José Luis (1)
Fotos por Blake Reyes. 

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Testimonios

Vómito, ansiedad y alcohol del 96: testimonios de alcohólicos y drogadictos

Conversé con anexados, quienes me relataron cómo ha sido vivir su adicción, qué pérdidas les ha dejado y cómo es la vida en esos sitios.

Los tragos de alcohol y el exceso de drogas han hecho que los anexos tengan pacientes que buscan dejar sus vicios en el baúl de los recuerdos. Algunos lo han logrado y regresan para apoyar a aquellos que están padeciendo la falta de sustancias adictivas, otros pasan un trago amargo y la ausencia del alcohol los hace padecer miedo, angustia y ansiedad.

Visité un anexo en el Estado de México, donde buscan rehabilitar a las personas basándose en el amor y compresión. Ofrecen psicoterapia donde los terapeutas son los propios anexados y un espacio obligado de liberación catártica, que son una serie de juntas donde los pacientes suben a la tribuna para contar su experiencia con las adicciones, en este espacio tienen lugar los lamentos y maldiciones por el camino decidido.

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En las paredes del lugar, entre las imágenes religiosas, destacan una serie de frases que parecen ser la filosofía del anexo: “Primero es lo primero”, “Poco a poco se llega lejos y “Vive y deja vivir”. En un cuarto que parece ser la bodega de víveres, acompañado de una litera y una inquebrantable puerta de metal, conversé con los anexados, quienes me contaron cómo ha sido vivir su adicción, qué pérdidas les ha dejado y cómo es la vida en esos sitios.

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Foto por Blake Reyes.

José, 46 años

Mi camino en la adicciones comenzó a los 15 años. En aquel entonces probé el alcohol. Una de las cosas que más marcó mi vida fue que a los 9 años me violaron, hasta que llegué al anexo pude expresarlo. A los 17 años probé el activo, pero durante los 15 años que estuve como indocumentado en Estados Unidos, le hice a todas las drogas que conocí: cocaína, piedra, cristal y metanfetaminas

A los 32 años pisé mi primer anexo, donde probé el famoso “caldo de oso”: verduras echadas a perder y tortillas en descomposición llenas de lama. Éramos 100 anexados, siempre había mucho maltrato y acoso sexual a las mujeres. Cuando no hacía bien la comida, de castigo me amarraban, de ese lugar salí muy resentido con mi familia, durante 7 años no consumí drogas, pero años más tarde recaí.

Llevo 15 anexos y un encierro en la cárcel federal en Los Ángeles, California. Fui arrestado por vender piedra junto con mi esposa, estuve un año y medio recluido, luego fui deportado. Por el alcoholismo y drogadicción perdí a mi familia. Mi última recaída fue hace 4 meses, diario bebía alcohol e inhalaba activo. Llegué aquí por voluntad propia, cuando me di cuenta que ya había afectado mi salud, perdí 10 kilos. Llevó en este anexo unos cuantos días, pero me gusta porque aquí se trabaja con amor y comprensión, espero que al salir pueda recuperar mi trabajo como guardia de seguridad privada.

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Rafael, 54 años

El Alcohol del 96 [alcohol etílico puro] con toronja fue lo primero que probé, tenía 11 años, mi padre era alcohólico y yo quería saber que se sentía estar como él. Siempre fui un adicto responsable y aunque estaba borracho así me iba a trabajar. A los 43 años mi alcoholismo se agravó, siempre fui violento con mi esposa pero en ese entonces pasó algo que no me imaginaba, pensaba que les daba un buen ejemplo a mis niños, era trabajador y nunca me vieron probando drogas, según yo, pero sí alcohol y tres de mis cinco hijos se hicieron drogadictos.

Tarde mucho tiempo en tratar de dejar el alcohol, pero fue hasta los 52 años cuando llegué a un grupo de AA de cuarto y quinto paso. Cuando lo dejé, empecé a ser neurótico, estaba enojado, gritaba y sentía odio todo el tiempo. Un alcohólico y un drogadicto se envicia por sus miedos, tenemos miedo a vivir, a salir adelante, al “qué dirán” por ya no beber. Al estar encerrado en un anexo uno empieza a trabajar sus miedos.

En este grupo trabajamos mucho la comprensión, muchos compañeros llegan muy violentos. Aquí en el momento que alguien se aloca lo tenemos que amarrar, es un mecanismo de contención para evitar la violencia entre el grupo. Hasta hace unos meses dejé de tomar alcohol, hoy estoy en el anexo para apoyar a otros que como yo destruyeron su vida con el vicio, colaboro con mi tiempo para escucharlos y con alguna aportación económica para sostener el lugar

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Foto por Blake Reyes.

Daniel, 38 años

Empecé a consumir cocaína y alcohol a los 12 años, en la secundaría. A los 30 años toqué fondo cuando mi esposa me abandonó y se llevó a mi hija recién nacida. Me intoxicaba con un pegue del 96, acompañado con té de limón o agua y Kool-Aid, no consumía otra cosa que no fuera alcohol, así me la pasé tres días hasta que me empecé a vaciar y llené un bote de aproximadamente 5 litros de vómito con coágulos de sangre.

Al ingresar al Hospital General mi cuerpo era un trapo, no tenía fuerzas. En mi pecho me dieron una descarga eléctrica para revivir, caí en coma y me colocaron sondas en la boca, nariz y el pene. Hacerme una transfusión vía intravenosa era imposible, por tanta sangre que perdí no me encontraban la vena, para lograrlo me tuvieron que poner un catéter directo al corazón. Días después me realizaron una endoscopía y encontraron que mi hígado era casi tan pequeño como el de un bebé y parecía que estaba totalmente desgarrado, así había quedado luego de vomitar sangre, los doctores me dijeron que hasta arrojé cachos de hígado.

Pisé varios anexos, como unos 50 y hace dos años ingresé a este anexo. Al llegar, un doctor me hizo una valoración en un cuarto de recuperación, ahí no te cuidan enfermeros, sino los mismos anexados: ellos te escuchan, te dan de comer y si te pones mal, hasta te bañan. En mi primer año sin beber logré que seis personas también dejarán de tomar, ahora doy platicas y comparto mi testimonio en escuelas y hospitales. En el anexo soy tesorero y administro los recursos que llegan al lugar porque aún es gratuito, recibimos aportaciones de ex anexados y de otras agrupaciones.

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Foto por Blake Reyes.

Roberto, 50 años

Al llegar a este anexo me amarraron, estaba muy alcoholizado y agresivo, pero sirvió para que contuviera mi furia. Actualmente soy primero de anexo, o sea la persona que se encarga del orden de lugar y distribución de víveres. Estoy a cargo de vidas, hay al menos 25 anexados y ser responsable de ellos me ha ayudado a mi tratamiento. Cuando veo que uno de mis compañeros tiene crisis por la falta de alcohol o está agresivo me veo reflejado en ellos.

En este grupo creemos en algo superior, a lo que te aferres para salir del vicio, pero eso es muy distinto a ser de un grupo religioso, tu ser superior puede ser Jesucristo, Jehová, tú mismo o tu familia, la cosa es agarrarse de algo y entender que el vicio es más fuerte que nosotros y que es una enfermedad. Aquí nos damos terapias de autoayuda, como psicoterapias sin ser psicólogos, porque, ¿quién mejor que un alcohólico para escuchar a otro igual? Nos podemos comprender, identificar y escuchar.

Durante año y medio pisé grupos de AA de hora y media, pero es la primera vez que llegó a un anexo de 24 horas. Tengo 28 días sin tomar. Desde los 7 años probé el mezcal para imitar a mis familiares, en un principio me quemó la garganta, pero después le agarré gusto a todo tipo de alcohol, el del 96 me lo preparaba con Coca-Cola y sal. Me he dado cuenta que todos tenemos un grado de alcoholismo, algunos lo pueden controlar y son bebedores sociales, otros no y pierden total control de sí mismos, pero la línea es muy delgada, así que de alcohólicos y locos todos tenemos un poco.

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Foto por Blake Reyes.

Juan Manuel, 56 años

Decidí hacer un viaje de muerte y entregarme totalmente al vicio. En mi pensamiento sólo estaba que me quería matar, no podía dejar de tomar, dejé a mi familia y mis hijos porque ya no los quería hacer sufrir, otras drogas me dan miedo, pero el alcohol me gusta mucho.

Durante un año recorrí la Riviera Maya a pie, a Yucatán me fui en autobús pero de ahí me la aventé caminando en la orilla de la carretera, suena como aventura pero en realidad era un viaje para buscar la muerte. En ese tiempo conocí la locura, no me bañaba, no me cortaba el pelo, se me acabaron mis zapatos de tanto estar caminando, me salieron ampollas negras en la planta del pie, algunas ya se habían reventado y la sangre seca hacía que se pegara el calcetín a mi pie, no podía caminar, sólo cuando estaba alcoholizado volvía a andar.

No soportaba la tristeza de estar sin mi familia, aunque fue mi decisión dejarlos, me la pasaba días sin tomar agua, pero eso sí, el alcohol nunca me faltaba. Un alcohólico siempre encuentra cómo conseguir su vicio. En mi camino platicaba con mis amigos imaginarios del chupe, Juan, Carlos y distintos nombres que me inventaba, pero al final nadie estaba ahí, escuchaba un: “aguas, ahí viene el loco” y no había nadie a mi alrededor, eran voces en mi mente. Un día me vi en un espejo, traía un pantalón de cartón, la barba larga y toda la cara sucia, no me reconocía y me puse a llorar.

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Llevo como 100 anexos. Me puedo aventar hasta un año tomando y tres meses en un anexo. Desde los 14 años probé el alcohol, siempre pensé que era bebedor social, pero a los 34 años me di cuenta que todas mis borracheras me las aguantaba mi esposa, fue cuando dije “no más” y la dejé. Llevo una semana en este anexo pero ya me voy a ir, siento que ya estoy bien, que puedo decidir: la obsesión por el alcohol no me controla.

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Foto por Blake Reyes.

Luis, 45 años

El miedo me domina, no puedo explicar qué me pasa, llevo tres días sin probar alcohol y ya no puedo más, le he dicho al primero de anexo que me ayude, que me de un llegue, lo necesito.

Desde chavo trabajaba en un puesto de mameyes en la Merced, era el puesto de mi padre, luego yo seguí el negocio en la Central de Abasto. A los 19 probé el alcohol. Me gusta mucho tomar solo, no soy bebedor en cantinas. Pero de un año a la fecha mi adicción creció bastante, casi cada tres meses me anexo, mi dinero se va en alcohol de caña y cervezas. Yo no le deseo a nadie ser adicto, ya no puedo más con esto, necesito ayuda profesional además del anexo, quizás un psicólogo.

Tengo a mi familia tres hijos y una esposa con la que llevó 26 años de casado, ellos me apoyan y me acompañaron a anexarme. Entre mis compañeros veo que muchos no tienen familia y yo sí, no quiero perderlos. Me siento solo y con mucho miedo, siento que me persiguen, me duele todo el cuerpo y la cabeza, no sé si es la falta de alcohol pero mi corazón late muy fuerte, siento que me voy a morir, quiero dejar de tomar porque tengo todo. Yo quiero ver contenta a mi familia y darles todo, pero ahora no puedo, quiero tomar y también dejarlo, es horrible no controlar esta ansiedad.