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Túnez

Hablamos con Amina Sboui, la activista de Femen que ahora desafía a Túnez con la palabra

En 2013, con 18 años, Amina Sboui revolucionó las redes sociales con una foto con el pecho desnudo y con una inscripción que decía: "Mi cuerpo me pertenece y no es la honra de nadie". Ahora desafía al Estado y a las tradiciones con una revista.
Imagen por Mohamed Messara/EPA
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"Voy yo a buscarte al café. Llevo el pelo naranja y voy en shorts, así que en seguida vas a reconocerme", dice Amina Sboui al otro lado del teléfono para concertar la cita con VICE News. No menciona los tatuajes en muslos y brazos, que son lo primero que mira el encargado del Cook´s cuando Sboui aparece por la puerta.

En cualquier ciudad europea, su aspecto no haría volver cabezas. Tan solo una chica más. En Túnez, sí. Todo el mundo la sigue con la mirada cuando atraviesa el salón del café. Ella camina a paso ligero con todos esos pares de ojos pegados a su espalda.

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En marzo de 2013, con 18 años, Amina Sboui revolucionó las redes sociales posteando una foto suya con el pecho desnudo y pintado con una inscripción que decía: "Mi cuerpo me pertenece y no es la honra de nadie".

Entre los miles de comentarios en su foto en Facebook podían encontrarse desde aplausos hasta amenazas de muerte. La más sonora fue la del imán salafista Adel Almi, que dijo que merecía ser castigada con 80 o 100 latigazos y ser lapidada hasta morir. Con todo el revuelo, su madre la llevó a su casa en Kairouan para intentar "exorcizarla", con escaso resultado.

Un mes después en la misma ciudad, considerada la cuarta más sagrada del Islam, fue detenida por hacer una pintada con un spray. Escribió la palabra Femen en una tapia junto a un cementerio y fue acusada de indecencia y de profanación.

Oleada de expulsiones de activistas pro derechos humanos en Marruecos. Leer más aquí. 

Durante el juicio, hubo manifestaciones a favor y en contra de Amina. Hasta el Palacio de Justicia llegaron desde París tres activistas de Femen que fueron arrestadas por pedir la libertad de la tunecina a pecho descubierto. También llegó al tribunal, pero a pedir que echaran de Kairouan a "esa basura", Saifedín Rais, el portavoz de Ansar al Sharia. Pocos días antes, la organización había sido declarada grupo terrorista por el gobierno tunecino.

Sboui pasó dos meses en prisión y cuando salió, decidió dejar Femen y Túnez. No le gustaba el cariz que tomaba la organización, que le pedía que protestara con el pecho desnudo frente a una mezquita. "Eso suponía no respetar las creencias religiosas de la gente", asegura la joven.

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Pese a la distancia, siguen en contacto. También abandonó su país para poder terminar la secundaria. En Túnez, si un estudiante es condenado en un tribunal, no puede seguir cursando los estudios en una institución pública, así que decidió marcharse a París, donde ha pasado dos años: "He aprendido otras maneras de luchar, de resistencia: los flashmobs, la autogestión, el funcionamiento de las ONG francesas. Y además, ¡he aprendido francés!".

De vuelta a Túnez se ha instalado en Sidi Bou Said, un pueblo costero tranquilo, pintado de azul y blanco, a 20 kilómetros de la capital. Fue muy turístico hasta que los ataques de Estado Islámico en el país espantaron a los extranjeros.

De camino a su casa, dos chicos en un descapotable intentan ligar con ella. "Simplemente salir a comprar un paquete de tabaco sigue siendo estresante. No puedo caminar tranquila. Hay gente que me aplaude y otros me insultan, me amenazan. Me consuelo pensando que todas las mujeres tunecinas son insultadas en la calle", explica mientras acelera el paso.

El pasado 14 de enero, cuando se celebraba el quinto aniversario de la revolución en Túnez que acabó con el régimen de Ben Ali, Amina Sboui salió a la calle detrás de una bandera arcoíris junto a un grupo de activistas LGTB.

Tuvieron que salir de la avenida Habib Bourguiba escoltados por la policía. "Voy a seguir saliendo a la calle a protestar, pero ahora estoy trabajando en la revista. Creo que puede ser útil. Si no lo es, lo dejaré". La joven de 21 años está terminando de perfilar el primer número de la revista "femenina y feminista" que quiere publicar. Se llamará Farida, ("única", en árabe, y un nombre de mujer) inspirada en la publicación Paiza, que puso en marcha en 1958 la periodista Dorra Bouzid.

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 'Simplemente salir a comprar un paquete de tabaco sigue siendo estresante. No puedo caminar tranquila. Hay gente que me aplaude y otros me insultan, me amenazan'.

Sboui asegura que la etapa que está atravesando Túnez después de Ben Ali tiene mucho que ver con la época de Farida, que vio la luz recién estrenada la independencia en 1957 con Habib Bourguiba, el "padre de la patria".

"Estamos en la misma época de plantear libertades, pero hay mucho pendiente. La violencia conyugal sigue sin castigo, hay gente que piensa que el velo es obligatorio y que el aborto es ilegal — fue legalizado por Bourguiba, que también prohibió la poligamia —. Puede ayudar a trabajar por la igualdad hombre-mujer".

La idea es financiarla con una campaña de crowdfunding para conseguir sacar a la calle una revista mensual de 25 páginas escrita en árabe y dirigida a jóvenes de entre 15 y 25 años. Tendrá moda, belleza, cocina, bricolaje, política, cultura, temas LGTB y derechos humanos.

Para el primer número preparan un especial de siete páginas con los testimonios de mujeres subsaharianas que intentan llegar a Europa desde Libia. "Queremos que sea barata y accesible, que no vaya dirigida a las élites. Creo que puede ser más útil que reunirnos diez personas para despotricar sobre el sexismo y luego volver a casa como sin cambiar nada".

Sboui empezó en el activismo con sólo 14 años. Cuenta que le marcó pasar tres años de su infancia, desde los 9 a los 12 años, en Arabia Saudí: "Yo venía de Túnez, donde podía bañarme en las piscinas en bragas, porque aún no tenía senos. Pasé de eso a tener que ponerme un velo y esperar a que mi padre fuera a recoger la comida en un restaurante porque no se permitía entrar a las mujeres. No es normal vivir así. Al regresar a Túnez, veía a las chicas sin velo y fumando por la calle. Fue un doble shock en muy poco tiempo".

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Desde fuera, se pinta a Túnez como el paradigma del éxito político de las revueltas árabes, pero Sboui, aunque es consciente de que la democracia tunecina "sólo tiene cinco años, está en pañales y hay que darle tiempo", es crítica con la clase política que ha surgido en la etapa de la transición: "Los laicos de Nidaa Tunis, con Beji Caid Essebsi y los islamistas de Nahda con Rachid Ghannouchi venden lo mismo. Tanto, que creo que son el primer matrimonio gay de Túnez", bromea.

"Dicen que tenemos la Constitución más avanzada del Magreb, pero te pueden caer tres años de cárcel por acostarte con una pareja del mismo sexo, sigue existiendo la pena de muerte y las mujeres heredan la mitad que los hombres. Lo bueno es que ahora podemos salir a protestar. Eso es lo que ha cambiado. Hace unos años no podría haber recibido a un periodista en casa sin consecuencias", señala.

Cree que la famosa foto de su cuerpo semidesnudo valió la pena. "Claro que pensé en las consecuencias, y las asumo". Habla de vez en cuando con su padre, menos con su madre, y no quiere que la gente sepa quiénes son sus hermanos.

"No quiero que les afecte mi elección de modo de vida", comenta mientras recoge en el salón los restos de alcohol y cigarrillos de una fiesta la noche anterior, antes de volver a trabajar en el primer número de Farida. "Cuando veamos un cambio, sabré que ha valido la pena. Lo positivo es que al menos hoy puedo hacer pasar el mensaje de todas las mujeres que me escriben cada día".

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