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Música

Paola Navarrete: La reina del pop alternativo ecuatoriano

Una dulce voz desde la mitad del mundo.

Imagínalo así: en una escena tradicionalmente masculina como la ecuatoriana, en la que las bandas de rock e indie están a la orden del día, aparece una chica solista con música súper pop, que de pronto hipnotizó al público. Entonces uno se pregunta ¿qué onda con esa pelada? ¿cómo es que el pop puede ser tan pegador en esa escena tan cerrada? Créanlo, hay una solista de voz dulce, nacida en Guayaquil y actualmente radicada en Quito, llamada Paola Navarrete que se consagró como intérprete de pop alternativo en los circuitos del indie ecuatoriano y se convirtió en la única mujer solista que pone a vibrar estos escenarios.

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Al preguntarle sobre esa situación, siempre hablando alto con su acento guayaquileño, dice que “fue casualidad” el que Ficción (2015) su álbum debut de 8 temas, más una intro sinfónica, haya aparecido antes que otros y le haya permitido pisar duro en la efervescencia de la música local. Pero lo de Paola es más que coincidencia. Su voz, que trae embobados a cientos de fans, es un canto dulcísimo que puede ensuciarse y doblarse hacia los registros más bajos de sus nuevas canciones, o a los gritos más altos cuando se sube a cantar “Los Zanqueros” con su banda amiga, La Máquina Camaleón. Esa voz, súper específica, combinada con la planificación artística de sus canciones y con el rigor de su puesta en escena, es algo que le está dando la vuelta a la idea de ser cantautora y sacar tu proyecto en solitario en Ecuador.

La Reina, como le molestan sus bandmates, empezó a hacer música hace casi diez años, y ahora tiene 26. En su adolescencia, cuando aún tenía un piercing en el labio y el pelo cortito, cantó en una banda de género indefinido que se llamaba The Buffands, que del rock pasó al jazz, porque el líder del grupo pensaba que la voz de Paola “era para eso”. “En ese tiempo mi voz era más chiquita, cantaba bajo, era muchísimo más dulce de hecho”, recuerda ella. Tocaron por un tiempo en Guayaquil, su ciudad natal, pero después la agrupación se desintegró.

Paola se fue a Buenos Aires a probar un camino en el cine, el que dejó enseguida por las ganas renovadas de hacer música, convertirse en solista y cantar en español. “Me di cuenta que, el me gustara el jazz, no significaba que podía componerlo, y toda mi vida lo que más he escuchado, lo que más he recibido y lo que más me ha gustado es el pop”, dice. Por eso, al mudarse a Quito se puso a componer canciones que ya no tenían nada que ver con el pasado de su banda, sino más bien con una historia musical que empezaba en Britney y terminaba en Feist.

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Hace dos años, junto con Mauro Samaniego de Da Pawn como director musical, Paola armó una banda conformada por batería, dos guitarras, teclados y vientos, momento en el cual comenzó el arduo proceso de darle cuerpo a su álbum. “Siempre tengo una melodía o una línea de piano, dice Paola, “les digo: ‘quiero que el bajo suene a esto’, y canto, o ‘¿te acuerdas cómo suena la guitarra de esa canción?, ya, eso’ ”. Al no poder explicar con precisión el sonido que imagina, Paola se ha inventado un lenguaje propio para comunicar a su banda lo que escucha en su cabeza. Ella siempre está ahí, supervisando que lo que tocan coincida con lo que quiere, con sus letras, con las que escribe en tanta intimidad, porque “nunca podría cantar algo que no sea mío”.

“Ficción”, la canción que le da nombre a su álbum, fue el primer tema que escribió en español. Fue el primer demo que liberó bajo el nombre “Paola Navarrete”, y la primera sesión en vivo que hizo para la serie “El Barrio” de Radio COCOA ( 2012). También fue el tema del que la gente se agarró para compararla con Natalia Lafourcade o Julieta Venegas, comentario que parece muy superficial cuando uno se da cuenta de que lo que Paola ha hecho es mantener un proyecto con ese lenguaje universal del pop, pero en una escena aparentemente hostil con esos modos. Acá en Ecuador, antes de ella, no había pasado eso.

Su presentación en el festival El Carpazo en junio, en la que apareció vestida de flecos y short blanco, marcó un quiebre drástico en la puesta en escena de su música. Ese show, que se venía cocinando hace rato presentación tras presentación en venues y festivales pequeños, dejó clara la evolución de unas canciones de amor hechas hace tiempo, en un proyecto cada vez más prolijo, guiado por el estilo y la actitud de una mujer. “Cada vez que tienes un show, es importante renovarte. Como el público no es tan grande, es normal que se repita y probablemente habrán visto el show en diferentes lugares. Lo que quiero que noten es que yo acá estaba de cierta forma y acá de otra”, cuenta ella sobre por qué le dedica tanto tiempo al vestuario, al setlist y a los visuales.

Todo lo extramusical en Paola Navarrete está cuidadosamente planificado. No es que en su presentación haya coreografías ni fuegos artificiales, pero si uno se fija en el vestuario de su banda, encontrará una paleta de colores escogida por ella y María Puente, su amiga y diseñadora. Y después, si uno ve sus videos y el arte que rodea su disco, notará que la paleta de colores se mantiene, que la estética ha sido pensada cautelosamente con un equipo para contribuir a la música, al sonido y a la voz. Esa pulcritud consigue la sensación de que la instrumentación y todo lo visual, son parte de ella cantando a capella. Por eso, en un cartel como el del El Carpazo, en el que escucharás metal, indie, noise y ska, lo de Paola se te queda grabado en la cabeza como el punto en el que le cambió la velocidad al festival. Y lo más bacán es que no se trata de una fórmula extraída de la industria. Acá Paola está inventando formas para no aburrirse.