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Música

Este tipo convierte las tablas de skate en guitarras (y se saca una buena lana)

Nick Pourfard se acaba de titular en la universidad, pero Steve Harris de Iron Maiden ya tiene una de sus guitarras de material reciclado, las cuales vende entre $2,300 y $5,000 dólares.

Fotos cortesía de Nick Pourfard

Este artículo apareció originalmente en Vice España

Todo el mundo sabe que los niños vienen de París y que las grandes ideas salen siempre de un garaje destartalado en San Francisco. El de Nick Pourfard (San Diego, 1991) apesta a pintura y barniz, que es el olor del éxito. Tanto que uno no puede evitar alegrarse un poco de que ese ambiente tan cool que se respira en el taller sea perjudicial para la salud. Porque Nick es insultantemente guapo. Porque Nick irradia felicidad. Y porque Nick sabe lo que quiere y cómo lo quiere.

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Con 18 años metió en una licuadora todo lo que más le gusta hacer en esta vida y ahora, con 23, vende batidos a 3, 000 dólares. Cuenta Nick que un día, mientras hacía la solicitud de matrícula para la universidad, vio su reflejo en la pantalla de la computadora y juró que jamás tendría un trabajo aburrido. Luego empezó a darle vueltas a la cabeza y no paró de centrifugar neuronas hasta que se lo ocurrió una forma de combinar sus tres pasiones: el skate, la música y el diseño industrial.

Nick Pourfard no paró de centrifugar neuronas hasta que se le ocurrió una forma de combinar sus tres pasiones: el skate, la música y el diseño industrial.

El resultado es Prisma, una pujante startup que se dedica a fabricar guitarras con material reciclado. Concretamente, con tablas de monopatín rotas o usadas que le envían las tiendas de la zona o recibe de donaciones particulares. Él mismo se encarga de crear cada tabla a partir de varios monopatines (la cifra oscila entre 4 y 50, dependiendo de la calidad). "No ha sido fácil montar el negocio", reconoce. "Se necesitan buenas máquinas y mucho know-how, pero con una buena dosis de voluntad y tiempo todo es posible".

Se refiere a cuando en 2010 se torció el tobillo patinando y aprovechó los seis meses de baja para construir rampas para sus colegas y muebles que fue acumulando en casa de sus padres. Lo de la guitarra llegó por pura necesidad, como el susurro de una voz eurekiana. "No tenía pasta para comprarme una y, además, ninguna de las que veía me convencía estéticamente. Quería algo exclusivo". Dicho y hecho. Tras un mes de encierro en el taller, consiguió su primera guitarra manufacturada. "Lijé y lijé, como si no hubiera mañana…".

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Tarda una media de dos semanas en fabricar una guitarra y los precios varían de los 2,300 dólares del modelo básico a los 5,000 que cuesta la versión más completa y personalizada.

"No soy un gran lutier, pero aspiro a la calidad de una Les Paul. Estas guitarras usan un tipo de arce superior y una trasera dura de caoba, que son dos tipos de madera que encontramos también en los monopatines".

Cada monopatín tiene siete capas y cada marca usa un patrón de colorante distinto que no se aprecia hasta el final.

Cuando se quiso dar cuenta, tenía una larga lista de encargos que atender. "De pronto, todo el mundo quería una guitarra personalizada". Empezando por los compañeros de su banda, The Illiterate Folk, y siguiendo por el mismísimo Steve Harris, bajista de Iron Maiden. "Conocí a la hija de Steve en un bar y le conté lo me traía entre manos. A las pocas semanas, después de enviarle su guitarra customizada, Steve me envió un mensaje diciendo que sonaba de puta madre. Aquel subidón de confianza me animó a seguir con el proyecto".

El nombre de la empresa se lo debe al LP de Dark Side of the Moon que encontró casualmente en una repisa de su habitación. "La mayoría de guitarras llevan el nombre de su constructor, pero mi apellido es una mierda. Nadie lo pronuncia bien y no tiene punch. Así que como todo el mundo me preguntaba por los patrones de color de mis diseños, me vino a la mente el famoso prisma de Pink Floyd". Al parecer, la combinación de colores resultante es puro misterio. "Cada monopatín tiene siete capas y cada marca usa un patrón de colorante distinto que no se aprecia hasta el final".

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Lo que más le gusta de su trabajo es que no tiene jefe ni horario y que todo, absolutamente todo el proceso creativo, pasa por sus manos. "Te puedes leer un centenar de libros sobre fabricación de instrumentos, pero al final de lo que más se aprende es de los errores". Para este Stradivari del skate la clave está en cuidar los detalles al máximo. "No soy un gran lutier, pero aspiro a la calidad de una Les Paul. Estas guitarras usan un tipo de arce superior y una trasera dura de caoba, que son dos tipos de madera que encontramos también en los monopatines".

"La mayoría de guitarras llevan el nombre de su constructor, pero mi apellido es una mierda. Así que como todo el mundo me preguntaba por los patrones de color de mis diseños me vino a la mente el famoso prisma de Pink Floyd".

De momento, no le va nada mal, si tenemos en cuenta que tarda una media de dos semanas en fabricar una guitarra y que los precios varían de los 2,300 dólares del modelo básico a los 5,000 que cuesta la versión más completa y personalizada. "Hace dos meses que me gradué en la universidad y aún me quedan muchas facturas por pagar", se justifica. "Ahora que ya tengo el título, puedo dedicar todo mi tiempo a la empresa". Que crece a la misma velocidad a la que que Nick va tachando los problemas de diseño de una libreta que lleva siempre en el bolsillo trasero del pantalón.

Asegura el bueno de Nick sentirse especialmente orgulloso de una bellísima Accardo, que diseñó hace dos años y que es de la que más le ha costado desprenderse. "Hay algo sinestésico en mis guitarras que hace que la música se contagie de la filosofía del skate. La libertad, el riesgo, los amigos, los espacios abiertos… todo eso está ahí de alguna manera y se manifiesta al tocar cada una de las cuerdas". Una sensación muy parecida, dice, a la de ir patinando mientras se escucha Transmission de Joy Division. "Prúebenlo, es la leche".

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