Una vez lanzaron el primer single, me contaron que hicieron el resto del álbum grabándolo por partes durante noches y fines de semana cuando Rex no estaba estudiando. Pero después de que lo lanzaron, decidieron no continuar. “Es que no era el éxito que habíamos esperado… y no valía la pena para mí dejar la universidad. Conseguimos como 6 libras (poco menos de 160 pesos mexicanos) en regalías cada uno”, explica Rex, encogiéndose de hombros. Vic continuó: “Hay mayor interés en nosotros ahora que en ese entonces, en verdad no lo entiendo, no comprendo de dónde viene todo esto…” Ambos me miran perplejos, como si esperaran que les ofreciera un tipo de respuesta. No sé qué decir. Intento explicar cómo, aunque nací una década después de que hicieran su álbum, me identifico con su visión gris y anárquica de Londres, su espíritu extraño. “So you wanna be alien too, huh? / So you wanna be alien too” [Así que, quieres ser un alien también, ¿eh?/Quieres ser un alien también], canta Rex en “Alien”, como un marginado que mira hacia el centro, entretenido por un mundo que no entiende. Amo esa canción. Siguieron mirándome confundidos.

Después de Running Out Of Time, los dos fueron perdiendo el contacto. Aún seguían viéndose de vez en cuando en los clubs ochenteros, pero en 1983 Vic comenzó a dar tours con otras bandas y Rex se volvió una diseñadora de modas antes de dedicarse al corte de patrones. Por mucho tiempo, ninguno escuchó lo que habían hecho. “Tengo el vinil original, pero mi reproductor está jodido, así que no lo he escuchado en años”, me cuenta Rex. “Ya había olvidado cómo iban algunas canciones. Luego, cuando la gente comenzó a interesarse y subir viejas grabaciones a YouTube, no supe si me gustaba o no… Es muy difícil ser objetivos sobre tu propio material. Siempre piensas ‘Ay dios, qué vergüenza’. Es incómodo”. En cuanto a ellos, volvieron a hablar hace diez años. “Cuando abrí una cuenta en Facebook en 2007, una de las primeras personas que me contactó fue Vic diciendo ‘¡Hola!’”, recuerda Rex. “Volví a encontrar a muchas personas de esa época a través de Facebook y hemos salido de nuevo. Por eso me gusta”.

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No puedo asegurar que el haber platicado con ellos me haya aclarado mi obsesión por Rexy o la creación de este álbum. Pero cuando hablé con Rex —cuyo carácter parece cálido pero con un toque natural de ironía cubriendo cada expresión—, puedo imaginar cómo fue a finales de los 70, por qué su personalidad se proyectó tan bien en el disco, por qué Vic se acercó a ella. Después de un tiempo, nuestra charla se desvía, y paso un rato viendo imágenes de los bellos gatos de Rex en su iPhone mientras Vic suspira y bebe su cerveza. Estábamos a punto de despedirnos, cuando Rex dijo, “¡Espera! ¡Tengo algo para ti!”, busca entre su bolsa para sacar un paquete blanco y arrugado con las palabras ‘Rexy II’ impresas. Dentro hay un CD. “Hemos estado trabajando en música nueva, ésta es la primera versión”, me dice. “¡No te va a gustar! ¡A nadie le gusta! Pero no nos importa, escúchala de todas maneras”. Les agradezco a los dos y me voy, preguntándome dónde diablos voy a encontrar un aparato que aún lea CD.

Una o dos semanas después, consigo que alguien de la oficina me preste su lector externo de CDs y escucho lo que hizo Rexy casi después de cuatro décadas. No sé exactamente qué esperar, pero no es lo que escucho en mis audífonos. Los tracks son muy, demasiado, extraños. Me encantan algunas canciones. En algún punto, durante una canción particularmente relajada, un poco estilo lounge, llamada “Benidorm Bye Bye” puedes escuchar a Rex gritando en el fondo “Did you just call me a slag?! I’m going to fucking do you!” [¿¡Acabas de llamarme puta!? ¡Voy a cogerte, carajo!] En otra, canta sobre meterse una línea y esperar a que haga efecto, el teclado sonando en espiral y alrededor de ella. Algunas suenan como la música de fondo de The SIMs, pero con una voz londinense acompañando los tracks. Rápidamente apago mi laptop. Quizá el mundo esté listo para esto dentro de cuatro décadas; parece que Rexy existe en una frecuencia de tiempo completamente diferente.

No sé qué más decir sobre Rexy, excepto que deberías escucharlos si te gusta la música que suena como si los aliens la hubieran arrojado a un sótano a principios de los ochenta. A veces aparecen álbumes que definen una década. Los escuchas siempre en las pistas de baile, o no dejan de pasar en MTV2 o Top of the Pops o cualquier otro medio de la cultura pop, luego diez años más tarde los escuchas revitalizados en noches nostálgicas, o cómo los mencionan en los programas más famosos. Otras veces, los álbumes se pierden entre las grietas del olvido y apenas se habla de ellos, hasta años más tarde, en los bares de hotel casi vacíos, mientras los Vengaboys suenan en el fondo.

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