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Música

El cassette salvó la patria: Danny Dodge a 20 años de ‘Edad Senil’

Hace 20 años, cuando el Walkman servía para escapar de una Bogotá descompuesta, vimos nacer a una modesta leyenda independiente.

“Recuerdo a Danny Dodge, como nombre: una identidad muy fuerte y particular para nuestro parche de esa época. Como banda: una fuerte alianza de trabajo en equipo sintiendo que la música que hacíamos podía aportar un color de buena onda y esperanza para esos momentos oscuros por los que pasaba el país”.
Daniel Jones.

Hace 20 años el cassette salvó la patria. Para muchos de nosotros era imposible salir a la calle sin un Walkman, aparato que nos servía quizá de excusa para evitar ser consecuentes con una Bogotá descompuesta, en caos, tratando de opacar los ruidos incesantes de sus buses ejecutivos. Como si de un grito de independencia se tratara, varios jóvenes en aquella época empezaron a mostrar sus propuestas musicales, sin espadas de Bolívar, sin ametralladoras, sin fusiles, armados sólo con sus instrumentos y sus voces; la apertura económica estaba implantada apenas unos años atrás y la entrada de diversos productos al país permitió que las bandas pudieran comprar mejores instrumentos y, al igual que muchos jóvenes de familias pudientes, viajaron al exterior para traer nuevos equipos.

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Grabar un disco no fue fácil en ninguna de las primeras tres décadas del rock nacional y tal vez conscientes de eso, y del sistema de intercambio y propagación musical que generaba este formato analógico, veíamos cómo varias bandas lanzaban su primer trabajo. Cintas como Háblame de Horror de 1280 Almas; Los 4 Cañonazos de Marlohabil; La Ciudad de Morgue; Más allá de la demencia de Neurosis; Sarcasmo de Akerrak o los trabajos homónimos del Zut, Carpe Diem o Vértigo, por mencionar algunos, hoy son muestra de una escena que, aunque pequeña, heredaba el pabellón nacional de los primeros próceres musicales como Los Speakers, Los Flippers, Los Yetis, La Columna de Fuego y Ship, entre otros.

1995 fue un año agridulce para el país, el segundo año de presidencia de Ernesto Samper, ocurrió el vergonzoso proceso 8.000, la muerte de Álvaro Gómez Hurtado y hubo un terremoto en Pereira. Al mismo tiempo, Danny Dodge lanzaba su primera y única producción, Edad Senil, en formato cassette. La banda contaba con la poderosa voz y las letras de Iseult, la guitarra distorsionada y armónica de Daniel Jones, el bajo constante y marcado de Carlos “Pepino” Lozano y la batería directa e ingeniosa de Andrés López, más conocido como Gugillo.


Foto: Archivo personal de Daniel Jones

Pero para hablar de Danny Dodge tendríamos que utilizar la máquina del tiempo y retroceder hasta 1990, año en el que nace la agrupación Sentencia, la primera propuesta musical fundada por Daniel Jones y Gugillo. La banda tenía influencias del sonido thrash metal, en 1993 grabaron un disco llamado Dies Irae y dejaron constancia de su paso por algunos bares situados en la troncal de la Caracas, una de las vías más peligrosas y concurridas de nuestra querida capital que en aquellos años era conocida como “Santafé de Bogotá”.

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Aunque Sentencia fue un proyecto efímero, Jones y Gugillo continuaron con ganas de hacer música, el siguiente paso fue formar otra banda con un sonido menos pesado, más cercano a la denominada “música alternativa” que tan de moda estaba y que en su costal incluía erróneamente a bandas como The Clash, Sonic Youth, Nirvana y Pixies, incluso hubo alguno que se atrevió a meter a las Hermanitas Calle dentro de esta nefasta estampilla. El proyecto se llamó Enchiladas Atómicas y reemplazaba los sonidos guturales por la suave voz de una japonesa que cantaba como los ángeles, pero que a la hora de subirse a la tarima, se llenaba de pánico escénico y quedaba como la estatua de Bolívar junto al Capitolio Nacional. El bajista Carlos Lozano, más conocido como “Pepino”, fue responsable en gran medida del cambio de sonido en esta nueva propuesta.

¿A qué sonaba Enchiladas Atómicas? Es una pregunta compleja, sobre todo porque en aquella época era muy común encontrar propuestas que intentaban vincular diversos géneros, pero pocas eran las que lograban acoplar y generar un sonido bajo esas libertades. En ese sentido, esta banda cumplió como primer acercamiento a lo que después sería Danny Dodge. A diferencia de Sentencia, Enchiladas Atómicas sí dejó un registro sonoro, con una nueva cantante recomendada por Tomás Rueda, un amigo cercano de la banda (quien luego sería el bajista de Catedral, una banda influida por los sonidos del grunge y de la cuál hizo parte Amós Piñeros en la voz y el violín).

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La historia de la nueva vocalista fue la siguiente: Iseult, quién estaba recién llegada de Seattle para visitar a su padre, se encontraba validando el bachillerato y casualmente Tomás Rueda estudiaba en el mismo lugar. Un día la escuchó cantar y le comentó que tenía unos amigos que estaban buscando vocalista, a ella le interesó y se puso en contacto con la banda. Según Daniel Jones, eso fue amor a primera vista, con tan sólo interpretar dos canciones se dieron cuenta que era la cantante perfecta. De hecho, en sus conciertos, más de uno de los asistentes quedábamos con la boca abierta por su belleza y calidad de voz. Con ella grabaron, en un estudio en Teusaquillo, el tema “Vacant” y otras canciones que reposan en una cinta digital en el cajón de los recuerdos.

En 1993 Enchiladas Atómicas cambió su nombre por el de Danny Dodge, porque en aquella época Daniel Jones era propietario de un Dodge Dart de 1974. El sonido también cambió y vincularon, además de su propuesta independiente, el sonido punk y ska que empezaba a darse a conocer en la incipiente escena bogotana. Lugares como el auditorio La Calleja, que se ubicaba en el barrio del mismo nombre, al norte de la ciudad, fue arrendado por el mismo Gugillo para realizar toques de varias bandas. Era un lugar estrecho, de paredes altas, por el cual desfilaron agrupaciones con diferentes propuestas como: Marlohabil, Boca Abajo, Sin Salida, Catedral o la Severa Matacera, sólo por mencionar algunas. Similar a lo que se conoció a mediados de los años sesenta como la Bomba, la Calleja aunque no era una discoteca, reunía jóvenes urbanos de diferentes gustos que se daban cita para presenciar inconscientemente el nacimiento de una escena underground que casi sin querer se convertiría en una nueva generación del rock colombiano.

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Flyer: Archivo personal de Oscar Beltrán

La banda se tomaba muy enserio sus ensayos, era un proceso de total disciplina. A pesar de ser unos adolescentes, si un día no ensayaban, inmediatamente eso afectaba el ambiente del grupo. El concepto que se mantuvo como común denominador para la primera producción de Danny Dodge, fue el de capturar toda la frescura y la fuerza que la banda proyectaba en sus conciertos. La solución fue grabar en la finca de Gugillo, en Chinauta, Cundinamarca, bajo la ingeniería de sonido de Raúl Hernández, personaje polémico y miembro de la agrupación de hardcore Sin Salida. Raúl había estudiado música en Estados Unidos y se dedicaba a hacer el papel de ingeniero de sonido de algunas bandas, entre ellas Danny Dodge. El proceso de grabación se desarrolló en un fin de semana y fue registrado en directo, en bloque, sacando el sonido desde una consola a un VHS en dos canales. En total fueron 19 temas, en su mayoría cantados en inglés, que luego hicieron parte de Edad Senil. La voz de Iseult fue grabada posteriormente en el estudio de Germán Antón donde también se mezcló “Disciplina”, el primer sencillo de la banda Sin Salida, en 1993, y algunos temas de Enchiladas Atómicas.

El resultado final costó 800.000 pesos de la época, que si se mira con lupa, representaba una considerable suma de dinero, la grabación se plasmó en un cassette con un tiraje de 500 copias y posteriormente se prensó en 1.000 CDs bajo el título de Edad Senil. Según el mito, el disco obtuvo su nombre después de una experiencia alucinógena que tuvieron algunos de los miembros de la banda al consumir aguepanela con hongos de San Raimundo, cerca de la Vaca Que Ríe, a las afueras de Bogotá. El álbum fue publicado por su propio sello independiente Bonga Records y en él se encuentran temas como “Revolution”, “Vile”, “Big”, “La Fulca”, “Discovery”, “Rust” y la hermosa balada “Worthless King”, temas que muchos de sus fans cantamos, pogeamos y dedicamos alguna vez. Incluso, si algunas de sus canciones se escuchan detalladamente, se pueden percibir extractos de paisajes sonoros de aquella finca en Chinauta.

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Danny Dodge no sonaba como ninguno de los grupos que conforman la divina trinidad noventera: no sonaba a Los Aterciopelados, ni a La Derecha ni, mucho menos a 1280 Almas. Eso fue lo enriquecedor de los grupos de aquella época, era como si cada propuesta no tuviera reglas, ni géneros musicales, se llegaba a la conciencia de un todo, a una unión sin fronteras, sin distinción. De un tema punk de tres acordes estruendosos, Danny Dodge podía pasar a un sonido latino ska hasta llegar a una balada. Eso se percibía en sus presentaciones, como ejemplo basta recordar que hicieron parte del cartel de la primera versión de Rock al Parque, abriendo la tarima del Parque Simón Bolívar aquel viernes 26 de mayo junto a la agrupación, también bogotana, Vértigo. Fue un momento especial porque esas dos bandas iniciaron la historia del más grande festival gratuito de Latinoamérica.

Otra presentación memorable se llevó a cabo el 18 de octubre de ese año en el Palacio de los Deportes como teloneros de Soda Stereo, en la gira del álbum Sueño Stereo. El momento fue de nervios, ante la gran multitud que se abarrotaba para ver a los argentinos que tenían planeados cinco conciertos más en diferentes ciudades del país. Aunque el sonido no fue el mejor, mostró una propuesta a un público que no estaba acostumbrado a este tipo de sonido, y le consiguió más adeptos a la banda. Los miembros de Danny Dogde, se preocupaban mucho por sonar bien en vivo, al grado en que Jones llegó a afirmar que era más lo que gastaban en el buen sonido de sus conciertos que lo que ganaban por una presentación.

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Todo lo bueno tiene su final. Danny Dodge se terminó en 1997 por problemas personales entre sus integrantes, Iseult viajó de nuevo a Seattle y los demás continuaron en diversos proyectos musicales, pero esa es otra historia. Que ¿por qué es relevante la única producción de Danny Dodge en estos tiempos? Edad Senil es como una piedra que, como tantas, soporta el peso del olvido, de la negación de muchos por reconocer que sí tenemos un patrimonio rockero. Es la piedra en el zapato que nos recuerda que existieron jóvenes en otras décadas, que lucharon por sus propuestas musicales e hicieron posible una escena, en varios casos fueron responsables de que muchos de nosotros decidiéramos formar nuestras propias bandas. Hoy, escuchando de nuevo este cassette en mi viejo Walkman, recorro viejas calles citadinas, y vienen a mí muchos recuerdos, tantos que me es imposible escribirlos. Extiendo el grito de independencia: “el cassette salvó la patria”, así como en tiempos de la campaña libertadora, es hora de que dejemos la senilidad y empecemos a recuperar nuestra memoria y patrimonio sonoro.

“Recuerdo a Danny Dodge, como nombre: una identidad muy fuerte y particular para nuestro parche de esa época. Como banda: una fuerte alianza de trabajo en equipo sintiendo que la música que hacíamos podía aportar un color de buena onda y esperanza para esos momentos oscuros por los que pasaba el país”.
Daniel Jones.

Hace 20 años el cassette salvó la patria. Para muchos de nosotros era imposible salir a la calle sin un Walkman, aparato que nos servía quizá de excusa para evitar ser consecuentes con una Bogotá descompuesta, en caos, tratando de opacar los ruidos incesantes de sus buses ejecutivos. Como si de un grito de independencia se tratara, varios jóvenes en aquella época empezaron a mostrar sus propuestas musicales, sin espadas de Bolívar, sin ametralladoras, sin fusiles, armados sólo con sus instrumentos y sus voces; la apertura económica estaba implantada apenas unos años atrás y la entrada de diversos productos al país permitió que las bandas pudieran comprar mejores instrumentos y, al igual que muchos jóvenes de familias pudientes, viajaron al exterior para traer nuevos equipos.

Grabar un disco no fue fácil en ninguna de las primeras tres décadas del rock nacional y tal vez conscientes de eso, y del sistema de intercambio y propagación musical que generaba este formato analógico, veíamos cómo varias bandas lanzaban su primer trabajo. Cintas como Háblame de Horror de 1280 Almas; Los 4 Cañonazos de Marlohabil; La Ciudad de Morgue; Más allá de la demencia de Neurosis; Sarcasmo de Akerrak o los trabajos homónimos del Zut, Carpe Diem o Vértigo, por mencionar algunos, hoy son muestra de una escena que, aunque pequeña, heredaba el pabellón nacional de los primeros próceres musicales como Los Speakers, Los Flippers, Los Yetis, La Columna de Fuego y Ship, entre otros.

1995 fue un año agridulce para el país, el segundo año de presidencia de Ernesto Samper, ocurrió el vergonzoso proceso 8.000, la muerte de Álvaro Gómez Hurtado y hubo un terremoto en Pereira. Al mismo tiempo, Danny Dodge lanzaba su primera y única producción, Edad Senil, en formato cassette. La banda contaba con la poderosa voz y las letras de Iseult, la guitarra distorsionada y armónica de Daniel Jones, el bajo constante y marcado de Carlos “Pepino” Lozano y la batería directa e ingeniosa de Andrés López, más conocido como Gugillo.


Foto: Archivo personal de Daniel Jones

Pero para hablar de Danny Dodge tendríamos que utilizar la máquina del tiempo y retroceder hasta 1990, año en el que nace la agrupación Sentencia, la primera propuesta musical fundada por Daniel Jones y Gugillo. La banda tenía influencias del sonido thrash metal, en 1993 grabaron un disco llamado Dies Irae y dejaron constancia de su paso por algunos bares situados en la troncal de la Caracas, una de las vías más peligrosas y concurridas de nuestra querida capital que en aquellos años era conocida como “Santafé de Bogotá”.

Aunque Sentencia fue un proyecto efímero, Jones y Gugillo continuaron con ganas de hacer música, el siguiente paso fue formar otra banda con un sonido menos pesado, más cercano a la denominada “música alternativa” que tan de moda estaba y que en su costal incluía erróneamente a bandas como The Clash, Sonic Youth, Nirvana y Pixies, incluso hubo alguno que se atrevió a meter a las Hermanitas Calle dentro de esta nefasta estampilla. El proyecto se llamó Enchiladas Atómicas y reemplazaba los sonidos guturales por la suave voz de una japonesa que cantaba como los ángeles, pero que a la hora de subirse a la tarima, se llenaba de pánico escénico y quedaba como la estatua de Bolívar junto al Capitolio Nacional. El bajista Carlos Lozano, más conocido como “Pepino”, fue responsable en gran medida del cambio de sonido en esta nueva propuesta.

¿A qué sonaba Enchiladas Atómicas? Es una pregunta compleja, sobre todo porque en aquella época era muy común encontrar propuestas que intentaban vincular diversos géneros, pero pocas eran las que lograban acoplar y generar un sonido bajo esas libertades. En ese sentido, esta banda cumplió como primer acercamiento a lo que después sería Danny Dodge. A diferencia de Sentencia, Enchiladas Atómicas sí dejó un registro sonoro, con una nueva cantante recomendada por Tomás Rueda, un amigo cercano de la banda (quien luego sería el bajista de Catedral, una banda influida por los sonidos del grunge y de la cuál hizo parte Amós Piñeros en la voz y el violín).

La historia de la nueva vocalista fue la siguiente: Iseult, quién estaba recién llegada de Seattle para visitar a su padre, se encontraba validando el bachillerato y casualmente Tomás Rueda estudiaba en el mismo lugar. Un día la escuchó cantar y le comentó que tenía unos amigos que estaban buscando vocalista, a ella le interesó y se puso en contacto con la banda. Según Daniel Jones, eso fue amor a primera vista, con tan sólo interpretar dos canciones se dieron cuenta que era la cantante perfecta. De hecho, en sus conciertos, más de uno de los asistentes quedábamos con la boca abierta por su belleza y calidad de voz. Con ella grabaron, en un estudio en Teusaquillo, el tema “Vacant” y otras canciones que reposan en una cinta digital en el cajón de los recuerdos.


En 1993 Enchiladas Atómicas cambió su nombre por el de Danny Dodge, porque en aquella época Daniel Jones era propietario de un Dodge Dart de 1974. El sonido también cambió y vincularon, además de su propuesta independiente, el sonido punk y ska que empezaba a darse a conocer en la incipiente escena bogotana. Lugares como el auditorio La Calleja, que se ubicaba en el barrio del mismo nombre, al norte de la ciudad, fue arrendado por el mismo Gugillo para realizar toques de varias bandas. Era un lugar estrecho, de paredes altas, por el cual desfilaron agrupaciones con diferentes propuestas como: Marlohabil, Boca Abajo, Sin Salida, Catedral o la Severa Matacera, sólo por mencionar algunas. Similar a lo que se conoció a mediados de los años sesenta como la Bomba, la Calleja aunque no era una discoteca, reunía jóvenes urbanos de diferentes gustos que se daban cita para presenciar inconscientemente el nacimiento de una escena underground que casi sin querer se convertiría en una nueva generación del rock colombiano.


Flyer: Archivo personal de Oscar Beltrán

La banda se tomaba muy enserio sus ensayos, era un proceso de total disciplina. A pesar de ser unos adolescentes, si un día no ensayaban, inmediatamente eso afectaba el ambiente del grupo. El concepto que se mantuvo como común denominador para la primera producción de Danny Dodge, fue el de capturar toda la frescura y la fuerza que la banda proyectaba en sus conciertos. La solución fue grabar en la finca de Gugillo, en Chinauta, Cundinamarca, bajo la ingeniería de sonido de Raúl Hernández, personaje polémico y miembro de la agrupación de hardcore Sin Salida. Raúl había estudiado música en Estados Unidos y se dedicaba a hacer el papel de ingeniero de sonido de algunas bandas, entre ellas Danny Dodge. El proceso de grabación se desarrolló en un fin de semana y fue registrado en directo, en bloque, sacando el sonido desde una consola a un VHS en dos canales. En total fueron 19 temas, en su mayoría cantados en inglés, que luego hicieron parte de Edad Senil. La voz de Iseult fue grabada posteriormente en el estudio de Germán Antón donde también se mezcló “Disciplina”, el primer sencillo de la banda Sin Salida, en 1993, y algunos temas de Enchiladas Atómicas.

El resultado final costó 800.000 pesos de la época, que si se mira con lupa, representaba una considerable suma de dinero, la grabación se plasmó en un cassette con un tiraje de 500 copias y posteriormente se prensó en 1.000 CDs bajo el título de Edad Senil. Según el mito, el disco obtuvo su nombre después de una experiencia alucinógena que tuvieron algunos de los miembros de la banda al consumir aguepanela con hongos de San Raimundo, cerca de la Vaca Que Ríe, a las afueras de Bogotá. El álbum fue publicado por su propio sello independiente Bonga Records y en él se encuentran temas como “Revolution”, “Vile”, “Big”, “La Fulca”, “Discovery”, “Rust” y la hermosa balada “Worthless King”, temas que muchos de sus fans cantamos, pogeamos y dedicamos alguna vez. Incluso, si algunas de sus canciones se escuchan detalladamente, se pueden percibir extractos de paisajes sonoros de aquella finca en Chinauta.

Danny Dodge no sonaba como ninguno de los grupos que conforman la divina trinidad noventera: no sonaba a Los Aterciopelados, ni a La Derecha ni, mucho menos a 1280 Almas. Eso fue lo enriquecedor de los grupos de aquella época, era como si cada propuesta no tuviera reglas, ni géneros musicales, se llegaba a la conciencia de un todo, a una unión sin fronteras, sin distinción. De un tema punk de tres acordes estruendosos, Danny Dodge podía pasar a un sonido latino ska hasta llegar a una balada. Eso se percibía en sus presentaciones, como ejemplo basta recordar que hicieron parte del cartel de la primera versión de Rock al Parque, abriendo la tarima del Parque Simón Bolívar aquel viernes 26 de mayo junto a la agrupación, también bogotana, Vértigo. Fue un momento especial porque esas dos bandas iniciaron la historia del más grande festival gratuito de Latinoamérica.

Otra presentación memorable se llevó a cabo el 18 de octubre de ese año en el Palacio de los Deportes como teloneros de Soda Stereo, en la gira del álbum Sueño Stereo. El momento fue de nervios, ante la gran multitud que se abarrotaba para ver a los argentinos que tenían planeados cinco conciertos más en diferentes ciudades del país. Aunque el sonido no fue el mejor, mostró una propuesta a un público que no estaba acostumbrado a este tipo de sonido, y le consiguió más adeptos a la banda. Los miembros de Danny Dogde, se preocupaban mucho por sonar bien en vivo, al grado en que Jones llegó a afirmar que era más lo que gastaban en el buen sonido de sus conciertos que lo que ganaban por una presentación.

Todo lo bueno tiene su final. Danny Dodge se terminó en 1997 por problemas personales entre sus integrantes, Iseult viajó de nuevo a Seattle y los demás continuaron en diversos proyectos musicales, pero esa es otra historia. Que ¿por qué es relevante la única producción de Danny Dodge en estos tiempos? Edad Senil es como una piedra que, como tantas, soporta el peso del olvido, de la negación de muchos por reconocer que sí tenemos un patrimonio rockero. Es la piedra en el zapato que nos recuerda que existieron jóvenes en otras décadas, que lucharon por sus propuestas musicales e hicieron posible una escena, en varios casos fueron responsables de que muchos de nosotros decidiéramos formar nuestras propias bandas. Hoy, escuchando de nuevo este cassette en mi viejo Walkman, recorro viejas calles citadinas, y vienen a mí muchos recuerdos, tantos que me es imposible escribirlos. Extiendo el grito de independencia: “el cassette salvó la patria”, así como en tiempos de la campaña libertadora, es hora de que dejemos la senilidad y empecemos a recuperar nuestra memoria y patrimonio sonoro.


Luis Fernando Rondon, biógrafo oficial de Danny Dodge y otras bandas más de los noventa. Desde hace 7 años dirige un programa radial dedicado a recoger la memoria de nuestro rock colombiano mediante entrevistas a sus artífices.

“Recuerdo a Danny Dodge, como nombre: una identidad muy fuerte y particular para nuestro parche de esa época. Como banda: una fuerte alianza de trabajo en equipo sintiendo que la música que hacíamos podía aportar un color de buena onda y esperanza para esos momentos oscuros por los que pasaba el país”.
Daniel Jones.

Hace 20 años el cassette salvó la patria. Para muchos de nosotros era imposible salir a la calle sin un Walkman, aparato que nos servía quizá de excusa para evitar ser consecuentes con una Bogotá descompuesta, en caos, tratando de opacar los ruidos incesantes de sus buses ejecutivos. Como si de un grito de independencia se tratara, varios jóvenes en aquella época empezaron a mostrar sus propuestas musicales, sin espadas de Bolívar, sin ametralladoras, sin fusiles, armados sólo con sus instrumentos y sus voces; la apertura económica estaba implantada apenas unos años atrás y la entrada de diversos productos al país permitió que las bandas pudieran comprar mejores instrumentos y, al igual que muchos jóvenes de familias pudientes, viajaron al exterior para traer nuevos equipos.

Grabar un disco no fue fácil en ninguna de las primeras tres décadas del rock nacional y tal vez conscientes de eso, y del sistema de intercambio y propagación musical que generaba este formato analógico, veíamos cómo varias bandas lanzaban su primer trabajo. Cintas como Háblame de Horror de 1280 Almas; Los 4 Cañonazos de Marlohabil; La Ciudad de Morgue; Más allá de la demencia de Neurosis; Sarcasmo de Akerrak o los trabajos homónimos del Zut, Carpe Diem o Vértigo, por mencionar algunos, hoy son muestra de una escena que, aunque pequeña, heredaba el pabellón nacional de los primeros próceres musicales como Los Speakers, Los Flippers, Los Yetis, La Columna de Fuego y Ship, entre otros.

1995 fue un año agridulce para el país, el segundo año de presidencia de Ernesto Samper, ocurrió el vergonzoso proceso 8.000, la muerte de Álvaro Gómez Hurtado y hubo un terremoto en Pereira. Al mismo tiempo, Danny Dodge lanzaba su primera y única producción, Edad Senil, en formato cassette. La banda contaba con la poderosa voz y las letras de Iseult, la guitarra distorsionada y armónica de Daniel Jones, el bajo constante y marcado de Carlos “Pepino” Lozano y la batería directa e ingeniosa de Andrés López, más conocido como Gugillo.


Foto: Archivo personal de Daniel Jones

Pero para hablar de Danny Dodge tendríamos que utilizar la máquina del tiempo y retroceder hasta 1990, año en el que nace la agrupación Sentencia, la primera propuesta musical fundada por Daniel Jones y Gugillo. La banda tenía influencias del sonido thrash metal, en 1993 grabaron un disco llamado Dies Irae y dejaron constancia de su paso por algunos bares situados en la troncal de la Caracas, una de las vías más peligrosas y concurridas de nuestra querida capital que en aquellos años era conocida como “Santafé de Bogotá”.

Aunque Sentencia fue un proyecto efímero, Jones y Gugillo continuaron con ganas de hacer música, el siguiente paso fue formar otra banda con un sonido menos pesado, más cercano a la denominada “música alternativa” que tan de moda estaba y que en su costal incluía erróneamente a bandas como The Clash, Sonic Youth, Nirvana y Pixies, incluso hubo alguno que se atrevió a meter a las Hermanitas Calle dentro de esta nefasta estampilla. El proyecto se llamó Enchiladas Atómicas y reemplazaba los sonidos guturales por la suave voz de una japonesa que cantaba como los ángeles, pero que a la hora de subirse a la tarima, se llenaba de pánico escénico y quedaba como la estatua de Bolívar junto al Capitolio Nacional. El bajista Carlos Lozano, más conocido como “Pepino”, fue responsable en gran medida del cambio de sonido en esta nueva propuesta.

¿A qué sonaba Enchiladas Atómicas? Es una pregunta compleja, sobre todo porque en aquella época era muy común encontrar propuestas que intentaban vincular diversos géneros, pero pocas eran las que lograban acoplar y generar un sonido bajo esas libertades. En ese sentido, esta banda cumplió como primer acercamiento a lo que después sería Danny Dodge. A diferencia de Sentencia, Enchiladas Atómicas sí dejó un registro sonoro, con una nueva cantante recomendada por Tomás Rueda, un amigo cercano de la banda (quien luego sería el bajista de Catedral, una banda influida por los sonidos del grunge y de la cuál hizo parte Amós Piñeros en la voz y el violín).

La historia de la nueva vocalista fue la siguiente: Iseult, quién estaba recién llegada de Seattle para visitar a su padre, se encontraba validando el bachillerato y casualmente Tomás Rueda estudiaba en el mismo lugar. Un día la escuchó cantar y le comentó que tenía unos amigos que estaban buscando vocalista, a ella le interesó y se puso en contacto con la banda. Según Daniel Jones, eso fue amor a primera vista, con tan sólo interpretar dos canciones se dieron cuenta que era la cantante perfecta. De hecho, en sus conciertos, más de uno de los asistentes quedábamos con la boca abierta por su belleza y calidad de voz. Con ella grabaron, en un estudio en Teusaquillo, el tema “Vacant” y otras canciones que reposan en una cinta digital en el cajón de los recuerdos.


En 1993 Enchiladas Atómicas cambió su nombre por el de Danny Dodge, porque en aquella época Daniel Jones era propietario de un Dodge Dart de 1974. El sonido también cambió y vincularon, además de su propuesta independiente, el sonido punk y ska que empezaba a darse a conocer en la incipiente escena bogotana. Lugares como el auditorio La Calleja, que se ubicaba en el barrio del mismo nombre, al norte de la ciudad, fue arrendado por el mismo Gugillo para realizar toques de varias bandas. Era un lugar estrecho, de paredes altas, por el cual desfilaron agrupaciones con diferentes propuestas como: Marlohabil, Boca Abajo, Sin Salida, Catedral o la Severa Matacera, sólo por mencionar algunas. Similar a lo que se conoció a mediados de los años sesenta como la Bomba, la Calleja aunque no era una discoteca, reunía jóvenes urbanos de diferentes gustos que se daban cita para presenciar inconscientemente el nacimiento de una escena underground que casi sin querer se convertiría en una nueva generación del rock colombiano.


Flyer: Archivo personal de Oscar Beltrán

La banda se tomaba muy enserio sus ensayos, era un proceso de total disciplina. A pesar de ser unos adolescentes, si un día no ensayaban, inmediatamente eso afectaba el ambiente del grupo. El concepto que se mantuvo como común denominador para la primera producción de Danny Dodge, fue el de capturar toda la frescura y la fuerza que la banda proyectaba en sus conciertos. La solución fue grabar en la finca de Gugillo, en Chinauta, Cundinamarca, bajo la ingeniería de sonido de Raúl Hernández, personaje polémico y miembro de la agrupación de hardcore Sin Salida. Raúl había estudiado música en Estados Unidos y se dedicaba a hacer el papel de ingeniero de sonido de algunas bandas, entre ellas Danny Dodge. El proceso de grabación se desarrolló en un fin de semana y fue registrado en directo, en bloque, sacando el sonido desde una consola a un VHS en dos canales. En total fueron 19 temas, en su mayoría cantados en inglés, que luego hicieron parte de Edad Senil. La voz de Iseult fue grabada posteriormente en el estudio de Germán Antón donde también se mezcló “Disciplina”, el primer sencillo de la banda Sin Salida, en 1993, y algunos temas de Enchiladas Atómicas.

El resultado final costó 800.000 pesos de la época, que si se mira con lupa, representaba una considerable suma de dinero, la grabación se plasmó en un cassette con un tiraje de 500 copias y posteriormente se prensó en 1.000 CDs bajo el título de Edad Senil. Según el mito, el disco obtuvo su nombre después de una experiencia alucinógena que tuvieron algunos de los miembros de la banda al consumir aguepanela con hongos de San Raimundo, cerca de la Vaca Que Ríe, a las afueras de Bogotá. El álbum fue publicado por su propio sello independiente Bonga Records y en él se encuentran temas como “Revolution”, “Vile”, “Big”, “La Fulca”, “Discovery”, “Rust” y la hermosa balada “Worthless King”, temas que muchos de sus fans cantamos, pogeamos y dedicamos alguna vez. Incluso, si algunas de sus canciones se escuchan detalladamente, se pueden percibir extractos de paisajes sonoros de aquella finca en Chinauta.

Danny Dodge no sonaba como ninguno de los grupos que conforman la divina trinidad noventera: no sonaba a Los Aterciopelados, ni a La Derecha ni, mucho menos a 1280 Almas. Eso fue lo enriquecedor de los grupos de aquella época, era como si cada propuesta no tuviera reglas, ni géneros musicales, se llegaba a la conciencia de un todo, a una unión sin fronteras, sin distinción. De un tema punk de tres acordes estruendosos, Danny Dodge podía pasar a un sonido latino ska hasta llegar a una balada. Eso se percibía en sus presentaciones, como ejemplo basta recordar que hicieron parte del cartel de la primera versión de Rock al Parque, abriendo la tarima del Parque Simón Bolívar aquel viernes 26 de mayo junto a la agrupación, también bogotana, Vértigo. Fue un momento especial porque esas dos bandas iniciaron la historia del más grande festival gratuito de Latinoamérica.

Otra presentación memorable se llevó a cabo el 18 de octubre de ese año en el Palacio de los Deportes como teloneros de Soda Stereo, en la gira del álbum Sueño Stereo. El momento fue de nervios, ante la gran multitud que se abarrotaba para ver a los argentinos que tenían planeados cinco conciertos más en diferentes ciudades del país. Aunque el sonido no fue el mejor, mostró una propuesta a un público que no estaba acostumbrado a este tipo de sonido, y le consiguió más adeptos a la banda. Los miembros de Danny Dogde, se preocupaban mucho por sonar bien en vivo, al grado en que Jones llegó a afirmar que era más lo que gastaban en el buen sonido de sus conciertos que lo que ganaban por una presentación.

Todo lo bueno tiene su final. Danny Dodge se terminó en 1997 por problemas personales entre sus integrantes, Iseult viajó de nuevo a Seattle y los demás continuaron en diversos proyectos musicales, pero esa es otra historia. Que ¿por qué es relevante la única producción de Danny Dodge en estos tiempos? Edad Senil es como una piedra que, como tantas, soporta el peso del olvido, de la negación de muchos por reconocer que sí tenemos un patrimonio rockero. Es la piedra en el zapato que nos recuerda que existieron jóvenes en otras décadas, que lucharon por sus propuestas musicales e hicieron posible una escena, en varios casos fueron responsables de que muchos de nosotros decidiéramos formar nuestras propias bandas. Hoy, escuchando de nuevo este cassette en mi viejo Walkman, recorro viejas calles citadinas, y vienen a mí muchos recuerdos, tantos que me es imposible escribirlos. Extiendo el grito de independencia: “el cassette salvó la patria”, así como en tiempos de la campaña libertadora, es hora de que dejemos la senilidad y empecemos a recuperar nuestra memoria y patrimonio sonoro.


Luis Fernando Rondon, biógrafo oficial de Danny Dodge y otras bandas más de los noventa. Desde hace 7 años dirige un programa radial dedicado a recoger la memoria de nuestro rock colombiano mediante entrevistas a sus artífices.

“Recuerdo a Danny Dodge, como nombre: una identidad muy fuerte y particular para nuestro parche de esa época. Como banda: una fuerte alianza de trabajo en equipo sintiendo que la música que hacíamos podía aportar un color de buena onda y esperanza para esos momentos oscuros por los que pasaba el país”.
Daniel Jones.

Hace 20 años el cassette salvó la patria. Para muchos de nosotros era imposible salir a la calle sin un Walkman, aparato que nos servía quizá de excusa para evitar ser consecuentes con una Bogotá descompuesta, en caos, tratando de opacar los ruidos incesantes de sus buses ejecutivos. Como si de un grito de independencia se tratara, varios jóvenes en aquella época empezaron a mostrar sus propuestas musicales, sin espadas de Bolívar, sin ametralladoras, sin fusiles, armados sólo con sus instrumentos y sus voces; la apertura económica estaba implantada apenas unos años atrás y la entrada de diversos productos al país permitió que las bandas pudieran comprar mejores instrumentos y, al igual que muchos jóvenes de familias pudientes, viajaron al exterior para traer nuevos equipos.

Grabar un disco no fue fácil en ninguna de las primeras tres décadas del rock nacional y tal vez conscientes de eso, y del sistema de intercambio y propagación musical que generaba este formato analógico, veíamos cómo varias bandas lanzaban su primer trabajo. Cintas como Háblame de Horror de 1280 Almas; Los 4 Cañonazos de Marlohabil; La Ciudad de Morgue; Más allá de la demencia de Neurosis; Sarcasmo de Akerrak o los trabajos homónimos del Zut, Carpe Diem o Vértigo, por mencionar algunos, hoy son muestra de una escena que, aunque pequeña, heredaba el pabellón nacional de los primeros próceres musicales como Los Speakers, Los Flippers, Los Yetis, La Columna de Fuego y Ship, entre otros.

1995 fue un año agridulce para el país, el segundo año de presidencia de Ernesto Samper, ocurrió el vergonzoso proceso 8.000, la muerte de Álvaro Gómez Hurtado y hubo un terremoto en Pereira. Al mismo tiempo, Danny Dodge lanzaba su primera y única producción, Edad Senil, en formato cassette. La banda contaba con la poderosa voz y las letras de Iseult, la guitarra distorsionada y armónica de Daniel Jones, el bajo constante y marcado de Carlos “Pepino” Lozano y la batería directa e ingeniosa de Andrés López, más conocido como Gugillo.


Foto: Archivo personal de Daniel Jones

Pero para hablar de Danny Dodge tendríamos que utilizar la máquina del tiempo y retroceder hasta 1990, año en el que nace la agrupación Sentencia, la primera propuesta musical fundada por Daniel Jones y Gugillo. La banda tenía influencias del sonido thrash metal, en 1993 grabaron un disco llamado Dies Irae y dejaron constancia de su paso por algunos bares situados en la troncal de la Caracas, una de las vías más peligrosas y concurridas de nuestra querida capital que en aquellos años era conocida como “Santafé de Bogotá”.

Aunque Sentencia fue un proyecto efímero, Jones y Gugillo continuaron con ganas de hacer música, el siguiente paso fue formar otra banda con un sonido menos pesado, más cercano a la denominada “música alternativa” que tan de moda estaba y que en su costal incluía erróneamente a bandas como The Clash, Sonic Youth, Nirvana y Pixies, incluso hubo alguno que se atrevió a meter a las Hermanitas Calle dentro de esta nefasta estampilla. El proyecto se llamó Enchiladas Atómicas y reemplazaba los sonidos guturales por la suave voz de una japonesa que cantaba como los ángeles, pero que a la hora de subirse a la tarima, se llenaba de pánico escénico y quedaba como la estatua de Bolívar junto al Capitolio Nacional. El bajista Carlos Lozano, más conocido como “Pepino”, fue responsable en gran medida del cambio de sonido en esta nueva propuesta.

¿A qué sonaba Enchiladas Atómicas? Es una pregunta compleja, sobre todo porque en aquella época era muy común encontrar propuestas que intentaban vincular diversos géneros, pero pocas eran las que lograban acoplar y generar un sonido bajo esas libertades. En ese sentido, esta banda cumplió como primer acercamiento a lo que después sería Danny Dodge. A diferencia de Sentencia, Enchiladas Atómicas sí dejó un registro sonoro, con una nueva cantante recomendada por Tomás Rueda, un amigo cercano de la banda (quien luego sería el bajista de Catedral, una banda influida por los sonidos del grunge y de la cuál hizo parte Amós Piñeros en la voz y el violín).

La historia de la nueva vocalista fue la siguiente: Iseult, quién estaba recién llegada de Seattle para visitar a su padre, se encontraba validando el bachillerato y casualmente Tomás Rueda estudiaba en el mismo lugar. Un día la escuchó cantar y le comentó que tenía unos amigos que estaban buscando vocalista, a ella le interesó y se puso en contacto con la banda. Según Daniel Jones, eso fue amor a primera vista, con tan sólo interpretar dos canciones se dieron cuenta que era la cantante perfecta. De hecho, en sus conciertos, más de uno de los asistentes quedábamos con la boca abierta por su belleza y calidad de voz. Con ella grabaron, en un estudio en Teusaquillo, el tema “Vacant” y otras canciones que reposan en una cinta digital en el cajón de los recuerdos.


En 1993 Enchiladas Atómicas cambió su nombre por el de Danny Dodge, porque en aquella época Daniel Jones era propietario de un Dodge Dart de 1974. El sonido también cambió y vincularon, además de su propuesta independiente, el sonido punk y ska que empezaba a darse a conocer en la incipiente escena bogotana. Lugares como el auditorio La Calleja, que se ubicaba en el barrio del mismo nombre, al norte de la ciudad, fue arrendado por el mismo Gugillo para realizar toques de varias bandas. Era un lugar estrecho, de paredes altas, por el cual desfilaron agrupaciones con diferentes propuestas como: Marlohabil, Boca Abajo, Sin Salida, Catedral o la Severa Matacera, sólo por mencionar algunas. Similar a lo que se conoció a mediados de los años sesenta como la Bomba, la Calleja aunque no era una discoteca, reunía jóvenes urbanos de diferentes gustos que se daban cita para presenciar inconscientemente el nacimiento de una escena underground que casi sin querer se convertiría en una nueva generación del rock colombiano.


Flyer: Archivo personal de Oscar Beltrán

La banda se tomaba muy enserio sus ensayos, era un proceso de total disciplina. A pesar de ser unos adolescentes, si un día no ensayaban, inmediatamente eso afectaba el ambiente del grupo. El concepto que se mantuvo como común denominador para la primera producción de Danny Dodge, fue el de capturar toda la frescura y la fuerza que la banda proyectaba en sus conciertos. La solución fue grabar en la finca de Gugillo, en Chinauta, Cundinamarca, bajo la ingeniería de sonido de Raúl Hernández, personaje polémico y miembro de la agrupación de hardcore Sin Salida. Raúl había estudiado música en Estados Unidos y se dedicaba a hacer el papel de ingeniero de sonido de algunas bandas, entre ellas Danny Dodge. El proceso de grabación se desarrolló en un fin de semana y fue registrado en directo, en bloque, sacando el sonido desde una consola a un VHS en dos canales. En total fueron 19 temas, en su mayoría cantados en inglés, que luego hicieron parte de Edad Senil. La voz de Iseult fue grabada posteriormente en el estudio de Germán Antón donde también se mezcló “Disciplina”, el primer sencillo de la banda Sin Salida, en 1993, y algunos temas de Enchiladas Atómicas.

El resultado final costó 800.000 pesos de la época, que si se mira con lupa, representaba una considerable suma de dinero, la grabación se plasmó en un cassette con un tiraje de 500 copias y posteriormente se prensó en 1.000 CDs bajo el título de Edad Senil. Según el mito, el disco obtuvo su nombre después de una experiencia alucinógena que tuvieron algunos de los miembros de la banda al consumir aguepanela con hongos de San Raimundo, cerca de la Vaca Que Ríe, a las afueras de Bogotá. El álbum fue publicado por su propio sello independiente Bonga Records y en él se encuentran temas como “Revolution”, “Vile”, “Big”, “La Fulca”, “Discovery”, “Rust” y la hermosa balada “Worthless King”, temas que muchos de sus fans cantamos, pogeamos y dedicamos alguna vez. Incluso, si algunas de sus canciones se escuchan detalladamente, se pueden percibir extractos de paisajes sonoros de aquella finca en Chinauta.

Danny Dodge no sonaba como ninguno de los grupos que conforman la divina trinidad noventera: no sonaba a Los Aterciopelados, ni a La Derecha ni, mucho menos a 1280 Almas. Eso fue lo enriquecedor de los grupos de aquella época, era como si cada propuesta no tuviera reglas, ni géneros musicales, se llegaba a la conciencia de un todo, a una unión sin fronteras, sin distinción. De un tema punk de tres acordes estruendosos, Danny Dodge podía pasar a un sonido latino ska hasta llegar a una balada. Eso se percibía en sus presentaciones, como ejemplo basta recordar que hicieron parte del cartel de la primera versión de Rock al Parque, abriendo la tarima del Parque Simón Bolívar aquel viernes 26 de mayo junto a la agrupación, también bogotana, Vértigo. Fue un momento especial porque esas dos bandas iniciaron la historia del más grande festival gratuito de Latinoamérica.

Otra presentación memorable se llevó a cabo el 18 de octubre de ese año en el Palacio de los Deportes como teloneros de Soda Stereo, en la gira del álbum Sueño Stereo. El momento fue de nervios, ante la gran multitud que se abarrotaba para ver a los argentinos que tenían planeados cinco conciertos más en diferentes ciudades del país. Aunque el sonido no fue el mejor, mostró una propuesta a un público que no estaba acostumbrado a este tipo de sonido, y le consiguió más adeptos a la banda. Los miembros de Danny Dogde, se preocupaban mucho por sonar bien en vivo, al grado en que Jones llegó a afirmar que era más lo que gastaban en el buen sonido de sus conciertos que lo que ganaban por una presentación.

Todo lo bueno tiene su final. Danny Dodge se terminó en 1997 por problemas personales entre sus integrantes, Iseult viajó de nuevo a Seattle y los demás continuaron en diversos proyectos musicales, pero esa es otra historia. Que ¿por qué es relevante la única producción de Danny Dodge en estos tiempos? Edad Senil es como una piedra que, como tantas, soporta el peso del olvido, de la negación de muchos por reconocer que sí tenemos un patrimonio rockero. Es la piedra en el zapato que nos recuerda que existieron jóvenes en otras décadas, que lucharon por sus propuestas musicales e hicieron posible una escena, en varios casos fueron responsables de que muchos de nosotros decidiéramos formar nuestras propias bandas. Hoy, escuchando de nuevo este cassette en mi viejo Walkman, recorro viejas calles citadinas, y vienen a mí muchos recuerdos, tantos que me es imposible escribirlos. Extiendo el grito de independencia: “el cassette salvó la patria”, así como en tiempos de la campaña libertadora, es hora de que dejemos la senilidad y empecemos a recuperar nuestra memoria y patrimonio sonoro.


Luis Fernando Rondon, biógrafo oficial de Danny Dodge y otras bandas más de los noventa. Desde hace 7 años dirige un programa radial dedicado a recoger la memoria de nuestro rock colombiano mediante entrevistas a sus artífices.

Luis Fernando Rondon, biógrafo oficial de Danny Dodge y otras bandas más de los noventa. Desde hace 7 años dirige un programa radial dedicado a recoger la memoria de nuestro rock colombiano mediante entrevistas a sus artífices.