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Género

Las hijas del feminismo

Así fue como empezó y se desarrolló el feminismo sub 18 en Argentina
Hijas del feminismo con el pañuelo abortero

Artículo publicado por VICE Argentina

Ni diablitas ni superheroínas de historietas, ni conejitas ni porristas. A fines de 2017, las egresadas de 5to año de la escuela secundaria porteña Lenguas Vivas eligieron como “disfraz” de su fiesta de fin de curso un traje de top y pollera verde "abortero", el color que en Argentina simboliza la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito. La foto de ellas posando con el pañuelo verde en el cuello, tapando sus caras o atado en sus muñecas se viralizó en las redes sociales. No se nace piba feminista, pero en Argentina hoy cada vez son más las adolescentes que llegan al activismo desde distintos lugares. Las hijas de Ni Una Menos están forjando un feminismo sub-18 que sobresale cada vez que el movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans ocupa las calles. Protagonizan y desbordan cada marcha y “pañuelazo” con frases en sus cuerpos, en la ropa, los labios violetas, pelos de colores y glitter, mucho glitter. Se plantan como sujetas políticas y transitan una militancia particular marcado por un feminismo generacional que, a su vez, es identitario. Son una marca de época.

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Algunas cuentan que la primera marcha de Ni Una Menos en 2015 las marcó para siempre, otras dicen que la militancia en el Centro de Estudiantes fue clave. Muchas encontraron en las redes sociales respuestas a sus interrogantes sobre la desigualdad de género que vivenciaban a medida que crecían, otras estuvieron atravesadas por el femicidio de una piba cercana y la forma más extrema de la violencia machista las empujó a transitar el feminismo. Todas coinciden: no asumirse feminista si sos adolescente en Argentina en 2018 es casi una contradicción.

Cindy Fraenkel tenía 13 años el 3 de junio de 2015, el día de la primera manifestación masiva contra la violencia machista bajo el lema Ni Una Menos. Fue con otras nenas de su edad. “Volví con la cabeza en cualquiera, no podía creerlo”, cuenta a VICE. Hoy tiene 16 años y está sentada en un bar del centro porteño junto a referentes de otros colegios secundarios. Ella forma parte del Centro de Estudiantes del colegio privado Ecos, en el barrio porteño de Villa Crespo. El Centro se organizó el año pasado y Cindy cuenta entusiasmada que ya están articulando una coordinadora de colegios privados.

Antes de participar activamente de las manifestaciones, Cindy sentía mucho miedo cuando estaba en la calle. No podía ponerle un nombre a eso que le pasaba. “No sabía que detrás de esa intranquilidad estaba el patriarcado”, señala con la misma determinación que nombra a los “micromachismos”, “empoderamiento” y tantas otras frases de la terminología feminista.

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"Vimos, a través de las marchas, que el feminismo estaba convocando a las nuevas generaciones. Así empezamos a llenar las marchas. Fue un antes y después en el colegio" dice Cindy. Ella traza un camino personal que se vuelve colectivo: una de las primeras iniciativas que tuvieron en la escuela fue poner toallitas y tampones en los baños femeninos y carteles informativos sobre violencia machista. “El feminismo es un tema transversal y no por estar en un colegio privado no nos toca”, explica.

Manifestación del último 8 de marzo

Azul Sokolowicz es vocal de la comisión directiva de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, uno de los colegios que dependen de la Universidad de Buenos Aires. “El feminismo logró tantas cosas que ya no es posible que nos callemos”, dice. En 2016 los estudiantes del Pellegrini tomaron la escuela para denunciar que dos preceptores acusados por violencia, amenazas y abuso sexual iban a ser ascendidos. Reclamaban que dejaran de tener contacto, en sus tareas diarias, con estudiantes. En ese momento la conducción estaba a cargo de una dupla femenina que hizo historia en la lucha reciente estudiantil feminista: Ofelia Fernández y Victoria Camino. Además de sostener tomas contra los violentos, la presidenta y la secretaria general lograron el primer protocolo contra la violencia machista en el Pelle. Su implementación aún está en discusión. Ofelia dejó su huella en sus apariciones mediáticas, cuando un conductor televisivo famoso por confrontar con estudiantes secundarios le dijo “chiquita”. Ella se plantó: “Chiquita no me digas”. La frase se volvió una remera.

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Ofelia y Victoria abrieron camino. Hoy en la Ciudad de Buenos Aires hay 15 colegios liderados por mujeres, según un vídeo publicado por la Revista Anfibia. Laura Hernández Arregui es una de ellas. A los 17 años es la flamante presidenta del Centro de Estudiantes de Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE), que también depende de la Universidad de Buenos Aires. Para ella la militancia en ese espacio fue clave para su devenir feminista: “Mi educación no era de censura pero toda la deconstrucción y formación la encontré en el Centro de Estudiantes”, dice con el pañuelo verde de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en el cuello. Está ansiosa porque fue propuesta para hablar en las audiencias informativas en el Congreso donde se están tratando los proyectos de despenalización y legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Hoy es una de las luchas más convocantes para las escuelas secundarias. Hace poco, en un colegio católico de la localidad de Berazategui pidieron a los y las estudiantes que pegaran carteles en contra del aborto. Eso provocó una respuesta feminista y estudiantil: más de 25 secundarios junto a terciarios y facultades llevan adelante un plebiscito para posicionarse frente al proyecto de ley.

La lucha por la Educación Sexual Integral como columna vertebral

En el Pellegrini, Azul y sus compañeras llevan adelante la página “No es no”. Acompañan y contienen situaciones de acoso y abuso, un tema que preocupa puntualmente a la mayoría de los y las estudiantes organizados porque las historias emergen con una rutina que desborda la demanda.

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“Creemos que los varones abusadores tienen que llevar adelante un trabajo junto a otros compañeros que tengan ganas de ayudarlos, antes de que el colegio se haga cargo”, plantea Azul. En la misma línea Cindy aporta: “Marcar a una persona que quizás tiene 13 años es terrible. No se hace un seguimiento de lo que pasa después del escrache. Los abusadores de la secundaria son muy chicos y se los marca”.

Manifestación del último 8 de marzo

Hay una doble falta de implementación rigurosa: por un lado, de protocolos para intervenir en casos de violencia machista y, por el otro, de la ley de Educación Sexual Integral (ESI), vigente en Argentina desde 2006. Este panorama abre un hito entre la responsabilidad institucional y la realidad cotidiana. De acuerdo a una investigación de la consultora D'Alessio Irol, publicada en el diario Clarín, sólo dos de cada diez alumnos de escuelas secundarias públicas y privadas de la Ciudad y la provincia de Buenos Aires reciben contenidos vinculados a educación sexual integral de manera habitual.

En ese hueco, en los secundarios porteños se multiplican los espacios de solidaridad entre pibas. “Cubrimos lo que el colegio no cubre con charlas y acompañamientos”, explica Cindy. Así fue también cómo surgió Proyecto Sororidad en ILSE: se trata de un grupo integrado por mujeres y varones trans que nació dentro de la comisión de géneros del Centro de Estudiantes como una iniciativa de apoyo y acompañamiento a adolescentes que atravesaron situaciones de violencia machista. También empujan actividades de formación y debate. El último 8 de marzo, Día del paro internacional de mujeres, lesbianas, travestis y trans, organizaron una jornada de lucha en la escuela. Las pibas intervinieron con frases, carteles y cintas cada uno de los pisos del colegio en base a tres ejes temáticos: feminismos (violeta), violencia machista (negro) y aborto seguro, legal y gratuito (verde). Luego marcharon hasta el Congreso 150 estudiantes.

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Manifestación del último 8 de marzo

Hace poco, el rector del ILSE anunció al estudiantado que harán una jornada sobre Educación Sexual Integral. Festejaron con un aplauso cerrado. Helena Duek tiene 17 años, también forma parte de proyecto Sororidad. Cree que esta iniciativa del rector tuvo que ver con su activismo en la escuela.

Los y las pibes saben que el Estado es responsable de la falta de respuestas institucionales pero también reconocen que es importante que esos espacios los “impulse el movimiento estudiantil secundario”. Lucas Grimson, que es secretario de asuntos externos del ILSE, señala: “Estamos luchando por un protocolo contra la violencia de género”. Aunque son mayoría mujeres e identidades femeninas quienes activan dentro de los espacios feministas sub-18, varones como Lucas se suman a deconstruirse, pensarse y empujar junto a las compañeras porque si hay algo que tienen claro los y las pibes es que se trata de una apuesta a cambiarlo todo.

Manifestación del último 8 de marzo

A fines de 2017, durante una toma, el rector del Nacional de Buenos Aires sacó un comunicado informando que un alumno/a había sufrido un abuso. El Centro de Estudiantes criticó la actitud del entonces rector Gustavo Zorzoli, quien mediatizó el tema sin preguntarle a la víctima cuando ya estaba planteado que sería tratado en el consejo de convivencia. En ese momento, los estudiantes consideraron que usó el hecho para deslegitimar la protesta que estaban llevando adelante. El caso tuvo una enorme repercusión mediática.

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Feministas Centennials

Otra de las puertas de entrada al activismo para los pibes de esta generación feminista sub-18 es Internet. Helena dice que las “redes sociales y el ciberactivismo fueron fundamentales, porque hay muchas cuestiones que no sabríamos que existen si no fuera porque lo leemos en Internet. Ahora hay un acceso diferente a la información”.


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Candela Omodeo tiene 16 años, secretaria de género del Centro de Estudiantes del ILSE y también integrante de Proyecto Sororidad coincide: “en las redes aprendes a debatir, a tener paciencia con respecto a las opiniones de otras personas”. Ella establece una diferencia entre el “activismo” en las redes sociales y la militancia “en la vida real”: “Fuera de Internet me gustó mucho más tener el valor de salir a las calles, marchar, armar paneles e interpelar a las personas a través de esas herramientas y no a través de hilos de Twitter.

Candela encontró en el grupo de Sororidad un espacio de apoyo: “Yo salí del closet y un chico que iba a mi colegio se burló de mí a través de historias de Instagram. Fui al grupo y ahí pude contarlo”. “Hay un sentimiento hermoso de ayuda constante. Está bueno que se generen grupos así en muchos más colegios”, señala.

Feminismo intergeneracional

La transmisión y el intercambio generacional es uno de los pilares de la política feminista. En los Encuentros Nacionales de Mujeres que se hacen en Argentina hace más de tres décadas confluyen pibas, jóvenes, viejas durante tres días en tres días de debate y formación de todos los temas que preocupan a mujeres, travestis, lesbianas, y trans.

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Helena señala con claridad este intercambio: “Hay algo con nosotras que somos de esta generación con nuestras madres que son de otra generación: quizás nosotras les podemos enseñar a ellas cosas, ayudarlas a descubrir libertad que pueden tener y no lo sabías”, dice. Y cuenta que hace poco su mamá compartió en Facebook una imagen sobre acoso callejero.

Ni Una Piba Menos

“Pensás que no va a pasar nada porque lo ves en la tele y ves barrios que nunca escuchaste ni siquiera el nombre. De repente entras en la comisión género y estás difundiendo que a una piba no la encuentran”, dice Cindy en un tono de voz que transmite entre preocupación y seriedad.

Manifestación del último 8 de marzo

En la antesala del primer Ni Una Menos, a fines de 2014, en el balneario uruguayo Barra de Valizas fue encontrada asesinada la adolescente porteña Lola Chomnalez, tenía 15 años. Muchas pibas de esta generación hija del Ni Una Menos señalan ese femicidio, que aún está impune, como un hecho que “las marcó un montón”. Algunas conocían a Lola, otras eran cercanas a sus amigos.

Mirar las estadísticas oficiales de los femicidios atravesadas con el vector edad muestra que los asesinatos de pibas de entre 16 y 20 años prácticamente se cuadruplicaron en los últimos 3 años. Y las víctimas de entre 11 y 15 años se triplicaron.


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Otro de los femicidios que también señalan las pibas como paradigmáticos es el de Anahí Benítez. Al igual que el crimen de Lola sus muertes están impunes. El 4 de agosto de 2017 encontraron su cuerpo en la Reserva Santa Catalina de Lomas de Zamora. Tenía 16 años y hacías seis días que sus compañeros y compañeras de la escuela Escuela Normal Superior Antonio Mentruyt (ENAM, de Banfield) la buscaban. Habían logrado viralizar la foto con su cara en las redes pero también en el barrio, donde no había quedado un poste vacío sin su volante de búsqueda. Cuando supieron que la habían matado, la comunidad educativa convocó a una masiva marcha al Congreso, que se llenó de pibas y pibes duelando juntxs.

Sofía Montenegro ya terminó en el ENAM. Ahora estudia Ciencias Políticas en la UBA. Hasta el año pasado era presidenta del Centro de Estudiantes. Es 4 de abril y está en la Plaza Grigera, cerca de su ex escuela, porque está por empezar el acto para recordar a Anahí. Todos los 4 de cada mes empuja alguna acción junto con los y las estudiantes. Hoy se cumplen 8 meses de aquel día en el que escuchó lo que no querían escuchar en el gimnasio del colegio: era Anahí.

Manifestación del último 8 de marzo

Sofía apunta contra la investigación deficiente que tardó seis días en encontrarla. También contra el machismo mediático que cuestionó a la víctima y hurgó en su intimidad, entre otras violencias simbólicas cuando ya la habían encontrado asesinada.

María Juana tiene 16 años y está en 5to año del ENAM. Es la secretaria del Centro de Estudiantes. No era amiga de Anahí pero la había cruzado en marchas. Eso la obliga a recordarla como una militante y una artista. Se habían visto el 24 de marzo de 2017 y en otra acción contra la violencia institucional. María Juana tiene su pañuelo verde abortero pero dice que no se considera feminista, que primero es anarquista. Y afirma: “Seguro que mi generación no es tan machista como la anterior”.

En Argentina es común cruzarse con una piba joven con un pañuelo verde atado en la mochila, en la muñeca o recogiendo su pelo: en el subte, en el colectivo, en un recital, una obra de teatro, en la calle. El presente ya es feminista. Las hijas de Ni Una Menos lo están protagonizando con compromiso militante, pañuelos verdes y, también, glitter