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Música

Dinosaur Jr. y las guitarrotototas

El viernes se presentó Dinosaur Jr. en la ciudad de México junto a los Hawaiian Gremlins.

Todas las fotos son de Daniel Patlán

“¡Es como Interpol, pero más viejo!”, volteó a decirme el inolvidable cabrón con la greña engominada que nos quedó delante a mi amigo Tadeo y a mí, segundos después de comenzar “Feel the pain”, durante la presentación de Dinosaur Jr. el pasado viernes 6 de febrero, en el Plaza Condesa. “No mames, no digas pendejadas”, pensé, y medio se lo dije al cabrón ése, echándole unos ojitos en total desacuerdo. “¡Güey, Kurt Cobain los admiraba!”, no se rindió y volvió a dirigirme la palabra justo cuando regresaron a tocar la penúltima canción, “Budge”, la cual lo hizo despeinarse, tocar su guitarra invisible, convidarme de su cerveza y mantenerse brincando alegremente en su mismo lugar durante todo ese legendario tema del año 88; definitivamente ese carnal sí era bien fan.

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En el transcurso del concierto volteaba a mi alrededor, como queriendo saber qué decían los rostros de los presentes al estar viendo en el escenario a una banda de tal tamaño. Dinosaur Jr., hay que recordar que se formó en 1985, en Amherst, Massachusetts, y son una pieza fundamental para que el prototipo del espíritu adolescente de los noventa hiciera fluir a uno en el transcurso del cliché: lo que es moda y lo que no lo era. Su visita fue del todo inesperada y completamente gratuita. Hasta el pasado viernes, antes de ingresar al Plaza Condesa y saber de qué se trataban los Hawaiian Gremlins, estaba arrepentido de no haber pagado hace dos años una fortuna e ir al popular Corona Capital únicamente para ver y escuchar a estas leyendas vivientes. Dinosaur Jr. llegó de nueva cuenta al D.F. gracias a Don Chuck Taylor. A mitad del mes pasado las redes sociales comenzaron a atascarse de dicha promoción que lanzaban, en la cual tales días de enero: lunes 26, martes 27, miércoles 28 y jueves 29 tenías que acudir a una de sus dos sucursales, ya fuera en el centro de la ciudad o en la Condesa, hacer fila y así, tan sencillo como sonaba, conseguir un boleto –que finalmente era uno doble– para Dinosaur Jr. o Against Me!

La paranoia vino a mí, el mal del provinciano me acechó y soñé que en un día se agotaban los boletos para Dinosaur Jr. Los horarios dictados eran de dos a cuatro de la tarde, en ese lapso de tiempo se regalarían las entradas. Entonces de alguna manera logré llegar pasado el mediodía del lunes 26 a la sucursal del centro. Para mi sorpresa la fila estaba tan larga que cualquier señor que caminaba por ahí y apenas podía cargar los miles de folders entre sus brazos, preguntaba para qué estaban formados. A uno que lo preguntó con tanta gracia y vestía un pantalón de secundaria técnica le dije que tal devoción era para acudir a un concierto de Alberto Vázquez. Tristemente no lo creyó. Según mis cálculos, esa hora estaba perfecta para obtener la victoria que al principio no lo fue: los encargados de dicha sucursal hicieron un conteo y hasta tal amita de casa que ya le hacía falta cambiar de tinte y que consiente a su hijo o hija que a esa hora está en el salón de clases o el trabajo, llegaba el último boleto del día, los demás, sin llorar, mañana a madrugarle, chinguéenle. Me sentí como un perdedor y parece que se lo transmití a Ilse Lucia y Penetraños, dos valedores que habían arribado más o menos a las ocho de la mañana. ¡Pinche sorpresota! Aun así, como a las seis de la mañana, ahí ya estaban tres güeyes pasando el frío.

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En la fila, así como había un chingo de caras conocidas, también se podía percibir al argüendero que llevamos dentro: el Homo Sapiensque lo gratuito lo convierte en un perfecto depredador. Pasadas algunas horas, avanzando de a poco y acompañando a Pabloide para recoger su boleto, Ilse Lucia y Penetraños me gritaron y me hicieron llegar un boleto. Que las canas de ambos en su vejes sean como las de J Mascis. Me fui de ahí, y a partir de esa tarde los días iban a ser contados.

Me afloró el ego y una foto del boleto terminó en mi Facebook. Chingos de likes y seguramente también una que otra mentada de madre. La gran mayoría de mis viejos amigos descubrieron a Dinosaur Jr. gracias al skateboard, era muy común que sus canciones ambientaran videos de patinadores profesionales surfeando en el pavimento; cosa que también los llevó a descubrir a Deep Wound y All White Jury. El primero, un grupo previo de hardcore punk en donde J Mascis era el baterista y Low Barlow el bajista. El segundo, aquella antigua agrupación de Murph, siempre pegándole a los tambores. Esos son los orígenes de Dinosaur Jr., el proceso que me parece interesante, la mejor manera de picar piedra y no convertirse de un día a otro en alguien mamado por las masas. No obstante, mi historia con ellos fue de una forma nada interesante, bien chafa. Ha pasado tanto tiempo e incluso aún no llega el día en que sepa impulsarme en una patineta, dar dos o tres patadas y así finalmente lograr mantener el equilibrio arriba de una tabla. Dinosaur Jr. llegó a mi vida en una clásica tarde cuando mis viejos amigos –aprendiendo a sacar sus primeros trucos– pasaban a mi hogar sólo para pedirme agua, robarme comida y mostrarme los discos que acababan de comprar. Así fue como Bug lo escuché por primera vez hablando seguramente de las mismas cosas que hablaría con ellos hoy en día.

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Afuera del Plaza Condesa, entre tanta gente y reuniéndome con el Cadena Club, me acordé mucho de esos culeros que masticaban el refrigerador de mi hogar. Ojalá hubieran podido venir porque sé que a varios de ellos Dinosaur Jr. les provoca más cosas que a mí, su gusto va más allá; yo era puro discman en el transporte público y ellos eran discman y 50-50 en la plaza pública. Los revendedores nos acechaban, preguntaban una y otra vez si nos sobraban o necesitábamos boletos. De igual forma lo hacía un morrito vendiendo paletas y chicles, quien insistió tanto que el Tun Tun terminó comprándole una cajetilla sabor menta. Todos teníamos boletos, lo habíamos logrado. La sorpresa fue cuando una chica se acercó a preguntar si nos faltaban entradas. Para ese momento ya estábamos algo fastidiados de los revendedores. La chica los estaba regalando. Así fue como varios del Cadena Club que no contaban con entrada para Against Me! hicieron realidad su sueño de ver a Laura Jane Grace en persona.

Lo primero que hice al estar dentro del Plaza Condesa fue observar todo, nunca en mi vida había entrado; desde hace tiempo los grandes conciertos dejaron de interesarme. Me dirigí al baño, oriné de frío y Hawaiian Gremlins interpretaba sus últimas canciones. Junto a mis amigos tomé posición como a la mitad del recinto, ahí siempre es un muy buen sitio, es en donde casi siempre se escucha mejor. Pero no recordaba que también es en donde muy fácilmente te puede golpear un vaso vacío o lleno con algún liquido desconocido. Hasta también fungió como el área para marihuanos pasivos. Taco ahí forjó un porro resguardándose en la gigantes de nuestro Tutankamón y otros cuantos mientras fluía el concierto compartían yerba en una pipa. Para ese momento algunos ya se habían dispersado. Dinosaur Jr. tiene algunos temas como I got lose, Get me, See you, Plans, Alone o Goin’ home que lo animan a uno a querer empiernarse. Pabloide rápidamente dio el brazo a torcer y desapareció con su ancla. Días antes, conversando con emoción de que ya llegara el día para ver a Dinosaur Jr., confesó como en el pasado Back to your heart significaba tanto para él con Laura, su ancla. Yo hubo un momento en el que me quedé sólo, únicamente detrás de mi permanecía Uri abrazando a su novia. Así fue como distinguí a Tadeo, de quien sabía seguramente me lo iba a encontrar ahí. Incluso fue mayor la sorpresa ya que apenas unas horas antes se había dado por enterado de la visita de Dinosaur Jr. en el país. Tadeo se mantiene alejado de las redes sociales y se convirtió en una víctima de la reventa, doscientos pesos fueron los que pagó, nada mal. Tadeo es uno de esos viejos amigos que llegaban a mi casa después de patinar. Él y yo casi al mismo tiempo nos venimos a radicar al D.F., sólo que pareciera ser que una exótica canadiense de raíces armenias terminó haciéndonos daño a los dos. Nos distanciamos, pero eso ya es parte del pasado; ahora somos hermanos de leche. Al final Dinosaur Jr. volvió a fungir como esa especie de cancionero romántico. A la segunda chela, en Pieces, Tadeo comenzó a hablarme de Cla, quien también es una vieja amiga, los recordé encajuelados durante una madrugada que ellos y otros amigos fuimos a un mirador a ver las estrellas en San Pedro, Garza García. Ahora espera que a finales de año pueda ir a París por ella.

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En total fueron diecisiete canciones las que tocaron. Obviamente, por la trayectoria que tienen, faltaron muchas otras. Quería escuchar “Crumble” o la misma “The wagon”; creía era muy básica en su setlist. Sin embargo, con las primeras tres podría decir que hubiera sido suficiente, aun cuando el sonido le faltaba ser mejor ecualizado. No esperaba que abrieran con “Forget the saw”, después oír subir la guitarra de “Thump” y así regresar hasta el estéreo de mi casa y tararear el Hey babe, thought maybe. Can’t feel right today. Whis it didn’t faze me. Can’t handle you’re their way de “No bones”. “Out there” fue perfecta, fue la que más escuché corear por el público, como también sucedieron esos brincos al principio de “Watch the corners” hasta la parte de adelante. “Training ground” (cover de Deep Wound) dio a conocer quién sí conoce el camino de Dinosaur Jr. y quién no. Freak Scene, Kracked y Sludgefeast las interpretaron como si estuvieran pegadas, una tras otra. J Macsis habla poco, sino me equivoco, o estoy exagerando, sólo saludó; lo de él consiste en hacer sus característicos y sublimes requintos con la guitarra, los cuales saben llevar perfectamente Murph, quien pareciera ser el tío chido de todos con esa pinta que tiene y Low Barlow, a quien verlo menearse con su bajo, hace pellizcarse a uno mismo y así darse cuenta que todo fue realidad.

Dinosaur Jr. esa noche regresó a los escenarios después de tres meses de descanso, su última presentación había sido en el FunFunFest 2014, en la ciudad de Austin, Texas. Un único encoré, regresaron con “Budge” y para cerrar, “Just Like Heaven” (cover de The Cure). Eso fue suficiente, más el plus y primicia que me hizo saber Cachetes Rojas Fajado después de enfrentarse con ese clásico espectador que se molesta cuando uno se va abriendo paso entre la multitud, intentando acercarte más al escenario y así volver ese momento un tanto más surrealista: J Mascis portaba una playera de Annihilation Time. De ahí los buenos gustos por la música y la manera correcta de llevar cargando en la espalda treinta años de carrera musical. Pocas palabras, un setlist bien correspondido y una distancia interprete-espectador que mantiene la esencia de algo que Pixies, Hüsker Du o Sonic Youth iniciaron al mismo tiempo sin saber que formarían parte de un submundo de franelas, botas, escopetazos y demandas; las franelas y botas sí llegué a distinguirlas con demasía. También había mexicanos ligándose extranjeras que, me imagino, fue el pretexto para salir y ya les andaba por llegar al cinco letras en pleno “Start choppin”; jóvenes escritores mexicanos llevando el chavo-ruquísimo a su máximo esplendor con estampados de Black Flag; fanáticos de hueso colorado como ese que estuvo frente a mí todo el tiempo; y por supuesto, seres humanos descubriendo a Dinosaur Jr. en un evento gratuito que nunca imaginé iba a pasar. Al final, como plato extra, más local y en un resurgimiento que estoy seguro no tarda en explotar –o quizá ya está ocurriendo–, la década del noventa prevaleció hasta las seis de la mañana del día sábado, feliz de haber presenciado a Dinosaur Jr. en vivo y viendo en compañía de Ilse Lucia, Penetraños y Tadeo, videos de Sergio Andrade en YouTube.

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