FYI.

This story is over 5 years old.

Música

La transformación de hombre a Iguana

James Osterberg eligió su futuro evolutivo: La transformación de hombre a iguana.

James Osterberg eligió su futuro evolutivo: La transformación de hombre a iguana. Su cuerpo tostado y agrietado por el sol es cada vez más parecido a la superficie áspera de un iguánido cualquiera. Las arrugas alrededor de sus ojos, la piel que le cuelga del cuello y los pliegues que obvian la pérdida casi total de los músculos que antes estaban ahí, forman una textura escamosa casi igual a la de una Iguana del Caribe.

Publicidad

La primera decisión que lo acercó hacia su inevitable destino reptil fue a principios de los años sesenta, después de abandonar la Universidad de Michigan. Tenía que hacer algo tan fuerte que lo disparara como un cohete hacia lugares que él mismo no podía imaginar, para eso tenía que probar suerte. Todavía vestido con un trajecito de color claro y el pelo peinado perfectamente con una raya de lado, se mudó a Chicago para explorar la escena local de las bandas de Blues. Tocaba la batería, pero adoptaba cualquier instrumento con tal de que lo dejaran subirse al escenario a cambio de unos centavos de dólar.

Los músicos eran negros, la gente que iba a los bares a escucharlos también eran negros. Jim quedó impresionado “Nunca había visto traseros tan grandes, y nunca había visto a nadie mover el trasero de esa forma” dijo en una entrevista para el South Bank Show de Londres en 2004. Jim entendió que había que dejar esa música para los que sabían hacerla bien, y que tal vez podía llevar eso que hacían los negros en los bares de Chicago a otra forma y con otro resultado. Una forma más que pareciera más de la ciudad podrida de Detroit con un sonido más delincuente, que se le pegara a la piel blanca que traía sobre la carne. Quería salirse por completo de cualquier cosa que estuviera planeada para él, y romper con lo que se estaba haciendo en la música del momento. Eso tenía que hacerse con una actitud diferente, muchas drogas y una colección de discos.

Publicidad

Jim tomó una decisión que pondría en marcha el principio de su metamorfosis. Cambió su nombre ordinario de herencia suiza, por un apodo de bandido callejero: Iggy Stooge, un pequeño homenaje a The Iguanas, la banda con la que tocaba la batería en la prepa y una referencia al nombre de la banda con la que se convertiría en una de las referencias para entender el Rock. De alguna manera, este cambio de identidad fue una promesa hacia lo que esa primera banda le había disparado, todavía no en el cuerpo, pero en la sensibilidad musical.

La premisa bajo la que se formaron los Stooges en 1968 les dio las pautas para empezar a hacer cosas distintas. Iggy necesitaba gente que no supiera tocar. Entre menos supieran de música era mejor. Así podían empezar sin parámetros. Hicieron sus propios instrumentos y empezaron a buscar un sonido. La falta de técnica les permitía hacer cualquier cosa, no había nada que pudiera señalar si lo que estaban haciendo estaba bien o mal. Lo que sí sabían era que no podían tocar Johnny B. Goode, que nunca iban a poder hacerlo y que eso era exactamente lo que tenía que pasar.

Iggy salía a tocar con la mitad del cuerpo desnudo, como si la ropa le estorbara para decir algo. Con los ojos casi vacíos por el efecto de la heroína, empezaba a mover cada músculo de su cuerpo como si la música tuviera que filtrarse a través de él. La carga de las letras y la violencia del sonido que estaban haciendo exigía ciertas cosas que Iggy entendía bien, había que llevar los límites hasta las últimas consecuencias y su propio cuerpo marcaba un límite con el que tenía que romper constantemente.

Publicidad

Después de cada concierto era común ver a Iggy sangrando de algún lado. En su primera aparición en el show de David Letterman a principios de los ochenta, Iggy termina de tocar y se sienta en un sillón de piel. Está sangrando de la boca. Letterman le pregunta por qué. Iggy responde que no quería dañar los micrófonos de la producción, por eso se golpeó así mismo. Letterman le dice que eso que hace en sus conciertos asusta a la gente. Iggy responde que eso era antes, cuando las cosas se le salían de control y que eso tenía que ver con su estado de ánimo del momento.

Lo que decía Letterman era cierto. La reacción del público que iba a ver a los Stooges resultaba de un punto inexacto entre la fascinación y el miedo. La posibilidad de que Iggy les saltara encima desde el escenario, una salvajada que nadie había hecho antes, o si tal vez iba a vomitarles encima, como pasó en un concierto en 1973, dejaba en el publico una incertidumbre que causaba expectativa y terror a la vez.

Las drogas le daban a Iggy la posibilidad de violentarse, de cancelar su vulnerabilidad de ser humano, para integrarse como parte del sonido en la construcción de su música. Con su tercera producción, Raw Power (1973) Iggy planeaba hacer un disco tan fuerte que el puro sonido pudiera lastimar a alguien. De esa misma forma en la que le exigía a su música una capacidad de violencia expansiva, llevaba a su propio cuerpo a la intimidación, al punto de paralizar a su público en los actos en vivo, a veces cortando su piel con pedazos de vidrio y otras veces bastaba sólo con la forma en la que se movía. Sus movimientos enloquecidos eran una respuesta a la carga violenta que quería en su música y una forma representarla como merece.

El dolor del cuerpo tenía que ver con las exigencias de las letras y del sonido, que no podían tomarse a la ligera. No es necesario indagar demasiado en el significado de lo que los Stooges querían hacer, con leer los títulos de algunas canciones como “Search and Destroy” o “Dirt” se puede entender por dónde va la cosa y el carácter que necesita. Tenían que expresar la verdad de lo que estaban haciendo, cualquiera que fuera.

Iggy ha ido envejeciendo. La energía que lo mueve como marioneta en sus actos en vivo es la misma, la diferencia es que ahora su cuerpo le impone los límites. En otro tiempo él mismo quiso tener claros esos bordes para trasgredirlos de la manera más violenta posible, pero ahora han dejado de ceder. No tarda en llegar el día en que empiece a encogerse y en unos años más habremos visto la transformación completa. Un hombre convertido en una iguana dorada en la costa del caribeña, descansando su viejo cuerpo en una roca gris bajo el sol ardiente.