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La pura puntita

La pura puntita: Facsímil

Un adelanto del nuevo libro de Alejandro Zambra.

Ahahahahahahaha. Ya teníamos abandonada este espacio, pero como Alejandro Zambra nos la deja bien parada, no tuvimos de otra más que reactivar ésta, tu sección de literatura de VICE, La pura puntita. Facsímil es la nueva entrega del escritor chileno, que —en México— publica Sexto Piso. El relato está escrito como si fuera la prueba de aptitud académica que se aplica en Chile para los aspirantes al nivel universitario, con respuestas de opción múltiple. Como si no fuera poco el nerviosismo, la tensión y el trauma que nos evoca este formato, el libro está cargado de un lirismo espectral y a la vez cotidiano. Es triste y hermoso. Y triste.

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Puedes leer más cosas de Alejandro Zambra en VICE, acá.

Foto vía.

IV. ELIMINACIÓN DE ORACIONES

En los ejercicios 55 a 66, señale qué oraciones o párrafos del enunciado pueden ser eliminados, porque no agregan información o no guardan relación con el texto.

55.
(1) Durante años nadie vino a visitar mi tumba.
(2) Tampoco esperaba a nadie, a decir verdad.
(3) Pero hoy vino una mujer a dejarme flores.
(4) Cuatro rosas rojas, dos rosadas y una blanca.
(5) No sé quién es, no recuerdo haberla conocido.
(6) No creo que sepa que fui una mierda de persona.

A) Ninguna.
B) 2
C) 4
D) 5
E) 6

56.
(1) Hay hamburguesas en el refrigerador.
(2) También unas lechugas y mostaza.
(3) Me fui a la playa con los niños.
(4) Es normal, son mis hijos también.
(5) Te tengo miedo.
(6) Y ellos también te tienen miedo.
(7) Y eso también es normal.

A) Ninguna.
B) 1 y 2
C) 2
D) 4
E) 7

57.
(1) El toque de queda consiste en la prohibición de circular libremente por las calles de un territorio determinado.
(2) Suele decretarse en tiempos de guerra o de revueltas populares.
(3) La dictadura lo impuso en Chile desde el 11 de septiembre de 1973 hasta el 2 de enero de 1987.
(4) Una noche de verano mi padre salió a caminar sin rumbo fijo. Se le hizo tarde, tuvo que dormir en casa de una amiga.
(5) Hicieron el amor, ella quedó embarazada, yo nací.

A) Ninguna.
B) 5
C) 1, 2 y 3
D) 4 y 5
E) 2

58.
(1) No quería hablar de ti, pero es inevitable.
(2) Ahora estoy hablando de ti. Y estás leyendo, y lo sabes.
(3) Ahora soy un texto que tú lees y no quieres que exista.
(4) Te odio.
(5) Quisieras el poder de los censores.
(6) Que nadie más leyera estas frases.
(7) Te odio.
(8) Me cagaste la vida.
(9) Ahora soy un texto que no puedes borrar.

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A) Ninguna.
B) A
C) B
D) C
E) D

59.
(1) Le detectaron cáncer de mama a los 65 años.
(2) Tuvieron que sacarle uno de sus pechos.
(3) Poco tiempo después le empezó el Alzheimer.
(4) Desconocía a sus hijos, a sus nietos, a todo el mundo.
(5) Me desconocía incluso a mí.
(6) Pero nunca olvidaba que le faltaba un pecho.

A) Ninguna.
B) 1
C) 2
D) 4
E) 5

60.
(1) Al papá de mi mamá lo vi sólo tres veces en la vida. No está claro cuántos hijos tuvo: más de veinte, menos de treinta, según los cálculos de mi madre.
(2) La primera vez vino a nuestra casa de noche, estábamos a punto de dormir. Nos presentó a Verónica, su hija más chica, tenía cuatro o cinco años, era menor que yo.
(3) Saluden a su tía Verito, nos dijo a mí y a mi hermana. Y después: tengo anotadas las fechas de sus cumpleaños, nunca me olvido de mis nietos.
(4) Se fueron cerca de la medianoche, en una Renoleta. Hacía frío. Mi mamá tuvo que prestarle a la Verito un suéter de mi hermana.
(5) Nunca te van a devolver ese suéter, le dijo mi madre a mi hermana, conteniendo la rabia, o quizás resignada, mientras tomábamos desayuno.
(6) La segunda vez que lo vi, tiempo después, fue para un cumpleaños de mi mamá.
(7) Ella estaba feliz. Me acuerdo de esa frase absurda y verdadera: él siempre va a ser mi papá.
(8) La última vez que lo vi fue en un hospital. Compartía pieza con otros tres viejos moribundos. Me dijeron que entrara a verlo, a despedirme.
(9) Miré a los viejos, todos muy parecidos. Traté de reconocer al papá de mi mamá, pero no pude. Los miré un rato y me fui.

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A) Ninguna.
B) 3
C) 4 y 5
D) 7
E) 8 y 9

61.
(1) Mientras preparamos el té, Mariela me cuenta que en su colegio había una monja embarazada.
(2) Le pregunto que dónde, que cuándo. En el Mater Dei. Yo era muy chica, estaba en cuarto básico.
(3) Los ojos de Mariela son pardos. Por un segundo consigo imaginar su cara cuando niña.
(4) La tenían escondida, pero la vimos una vez, dice. Nos pidieron que guardáramos el secreto.
(5) Le pregunto si guardaron el secreto. No sé si mis compañeras, me responde, pero yo sí.
(6) Eres la primera persona a la que se lo cuento, me dice.
(7) ¿Treinta años después?
(8) Sí, treinta, me dice.
(9) Baja la vista hacia sus manos. Yo también miro sus manos.
(10) Pellizca o acaricia una miga de pan. Enciende un cigarro.
(11) No, dice luego, pensativa: treinta y cinco.

A) Ninguna.
B) 3
C) 9
D) 10
E) 11

62.
(1) En Chile nadie saluda en los ascensores. Te subes y finges que no ves, que eres ciego. Y si saludas te miran raro, a veces ni siquiera saludan de vuelta. Compartes la fragilidad en silencio, como un sacrificio.
(2) Qué costaría saludarse, piensas, mientras la puerta se abre en un piso intermedio. Ya son nueve, diez personas, no caben más. En los auriculares de alguien suena una canción que conoces y te gusta.
(3) Sería más fácil que abrazaras a la mujer que tienes enfrente. Lo que tú y ella comparten es el esfuerzo de evitar el roce.
(4) Recuerdas un castigo cuando niño, a los ocho: estabas en el baño de mujeres dándote besos con una compañera. No era la primera vez que se besaban, era un juego, un desafío. Una profesora los vio, los retó, los llevó a la inspectoría.
(5) El castigo fue obligarlos a estar frente a frente, tomados de ambas manos y mirándose fijo, en el centro del patio, todo el recreo, mientras el resto de los niños les gritaba tonterías.
(6) Ella lloraba de vergüenza. Tú estabas a punto de llorar pero mantuviste la vista en su cara, sentías una especie de fuego triste. Se llamaba Rocío, la niña.
(7) ¿Cuánto duraba el recreo? Diez minutos, o quince. Nunca volviste a mirar quince minutos enteros la cara de alguien.
(8) Sería más fácil abrazar de una vez a la desconocida que tienes enfrente. Ambos bajan la vista, eres más alto que ella. Te concentras en su pelo negro todavía mojado.
(9) Las hebras enredadas del pelo largo y liso: piensas en las cabelleras que desenredaste algunas mañanas, con cuidado. Aprendiste la técnica. Sabes desenredar el pelo de los demás.
(10) Ya bajaron casi todos, sólo quedan ella y tú. Aprovechan cada nuevo espacio disponible para distanciarse. Podrían estar aún más lejos, aferrarse cada uno a su rincón, pero eso sería demostrar algo, sería lo mismo que abrazarse.
(11) Ella baja un piso antes que tú. Y es extraño y de algún modo horrible que al ver tu cuerpo multiplicado en los espejos sientas el alivio inmenso que sientes ahora.
(12) En Chile nadie saluda en los ascensores, dices por la noche, en una cena con amigos extranjeros. En mi país tampoco, te responden, quizás por cortesía. Pero en Chile de verdad nadie saluda, nadie mira a nadie en un ascensor, insistes.
(13) Cada cual finge su ausencia. Es posible que viejos amigos, enemigos o amantes compartan el ascensor sin saberlo nunca.
(14) Agregas lugares comunes sobre la identidad chilena, rudimentos de sociología. Al hablar sientes que traicionas algo. Recibes la puntada, el peso de la impostura.
(15) En Chile nadie saluda en los ascensores, dices de nuevo, como un estribillo, en una cena donde compites por ser el mejor observador y el habitante del peor de los países.

A) Ninguna.
B) 4, 5, 6 y 7
C) 8 y 9
D) 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11
E) 1, 2, 3, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15