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Música

Las sinfonías oscuras: Un repaso por la banda sonora de Bukowski

Bach, Beethoven,Mozart, Stravinsky, Tchaikovsky y Vivaldi eran algunos de los compositores favoritos del escritor.

Bukowski, o mejor, su alter ego Chinaski, o también sus otros y múltiples machotes narradores, son hombres de pocas obsesiones aunque recurrentes. Porque ya se sabe que tenerlas, junto con las compulsiones, no es tanto un privilegio como una carga llena de responsabilidades; complacerlas puede llevar incluso hasta la propia aniquilación. Y las de Bukowski han sido ampliamente conocidas, yendo por el lado de la escritura, la música, los caballos y la bebida, las dos últimas relacionadas: en algún momento de su vida, uno de sus tantos médicos le advierte que de tomarse una gota más de alcohol, es muy probable que vaya a parar con sus huesos al cementerio. Así que una de sus tantas mujeres (otra de sus obsesiones) le sugiere cambiar las visitas constantes a los bares de mala muerte del downtown de Los Ángeles, por un hobby no tan aparentemente aniquilante, como es la contemplación de caballos que corren incesantemente y sobre quienes se puede apostar. Pero, un hombre tan afecto a las compulsiones como Bukowski, no era de reemplazarlas sino de reclutarlas, incorporarlas y adoptarlas al instante. Así que a partir de ahí, se dedicó por el resto de sus días a las carreras de caballos sin dejar, por supuesto, la aniquilante, aunque siempre placentera bebida.

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Ahora, refirámonos a otra de esas obsesiones, la música, ¿cuál era ese genero preferido que escuchaba en sus destartalados radios? No queda difícil saberlo porque Bukowski era afecto a hablar tanto de sus gustos como de sus fobias, tal vez más de las últimas que de las primeras. Se sabe que odiaba el cine, la televisión, el beisbol y el rock más un largo etcétera. Pero adoraba su música clásica. Y esto lo hace interesante, repitámoslo, porque generalmente la música clásica por pertenecer al canon y por estar relacionada con la alta cultura, pareciera no ser privilegio de la clase obrera. Aunque esa conexión la logra hacer Bukowski en solo unos cuantos versos:

I switch on the radio/ Enciéndo la radio
get Stravinsky/ suena Stravinsky
note the dirt under my fingernails/ noto el mugre entre mis uñas
he's/ él es
the best./ el mejor.

(War All The Time)

La recurrencia pues de la música clásica en Bukowski lo hace un personaje interesante ya que ello ofrece un contraste entre su brusca personalidad y la naturaleza propia de esta música, casi siempre vinculada con las buenas maneras, la suave sensibilidad, y el canon de la clase alta. Pero en Bukowski, por supuesto, no hay que ver al melómano que vanidosamente conserva una colección de discos, o quien mucho menos va a conciertos haciendo alarde de su pasión. Características que no podían ir con él porque, , constantemente afirmaba que “todo lo que necesita un hombre cabe en una simple maleta”. Y Bukowski sí que supo de eso, de empacar en maletas sus pocas pertenencias, yendo de un lugar a otro, trabajando aquí y allá. En su libro Factotum, de hecho, es exclusivamente el recuento de este peregrinaje laboral. Y para empacar todo en una sola maleta hay que ser muy exclusivos: un par de arrugadas camisas, un par de pantalones de señor, su infaltable máquina de escribir y, lo que importa para este artículo, su persistente radio para poder sintonizar, bien fuera en Los Ángeles, Nueva York, en New Orleans o en cualquiera de los muchos pueblos desconocidos de la amplia geografía norteamericana, y por los que Bukowski pasó en busca de trabajo. Relación, entre otras, bastante apasionada con su radio, y léase apasionada en lo términos del amor y del odio: acompañándolo en sus bebetas y en su escritura, pero también pagando el pato al ser lanzado por cualquier ventana en una de sus típicas lagunas etílicas, solo para ser rescatado porque, en definitiva, sin su música clásica, no podía vivir.

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Por tanto, en Bukowski pareciera que la música clásica estuviera relacionada con tres órdenes. La primero, para huir del mundo, de su ruido y sus estridencias. La segunda, para buscar una música de fondo que lo acompañara al escribir sus múltiples relatos y poemas. La tercera, como si buscara una identificación con ciertos compositores y sus trágicas vidas. Bien lo dice él en la que tal vez es su novela más famosa, Post office: “La mayoría de las vidas de estos hombres eran tan trágicas, que disfrutaba leyendo acerca de ellos, mientras pensaba: Bueno, yo también estoy en el Infierno y ni siquiera pueda escribir música”.

Y si se hace un rastreo a cierto segmento de su obra (una obra por demás enorme), se encuentran en ella realmente pocos nombres para la extensión de la música clásica, aunque eso sí, nombres recurrentes en esa escritura bukowskiana: Bach, Beethoven, Brahms, Gershwin, Handel, Mahler, Mozart, Sibelius, Shostakovich, Stravinsky, Tchaikovsky y Vivaldi. Nombres relacionados, por demás y en algunos casos, con la tragedia misma.

Porque para Bukowski, algunos de esos compositores, en sus tragedias personales, son sus compinches en la desgracia, y son tratados informalmente como si formaran una sociedad secreta en eso de sobrevivir y crear. Así, el imponente Beethoven es tratado coloquial y hasta tiernamente con un simple the Bee: “La radio pasaba sobre todo a Mozart a Brahms i a the bee”.
O aparecían aludidos como si fueran cualesquiera de sus amigotes de bebida:

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turn the radio back up: it's
Mahler, the 10th, right after the Bee's 5th, some hell
of a heavy night as pretty much alone here

(War All the Time)

Y Mahler, a su vez, deleita al solitario Bukowski acompañándolo en la escritura de sus relatos y poemas: “Keep it going, Mahler! You´ve made this a wonderous night. Don´t stop, you son-of-a-bitch! Don´t stop!” (The Captain is out to Lunch and the Sailors Have Taken over the Ship).

Esa comunidad trágica y creativa es adoptada por Bukowski como si este se identificara con su labor solitaria y desesperanzada a la hora de crear. Porque en todos hay una necesidad de creación simplemente por el imperativo de hacerlo, independientemente de si hay un consecuente reconocimiento con ello o no. Y en todo caso, es una creación dolorosa ello dado por los títulos mismos de las colecciones de los poemas bukowskianos, títulos largos y bellos como Play the Piano Drunk like a Percussion Instrument until the Fingers Begin to Bleed a Bit. Esa angustia creadora es palpable, la obra resultante no es más que un grito, expresión desgarrada propia de este, como en estos versos de la anterior colección:

the people are listless and although this is a
poor term of description
Gershwin is on the radio
banging and praying to get out;

Esa comunidad de creadores, musicales y literarios, con sus vidas adversas ven en el arte la tradicional sublimación de esa tragedia, pero a la vez también esa desdicha se deriva de lo difícil de la creación, de la búsqueda de la obra perfecta, bien sea a través del esquivo poema o la desafiante sinfonía:

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And Mahler is on the radio, he glides with such ease, taking big chances, one needs that sometimes. Then he sends in the long power rises. Thank you, Mahler, I borrow from you and can never pay you back.
I smoke too much, I drink too much but I can´t write too much, it just keeps coming and I call for more and it arrives and mixes with Mahler.

(The Captain is out to Lunch and the Sailors Have Taken over the Ship)

Pero si nos adentramos más y más en esa relación musical, esta no fue para él mera posibilidad de acompañamiento, también es cierto que habla como experto, casi como un musicólogo, donde precisamente en uno de sus escritos, “Observations on music”, da cuenta de un cercano conocimiento de ella:

I have sat for thousands of nights
listening to symphony music on the radio;
I doubt that there are many men my age
who have listened to as much classical music
as I have–
even those in the profession.
I am not a musicologist
but
I have some observations:
1) the same 50 or 60 classical compositions
are played over and over
and over again.

Y al término de esas observaciones, vemos de nuevo que la unión entre creación literaria y musical es similar, casi lo mismo:

13) music is the most passionate of the art forms;
I wish I had been a musician or a composer.
14) very few writers know how to END a
poem like this one
15) but I do.

Todo un tratado, pues, se podría escribir sobre la relación entre Charles Bukowski y la música clásica. O como dijimos su obsesión con ella, y esta señalada en una simple imagen: la de un hombre desesperado, desesperado además por escribir, en un cuartucho sucio, derruido, con su amiga –la máquina de escribir– y las notas atronadoras de la música clásica saliendo de su infaltable radio, música compuesta por compositores tan desesperados como el mismo Bukowski.

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Postdata
Para entender mejor a este melómano, y mejor, escuchar lo que posiblemente él escuchó, he aquí una breve, y por supuesto, más que incompleta lista de algunos de sus gustos musicales:

The Bee, entre sus favoritos, siempre complacía al exigente Buk con sus sinfonías, y entre las más mencionadas están:

La Tercera:

La Quinta:

También las de Mahler figuraban entre sus favoritas:

La Novena

La Décima

Y bien vale pena recoger que la marcha de la mujer amada con su vestido azul está emparentada con “The March to the Gallows”:

Y por último, y para salirnos del género clásico, el mismo Bukowski señala que lloró ante estas dos piezas extrañas a su género preferido. Y no sabemos si dice que lloró por su constante sarcasmo o porque en realidad este hombre rudo también tenía su corazoncito. Informa, pues, que lo hizo ante las monerías de la Shirley Temple, esa graciosa y melosa niña, cuando esta cantó «I got animal crackers in my soup»:

Y también informa que derramó lágrimas, no sabemos si de cocodrilo, cuando Judy Garland cantó “Over the rainbow” porque “aquella vez en Nueva York, ponía toda el alma, no había quien pudiera con ella”. Aunque lo más probable es que le haya gustado por ese aire de perdedora, por ese espíritu siempre tan bukowskiano y poético, cuando remata su descripción con un:

—está muy gorda y bebe mucho.

(La máquina de follar)

Así que aquí el video, no de lo que Bukowski vio, pero que tal vez se acerca a su descripción por lo sórdido y triste de la representación: