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Música

'Bohemian Rhapsody': un altar para la reina

Un breve pero concreto análisis de la película de moda. Juzguen ustedes.
Bohemian Raphsody Película

Los biopics sobre cantantes y bandas memorables producen por igual, grandes expectativa y fuertes decepciones en la audiencia, especialmente cuando el objeto del filme es de su profundo afecto. Sin duda, esperan que la imagen presentada encaje con su idea del protagonista, pero a la vez quieren que le sea rebelado algo nuevo. Muchos no se recuperan todavía del desconcierto que les causó la caricatura de Jim Morrison al haber sido encarnado por Val Kilmer. Otros siguen convencidos de que James Foxx hace de Ray Charles mejor que el propio Ray. Sucede lo mismo con la versión de Charlie Parker hecha por Forrest Whitaker o con la reciente interpretación de Chet Baker a cargo de Ethan Hawk, por no mencionar la habilidad con la que Joaquin Phoenix representó a Johnny Cash. Se siente todavía el disgusto de quienes no entendieron las bromas de This is Spinal Tap y la valoraron de la peor manera, de los que se sintieron ofendidos porque en Velvet Goldmind no se dibujó con claridad el límite entre David Bowie, Lou Reed e Iggy Pop. Sobre todo, hay quienes se toman demasiado en serio la mitología del rock y disfrutan más del culto a los músicos que de la propia música como puede pasarles a los detractores de Bohemian Rhapsody.

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El encargado de poner en escena la historia de la ultra popular banda Queen y de dar cuenta de la sobreexpuesta vida de Freddie Mercury fue Bryan Singer, recordado por haber dirigido el inteligente thriller: “Los sospechosos de siempre” (1995) y de adaptar a la gran pantalla los comics de los X-Men con muy buenos resultados de taquilla. Es un director que no corre riesgos ahondando en conceptos artísticos para complacer al público de élite, pero tampoco pierde el balance entre el contenido y las forma como se puede ver en su más reciente película. Sin embargo, no le han faltado críticas por ser demasiado comercial y complaciente con el gran público: por una parte, presenta la carrera de Queen en sus momentos privilegiados de manera ascendente hacía el éxito y reconocimiento, centrándose únicamente en la génesis de las canciones emblemáticas. Por otra parte, presenta a Freddie Mercury sin ahondar demasiado en su homosexualidad y posterior enfermedad, resaltando sus rasgos más conocidos como líder de la banda, a partir del virtuosismo escénico del actor Rami Malik.

Singer presenta una historia épica que comienza en 1985 con el retorno de Queen a los escenarios, después de dos años de inactividad y de haber lanzado el disco The Works (1984), en tanto que Mercury se concentraba sin buenos resultados a una carrera solista. La presentación se da con fidelidad en el marco del multitudinario concierto benéfico, Live Aid, en el estadio de Wembley para combatir la hambruna en Etiopía. Allí compartieron tarima con la realeza del rock (Jagger, McCartney, Bowie, Elton John, Phil Collins, Clapton, The Who, Sting…), ante setenta y cuatro mil espectadores presentes y en transmisión televisiva en directo para mil quinientos millones de personas en setenta y dos países (incluso pudo verse en Colombia). Luego, el director da cuenta en retrospectiva de los episodios que los llevaron a ese momento que los consagró como super banda internacional.

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Aquí no se contempla la infancia de Farrokh Bulsara en Tanzania antes de convertirse en Mercury, tampoco se recrea su iniciación sexual o los episodios gay en el pub Royal Vauxhall Taver de Londres, que frecuentaba junto a personajes como Lady Di, ni se llega a la tragedia de sus últimos años, contagiado por el sida, cuando grabó “Innuendo”, su legado póstumo. La película da cuenta de la génesis de las mejores canciones de Queen como si se tratara de góndolas de una rueda de la fortuna envuelta en luces: “We Will Rock You”, donde Brian May hace que la banda marque la base rítmica de la canción con manos y pies, mientras Mercury improvisa la letra. “Another One Bite The Dust”, emerge dentro de una escena que parece sacada de Boogie Nights de Paul Thomas Anderson; y por supuesto hay un lugar preferencial para “Bohemian Rhapsody” la columna vertebral y sinécdoque de la película; “Love Of My Life” es pretexto para teñir la historia de romance y una promesa de amor eterno de Mercury para Mary Austin y posteriormente para John Hutton. Al final, la rueda vuelve a ubicarse en Wembley donde la rapsodia llega cual ritornelo, seguida de “Radio Gaga”, “Hammer to fall” y “We Are The Champions”, inmortalizando a la banda frente al público planetario del Live Aid.

Seguro que el producto final logró el efecto deseado por la 20th Century Fox, al igual que para los seguidores menos ortodoxos de Queen (a pesar de haber despedido a Bryan Singer antes de que pudiera terminar de rodar debido a su actitud de diva frente a los actores y el equipo de producción). Pero a poco tiempo de su estreno, “Bohemian Rhapsody” ha recibido bastantes críticas negativas, a pesar de ser un hit de taquilla y de haber activado de nuevo el sonido de la banda en las plataformas de streaming, superando a los artistas del momento.

Esto ha mostrado una brecha entre la crítica y el gusto del público que desconcierta y hace pensar en que quizás es necesario valorar una obra dentro de su contexto; en este caso es el de la industria y el entretenimiento, como ha lo ha señalado Steve Rose en su columna en The Guardian. Sobra decir que si la película hubiese sido dirigida por Gus Van Sant y adoptado un enfoque más específico, por ejemplo, hacia aspectos “queer”, la crítica habría hecho una fiesta, pero se sacrificaría el goce de afirmar a Queen al lado de otros productos culturales de consumo masivo. Ante el resultado, se recomienda a los seguidores más serios no tomar a la ligera el tributo de Rami Malik a Freddie Mercury, ni la pomposa producción que le hace justicia al sonido de la banda.

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