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Música

Santiago Botero: Del jazz psicotrópico a la escritura

El bajista bogotano estará lanzando con su proyecto El Ombligo un libro en el que debuta como escritor.

Santiago Botero, para quienes aún no lo tienen en el radar, es uno de los cerebros detrás de bombas capitalinas del calibre de MULA, El Ombligo y Los Toscos. Haciendo magia con el tiempo y con una capacidad de creación increíble, este bajista bogotano ha buscado, con cada proyecto, explorar diferentes facetas musicales: con el primero va detrás de un sonido más noisero, con el segundo persigue un jazz psicotropical, y con el tercero viene planteando un diálogo musical con diferentes artistas en cada álbum, indagando desde el free jazz, como lo hizo con el saxofonista Tony Malaby, hasta escudriñar el sonido de la cumbia landereana con el acordeón del maestro Carmelo Torres. Siempre se puede encontrar, sin embargo, algún hilo conductor, un sello personal que ya es reconocible en su obra.

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Como si ya no nos hubiera dado suficientes sorpresas con su música, Santiago decidió meterle la ficha a un oficio que, hasta el momento, le había sido ajeno: el del escritor. Siguiendo la tendencia de ofrecer la música también como un objeto de valor, la próxima entrega de El Ombligo será un híbrido entre disco y libro que busca unir tres formas de arte: el sonido, la gráfica y la escritura. Luego de trabajar arduamente con La Jaula Publicaciones, el resultado ya está listo. Aprovechamos para hablar con él sobre el proceso para sacar adelante este proyecto, indagamos acerca de sus referentes tanto de letristas como de literatos y le preguntamos cómo se sintió debutando como escritor.

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¿En qué contexto nace la idea de hacer un libro?

El año pasado, cuando estábamos haciendo el arte del disco, la gente de la editorial La Jaula salió con la idea. Yo les dije que no había plata para eso. Hacer un libro es muy caro, sobre todo si el tiraje es corto. Pero había aplicado a un premio del Ministerio de Cultura que se llama Reconocimiento a Producciones Discográficas. Nosotros ya habíamos participado alguna vez con MULA y no batearon. Y esta vez mirando las convocatorias no tenía nada para presentarme pero tenía un disco guardado en el armario, pues decidí meterme. Además del proceso anterior había quedado algo productivo y es que se hizo el arte del disco porque así lo pedían. Era un dead line y quise repetir el proceso. En la propuesta estaban como ochenta proyectos inscritos, muchos de música raizal y de música erudita que es lo que más se ganan ese premio. O es lo que he sentido, y está bien. Yo juré que no iba a pasar nada, pero me llegó un correo diciendo que habíamos ganado.

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Y que pasó después…

Luego vino el Festival Distritofónico para el cual se hizo un disco muy sencillo, con un arte donde el concepto ya iba de la mano con lo que iba a pasar en el libro. Era serigrafía y había unos textos que yo tenía escritos hace rato. No soy escritor ni mucho menos, pero la idea es que quedara una canción, un texto y una imagen.

¿Todos los textos los hizo usted?

Los textos los hice yo. No son historias ni mucho menos. Son palabras puestas en un papel.

¿Pero qué reglas se puso? ¿Cómo los construyó?

En algunos casos fueron personajes que salían a partir de los títulos de las canciones. Nada que ver con la música. Y ahí fui metiendo cosas de las que quería hablar: gente que me caía mal, por ejemplo. O gente que me caía bien o admiraba mucho. Algunas cosas autobiográficas, pero mezcladas con otros elementos. Agarré de muchas partes, un popurrí. Luego vino el proceso de edición y corrección de estilo. Y después ya vino el proceso cómo se iba a hacer. Realmente es un disco con un libro muy gordo. O un libro de esos que uno se encuentra en las librerías que no dicen nada y que un se los puede leer en una sentada y que al final tiene un disco que se puede escuchar.

Ricardo Gallo, Santiago Botero y Pedro Ojeda.

¿Hay relación entre la imagen, la música y los textos?

Ahora lo leo y ni me acuerdo de dónde salieron. Los textos son juegos de palabras, como cuando uno está componiendo y pone una nota y luego otra buscando que suene bien. Tampoco tiene un sentido semántico. Si bien cada imagen fue creada con base al texto, la relación con la música es un poco más abstracta. La idea sí es que la gente que lo compre se pueda imaginar lo que quiera con eso.

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¿Por qué la inquietud de escribir?

Con ellos (La Jaula) ya había trabajado en un casete, entonces, cuando estábamos pensando qué hacer siguió la idea de crear un objeto llamativo. Pensamos en muchas cosas, incluso en hacer barras de chocolate con códigos de descarga. Y a Bibiana Rojas, de La Jaula, se le ocurrió decir que hiciéramos un libro. Al final no es ni un libro ni un disco. O son las dos cosas a la vez. Tiene forma de libro, se lee como libro, está editado como libro, tiene arte, una historia gráfica fuerte, pero creo que la narrativa está es en el disco. Entonces creo que las dos cosas se complementan muy bien.

Pero más allá del valor estético ¿cuál es la ganancia de juntar todos estos elementos?

Salirse del rol de músico y escribir. Yo nunca he escrito. Pues escribo cosas, letras de canciones, pero nunca salen a la luz pública. Por un lado no tengo la seguridad para decir "esto está bien". Es un terreno en el cual, habiendo tanta gente que escribe tan buenas cosas, yo me siento todavía muy inseguro. Y repito, no me siento escritor. Yo tengo que leer hasta los posteos de Facebook veinte mil veces. No es tan fácil para mí o no lo siento tan natural como otras cosas.

Y para asumir el reto, ¿qué referentes estéticos tuvo?

Como referentes con los que uno creció. Estarían Gustavo Cerati, Silvio Rodríguez, Spinetta, Pablo Milanés, Piero. Todos grandes letristas. Son cosas que uno lee y me parecen una chimba. Uno oye esa letra de Piero que dice “de vez en cuando viene bien dormir” y, más allá de la música y de ese tinte súper naif o como infantil, tiene algo muy profundo. A Silvio le llegué tarde porque me parecía muy mamerto, pero era más porque la gente que lo oía en el colegio no me caía bien. Sin embargo un día me senté a oírlo y encontré un universo letrístico increíble.

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¿Algo de literatura?

Soy muy mal lector. Leo muchos libros, pero son más biografías de músicos, entrevistas a músicos o compilaciones sobre improvisación musical. Literatura como tal hay veces que me animo. Me gusta Borges, sus cuentos. Cuando son historias cortas porque por alguna razón mi concentración da para eso. Cioran ha ratos me siento a leerlo. Otro que le hago el esfuerzo porque me gusta lo que hay detrás de él, pero me cuesta, es Derridá. Me toca hacer anotaciones porque creo que no hay solo una riqueza filosófica sino literaria en lo que el man escribe. Y me gusta leer las críticas que le hacen, las peleas para saber en dónde es que se para él, porque es súper camaleónico.

¿La escritura de Santiago Botero donde se para?

Jajajaja eso sí no se para en ningún lado. Realmente para mí es un ejercicio musical: palabras que rimen o viendo la sonoridad de las mismas. Cosa que pasa también con los títulos de las canciones o de los grupos. Alguien me preguntaba una vez que porqué El Ombligo se llama El Ombligo… pues porque arranca y termina en "o", es chévere Jajaja. O nombres como MULA que me parecía contundente. Si yo quiero una banda más pesada que vaya hacia al noise, como el que se viene con el grupo, creo que una palabra como MULA representa eso. No soy poeta, al escribir trato de seguir una idea de ritmo, así usaba las comas y la sonoridad.

Escribe como compones canciones…

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Más o menos sí. De todos modos, inevitablemente hay referentes o imágenes que me marcan, cuentos literarios. Como es el caso de “Funes el memorioso”, que me parece increíble. O “El de la biblioteca de Babel”. Eso también terminan siendo referentes, acorde con la pregunta de antes.

¿Qué letristas de acá admira?

Edson Velandia, es excelente, y ese humor con el que escribe. O el de Eblis Álvarez, que es mur peculiar y con una fuerte carga personal. Me parece que Andrés Gualdrón escribe unas letras increíbles. No sé si él se da el crédito que se merece, pero es un gran letrista. Diomedes Díaz, el mismo Andrés Landero, el Joe…

¿La Serigrafía quién la trabajó?

Entre Viviana Rojas y Julián Camilo García, que son como la parte artística-creativa de La Jaula Publicaciones. Sí hubo algo, y cabe señalarlo acá, es que hace unos años cuando estuve en México conocí una periodista que se llama Zazil Collins. Ella me mostró el trabajo de un serigrafista mexicano que me impactó. Me quedó la idea de que algún día quería que el arte de un disco fuera así. Yo le mostré a Julían, le gustó y pues le dije que la hiciera. Algunas ideas de las imágenes se las di yo, como fue el caso de la carátula del disco, donde sale una mujer muy voluptuosa. Yo tenía ganas de que fuera algo femenino.

¿Por qué?

Me parece que en esos ejercicos musicales en que yo estoy ahora, y me puedo meter en una discusión de género donde salga mal librado, son demasiado machistas. Ya de por sí el mundo del jazz es súper machista. Y yo siento que hay momentos que lo que hago tiene esa concepción muy de macho, entonces ,como para darle otra cara, por expresar mi feminidad de alguna manera, quería una imagen así: una mujer voluptuosa, no en un sentido pornográfico sino como pensaban los indígenas de lo que era una mujer fértil. Con esa idea de feminidad y de feminidad con poder.

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¿Volvería a escribir?

Sí.

¿Y piensa tener algún proyecto musical que tenga letra?

Es la idea, pero implicaría que tengo que cantarlas, entonces no sé. Con MULA hay una idea de hacer algo. Más que letras como coros, como cánticos de fútbol, algo más marcial. Tengo ganas de también de hacer algún proyecto con algún rapero.

¿Algo para agregar?

Que ojalá no me den tan duro jajaja. Le siento mucha aprehensión a eso. Y que las críticas constructivas y de cómo puedo mejorar me parecen chéveres.

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El lanzamiento será el próximo 28 de abril e incluirá un pequeño concierto. Para unirse al evento haga click aquí y para seguir a El Ombligo acá.