Los tragos de alcohol y el exceso de drogas han hecho que los anexos tengan pacientes que buscan dejar sus vicios en el baúl de los recuerdos. Algunos lo han logrado y regresan para apoyar a aquellos que están padeciendo la falta de sustancias adictivas, otros pasan un trago amargo y la ausencia del alcohol los hace padecer miedo, angustia y ansiedad.Visité un anexo en el Estado de México, donde buscan rehabilitar a las personas basándose en el amor y compresión. Ofrecen psicoterapia donde los terapeutas son los propios anexados y un espacio obligado de liberación catártica, que son una serie de juntas donde los pacientes suben a la tribuna para contar su experiencia con las adicciones, en este espacio tienen lugar los lamentos y maldiciones por el camino decidido.
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En las paredes del lugar, entre las imágenes religiosas, destacan una serie de frases que parecen ser la filosofía del anexo: “Primero es lo primero”, “Poco a poco se llega lejos y “Vive y deja vivir”. En un cuarto que parece ser la bodega de víveres, acompañado de una litera y una inquebrantable puerta de metal, conversé con los anexados, quienes me contaron cómo ha sido vivir su adicción, qué pérdidas les ha dejado y cómo es la vida en esos sitios.
José, 46 años
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Rafael, 54 años
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Daniel, 38 años
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Roberto, 50 años
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Juan Manuel, 56 años
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Llevo como 100 anexos. Me puedo aventar hasta un año tomando y tres meses en un anexo. Desde los 14 años probé el alcohol, siempre pensé que era bebedor social, pero a los 34 años me di cuenta que todas mis borracheras me las aguantaba mi esposa, fue cuando dije “no más” y la dejé. Llevo una semana en este anexo pero ya me voy a ir, siento que ya estoy bien, que puedo decidir: la obsesión por el alcohol no me controla.