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Música

El primer disco de Gorillaz fue mi inducción a la música

A 15 años de su lanzamiento, recordamos cómo fue que un parche de animaciones con cara de malosos, iniciaron en el rock, el hip hop y la electrónica a toda una generación.

2001. Colombia ganaba la Copa América por primera vez en su historia, el país se la pasaba pegado a sus televisores en las noches pendiente de la recta final de Betty la Fea, Pastrana fracasaba cada vez más en sus intentos de lograr un acuerdo de paz y yo estaba pasando de primero a segundo de primaria, creyéndome un niño grande por haber salido de preescolar.

Mientras todo eso pasaba, los más pequeños nos entreteniamos después del colegio con los canales peruanos que nos convirtieron en unos obsesivos tanto de series animadas como Dragon Ball Z, Pokemon, Digimon -y practicamente cualquier otra cosa que terminara con mon- como de otros programas mucho menos simpáticos como Laura en América, con todo y su carrito sanduchero. Un ritual televisivo que consistía en cambiarse el uniforme del colegio, almorzar y ver toda esa cantidad de programas que juro, tenían algún mensaje subliminal porque hacían que les pidiéramos a nuestros papás cuanta carta, muñeco, libro o lo que fuera que sacaran al mercado de esos dibujitos japoneses.

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Un par de horas más tarde comenzaba PlayTV en el Canal 13, un programa que nos marcó a muchos y que pasaba videos de los artistas de moda del momento tipo Robbie Williams, Britney Spears, Blink 182 o Evanescence. Una programación más pensada para adolescentes y no para niños de 10 años que tenían prohibido ver Los Simpsons, como yo. Pero un martes o miércoles de esos, un videoclip me dio una nueva perspectiva de todo lo que pensaba conocer de música hasta ese momento: era “Clint Eastwood” de Gorillaz.

¡Estaban poniendo muñequitos animados en un video musical y era lo más increíble del mundo!

Cuando salió realmente nadie sabía realmente quienes eran y bajo esa onda misteriosa, cuatro animaciones con cara de malosos bautizados como 2D, Murdoc Niccals, Noodle y Russel Hobbs, fueron mi primer acercamiento consciente y casi que obsesivo a la música. Obviamente en ese entonces no pensaba que fuera un grupo con tantos matices, con un sonido que viajaba entre el britpop, el hip hop, la electrónica y el rock alternativo fusionado con una propuesta visual increíble que rompía con la imágen de la banda tradicional de adultos tocando instrumentos y vistiéndose a la moda. Menos iba a saber quién era Damon Albarn, ni tenía ni una mínima noción de lo que había sido el britpop noventero.

En ese entonces era simplemente música que sonaba bien y era tocada por caricaturas parecidas a las que veía en televisión todas las tardes después de llegar del colegio. Un producto que era tan entretenido de ver y escuchar, que era casi imposible no amarlo siendo tan pequeño.

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Muy rápido se convirtieron en una moda gigante. Cada día a más niños les empezó a encantar la estética y los temas de Gorillaz y le pedían a sus papás, con las mismas ganas que rogaban por el último juguete de moda, que les compraran “ese disco con la portada en la que aparecen los cuatro dibujitos montados en un carro camuflado”. En ese entonces casi que la única forma de ver los videos era por televisión, pero si uno se conseguía el álbum, podía descargarse fondos de pantalla para el computador con el arte del disco y ver un video en el que daban un recorrido por la casa rodante del buen Murdoc.

Era literalmente la mejor posesión que se podía tener y de a pocos fueron apareciendo otros videos que me volaban la mente como estos:

¿Un viaje surreal en carro sobre una autopista en la que caen misiles, atacan naves espaciales y hay un alce gigante al final del camino? Lo tenía.

Colores parpadeantes, una sensación de movimiento constante y nuestras animaciones favoritas parchando en un montón de posiciones raras. Excelente.

Este video ponía a un robot rapero gigante que practicaba kung-fu en el mismo espacio de un montón de simios disfrazados de porristas bailarines. ¿Qué más se le podía pedir a la vida?

Todavía me acuerdo cuando mis papás me lo llevaron a la casa por primera vez pensando que era un disco de música infantil o algo así. A los cinco minutos ya le estaba dando play en el discman de mi hermana y mientras sonaban las canciones que había escuchado en los videos, me sentía como si estuviera dentro de ellos, montado en el carro con 2D, Murdoc, Russel y Noodles o rapeando con el monstruo azul gigante que se encargaba de botar la lírica más pesada en Gorillaz. Otros tracks que no salían en televisión como “Punk”, “Double Bass”, “Latin Simone (Que pasa contigo)” o "Re-Hash" me presentaron otra faceta del grupo, un costado un poco más crudo, en el que se escuchaban más los riffs de guitarra, los pianos con sabor latino y las vocales hipnotizantes que me hicieron obsesionarme aún más con la banda.

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Aún cuando escuchó ese álbum hoy en día me siento igual. Fue uno de los momentos más felices e impactantes de mi infancia y casi que me hace sentir de nuevo frente a frente con el viejo equipo de sonido de mi casa, espichando el boton de play durante tardes completas hasta el día que ya estaba tan rayado, que no pasaba de la cuarta o quinta canción.

Gracias eternas a Damon Albarn y Jamie Hewlett por Gorillaz. Hicieron infinitamente feliz a un niño colombiano con esas 15 canciones.

¡Larga vida a Gorillaz!

***

Únete a la nostalgia, ¿qué carajos pasó por tu cabeza cuándo oíste por primera vez a Gorillaz?