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Fracasos

Tres historias de fracaso que terminaron en éxito

Es difícil crear un proyecto exitoso, pero es aún más difícil sobrevivir a un fracaso rotundo. Tres personas nos platican de cómo la cagaron y cómo salieron adelante.
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ilustración de Andonella
Ilustración por Andonella
Ilustración por Andonella.

Esta nota es presentada por Shark Tank México

El año pasado escribí un librito sobre unos amigos que se dedican al clown. En las entrevistas se estremecían al recordar lo rico que es cagarla frente a todos. Según me decían, para el payaso no hay mejor orgasmo que errarla en el escenario para beneplácito de otros.

Lo chido del clown es que le chambea para ser lo más vulnerable posible, echar a la basura el ego que nos obliga a mostrarnos siempre muy chingones y defender la riqueza del fracaso.

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Por más mamón que parezca, también la gente picuda, la que se dedica a los negocios y no al arte, te dice que le bajes tres rayitas a tu complejo de “yo las puedo todas” y mejor te hagas a la idea de que al momento de emprender sale mejor librado un morro que sabe romperse, caerse, chillar y recuperarse que un Don Vergas.

No es que soñar con ser el chido esté pasado de moda, no. Lo que te dice la nueva generación de banda emprendedora es que está bueno relajarse, perder el miedo al qué dirán, quitarte esta onda de que si no te sale a la primera ya mejor ni seguirle porque la neta es que siempre vendrán tiempos mejores, como decía Yuri.
Primero hay que bailar con la más fea antes de ser el preferido de la quinceañera, y aquí hay tres ejemplos de ello.

Claudia de Herrera, Kichink

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Actualmente Kichink es una de las plataformas de compra en línea más exitosas en México, con más de 100 mil tiendas en la plataforma vendiendo de todo. En pocas palabras, la cosa está que arde –lo opuesto a hace cinco años, cuando parecía que muy poquita gente o casi nadie le iba a entrar a la merca por internet.

Claudia de Herrera, una de las fundadoras de Kichink, dice que a ella y a sus socios les temblaron las piernitas poco antes de que lanzaran la plataforma. En ese entonces, dirigían una agencia de aplicaciones y páginas web. Desde ahí diseñaron carritos de compra para un montón de clientes que pensaban entrarle de lleno al comercio electrónico. Y pum. A los pocos meses, ningún cliente quería su carrito porque no vendían o todavía no le hallaban a la fórmula para hacer comercio por internet. “Si la gente ya no quiere lo que haces, se convierte en un problema”, me comenta Claudia.

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El asunto es que les valió: Claudia y su equipo ya estaban muy decididos con la idea de que el comercio por internet en México era un bebé a punto de crecer, le pusieron el doble de huevos y fueron construyendo la tiendita que ahora conocemos mientras seguían haciendo ondas en la agencia para ganar dinero sin tener mucha seguridad de cuándo la lanzarían, si iban a tener clientes y si resultaría como esperaban.

Para ese entonces ya estaban más hechos a la idea de que cuando le entras a hacer business juegas en el filo de la navaja; siempre se mueve el tapete, pero no hay que sacarle al peine. “Llevo cinco años haciéndolo terrible y equivocándome en cosas que nos cuestan clientes y dinero porque siempre estás en la delgada línea del fracaso”. Pero eso no ha sido impedimento para hacer de esta la plataforma mexicana más socorrida por la banda que tiene changarro de discos, ropa, zapatos o juguetes y quiere entrarle a la venta por internet. “Al final, un fracaso no es un fracaso si sabes qué hacer con eso: si la caca abona a la tierra que después va a dar fruto”.

Leticia Gasca, Fuck Up Nights

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La cago yo, la cagas tú, la caga la egresada de Negocios. Y no hay fijón.

“Luis López de Nava (cofundador de Fuck Up Nights) dice que el fracaso es un estado mental. Y tiene razón. No porque el negocio fracase, [significa que] tú eres un fracasado”, comenta Leticia Gasca, también fundadora de las Fuck Up Nights y del Instituto del Fracaso.

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Ella se tropezó hace 10 años porque puso un negocio para vender artesanías de mujeres indígenas de la Sierra Negra de Puebla con un modelo de comercio justo. Pero las cosas no salieron como ella y sus socios planearon. “Las artesanías no se vendían o nosotros no sabíamos cómo venderlas. Durante años trabajamos sin sueldo porque no alcanzaba el dinero y básicamente esperábamos que llegara un milagro”.

“Me rompió el corazón porque yo inicié eso esperando generar un impacto positivo y al final terminé generando un impacto negativo en la vida de las artesanas”.

Lo que pasa es que lo hicieron todo al pie de la letra, como las escuelas de negocios te enseñaban a bisnear hace varios años: te sentabas un ratote a planear, llenabas biblias enteras para explicar tu idea y, ahora sí, te lanzabas a conquistar el universo. Ahora es más o menos distinto: tienes una idea, pruebas, ajustas, vas y, de cualquier forma, es más probable que fracases una o varias veces a que pegues chicle luego luego.

Por eso, Leticia y varios más se aventaron a hacer las Fuck Up Nights, unas reuniones que se realizan en 200 ciudades del mundo, donde los emprendedores cuentan cómo se dieron en la madre y cuánto les costó el error. Cuando los escuchas sientes que no eres el único loser perdido en el espacio y te das cuenta de que “la perfección es una trampa”.

Imagínate cuánta raza la riega alrededor del mundo que en las Fuck Up Nights se han contado mil 578 historias de fracaso en seis años y en ocho idiomas distintos. Además, si los mexicanos somos medio zacatones para el fracaso, dicen que los japoneses son peor: no la pueden cagar tantito porque se piratean gacho.

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Fric Martínez, Startupismo

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Hubo un momento en el Fric tenía el respaldo de 240 inversionistas vía crowdfunding, pero los negocios no rindieron frutos y tuvo que salir al quite para responder ante ellos. Y la libró. Ahora da conferencias sobre cómo crear empresas sin pensársela tanto.

“No existe el fracaso: hay formas de hacer las cosas y te tienes que tropezar para avanzar más. Siento que el fracaso es puro aprendizaje, es pura información, pero debes tener los huevos para verlo de esa forma”, dice por teléfono.

Él tenía una empresa de animación –no le iba mal–, pero vendió una parte para invertir en una startup que vendiera animaciones a los emprendedores por internet. La idea de Fric era mejorar las horribles presentaciones que se utilizan para pitchear una idea de negocio.

“Nos dimos cuenta de que los mexicanos no compran cosas por internet, sobre todo, si cuestan más de 200 o 300 pesos. Otra cosa que aprendimos que les gusta el trato humano y no con una máquina”.

Al mismo tiempo, le entró a otra empresa que desarrollaba una app para que los latinos en el gabacho recargaran saldo con descuento. “(A los inversionistas) prometí darles un retorno si lográbamos cierta cantidad de usuarios, pero no llegamos ni siquiera a la primera meta porque Donald “Trompas” llegó al poder en Estados Unidos e hizo que los latinos tuvieran miedo de meter su tarjeta de crédito en la aplicación”.

Las dos ideas se fueron al caño y Fric tuvo que decir la verdad a los 120 inversionistas de una y a los 120 de la otra: no había forma de regresarles ni capital ni intereses. Pero sí, el libro Startupismo escrito por él mismo y asesorías y videos, si querían. “Los que menos pusieron se quejaron más; los que más me sorprendieron fueron los que me dijeron ‘no me des nada, así son los negocios, sé que siempre es un riesgo invertir. No me mandes el libro, te lo voy a comprar”.

Sin los tropezones, las conferencias de Fric no existirían o sabrían insípidas, sin carnita. Porque sin fracaso no tiene caso.

“Estamos llenos de fracaso todo el tiempo y si no asumes que la vida es una mierda y no importa, vas a estar sufriendo por todos los fracasos. Tendrás una avidez por lo bueno y una aversión por lo malo”.

Shark Tank México es un programa enfocado en emprendedores, ideas, sueños y cómo crear un negocio exitoso.
Lánzate al tanque todos los viernes a las 9pm por Canal Sony #SigueLoOriginal #SharkTankMx