Ilustración por Mauricio Santos.
Ilustración por Mauricio Santos.

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Drogas

Consumí microdosis de LSD por una semana para tratar mi ansiedad

Vivir con ansiedad puede ser algo tedioso. Imaginas escenarios irreales; te temes lo peor casi siempre y a veces esto logra que actúes distinto y, por esta razón, tener problemas.

Artículo publicado por VICE México.

Tengo 29 años. Desde que tengo uso de razón, he sufrido de ansiedad a distintos niveles. No me gusta esperar, regularmente quiero todo al instante y si alguien me dice "tenemos que hablar" se dispara un nerviosismo gigante dentro de mí. Si estoy sentando frente a una mesa o platicando con alguien, es muy probable que esté moviendo la pierna muy rápido, otro síntoma de mi ansiedad que me señalaron hace no mucho tiempo.

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En terapia mi ansiedad fue un tema recurrente con mi psicoanalista. Vivir con ansiedad puede ser algo tedioso. Imaginas escenarios irreales, temes lo peor casi siempre y a veces esto logra que actúes distinto, desencadenando problemas nuevos. De más joven conocí los ansiolíticos, y mezclarlos con alcohol me pareció divertido por un rato hasta que tuve una experiencia bastante peligrosa. Siempre me ha gustado tomar alcohol porque me baja la ansiedad. Me pone en una vibra bastante chida y siento que nada puede estar mal. Claro: dos, tres chelas. Ya después de ahí estoy borracho.

Hace años probé por primera vez el MDMA, y con una dosis muy pequeña, sentía cómo mi ansiedad desaparecía. Era algo que nunca había sentido, pensé haber encontrado otra manera alternativa de curarla. Luego me gustó mucho y consumía dosis altas en modo recreativo, pero investigué un poco y encontré que, en dosis controladas, hay estudios que afirman que el MDMA puede tratar la depresión, ansiedad e incluso el alcoholismo.

Platicando con un amigo sobre esto, me comentó sobre el conocido trend de Silicon Valley, que consiste en microdosear con LSD a sus empleados para mejorar su creatividad, reducir stress y ansiedad mientras mejora el sueño y ayuda a que su vida sea mucho más saludable. La DEA de EEUU dice que "el LSD tiene un 'potencial alto para abusar de él'"; pero no dice absolutamente nada sobre usarlo en microdosis. Además, encontré que actualmente microdosear con LSD no es solo un trend de Silicon Valley, sino que otras empresas también lo están haciendo con sus empleados. Leer este tipo de información me hizo pensar en que debería probar las microdosis de LSD.

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"Fuma marihuana"; me dice mucha gente para relajarme, y sí fumo, pero en contadas ocasiones, porque realmente dispara mis niveles de ansiedad como pocas cosas. Además, entro en lugares de mi cerebro que no me gusta visitar.

Para quitarme la duda, decidí consumir microdosis de LSD, así que busqué información al respecto: la mejor manera para microdosear, según internet, es volumétricamente, mediante gotas. A menos que "tengas una gran habilidad para cortar y dividir el ácido en pequeñas partes iguales". Así que debido a mis habilidades artesanales, decidí partir el ácido en 7 (1/7) y tomar una pieza cada día de la semana a la misma hora.

Las reglas:

—Levantarme a la misma hora todos los días.

—Consumir la microdosis junto al desayuno.

—Tratar de llevar el estilo de vida que llevaría regularmente durante la semana.

—Al final de cada día escribiré los highlights y sensaciones del proceso, dividiendo la semana en tres partes y solo anotando situaciones que considere relevantes.

DÍA 1 Y 2

Me levanté emocionado y ansioso. Me preparé un par de huevos revueltos; busqué mi microdosis de LSD y la consumí justo antes de comer. Me duché, vestí y fui al metrobús para ir a mi oficina. Ya he probado LSD antes, y sé que tarda —al menos personalmente— en hacer efecto como una hora, pero con una dosis tan pequeña no sabía si iba a sentirlo realmente.

Fue un lunes normal: tedioso y con muchos mails que responder. Justo al mediodía sentí que todo estaba "más en orden". Es algo raro que aún no sé explicar bien. A veces me cuesta concentrarme, es como si cualquier red social o página de internet me impidieran realizar las tareas diarias que tengo que hacer. Es muy raro que pueda estar dos horas seguidas escribiendo. Por ejemplo, mientras escribo esto tomo descansos de dos minutos viendo youtube, Facebook o lo que sea.

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Ese lunes, tenía que escribir dos textos que tenía atrasados: los terminé más rápido de lo normal y pude ordenar lo que tenía que hacer el resto del día en mi cerebro. ¿Cómo en mi cerebro? Soy despistado, y en ese momento sentí que, inconscientemente, tenía horario y forma de cumplir todo lo que tenía que completar ese día.

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Mi comida y cena se sintieron muy bien; todo estable. Puedo decir que dormí como un bebé, ya que también tengo problemas para dormir. Al segundo día me levanté animado, me sentía en una especie de misión secreta. Como si tuviera la pastilla de Limitless que me iba a hacer rápidamente mucho más inteligente. Desayuné y tomé mi microdosis, fui a entrevistar a varias personas para un texto. Esta vez la microdosis me pegó más rápido, y me empecé a sentir bastante bien. Estaba atrapado en el tráfico y normalmente le hubiese mentado la madre a todos porque iba a llegar tarde a mi entrevista.

El estrés hubiese logrado ponerme de mal humor, sufro de estrés bastante seguido, es como si una hormigas treparan mi espalda y me provocaran un dolor hasta el cuello; de a ratos parece una tortura. Pero, en ese asiento de Uber, mientras sonaba una canción de Natalia Lafourcade, me concentré más en ver lo que sucedía fuera del Uber —y mi teléfono— y estar relajado. Algo que, para mí, regularmente es imposible.

Terminé mi entrevista, caminé por Parque México escuchando un gran disco, hice el super, y me sentí muy bien. Traté a la gente mejor de lo que lo hago. La ansiedad que normalmente tengo no estuvo, y eso fue una gran noticia. Aunque mejor noticia fue que nunca me sentí "puesto", como las veces que consumo LSD de más. Esa microdosis había sido la cantidad perfecta. Como si fuese el puente conector que le falta a mi cerebro y, en su ausencia, hace que exista un desbalance raro que logra que sienta muchísima ansiedad y estrés por cualquier cosa.

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DÍA 3, 4 Y 5

Decidí probar las microdosis porque últimamente me estaba costando mucho concentrarme en las pequeñas cosas. Tenía tiempo sintiéndome distraído. Todos tenemos luchas, es parte de la vida misma. Pasé en terapia de psicoanálisis un año y decidí dejarlo; por un par de meses estuvo bien, pero esos pequeños problemas de concentración, ansiedad y estrés, prendieron una alarma que no sabía cómo detener. Hasta leer un libro me estaba costando un montón de trabajo. En el tercer día, me levanté sintiéndome más descansado. Era como si lentamente, mi cabeza y cuerpo estuvieran regenerándose.

Consumí mi tercera microdosis con el desayuno y un jugo de maracuyá. Ese día, tenía pautada una entrevista para un canal de TV: querían platicar conmigo sobre mi chamba. Trabajé un poco antes de salir —cosa que casi nunca hago, suelo dejar los pendientes para la madrugada— y fui a la entrevista. Incluso platiqué sobre el experimento que estaba haciendo, sentí que hablaba mucho más calmado y pausado que de costumbre, y hasta tuve las ganas de sentarme a beber un café —sin estar pegado 100% del tiempo en el teléfono— y solo mirar al parque donde estaba. Este tipo de tareas simples, me estaban costando un montón y, mágicamente, tenía la fuerza necesaria para hacerlo. Estaba mucho más tranquilo, como si estuviese dopado de serenidad. Y cualquier persona que me conozca puede decir que no soy una persona tranquila. Siempre ando en movimiento. Esta tercera microdosis me llevó a un lugar mucho más contemplativo y a disfrutar de cosas que no estaba percibiendo.

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Viajé en LSD en plena depresión

Para el cuarto día, mi misión era otra: hacer ejercicio. Voy a clases de box regularmente, pero debido a que me doblé la muñeca mi entrenador me recomendó descansar. Ese día necesitaba un poco más de adrenalina y la verdad me sentía bastante bien. Desayuné, me tomé la cuarta microdosis y busqué mis guantes de box. Tenía un poco de miedo, no sabía cómo iba a reaccionar mi cuerpo ante la microdosis y el ejercicio. Afortunadamente todo salió bien, diría que muy bien. Endorfinas más lo estable y feliz que me sentía, hicieron que saliera bastante elevado y puesto del box. Fui a mi casa y me duché para ir al trabajo.

Ya en la oficina, uno de mis compañeros de trabajo me estaba contando que soñó con una chava porque se quedó viendo unas encuestas que había hecho en Instagram Stories. "Me gusta mucho, Diego", me dijo. Yo, lleno de endorfinas y una estabilidad emocional y creatividad que no había tenido hace tiempo, le dije "envíale un mensaje, invítala a la Cineteca y a tomar". ¿"Seguro"?, me dijo. Le dije que sí, que lo peor que le podía suceder era que no le respondiera, y ya. Mi amigo, ante tal declaración llena de sentido común, me hizo caso y la invitó. La respuesta fue como la de un cuento de hadas: "Suena a un gran plan". No sé qué pasó luego, pero yo estaba, quizás, con menos ansiedad que él, veía todo desde otro plano y podía atreverme a hacer cosas que regularmente el miedo frena. Así sean cosas tontas como invitar a alguien a una cita. Pero en esta época de Instagram y redes sociales, sabemos que la ansiedad es una de las grandes culpables de que todo se vaya a la basura.

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Me acosté temprano, al otro día tenía una entrevista que hacer. Preparé las preguntas y me fui a dormir. Me levanté el viernes, desayuné, tomé la quinta microdosis y al leer lo que había preparado, realmente no me gustó tanto. Preferí ir a realizar la entrevista sin lo que había pensado. Llegué al lugar, platiqué con el entrevistado como si fuese un amigo. Quizás vaya a sonar medio hippie, pero pensé "lo que fluya". No recomiendo hacer esto, pero varios de mis entrevistadores favoritos lo hacen a veces y pensé que era una buena oportunidad. Todo salió bastante bien. Mientras caminaba para mi oficina, una sensación más fuerte de levedad me dominó. Realmente estaba cayendo en cuenta que tenía casi cinco días sin sentirme ansioso y no sentía que tenía "alguna droga" en mi organismo. En la noche tenía una cena con mis amigos, asistí, y por vez primera no sentí la necesidad de destruirme en alcohol para disfrutar. Tomé lo necesario para pasarla bien.

DÍA 6 Y 7

Mi sexta y séptima microdosis lograron que mi fin de semana fuese uno de los más contemplativos y creativos del año. Adelanté trabajo para estar más libre, platiqué con mis padres más tiempo del que normalmente lo hago, tomé caminatas, dejé de estar tanto tiempo en Instagram y de alguna forma sentí que todo tipo de problemas y situaciones que se me presentaran a futuro tendrían solución. Y es exactamente eso con lo que lucho a diario, mi ansiedad hace que me obsesione de una manera rarísima con todo lo que sucede a mi alrededor.

Fue un fin de semana bastante bueno, disfruté muchísimo más las conversaciones en persona con mis amigos y no dependía tanto del alcohol para sentirme tranquilo. Tenía tiempo sin disfrutar del alcohol de esa manera, ya que regularmente me emborracho para apagar cualquier cosa que suceda en mi mente, y hasta ese fin de semana, pensé que era la única manera de lograrlo.

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CONCLUSIÓN

Luego de mi semana en microdosis, leí bastante sobre esto y la gente que adoptó esto como estilo de vida. Encontré testimonios bastante parecidos a lo que sentí: "Cuando he tomado microdosis de LSD en eventos de networking o en algún happy hour, van bien. Tengo conversaciones realmente buenas porque estoy un poco más encendida, más centrada en lo que la persona está diciendo. Mejora las conexiones y aumenta la empatía". Y es realmente una gran manera de decirlo: mis conversaciones y contactos con personas y situaciones mejoraron. Mi concentración volvió; la ansiedad, por consecuencia directa, diría que desapareció o estuvo a niveles que no me molestaron. ¿Por qué este tipo de dosis no son recetadas a personas como yo, que sufren niveles de ansiedad de a ratos alarmantes? No lo sé ni soy el más indicado para platicar de eso, pero espero que próximamente esto cambie.

La ansiedad es algo que verdaderamente daña nuestra calidad de vida, nos hace tomar decisiones desesperadas y crea escenarios que no existen. Además de haber pasado una semana muy buena, mi calidad de vida mejoró bastante. Estuve más enchufado con todo lo que sucedía a mi alrededor, tomé buenas decisiones y jamás nadie me dijo o preguntó "¿Estás drogado"?.

Si este pequeño experimento sin supervisión médica o de especialistas en LSD, funcionó tan bien para mí, imaginen lo que se podría lograr con los mecanismos y procesos correctos para combatir la ansiedad o depresión.

Cada vez hay más pruebas del poder que tienen los alucinógenos para pelear contra este tipo de problemas. Recuerdo el estudio publicado en el Journal of Nervous and Mental Disease que encontró que los pacientes con enfermedades mortales redujeron su ansiedad frente a la muerte con la ayuda del LSD. Quizás es momento de que todos tengamos acceso a esto con supervisión médica y sin osbtáculos.

Puedes seguir a Diego en Instagram y hablar de LSD con él.