Masacre: 30 años gritándole al sistema en la cara
Masacre |Foto cortesía de la banda. 

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Música

Masacre: 30 años gritándole al sistema en la cara

Antes de la celebración en Rock al Parque de las tres décadas de esta emblemática banda de metal colombiano, hablamos con su vocalista, Alex Oquendo, uno de los frontmans más emblemáticos del país.

Imaginen ir caminando por la calle un día cualquiera. Pensando en alguna trivialidad sin importancia cuando de repente escuchan un estruendo que hace temblar la tierra. El cotidiano paisaje ahora está cubierto de humo y mientras intentan salir del aturdimiento, ven que los distraídos peatones que iban por ahí ahora son restos humanos cubiertos de fuego. Y ustedes, absortos, notan horrorizados que aún viven simplemente porque tuvieron la suerte de estar unos metros fuera del rango de destrucción del carro bomba que acaba de explotar.

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Por absurdo o exagerado que parezca, durante finales de los 80 y principios de los 90, este horror era una imagen recurrente en la ciudades de Colombia. Tres décadas atrás, el segundo país más feliz del mundo vivía una de sus épocas más violentas. Las ciudades volaban en pedazos, la guerra desangraba y vaciaba el campo y el narcotráfico se alimentaba de los jóvenes que crecían en este caos sin muchas esperanzas de vida. En medio de eso, en 1988 nació en Medellín una banda que marcaría la historia de la música colombiana.

30 años después la cosa no es que haya cambiado mucho. Tal vez el horror es menos directo, pero ahí está. Y ya que el odio, la revancha y la intolerancia parecen ser el leitmotiv de los próximos cuatro años, el legado de Masacre está más vigente que nunca. Principalmente porque esta banda logró con su música conjugar toda esa violencia, podredumbre, corrupción y muerte que enlutaron a diario al país durante una de sus épocas más oscuras. Y esas canciones siguen sonando, tal vez como un presagio. O más bien como un recordatorio de por qué hay que gritarle al sistema en su inmunda cara.

A pocas bandas en el mundo les calza tan bien el calificativo de death metal como a este grupo actualmente compuesto por Alex Oquendo, Juancho Gómez, Jorge Londoño, Alvaro Alvarez y Mauricio Londoño, que el 8 de enero del 2018 comenzó la celebración de sus 30 años de carrera con un concierto en Manizales, el cual marcó el inicio de una gira que los ha llevado por todo el país. Este 18 de agosto Masacre dará un concierto especial en la tarima de Rock al Parque donde tocaran en orden y de principio a fin Reqviem, su álbum debut lanzado en 1991 y el cual es parte esencial de la discografía nacional.

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A pocos días de esta presentación hablamos con Alex Oquendo, vocalista, músico, tatuador, artista, padre y sobre todo metalero. Con él repasamos las enseñanzas de estas tres décadas, el estado actual del metal colombiano y porque nunca hay que dejar de mover esas hijueputas cabezas.

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Cuando empezaron había una ira y una inconformidad que de alguna forma lo movía a crear música, ¿qué lo motiva ahora?

En ese momento éramos jóvenes que heredamos un país sumamente violento y ahora somos adultos que le entregamos un país a nuestros hijos un poco más violento. Siento que en nada ha cambiado. Ahora la violencia tomó como etiquetas, derivó en tantas cosas que es una locura. Antes había derecha e izquierda, ahora hay una cantidad de cosas dispersas que solo trasmiten ese caos que se vive en un país que silenciosamente aprendió a vivir en la violencia. Ahora siento que hay más cosas qué decir, más cosas por las cuales gritar, protestar, hay un poco más de inconformidad, como más cosas con las que uno no se siente para nada a gusto. De alguna manera hay que seguir manifestando estas cosas.

El arte es algo muy valioso y permite que de alguna manera podamos expresar la situación real del país. De alguna forma estamos obligados a decirlo en nuestras letras, en nuestra música, en nuestras carátulas, en nuestra posición en el escenario. Cuando nos montamos y tenemos los cinturones llenos de balas o llevamos nuestras botas militares, realmente no estamos invadiendo nada, sino contestándole a una realidad con unas balas que no tienen pólvora pero sí un simbolismo. Y con unas armas que son nuestros instrumentos. Es una manera de estar en contra de las cosas que el país nos ha entregado y seguirá entregándonos por mucho tiempo. Creo que ahora muchos jóvenes tienen que abrir la cabeza, cuando yo digo: “A mover esas putas cabezas”, no solo es mover la cabeza sino pensar un poco en lo que está pasando.

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¿Después de 30 años qué diagnóstico puede dar del metal colombiano?

Yo realmente lo veo muy grande, muy posicionado, con mucho futuro y con mucho que mostrar. Tenemos muchas cosas grandes aquí, pero ya es momento de que se muestran afuera. Poco a poco han ido haciendo presencia las bandas en grandes escenarios y de alguna manera han hecho que el metal de Colombia sea de los más grandes de Latinoamérica. Colombia es una gran potencia en cuanto al metal y la música.

¿Cuál cree usted que es la razón por la cual Masacre ha logrado mantenerse vigente durante 30 años?

Porque hemos sido definitivamente honestos. Cuando hemos estado en el escenario siempre hemos entregado el alma completamente porque estamos haciendo algo que es una pasión para nosotros. Hemos estado constantes durante todo este tiempo a pesar de enfrentar problemas y adversidades como todo el mundo. También hemos podido, no muy seguido, sacar álbumes, pero más que eso pudimos mantenernos con discos que realmente han dejado una huella para la música del país. Hemos podido trabajar con productores grandes, hemos hecho giras a nivel internacional y hemos mantenido en alto el nombre del metal de Colombia.

¿Cómo vivía el metal hace 30 años y cómo lo vive ahora?

Hace 30 años yo estaba como los pelados que actualmente se acercan a darme gratitud y mostrarme su pasión. Yo los veo y me siento muy identificado porque los veo emocionados, apasionados, entregados, como que están viviendo algo que nunca se van a olvidar. Pero a veces también los veo y digo: “¿cuántos de ellos podrán mantenerse? o ¿30 años después como irán a ser sus vidas?” A veces creo que la sociedad y todo el entorno que vive cada persona es muy fuerte y termina como consumiendo esa pasión. Pero tienen que ser muy fuertes para sobrevivir a todo eso.

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Ahora vivo el metal de una forma más madura. Definitivamente siento que esto es mi vida. Siento que el metal lo tienen todo, lo abarca todo y agradezco al metal porque me dio todo lo que tengo ahora. Me dio la felicidad, la oportunidad de conocer países, de tocar junto a bandas que cuando estaba joven sentía una gran admiración. El metal me ha dado una cantidad de cosas que a través de los años he podido disfrutar y mantener, y decir que realmente vale la pena estar toda la vida en esto.

¿Qué nos falta para ser una potencia mundial?

Tener más confianza en nosotros mismos, tener más apoyo entre nosotros mismos, creer más en lo de nosotros. De alguna manera se nota cierta envidia o ciertos celosos cuando hay bandas que lo logran. He visto bandas que han logrado cosas y la gente no se alegra, pero cuando las bandas sufren derrotas la gente habla más, cuando hay triunfos se quedan más callados. Falta como darnos esa fuerza y ese apoyo entre nosotros.

¿Hay desunión en el metal colombiano?

Sí creo que hay mucha falta de unión, porque es muy difícil ver a las bandas colocarse camisetas de las mismas bandas colombianas y sí se ponen las de afuera, cuando muy pocas de esas bandas han apoyado a las colombianas.

¿Cuál cree que ha sido el mayor impacto que ha tenido el metal en Colombia?

Creo que fue acabar con el estigma de ser considerados como lo peor de la sociedad, que en algún momento sufrimos.

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¿Qúe ha sido lo más duro de todos estos años?

El inicio. Fue difícil estar en el momento más caótico de Colombia y hacer una banda de metal en ese momento. Haber hecho unas letras que casi que estaban hablando en contra de los narcotraficantes, de los sicarios, de la derecha y la de izquierda de este país. De todos esos polos opuestos que tenía la sociedad colombiana. Haber construido una banda en el furor de la guerra en Medellín y haber escrito y visto cosas que fueron muy fuertes en ese momento. Pero estaba tan joven y tan apasionado. Uno cree que nada le hace daño, que se vive para siempre, que estás fuerte y nada te va a tumbar y derrotar. En ese momento yo dije tantas cosas en mis letras que se volvieron proféticas. Porque si hoy uno mira una letra como “Brutales Masacres”, “Cortejo Fúnebre” o “Justicia Ramera”, se adaptan a la realidad actual porque es lo mismo que se vivió hace 30 años. Yo lo dije muy sardinito y en un momento de violencia muy fuerte en el que pudieron apagar mi voz, incluso me amenazaron, pero no pasó nada. Eso fue lo más duro.

¿Alguna vez consideró tirar la toalla? ¿Qué lo motivó a seguir trabajando por el metal?

A veces hay cosas que a uno lo hacen sentir como un poco decepcionado. Pero trataba de coger impulso y pensaba que eso me tenía fortalecer más. Cosas como cuando tuve el problema con Bull Metal y decíamos: “cómo vamos a seguir sin él”. Pero pudimos. Luego cuando Víctor (Gallego) falleció, él nos decía: “yo voy a morir pero la banda no puede morir”. Y así pasaron muchas cosas que pudieron debilitarme un poco, pero decía: “tengo que seguir”. Y han pasado cantidad de cosas. Por ejemplo cuando hice el primer demo, ahí grabe el corazón de mi hija que estaba en gestación y ahora ya tiene casi 30 años y aún estoy aquí en la batalla. Esto ya fue para siempre y va a ser para siempre, porque se mueren los hombres pero no las ideas.

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¿Qué es lo que más extraña de los primeros años de Masacre?

Me emocionaba mucho que los conciertos eran más metaleros. La gente habla del underground, pero en ese momento era el verdadero underground. Nosotros vivimos el verdadero metal subterráneo el de la calle, de la guerra, cuando constaba conseguir una guitarra. Era muy difícil grabar. Cuando nos sentábamos a copiar los demos, cogíamos una casetera y nos poníamos a grabar y pasábamos días trabajando. Esa pasión, esa fuerza con la que lo vivimos. La dificultad de hacer y tener lo que hoy la gente puede hacer en una semana. Nosotros nos demorábamos meses, incluso años y lo disfrutamos. Cuando las cosas cuestan, cuando se han vivido dificultades y llegas a un punto en el que uno se puedes sentar a descansar, mirar para atrás y ver todo lo que se ha logrado, creo que se disfruta más y ahí es cuando uno dice: “ahora con mas fuerza tengo que seguir”.

¿Que queda ese joven que recorría Medellín hace 30 años?

Queda todo. De pronto ha madurado mi cuerpo y un poco mi mente, pero yo mantengo ese espíritu como si fuera un jovencito. Todavía me apasiono cuando me llega un álbum, cuando escribo una canción, cuando me dicen salió otro concierto o me monto a un escenario. Es el mismo nerviosismo es la misma emoción, es todo.

Siempre he querido preguntarle ¿Usted cómo hizo para sacar la voz que tiene?

Sabes que nunca me he dado cuento ni cómo hice. A veces cuando me escucho me da temor porque digo: “que cantidad de esfuerzo que estoy haciendo”. Alguna vez cuando tocamos con Slayer, Tom Araya preguntó quién era el cantante. Le dije que yo, y me preguntó cómo hacía para cantar así. Yo le dije que por usted aprendí a cantar, y me respondió: “pero no yo no canto de esa forma”. Le respondí: “usted ha sido mi maestro” y él se reía porque se ríe por todo. Pero esa voz ha ido madurando y tecnificándose, porque nunca tuve técnica, ni control, ni siquiera cuidados. Hoy mi esposa me dice que me revise la garganta para evitarme un problema. Yo le respondo que no porque no quiero que me digan que hay un problema y que tengo que dejar de cantar. Yo no quiero parar. Si paro eso me debilitaría, me envejecería y me mataría. Prefiero seguir ciego.

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¿Se arrepiente de algo?

Sí. Yo debí haber pensado más, de pronto haber hablado más con Mauricio Bull Metal cuando tuvimos un problema y le dije que se retirara de la banda. Debí hablar más con él y no tomar esa decisión en ese momento.

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Después de Rock al Parque Masacre seguirá con su gira de celebración de sus 30 años de carrera, la cual la llevará a más ciudades de Colombia y a Estados Unidos. Además el grupo está trabajando en una reedición especial de “Reqviem”.

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