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Todas las imágenes por Luis H. Rodríguez
Politică

Una mañana con Marta Rosique, la diputada más joven del Congreso

Tiene 23 años y milita en el Jovent Republicà, las juventudes de ERC.

Marta Rosique pasa los lunes en Barcelona, donde nació y donde hasta ahora había vivido, y haciendo reuniones por "Catalunya, el País Valencià o las Illes [Balears], que también son territorios nuestros". Por la noche duerme en casa porque por la tarde tiene reunión de la Permanent Nacional, la Ejecutiva del Jovent Republicà, de la que es secretaria internacional además de militante. Y los martes muy temprano coge el primer AVE de camino a Madrid, donde tiene un piso compartido en el que pasa desde el martes hasta el viernes porque tiene las mañanas y las tardes ocupadas con plenos, reuniones de Comisiones y de su grupo parlamentario, Esquerra Republicana de Catalunya. Marta, con 23 años, es la diputada más joven del Congreso.

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En la pared izquierda de su despacho cuelga un póster amarillo en el que se ve la silueta de Oriol Junqueras bajo el texto "FREE" y otro al lado que reivindica el derecho a voto a los 16. En la de la derecha, un cartel histórico de Macià en blanco y negro y otro con la bandera de acción antifascista. Varias pegatinas aluden, también, al fascismo, y entre ellas hay incluso una contra VOX: al fin y al cabo, una de las cosas que la llevaron a aceptar la propuesta de ERC de ir en sus listas fue que "las cosas se estaban poniendo cada vez más difíciles, además de para los jóvenes, para los independentistas", dice.

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De la legislatura, cuyo trabajo compagina con el Trabajo Final de su Grado en Ciencias Políticas, su segunda carrera, además de con su cargo en el Jovent Republicà, espera poco. "Siempre lo hemos dicho: nos fiamos poco del PSOE porque han sido cómplices de encarcelar a nuestros representantes políticos y eso no podremos olvidarlo nunca. Supongo que intentarán llevar a cabo un lavado de imagen, que intentarán acabar con el independentismo, precisamente, con ese lavado, y ahí es donde tendremos que aprovechar la fuerza que tenemos en el Congreso para condicionar, para hacer que de una vez por todas esa mesa de diálogo tire hacia delante y hablar de autodeterminación y amnistía. Así es como lo planteamos y como lo vamos a trabajar. Somos la primera fuerza de la oposición a la izquierda y, en ese sentido, también nos planteamos iniciar esta legislatura presionando porque se cumplan los derechos sociales, civiles y políticos de toda la ciudadanía catalana", explica.

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Es lunes, es muy temprano y es una de las famosas cafeterías del Congreso de los Diputados, por donde Marta se mueve con la misma naturalidad que por la Universidad, por las calles de Barcelona, o por las cabeceras de manifestaciones y protestas.

Esta entrevista ha sido abreviada y editada para mayor claridad.

VICE: ¿Cómo ha cambiado tu vida desde que eres diputada por ERC en el Congreso? Le decías a Pepa Bueno en una entrevista que venías, sobre todo, del activismo, y que la política institucional era muy distinta.
Marta Rosique: Cuando me piden que me presente en las listas de ERC me dejan tres días para decidirlo. Acabo tardando cinco porque me lo pienso todo mucho. Para empezar soy independentista y para mí el Congreso de los Diputados queda aún más lejos, quizá, que cualquier institución. Nunca me había planteado entrar en política institucional ni mucho menos venir a Madrid. Así que lo primero que pienso es si quiero dedicar algún tiempo a esta tarea, y lo segundo si debería entrar en política institucional siendo periodista.

La conclusión a la que llego es que al final si quiero ser periodista es para transformar la sociedad y que, por tanto, puedo cambiar de herramienta siempre que mantenga mi objetivo. También me doy cuenta de que las cosas cada vez son más difíciles tanto para los independentistas como para los jóvenes, así que es importante llevar una voz joven al Congreso, y de eso me voy dando cuenta en cuanto entro.

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No te diría que me siento cómoda. Creo, de hecho, que estaría haciendo algo mal si me llegara a sentir cómoda. Pero sí que me he dado cuenta de que es un espacio en el que se debe estar, tanto para trasladar nuestras reivindicaciones como para ser capaces de llevar una voz un poco distinta al Congreso. Al fin y al cabo, nos encontramos con que cada vez tenemos menos derechos, cada vez es más difícil emanciparse, tener un trabajo estable… y eso se debe a que han estado durante mucho tiempo decidiendo por nosotros sin contar con nosotros.

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Pero sí que has pasado por esa política más institucional desde muy joven. Estuviste en el European Youth Parliament, después en el Consell Nacional de Joventut de Catalunya…. ¿cómo fue tu proceso de politización?
En Cataluña estamos muy politizados desde pequeños por un hecho que es que, por suerte, tenemos un asociacionismo social muy fuerte. Entiendo la política no solamente desde el punto de vista institucional sino también comprendiendo que, al final, las relaciones que tienes en tu día a día son política y las trabajas con unos valores concretos.

En mi caso, tuve una profesora de inglés en el colegio que empezó a motivarme para que me implicara en organizaciones de debate pero sin tampoco posicionarse en un tema o en otro. Es a partir de ahí cuando empiezo a implicarme, sobre todo a nivel europeo. Con todo el movimiento que hay en Cataluña me doy cuenta de que donde quiero implicarme más es sobre todo a nivel nacional y es entonces cuando entro en las juventudes de ERC para poder implicarme en el día a día de lo que está sucediendo y tomar partido, que es algo que no había hecho hasta entonces.

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El 15M fue uno de los hitos de la socialización política para los jóvenes de una generación anterior, que ya llevan unos años en el Congreso. ¿Qué recuerdas tú de todo aquello?
Yo era aún muy pequeña y, aunque preguntaba mucho en casa, tampoco pude estar implicada en ese momento. El movimiento más revolucionario que he vivido, en el que estuve mucho más implicada fue el 1-O. Conseguimos la movilización estudiantil más grande de la historia en Cataluña, de 80 000 estudiantes. Cuando lo digo se me ponen los pelos de punta. Es de las mejores cosas que he hecho en mi vida y seguramente de las mejores que llegaré a hacer nunca.

El día después de las elecciones del 10N hablaba con Guillermo Fernández, autor de Qué hacer con la extrema derecha en Europa y experto en derecha identitaria y él apuntaba sobre la llamada Revolución de los Balcones posterior al 1-O, que surge de manera espontánea y sin la convocatoria de ningún partido, como uno de los gérmenes del éxito de VOX. ¿Cómo crees que se vivió aquello fuera de Cataluña?
Es un error culpar al independentismo de que la extrema derecha crezca y me he sentido muy triste al ver que gente de izquierdas española nos culpaba a los independentistas de ello cuando nuestro movimiento ha ido avisando desde hace mucho tiempo de quién era esta gente y de cómo podían llegar a crecer cuando aún estaban dentro del PP, por ejemplo. Ya estaban organizados. Ya tenían impunidad. Con el 1-O aprovechan una situación, pero el fascismo ya existía antes. Y de hecho la izquierda española le da alas en el momento en el que acepta el discurso de la derecha y de la extrema derecha de lo que está pasando en Cataluña.

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Recuerdo pasarlo mal porque mis padres el 1-O, que no se suelen movilizar demasiado, estaban en un colegio, todo el rato pendientes de si entraba o no la Policía a pegarles. En el momento en el que sientes esa impotencia te das cuenta de que necesitas solidaridad por parte del resto del mundo y cuando ves que la izquierda española coge el mismo discurso que la derecha de aceptar esta represión, es que entonces igual no se están replanteando el propio sistema supuestamente democrático que crearon en el 78.

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Hablando de solidaridad y de territorialidad, cada vez es más evidente que la cuestión territorial más allá de Cataluña o Euskadi. Teruel Existe y su escaño, por ejemplo, pueden ser interpretado como un síntoma de ello. El último informe AROPE, elaborado por la Red Europea Contra la Pobreza, muestra dos Españas: la rica y la pobre. Las diferencias entre el porcentaje de población en riesgo de pobreza y exclusión entre las comunidades más ricas y más pobres es de 31 puntos. Así, en Euskadi y Navarra hay un 12,1% y un 12,6% de población en riesgo de pobreza y exclusión y en Andalucía y Extremadura, un 38,2% y un 44, 6%. ¿Es necesario abrir el debate territorial más allá de Cataluña, donde se lleva centrando desde hace años, en buena parte por la fuerza del independentismo, en buena parte por los intereses electoralistas de la derecha?
El problema es que no solo hay una desigualdad territorial sino que hay una desigualdad de clase también, una brecha muy grande también entre aquellos de clase alta y las clases trabajadoras, que cada vez se va haciendo más grande. Y eso es síntoma de que hace tiempo que gobiernan unos mismos partidos, que se permite que haya ciertos contactos por simpatías desde el gobierno, que también es consecuencia de que haya una legislación que se centre en los intereses de las élites.

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Legislaciones como la Reforma Laboral son un claro ejemplo de ello, de políticas que tienden cada vez más a una liberalización del mercado y que conllevan precisamente problemas como el del aumento de la pobreza. También tenemos mucha pobreza en Cataluña. Pero es que estamos trabajando precisamente para acabar con ello, porque es una de las situaciones más graves y a las que tendríamos que atacar tan pronto como sea posible.

Una de las críticas que se te ha hecho, desde algunos medios o dese Twitter tiene que ver, precisamente, con tu origen de clase media/alta. Igual que hablamos de cuotas de género o reivindicas que haya más jóvenes en política. ¿Crees que es necesaria una cuota de clase, propiciar que haya más hijos de obreros en instituciones como el Congreso?

Completamente. Y eso pasa por entender que quien pasa más tiempo en política es quien se lo puede permitir

Y, ¿cómo podéis hacer para representar, entonces, a las clases subalternas que os votan?
Lo importante es ser capaces de transmitir un discurso claro que defienda a las clases trabajadoras por encima de la defensa de las élites que es lo que nos encontramos constantemente. Creo que, de hecho, un buen ejemplo de ello es Gabriel Rufián, que ha sido capaz de llegar a muchísima gente que igual no se hubiera visto representada por el independentismo y Joan Tardà creo que también representaba mucho este perfil.

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¿Sientes que te tratan distinto, en el hemiciclo o en los medios, en algún sentido?

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Hay una tendencia a infantilizar a cualquier persona joven y, si a esa tendencia a ridiculizarnos le unes que soy mujer, pues ese trato ina. Se me pregunta poco por mi visión política y mucho sobre mi vida personal y eso al resto de diputados no les pasa. También creo que el hecho de ser catalana hace que algunos medios más unionistas se hayan centrado en machacarme, pero creo que los jóvenes tenemos que aprovechar los medios de comunicación para, precisamente, ser capaces de desmentir la información y la visión que se tiene sobre nosotros y, sobre todo, para ser combativos. Yo soy consciente de que no tengo las mismas herramientas que una persona más madura, pero tengo otras.

¿Está el pacto generacional quebrado? Se menciona a veces a la Generación Langosta, a la Generación Tapón, a cómo la crisis se ha cebado especialmente con los jóvenes… ¿Crees que se habla poco y mal de nosotros desde las instituciones y que se nos tiene poco en cuenta a la hora de emprender medidas políticas?

Sí, bueno, yo creo que el problema es cuando se te imponen unas ciertas políticas. A mí por ejemplo algo que me parece curioso es cuando se nos dice que la Constitución es el marco legal sagrado me pregunto cuánta gente de mi generación, y de algunas anteriores, ha podido decidir sobre ella.

Entonces no es que no podamos respetarla, pero sí que es más difícil que la consideremos como propia. Esto nos lo encontramos, en general, con todas las políticas que nos afectan. Un buen ejemplo es la Reforma Laboral. No tengo encuestas delante ni en mente, pero seguramente si preguntaran a los jóvenes sobre ella estoy convencida de que apostaríamos por derogarla, porque nos hemos encontrado con sus consecuencias y somos los primeros a los que nos impactan negativamente. En una sociedad cada vez más envejecida, creo que es necesario tener en cuenta a todas las generaciones e implicar a los más jóvenes en política.

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Sin embargo, somos uno de los electorados que menos vota, que más se abstiene y que presenta un comportamiento electoral más errático

Sí. En ese sentido creo que hay que fomentar un movimiento organizado y por tanto ayudar a que haya asociaciones fuertes, para que eso contribuya a implicar a más a la gente joven en política. Hay también que transmitir un sentido crítico y ser capaz de generar información política en los institutos y también desde pequeños, en todas las etapas educativas.

Hay una especie de voluntad política de aislar a los jóvenes. Para nosotros, hacer que puedan votar a los 16, por ejemplo, que es algo por lo que estamos trabajando duro, es una medida que ayudaría seguro a que, como mínimo, tengan la obligación de informarse más, de tener un sentido más crítico y, por tanto, de sentirse más identificados con las decisiones que se toman.

Con 16 años ya puedes pagar impuestos, tus actos tienen consecuencias penales… pero no puedes votar. Somos una sociedad cada vez más envejecida, con cada vez menos jóvenes y con este grupo demográfico infrarrepresentado, lo que hace que se hable menos de las cuestiones que nos afectan.

Y sorprende, porque somos quienes estamos liderando casi todos los movimientos: el feminista, el ecologista, el antifascista, el independentista… Me harto de explicar esto porque creo que se habla de cómo los jóvenes estamos desmovilizados y encerrados en nuestras casas, pero esto es lo que el sistema quiere provocar en nosotros, la imagen que quiere dar de nosotros a pesar de que seamos el grupo de población más movilizado.

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¿Son compatibles la política institucional con el activismo, estar en el Congreso con dar la batalla en la calle?

Sí, claramente. De hecho, yo sigo movilizándome y eso no lo voy a perder. Creo que una de las cosas que más presentes debemos tener los que estamos en las instituciones es que todo lo que hacemos es así porque existe una reivindicación en los movimientos sociales que nos lleva a hacerlo. Cuando yo me planteo entrar en el Congreso una de las primeras cosas que pregunto a gente de mi entorno que estaba más implicada en movimientos sociales es cómo podré llegar a ayudarles. Pero es verdad que cuando uno entra en política institucional pierde un poco la cercanía con aquellos que se mueven en las calles por un tema: las estructuras institucionales también te dirigen hacia un lugar u otro. Esto creo que con Podemos se nota. En el momento en que llegan al Gobierno se ven obligados a hacer según qué políticas o a mantener según qué actitudes. Y por eso es importante que siga habiendo un movimiento crítico en las calles. Porque los que estamos en un escaño necesitamos siempre tener un grupo de gente detrás, un proyecto colectivo que nos recuerde cuáles son nuestros ideales.

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En contraposición a esta idea —o no— de que somos los líderes de los movimientos sociales hay un dato curioso de las pasadas elecciones: el partido más votado por los varones menores de 30 años fue Vox

Hay un problema grave que se debe a que, para empezar, no se ha condenado el franquismo y esto evidentemente hace que el fascismo y la extrema derecha sean impunes en nuestra sociedad. Pero, además, hay otro problema grave y es que no solo ha pasado esto sino que, además, se les han dado altavoces. Incluso partidos que se hacen llamar de izquierdas les dan altavoces.

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Si en su momento hubiéramos sido capaces de condenar el franquismo, si hubiésemos sido capaces de señalar al fascismo, si hubiésemos impedido que pudieran manifestarse libremente por las calles y reivindicar a un dictador o ideas claramente fascistas y neofascistas, seguramente ahora no nos encontraríamos con lo que tenemos en el Congreso de los Diputados, que es muy grave.

¿Son todos esos chicos menores de 30 que, masivamente, han votado a VOC, fascistas o neofascistas?

VOX es partido claramente machista, además de evidentemente xenófobo y que busca utilizar una narrativa distinta a la que utiliza la política habitual, y de hecho es una narrativa que se basa en muchas mentiras, sobre todo en las redes sociales. Por eso atrae a jóvenes, porque es normal que la gente joven esté harta de la forma de hacer política habitual.

Generalmente lo que se ve es que ha habido muchísima corrupción, que los políticos que llevan tiempo ejerciendo en las instituciones ya no se deben a sus ideales sino a sus propios intereses, por eso en el momento en el que sale alguien a hablar con una narrativa distinta, haciendo ver que no forma parte de esta forma habitual de hacer política, aunque sea, hay quien se lo cree. Pero se basan en mentiras. Y eso es lo que tenemos que ser capaces de dejar claro. De hecho, creo que los medios de comunicación lo que deberían hacer en vez de hablar tanto de VOX es desmentirlos. Esa es su obligación.

Santiago Abascal es, con frecuencia, acusado de tener solo cargos políticos en su vida laboral. Lo mismo ocurre con Adriana Lastra, Susana Díaz… ¿te acabarán acusando de eso también a ti?

No. No considero que la política institucional sea una carrera a largo plazo. Lo que sí considero es que la política como tal sí que es para toda la vida, pero la institucional debe ser algo transitorio y está bien que lo concibamos así porque así para que no nos veamos influenciados por las propias instituciones y por cómo funcionan, por sus lógicas.

Leire Pajín entró por primera vez al Congreso con 23, como tú, y acabó siendo Ministra. ¿Tú te ves?

No. Para nada. Y menos de España (ríe).

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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