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Cultură

Polvo de Ángel

Angel Dust, el DJ de La Paloma, lleva cinco años preso en Panamá por un delito que dice no haber cometido.

Con su trabajo en el estudio dentro de la cárcel, Paco se ha ganado el respeto de la mayoría de los presos.

A orillas del Canal de Panamá se levanta El Renacer, una prisión que concentra principalmente a narcotraficantes y homicidas. El preso más famoso en esta cárcel es sin duda el ex dictador Manuel Antonio Noriega, quien se encuentra recluido ahí desde diciembre del 2011. Otro de los presos, es el DJ mexicano conocido como Profesor Angel Dust, quien en 2008 fue sentenciado a 12 años de prisión por narcotráfico.

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Angel Dust creció en la Ciudad de México como Francisco Ángel López Morán, o Paco, como lo llaman sus amigos. A los 14 años lo secuestraron, lo llevaron a un descampado y le quitaron su dinero. Poco después de este incidente, su familia decidió mudarse a Canadá, donde Paco se desarrolló como músico. De Toronto dio el salto a España. Seducido por Barcelona, creó allí su hogar a finales de los ochenta. Ya en los noventa convirtió La Paloma en uno de los clubs más movidos con sus sesiones Bongo Lounge. Conocía la noche, sacó varios discos y, junto con Ángel Molina, marcó los principios de la electrónica española: una electrónica machacona que empezaba a evolucionar. “La música que tocaba siempre se caracterizó por un amplio espectro de estilos: dub, funk, soul, latin grooves, drum’n’bass”, afirma Paco. “Tenía mi propio sello de hip-hop (R.I.C.O. Entertainment) y como Prof. Angel Dust produje Guapacheando y Pachuco Watusi”. Participó en varias ediciones del festival Sónar, colaboró con gente como Bigas Luna y Malcom McLaren y su remix “Oye cómo va” fue tan conocido que era imposible no bailarlo, incluso para aquellos con problemas psicomotrices. Casado con una despampanante modelo nacida en Botsuana, con quien tuvo una niña, su vida transcurría entre su casa y el club.

Ése es su pasado. Su presente se encuentra en Gamboa, a 25 kilómetros de la Ciudad de Panamá. Una carretera irregular me conduce hasta El Renacer, la cárcel menos infernal de un sistema penitenciario que no se da abasto; peleas, hacinamiento, intentos de fuga. Inmersa en una vasta vegetación, parece un escenario de Jurassic Park, salvo que aquí los dinosaurios han sido sustituidos por personas. Tras pasar el incómodo control de seguridad, me reúno con Paco. Un par de guardias horondos y armados me informan deque no se permite ingresar con teléfonos móviles, grabadoras, ni dinero. Llegar hasta este punto fue fácil, fue suficiente con un permiso de visita. Sin embargo, localizar al abogado de Paco, Arturo González Baso, me costó varias semanas.

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Paco me espera complacido y complaciente. Tiene un aspecto saludable; los ojos azules y la melena rubia siguen intactos. Sus padres pueden estar tranquilos, aunque ya no es quien era. Ahora es DJ Professor Angel Sound. “Después de lo ocurrido mi mujer, Kene, me dijo que tenía que cambiar de energía. Al final, esa dicotomía que existe con Angel Dust (Polvo de Ángel) —sonríe— no ha sido del todo buena”.

El Renacer es una cárcel relativamente menos violenta en comparación a los demás penales panameños.

El 14 de septiembre del 2008, Paco fue detenido junto a su esposa en el aeropuerto de Tocumen, Panamá; cada uno llevaba cinco kilos de cocaína adosados al cuerpo. Probablemente en ese mismo lugar y a esa misma hora, miles de kilos se introducían por otra ruta rumbo al mismo destino, España, pero eso no lo sabemos. “Vine a Panamá engañado, a tocar en un evento que fue una farsa”, recuerda Paco. “El último día, después de una disputa telefónica con los falsos promotores, nos citaron en un hotel de mala muerte donde supuestamente me iban a pagar lo que habíamos acordado. Sin embargo, al llegar a la habitación del hotel un sujeto cogió a mi hija en brazos y leyó una lista con los nombres y direcciones de mis padres y hermanos. Nos hizo saber que estaba armado y nos dijo que hiciéramos lo que nos indicaba. […] Nos puso la droga con cinta en el cuerpo y nos vistió con una ropa que parecíamos payasos”, afirma rabioso. La gente que me conoce sabe que yo viajaba constantemente y por mi imagen de artista, siempre me han revisado en todos los aeropuertos. Llevar eso pegado al cuerpo, vestidos de esa forma, sería la decisión más estúpida de mi vida”, explica.

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Les advirtieron que no intentaran hablar con la policía del aeropuerto porque estaba involucrada y sería peor. Dice Paco que era muy difícil desprenderse de la droga porque la tenían pegada al cuerpo. Pensaron contactar a las autoridades internacionales pero en el primer control los cazaron, “obviamente la policía no estaba compinchada”, añade. Por eso me encuentro con él, cinco años después, hablando de aquel día, del pasado sin poder olvidarlo y sin poder cambiarlo.

“Me hacen gracia todos esos tópicos que existen, aquí no hay tipos duros, sólo una gran deshumanización, cuando entras no ves al malo y al bueno, esos arquetipos están destruidos, sólo hay pobreza”, asevera Paco. Sin embargo, a pesar de no percibir ese estado maniqueo, la energía no me invita a quedarme. En un patio previo a los barracones, nos sentamos bajo un techo de hojalata que construye una cabaña. Ahora nos protege del sol y más tarde de la lluvia. Antes de este encuentro y antes de este lugar, Paco estuvo recluido en La Joya, una de las peores cárceles panameñas. Allí pasó tres meses que parecieron tres años. Cayó enfermo hostigado por las miles de bacterias ajenas a su cuerpo, “la calidad del agua, eso es lo que te destruye” y gracias a eso, al consulado canadiense y a su amigo Héctor Herrera (cineasta panameño conocido por su documental One Dollar), llegó a donde hoy se encuentra.

Un viejo estudio de música abandonado sirvió de excusa para trasladarlo a El Renacer y de paso, probablemente, para salvarle la vida. Recuerdo que Arturo, el abogado, me comentó que El Renacer es como un resort de vacaciones. Según Paco, “La Joya parecía el barco de Moby Dick, es mucho más peligrosa, los extranjeros estábamos en un pabellón aparte, con un código más estricto, sin armas, no se roba”.

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En la sección “galería”, cada celda alberga hasta seis presos.

El Renacer fue manejado por los estadounidenses durante el tiempo en que estuvieron en Panamá, entre 1914 y 1999. Desarrollaron un sistema de segregación entre los presos estadounidenses de raza blanca llamado Gold Roll, y otro entre negros, chinos y criollos: Silver Roll, en peores condiciones. En la actualidad, la prisión cuenta con cuatro secciones, galería, pabellón, anexos y la famosa área verde, la más cómoda de todas. Noriega entró en ella el primer día de su extradición a Panamá. A Paco le costó varios años llegar a ese espacio, además de ser uno de los cuatro o cinco extranjeros recuidos en El Renacer. Justo delante de nosotros se extiende un conglomerado de hormigón, una construcción básica y simple. Elevada del suelo y sin paredes pero con barrotes, se dibuja una masa en la que conviven decenas de presos. En ese lugar al que llaman galería, Paco permaneció tres años antes de ser trasladado a la celda en la que hoy se encuentra. ¿No tiene ventanas? pregunto. “Exacto. Es un almacén al aire libre pero con techo. Cuando estaba allí mis compañeros tenían la televisión puesta todo el día. Las 24 horas. Todo eran telenovelas venezolanas o de Miami en las que los personajes se repetían, el actor que hacía de galán en una, después era el malo en otra; era horrible”.

Aunque me asegura que su relación con los otros presos es buena, me cuenta que ha visto cosas salvajes ahí dentro. “Una vez vi cómo apuñalaban a un tipo entre varios y después tiraban su cuerpo, eso fue impresionante. A veces la gente se vuelve loca, empiezan a pelearse, a quemar colchones, entonces la policía entra, tiran bombas lacrimógenas y disparan al aire. En ese momento sientes miedo, sabes que cualquier cosa puede ocurrir”.

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Quizás he visto demasiadas películas, pero además de historias de violencia, siempre se escucha de los riesgos de ser sodomizado dentro de las prisiones, y por el aspecto de Paco, asumo que podría ser atractivo para otros presos, sin embargo, no parece preocupado. “No creas, no hay una conducta homosexual explícita. Aquí en Panamá rechazan esa conducta, es en las cárceles femeninas donde algunas mujeres crean sus machitos. En realidad, la gente de aquí se ríe de los homosexuales pero hablan abiertamente de su conducta con animales. Se follan a yeguas, caballos y gallinas”.

El viejo estudio de música de El Renacer ha sido transformado por Paco. Su proyecto musical Paz en el Gueto, que existe dentro del programa de rehabilitación a través de la música, definitivamente genera resultados más positivos que las prácticas tradicionales de costura y carpintería. En eso coincide Ángel Calderón, presidente del sistema penitenciario de Panamá, quien afirma que “la música es positiva siempre que no sea violenta” y que “el ocio lleva a pensamientos negativos mientras que la música apacigua los niveles de violencia”. Por el estudio han pasado más de 20 músicos, además de numerosas colaboraciones. “Muchos de ellos ya han salido y están trabajando en la industria musical”, amplía Paco satisfecho y continúa “los que trabajan en el estudio están interesados en aprender. La parte técnica de producción la enseño paulatinamente. Trabajo con cada uno y les ayudo a desarrollar las canciones, las melodías. Mientras grabo a uno, el resto aprende observando y asistiéndome”.

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En el estudio, de no más de 20 metros cuadrados, se produce RnB, reggae roots y obviamente reggaeton, esa música que nació en la ciudad panameña de Colón y que se ha extendido por todo el mundo. “Al principio, cuando llegué, no tenía nada. Fue gracias a las donaciones de un sello de Barcelona con el que había trabajado, que me mandaron una tarjeta de sonido y un teclado. También gente de la Cábala ayudó a restaurarlo y varios productores como Olmedo Alfano donaron equipos”. Trabajando con otros presos, le pusieron cristales, aire acondicionado, lo insonorizaron y lo revistieron con cartones de huevo.

“La vida es corta pero ancha”, el lema de Paco, tatuado por Dr. Lakra, a quien conoce desde que iban juntos a la guardería.

Una persona privada de libertad aspira a alcanzarla aunque después no sepa qué hacer con ella. Paco ha trascendido esa esfera reflexiva y caduca, y él sí tiene planes. Al margen de su trabajo con los presos, Paco, bajo su nuevo nombre artístico, compone música: “básicamente Moombahton y Trap”. En breve verán la luz varios EPs que ha compuesto con distintos sellos. La banda sonora del documental Angel & Dust, dirigido por Héctor Herrera lleva su huella además de su historia.

Mantenerse vivo y sano en la cárcel resulta costoso. Por eso me pide Paco que le lleve unas cuantas cosas para comer, sobre todo verduras. “Dentro no nos dan nada, tenemos que abastecernos nosotros, si no tienes dinero para un mínimo confort, estás perdido”, me cuenta Paco, quien antes de entrar a la cárcel era vegetariano macrobiótico. “Imagínate, a veces ni me atrevo a ir al comedor. La gente caza de todo, estamos en una jungla, cazan armadillos, boas, monos, lo que pillan y se lo comen”.

Respecto a Noriega, desconocemos la dieta que dedican al ex dictador panameño que gobernó Panamá desde 1983 hasta 1989. Después de estar preso en Estados Unidos, acusado de narcotráfico, y de haber cumplido una condena en Francia por blanqueamiento de dinero, Noriega fue extraditado a Panamá en diciembre de 2011. En la actualidad afronta tres condenas más por el asesinato de opositores, cada una de 20 años. Ingresó en El Renacer con 77 años y desde ese momento, es el preso más famoso, aunque “no se le ve mucho, antes solía caminar para hacer ejercicio, está muy vigilado, siempre le acompañan varios guardias”, comenta Paco. Su edad y su estado físico podrían enviarle a prisión domiciliaria. Esta posibilidad, además de tener una celda extremadamente cuidada, ha provocado crispación en la sociedad.

Le pregunté si sigue con su mujer. “Sí, seguimos juntos. En parte seguimos todavía vivos gracias a que nos ayudamos el uno al otro, ella es muy fuerte. Ambos nos hemos mantenido a flote, ha sido más fácil”. Me dice Paco que la última visita conyugal fue hace dos años, pero que él ha transcendido al sexo.

Mientras vemos a lo lejos buques gigantes atravesando el canal, me cuenta cómo se escaparon unos colombianos hace tiempo, “saltaron por allí y otros les estaban esperando. También un judío ex miembro de la Mossad que estuvo prisionero, un día con lluvia, escaló la verja y desapareció entre la jungla. Así de fácil. Ahora hay dos verjas y mucha más protección, cámaras de vigilancia, sensores de movimiento, además, desde que llegó Noriega, todo está mucho más vigilado y son más susceptibles”.

Paco no piensa en saltar ninguna alambrada, sino que lucha por una reducción de los más de seis años que les quedan por cumplir tanto a él como a Kene. Espera que su trabajo en el estudio sea reconocido, pero hasta el momento el sistema penitenciario no ha hecho nungún pronunciamiento. Según Paco, este proceso tan largo y tedioso le ha ayudado a tener paciencia, a no preocuparse por el futuro y a estar en el presente.

Antes de irme, le pregunto qué es lo que más añora, a lo que me responde con cierta nostalgia: “Sumergirme en el mar”.