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Música

¿En dónde están los sonidos del cambio?

¿Cuáles son esos músicos que, más allá de su contenido directo, si es abiertamente político o no, asumen estos tiempos como tiempos de cambio?

La consciencia política que hierve hoy día por cada rincón de las redes sociales y muchos de los rincones asfaltados del mundo es remanente, sano y emancipante, de otras décadas. No quiero caer en idealizaciones huecas, sino apelar a los hechos: en los últimos años de los sesenta se sembraron las semillas ideológicas, tecnológicas y sociales para que pudieran concebirse, a futuro, las posibilidades de las redes sociales, la interconectividad permanente y opcional entre ideas y personas y un libre mercado que funciona dentro de los terrenos de lo intangible. Vivimos en un mundo que, si bien no ha perdido muchas de sus características más injustas y terribles, los "conscientes" de aquellos años en California y en París acaso soñaron como una utopía no muy bien entendida.

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Basta con revisar a qué contextos pertenecían, en esos momentos, los grandes liberadores de la expresión cibernética futura. Mitch Kapor, por ejemplo, vivía como un maestro de meditación transcendental antes de fundar uno de los primeros centros de estudio y reflexión sobre la libertad en línea. Richard Stallman, quien ha luchado desde años como uno de los programadores clave en otorgar software libre a cualquier tipo de usuarios; o el propio caso de Steve Jobs y Steve Wozniak, californios irredentos que perseguían los millones de dólares bajo los clásicos principios del "turn on, tune in, drop out".

Muchos críticos le llaman la "Ideología Californiana", y apuntan a que fue una "revolución" que buscaba, desde el principio, alcanzar las prácticas del liberalismo en cada uno de los rincones de la humanodad: socialmente, a través del individualismo a ultranza. Políticamente, a partir de la democracia. En términos económicos, alcanzar los lineamientos de un libre mercado absoluto, sin barreras al intercambio ni intervenciones estatales. No sé si sea criticable o no, pero suscribo en que esos eran los planteamientos, ideales, del jipismo estadounidense de finales de los sesenta. En Europa se apelaba por la socialdemocracia, la izquierda "moderna" que tanto se menta en estos días y así se vive. Así, podríamos afirmar que muchos, muchísimos de los ideales que la burguesía mundial pensó en aquellos años son los mismos que la burguesía mundial goza hoy en día.

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Ahora, hay un detalle menor, pero importantísimo para nuestro caso y medio, que distingue a una época de otra: el acompañante de las expresiones creativas a esta, llamémosle "revolución" de la consciencia, para bien o para mal.

En 1968, por robarle al tiempo un año simbólicamente fundamental, el nacimiento del rock (o el nacimiento de esa fuerza convulsionante e improbable que por todo el siglo XX demostró ser la música popular) había sucedido 14 ó 15 años atrás, dependiendo de las posturas historiográficas. Pensemos en el hecho comparativamente: si habláramos de nuestros tiempos, tendríamos que pensar que nada de lo que hoy por hoy entendemos como "música" existía antes del lanzamiento de, por ejemplo, el Kid A de Radiohead. Así de pronto. Así de cercano.

El "rock" (que insisto: no es más que una forma abreviada de llamarle a la música popular, consumida masivamente y que apela a los jóvenes fundamentalmente) era un cuerpo joven, muy vivo, y apenas entendía sus dimensiones. Maduraba rápido: en tan poco tiempo había pasado del "Rock Around The Clock" de Bill Haley a un disco como The Marble Index de Nico, articulando un hervidero de sonidos e influencias que parecía tan vital y transformador como lo que se reflexionaba y se mencionaba en ese momento. Más que ninguna otra forma de expresión (la literatura, el cine, la pintura, etcétera) la música popular parecía ser el gran vehículo significante entre la juventud cansada, la juventud que experimentaba y el mundo de la belleza.

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No es gratuito que a estos años, o a su umbral inmediato, debamos canciones como "A Hard Rain's a-Gonna Fall" de Bob Dylan, los estallidos de ruido de Hendrix en Woodstock o la guerra violenta y abierta de los Rolling Stones, una pandilla de drogadictos extraordinarios que parecían resplandecer lo más oscuro de la psique generacional, aquello oculto.

No eran expresiones abiertamente políticas, pero sí se me acomodaban a un sentir de cambio vivo e innegable. Dylan nunca se asumió postura política alguna, pero dijo, en su momento, que él "solamente tomaba lo que ya estaba en el aire". Y ese parecía ser el sentir general de esa música, de ese momento: había un algo en el aire. Algo que, aunque no se tocara directamente, era parte de un todo - según la biografía de Walter Isaacson, Steve Jobs vivió tan obsesionado con Bob Dylan durante toda su vida que, prácticamente, concibió el iPod a partir de poder reproducir su discografía. El coincidir de esas figuras no es ninguna coincidencia.

Los últimos años han sido evidente reflejo de que vivimos y viviremos tiempos de cambio. El 2010 fue uno de revoluciones simultáneas, de brincos de empoderamiento reales sucedidos, en gran parte, gracias a la soberanía individual del liberalismo - pareciera que, de aquí al futuro, la posibilidad de represión se vuelve cada vez más complicada, y por tanto más probable. México lleva muchos años dolido, muchos años de queja y de tormento, y falta ver si lo sucedido en Ayotzinapa trae consigo un cimbrar verdadero de los fundamentos jurídicos, políticos y socioeconómicos del país. Pero, desde esta trinchera, preguntamos: ¿cuáles son los sonidos de estos cambios? ¿Existen?

¿Cuáles son esos creadores que, más allá de su contenido directo, si es abiertamente político o no, asumen estos tiempos como tiempos de cambio? ¿Existe esa consciencia? ¿Los medios somos demasiado miopes para notarla? ¿Quizá pueda verse mejor en perspectiva, al pasar unos años? ¿O quién levanta la mano?

"Los tiempos están cambiando" fue una sentencia tan evidente, tan propia de su momento, que perdura su eficacia e inteligencia por los años. "Dylan, ahí, no era profeta, sino un cronista verdadero". Un artista envuelto en su contexto. Verdaderamente envuelto en la bandera de su contexto.

Hoy por hoy parece una superficialidad preocuparse por esto. Quizá lo sea. Pero hace cincuenta años no lo fue. Esos sonidos siguen siendo los sonidos del cambio.