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Sexo

Gente nos cuenta sus polvos más memorables con personas a las que odian

“Le escupí en la cara, él me arrancó la ropa interior. Después vino lo que probablemente fuera el polvo más impresionante de mi vida. Joder, cómo lo odio”.
Foto: Jacob Lund/Alamy Stock Photo 

Hate-fucking, en español podríamos llamarlo “polvo de desprecio”: el acto de follar con alguien a quien odias. Por lo general es alguien a quien una vez amaste o a quien incluso sigues amando, o tal vez una expareja con la que acabaste muy mal, aunque también puede tratarse de una persona a la que acabas de conocer en un bar y a la que encuentras extremadamente morbosa pese a que te cae como el puto culo desde el minuto cero.

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Estos polvos suelen ser duros, una manifestación física del desprecio que sentimos por la persona a la que nos estamos tirando. Los más memorables son aquellos en los que ambos se profesan odio con la misma intensidad y dejan de lado cualquier atisbo de decencia durante lo que dura el polvo. Obviamente, todo ha de estar consensuado, porque si no deja de ser un polvo de desprecio para pasar a ser otra cosa mucho más grave.

Bueno, ahora que ya lo hemos definido, ¿qué tal si pasamos a ver algunos ejemplos? Bien, vamos allá. Hemos hablado con varias personas sobre sus polvos de desprecio más memorables y esto es lo que nos han contado.

Mario, 34 años

Hace unos cuatro o cinco años, un amigo me trajo a dos pretendientes a casa como regalo de bienvenida cuando me mudé. Uno de ellos se emborrachó, vomitó todo el vino en la pared de mi habitación y luego me pidió que me lo follara en el parque, cuando lo llevé a la parada de taxis. El otro, sin embargo, me pareció más interesante, aunque luego me di cuenta de que era simplemente porque no nos habíamos cruzado casi ni una palabra antes de meternos la lengua hasta la campanilla en mi cocina.

Esa noche no hubo sexo con él y al final me apunté a un trío con otras dos personas, pero el chico hizo la clásica jugada de dejarse ropa en mi casa. Intrigado, decidí llevársela a su casa, en la otra punta de la ciudad, y en seguida me di cuenta del error que había cometido. El tío era horrible: su voz, su forma de pensar, su amaneramiento… No paraba de referirse al marido de Beyoncé como “Jay-Zed”.

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Obviamente, tuve que volver a comerle la boca para que dejara de decir tonterías, luego me lo tiré y 20 minutos después estaba subido en un bus nocturno de camino a casa. Nunca lo volví a ver. Creo que la principal razón por la que me lo follé fue para comprobar si el sentido común y la decencia se transmiten sexualmente. Alerta spoiler: la respuesta es no.

Lucy, 26 años

Mi ex y yo habíamos arreglado las cosas después de que él cortara con su última novia. Tenían una de esas relaciones intermitentes que se alargan durante años y que acaban siendo tóxicas para ambos. Cuando volvimos me acosté con él y, al hacerlo, sabía que esa sería la última vez.

Ya habíamos echado polvos estando enfadados antes, pero aquello fue totalmente distinto. En lugar de un polvo romántico como los de siempre, mi ex me miró como si fuera una muñeca con orificios y decidió que esa vez no intentaría satisfacerme, sino que buscaría solo su placer. Mientras lo hacíamos me llamó “zorra” y despreció mi cuerpo. Me sentí como un objeto.

Creo que la gente no es consciente de las implicaciones que pueden tener estos arrebatos a la larga y debería pensárselo dos veces, la mayoría de las veces.

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Foto: Jacob Lund/Alamy Stock Photo

Sonny, 23 años

Hace unos años decidí pasar un verano en Nueva York. Una calurosa noche, fui a un bar con la intención expresa de acostarme con alguien. Varias copas después, entablo conversación con una chica supermorbosa que tenía un acento británico que me encantaba. Otras varias copas más tarde, me entero de que la chica fue soldado de las Fuerzas de Defensa de Isreal, y da la casualidad de que yo soy musulmán de Oriente Próximo.

La siguiente hora la pasamos en la calle, frente al bar, discutiendo a gritos sobre Israel y Palestina. Cuando estaba a punto de mandarla a la mierda, ella me empujó contra la pared y empezó a besarme. Me quedé bastante sorprendido y asqueado de mí mismo, aunque también estaba cachondo y borracho, así que nos subimos los dos a un taxi y fuimos a su casa. Pasamos el resto de la noche follando salvaje y agresivamente. Fue increíble, como una versión ultramorbosa del episodio de Curb Your Enthusiasm en el que Larry David se lía con una mujer palestina. No me siento orgulloso, la verdad.

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Josh, 25 años

El mejor polvo de desprecio que he echado fue con una ex que me había puesto los cuernos; habíamos discutido y, durante las dos semanas que estuvimos sin hablar, se acostó con un chico de su curro. Yo estaba rebotadísimo y le dije que se fuera a la mierda, pero al cabo de dos semanas acabé en su casa después de una breve conversación por teléfono. Empezamos a follar y tal, luego ella vino a mi casa antes de mi cumpleaños y me hizo una mamada. Fue increíble, como si llevaras días sin mojar en absoluto y estás que no puedes más y de repente la chica a la que llevas años tirándole ficha te dice, “Tío, vente a casa y ábreme como a un regalo de Navidad”. Así estuvimos dos o tres semanas. Luego dejé de responder a sus mensajes.

Tas, 22 años

Cada vez que yo, una mujer de color, me acuesto con un hombre blanco.

Rae, 27 años

Mi primer novio y yo teníamos una relación bastante jodida que se prolongó un año hasta que lo dejamos oficialmente con un polvazo alucinante. A esas alturas no teníamos el más mínimo respeto el uno por el otro y nos dábamos a propósito donde más dolía para cabrearnos. En las fiestas, él se enrollaba con otras chicas delante de mi cara y yo hacía lo mismo, asegurándome de que él me viera.

Una noche, después de varias horas picándonos mutuamente en una fiesta, me llevó a una habitación y allí le escupí en la cara. Él me empujó contra la pared, me agarró del cuello y me arrancó literalmente la ropa interior (llevaba falda). No voy a entrar en más detalles, pero lo que vino después probablemente fuera el mejor polvo de mi vida. Joder, cómo lo odio.

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