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Música

14 preguntas a Nick Zinner sobre su exposición '34 Photographs'

"La foto y la música no son tan diferentes. Ambas son maneras de lidiar con lo que sientes. Ya sea contigo mismo o lo que encuentras".
Foto por Rodrigo Alcocer

A Nick Zinner principalmente se le conoce por su trabajo de guitarrista. En los Yeah Yeah Yeahs o solo, o colaborando con quien así lo requiera, al menudo y blanco -como- fantasma trasplantado de Massachussets de NY a LA, se le percibe siempre en la periferia, dejando que los reflectores recaigan en otros, sin embargo su presencia se hace sentir, está observando, y está aprovechando cuando no le ven para capturar instantáneas. En Vice tienen una foto que tomó Toni Francois de él en el escenario tomándole fotos al público. Zinner estudió fotografía, “a degree in fine-art photography”, es lo que sabe hacer y el éxito que ha alcanzado con los Yeah Yeah Yeahs, algo que él considera un enorme golpe de suerte, es para él tan sólo otra faceta de lo mucho que hace.

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Él, como casi todos ahora que tenemos iPhone, toma fotos, a veces las comparte en Instagram, pero no son tantos los que saben que lleva 25 años haciéndolo. Tomando rollos y rollos de fotos, metiéndose al cuarto oscuro a revelarlos (en ese sentido, su nick de Instagram, @little_vampirepasó a ser algo más ominoso que cotorro), y tan sólo en años recientes cámara digital, a Zinner, el músico y el fotógrafo, le tocó vivir un momento muy particular, el último momento emocionante de la música de guitarras (o eso nos quiere hacer creer la narrativa actual) en N.Y., una ciudad que paradójicamente se revitalizó con fiestas y esta escena de música de guitarras “angulares” (el adjetivo de época) y sumamente “vital” (otro adjetivo de época) que se compartió al mundo en fotos pinches en Myspace tras el atentado que ha definido a nuestro siglo en cuanto a relaciones internacionales, pero también en cuanto a nuestra relación con la imagen.

El 11 de septiembre del 2001 fue quizá el primer momento en que el video en tiempo real le ganó a la fotografía en cuanto a documentación de una catástrofe, fue el último momento histórico ampliamente documentado en foto análoga, la inmediatez demandada por la situación haría que a partir de ese momento, la mayoría de agencias y fotógrafos de noticias dieran el salto definitivo a la cámara digital. La ciudad explotó en fiestas en plan qué -bueno- que -estamos- vivos, bandas aparecieron por todos lados, y con ellas fotógrafos y el deseo y la necesidad de documentar todo eso y compartir todo lo que estaba pasando, hechas públicas hasta el cansancio en fotologs, álbumes de Myspace y si andabas en un buen reven, igual en el blog del Cobrasnake, todo en menos de 5 megapixeles de definición.

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De ahí viene Zinner, quien siempre está viajando con una cámara y que llega a la terraza de Vice a platicar de la exposición que tiene actualmente en Panteón, donde pasaremos la próxima hora cotorreando de cámaras y su trabajo como fotógrafo.

Todas las fotos que acompañan al texto por Nick Zinner.

Noisey: Cuéntanos cómo empezaste tomando fotos, sé que estudiaste en Bard, una de las pocas universidades que dan un título de Fotógrafo de Arte, no comercial en E.E.U.U….
Empecé por una novia de la prepa, siempre empieza uno por una chava. Estudié en Bard a mediados de los 90, una escuela de foto artística. No es un título muy útil que digamos. Me di cuenta de eso hasta que salí.

Justo después de graduarme me mudé a Nueva York y no podía conseguir ningún trabajo porque no podía hacer nada técnicamente. Podía salir y tirar en la calle y tomar fotos interesantes de una protesta, o de mi chica; pero no podía conseguir un trabajo de fotógrafo. Sin embargo era bueno imprimiendo en el cuarto oscuro, análogo, blanco y negro y conseguí trabajo de impresor. Esa fue una de las habilidades que aprendí y desarrollé.

En cuanto a la educación, fue fantástica, me cambió la vida. Mis maestros fueron fantásticos. Me enseñaron a ver de manera visual, a entender la cámara como una extensión de mi personalidad y utilizarla para entender al mundo. Fue una gran educación que en el gran esquema de las cosas sirvió en mi formación.

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La foto y la música no son tan diferentes. Ambas son maneras de lidiar con lo que sientes. Ya sea contigo mismo o lo que encuentras. Son reactivas a experimentar algo.

Por la época en que te tocó desarrollarte estuviste en la transición principal de la fotografía contemporánea. El salto entre análogo y digital. Entre tiempos lentos, de tomar una foto, esperar, revelarla, dejarla descansar y el click y automáticamente se la comparto a todo el mundo… Es paralelo al salto de los Yeah Yeah Yeahs a la fama… ¿Tienes alguna preferencia en cuanto a análogo o digital?
No realmente, en cuanto a análogo y digital, no creo que importe. Tendrá que ver con lo que el artista quiera usar. No creo que tenga que ver en el producto. En mi caso, me convertí a digital hace poco, hasta que Fuji sacó las X100 y las X1. Fueron las primeras en que sentí que la tecnología al fin había alcanzado a las de película. Se sienten igual, mecánicas, prácticas, con peso y se ven casi igual.

Debo decirte que en los últimos 6 meses volví a tirar con rollo y carajo, cómo lo extrañaba, se siente muy bien, se ve increíble.

Y el proceso de edición es completamente diferente…

¿Cómo funciona el proceso de edición en tu caso? El primer show que sé de ti es 1000 photos de Nick Zinner, luego es 501, 601. Es una cantidad brutal de imágenes, ¿te ibas de tour y cargabas 30 rollos? ¿los revelas de viaje o hasta que vuelves?
Sí, así le hacía, cargaba 20, 30 rollos y vámonos. El proceso siempre cambia. Lo que he descubierto es que la mejor edición siempre pasa con distancia. Algo que apreciaba de tirar con rollo era que acumulabas un montón de rollos y ahorrabas un poco y te decías “ok, estoy listo”, y te llevabas todos al laboratorio y de pronto te regresan en una sola entrega todo lo que has estado trabajando en una semana, un mes, dos, lo que sea que lleves trabajando. Esta distancia que te permite ver estas imágenes con otra perspectiva y tiempo. Eso ahora es mucho más difícil con digital. Tomas la foto y la ves de inmediato y la borras, piensas que son malísimas en el instante, y la borras de inmediato

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Y quizá no deberías…
Exacto, quizá no deberías. Con digital lo que me pasa, es que las que me gustan son las que veo 6 meses después, no inmediatas y en una pantalla más decente. Ese es mi proceso de edición. Necesito tiempo para que la imagen agarre en mí.

¿Cómo definiste la selección de 34 fotos para México? Pasar de 1000 a 34 es un salto brutal.
Es una pinza. El último año he estado trabajando con mis amigos Zachary (Lipez) y Stacy (Wakefield) con quienes he hecho como 5 libros en los últimos 15 años. Nos conocíamos de bandas y bares. De los tempranos 2000. Zach tendía barra en el Mars Bar, ahí tocábamos la banda de Stacy y la mía de esa época –se llamaba The Boba Fett Experience, ambos nos reímos cuando la menciono–. Éramos amigos y vecinos del barrio. De Brooklyn. Entonces empezamos un día. Seguro fue Stacy la que nos arrancó en esto porque es brillante y es alguien que tiene más visión que Zack o yo. Ella fue la que dijo “OK, Zach, tú eres escritor, Nick, tú fotógrafo, yo diseñadora, vamos, hagamos algo”. Editamos un primer libro llamado No Seats on The Party Car, de fotos en blanco y negro, en el 2001, y unos textos de Zach. Hace dos años andábamos hangeando, y dijimos “deberíamos hacer otro libro” y Zach dijo “estoy trabajando en una novela” y dijimos “buenísimo, vamos a hacerlo”.

La novela es una noche en Nueva York. Originalmente iba a ser a finales de los 90, pero decidimos moverlo al 2006 que es cuando salió el iPhone y eso cambió todo lo que entendíamos de cómo tomar y mostrar fotografías. Entonces brinqué a mi archivo. Viéndolo, las fotos que he tomado los últimos años han sido en los lugares locos a los que he viajado, sólo o con mis bandas. Esas fotos no encajaban con la historia. Salté a mis negativos de cuando me mudé a NY, tempranos 2000. Reexaminando estos negativos de esas giras enormes que estábamos haciendo y encontré muchísimas fotos que en realidad no había visto. En ese momento no me hablaban, y ahora con la distancia me significan mucho más.

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El año pasado conocí a Mariela, quien acabó curando este show. Le estaba contando del libro y las fotos y propuso la idea de mostrarlas acá, de una manera diferente a como las estábamos haciendo, en vez de cientos de impresiones 4 x 5 de minilab, una selección más cuidada, más limpia, en gran formato, más formal. Se ven increíbles.

¿Qué sientes que pasa cuando todos tenemos una cámara en la bolsa? ¿Ha mermado tu interés de tomar fotos, de verlas? ¿Ha cambiado lo que documentas? Y no sólo eso, ¿qué pasa cuando podemos compartir de inmediato una foto en Instagram/Facebook?
Instagram es la única red que medio me gusta y sólo uso los stories. Si veo Twitter sólo me deprimo leyendo las noticias. Por un lado me gusta mucho que nos estemos moviendo a una cultura visual. Que sea la fuente de información que rolamos sea visual, directa e inmediata me parece grandioso. Me gusta que la gente le ponga filtro a sus cosas, y haga fotos de arte de su cuarto y su salón, no todas son buenas, pero es un paso en la dirección correcta. Me gusta. Ha cambiado la manera en que la fotografía se piensa. Esto no pasaba hace 10 años.

¿Crees que el éxito que has tenido como músico y productor ha limitado o empujado tu desarrollo como fotógrafo?
Sabes, intenté entrar al mundo del arte en cuanto me mudé a Nueva York y no me estaban aceptando, no les gustaba lo que hacía. Incluso ahora estando en una banda, ese mundo está muy cerrado para mí. No me importa, en realidad siento que ningún mundo nos ha aceptado, incluso los Yeah Yeah Yeahs siempre nos hemos sentido ajenos. Somos afines con pocas bandas. Hacemos nuestras propias cosas y la verdad estoy muy bien con eso.

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¿La música que estás haciendo en determinado momento informa las fotos que tomas?
Veo las fotos y reconozco los tiempos. No creo que sea por una cuestión estética específica. Lo veo más como una evolución. Ahora estoy muy metido en fotos limpias, muy compuestas y antes andaba en composiciones más complicadas, inmediatas.

Veo muchas referencias en tu obra que yo identifico a esta fotografía que se hacía en los 70 y tempranos 80 en NY, hay luz de Philip Lorca, la foto a color en minilab refiere mucho también a Nan Goldin, esta cuestión de fotografiar a Karen como este personaje o serie de personajes me lleva a Cindy Sherman, y tus fotos del público por supuesto remiten a Weegee. ¿Estas referencias son algo que viene de tu educación, algo que agarraste después?
De todo un poco. Lo que dices de las fotos de la audiencia, estaba usando flashes ocultos, y en eso estaba estudiando más cosas de luces, es más como de tomar fotos de moda. Pero mis referencias son más clásicas. Me gusta muchísimo la luz de Larry Clark –más conocido por ser el director de Kids, pero que tiene una carrera muy reconocida como fotodocumentalista, en especial su libro Tulsa- que tira a contraluz y con pura luz disponible, y logra estos fondos donde aísla a sus personajes haciendo lo que sea que estén haciendo.

Me gusta mucho Robert Frank también. Me gusta cuando las cosas están jodidas y hay algo mal, pero en la foto todo es tranquilo y no es tan evidente.

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También Cartier-Bresson, su momento decisivo, sus encuadres. Tuve la suerte de trabajar en Magnum como impresor y era increíble ver sus negativos y hojas de contacto y era una locura, fantástico.

Otro es Robert Cappa, lo que ví mucho en Magnum –la agencia independiente de fotoperiodismo más reconocida del planeta– , era que todos trabajaban mucho su encuadre. Lo cuidaban mucho, y tiraban tiraban a que todos los elementos se amarraran en el mismo cuadro. Lo que me llamaba de Cartier-Bresson es que tenía que ser pacientemente agresivo, agresivamente paciente… Observar, pararse y esperar a que los elementos se alineen. Como cazador.

De tu obra en particular hay un proyecto que me gusta mucho: Slept in Beds, cuéntanos de él si te parece.
Es un proyecto que sigo haciendo. no he parado. Surge en el momento en que me mudé a Nueva York y vi una pieza de Sophie Calle, la artista francesa que tiene una serie de piezas mezcladas de texto y fotografía. Recuerdo que vi una pieza de L’Hotel, este proyecto donde consigue trabajo como camarera de un hotel y toma fotos de los cuartos que debería estar limpiando y hace estas historias a partir de las pertenencias de las personas y en él hay fotos de camas deshechas y me pareció muy bello. Eso me puso a pensar en camas y sueño, y en tiempo perdido. En esa época tenía una cámara de gran formato 4x5” y tenía negativo de un lado y una polaroid del otro y empecé a tomarme fotos dormido. Largas exposiciones de mí durmiendo toda la noche y a veces salían, a veces no. Sólo se ve el movimiento, a veces de un lado, a veces del otro. Hice algunas que salieron muy bien. En esa época recuerdo que me fui a quedar en casa de alguien, creo de mi hermana y dije, “ok, haré esta foto ahora en este lugar, con esta luz” y poco después con Yeah Yeah Yeahs empezamos a girar y empecé a dormir en muchas camas. Estaba intentando documentar todo lo que nos pasaba y empecé a tomar fotos de las camas y sillones donde dormía, quería recordarlo todo, entonces despertaba y tomaba la foto. Es algo que no he dejado de hacer.

Parece paradójico pero no lo es. Platicando contigo y leyendo de tí, no eres una persona que suela hablar mucho de sí mismo, siempre vas en torno al trabajo, la obra, y este proyecto me llama mucho la atención porque compartes esta aparente intimidad pero de una manera muy regulada, controlada. Me pregunto si ese es tu acercamiento también trabajando como músico y productor. ¿cuál de tus roles como músico –banda, solista productor– se parece más al que llegas a tener como fotógrafo?
Con los Yeah Yeahs documenté mucho tiempo y lo sigo haciendo, la cámara siempre está ahí y nunca ha sido problema pues siempre he pedido permiso para hacer públicas las fotos, en muy pocas ocasiones les molesta que traiga la cámara. Creo que tiene que ver más produciendo a otras bandas. Hay más trabajo de edición y de distancia. Tengo este papel más objetivo pues es trabajo de otro artista. Estoy afuera, soy más un observador que un participante.

La mezcladora se parece más a la cámara. Sabes darle las vueltas a las perillas y obtienes algo…
Algunas perillas, (risas).

¿Qué sigue en cuanto a proyectos musicales? Lo más reciente fue 41 strings, donde también terminas jugando con todos estas formas y formatos y disciplinas, que de nuevo, mantiene este constante ir y venir que tienes entre lo análogo y lo digital…
Me encantaría volver a hacer 41 strings, ese performance es divertidísimo. Pero es un montón de gente, más de 45 personas y mucho dinero… Está difícil.

En ese sentido, cómo te sientes con empresas patrocinando iniciativas artísticas y musicales…
Es diferente, güey. Las reglas cambiaron. Cuando era chavo era lo peor. Lo más bajo, pero ahora la gran mayoría de los artistas tienen que depender de estos esquemas para que los proyectos se puedan hacer. También las compañías, algunas, han empezado a entender maneras en las que no son malévolas. Sé de gente que tiene proyectores y por ejemplo, Red Bull les da lana para que lo hagan… creo que mientras el artista no esté haciendo nada con lo que no esté cómodo está bien. Es como las cosas son ahora, para bien o para mal.

Con los Yeah Yeahs estamos de gira ahora, dando algunas fechas, sólo tocando, después veremos. Tengo algunas cosas. Estoy haciendo un soundtrack para una película, este verano quedará y espero que eso traiga más soundtracks…

También grabé este disco medio raro de, no me gusta la palabra pero es la que aplica, como disco de ambient denso, con noise y guitarras, drone, con loops, y lo editaré pero con otro nombre. No le quiero poner mi nombre. No quiero que nadie sepa que es mío. Me fui a mi estudio favorito en El Paso un par de días con 30 pedales y me volví loco, super divertido.