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Cultură

¿A usted le han matado a alguien?

Un sociólogo y una profesora le hicieron esa pregunta a 200 personas en Medellín. Todas resultaron ser víctimas directas o indirectas. Se trata de un testimonio espontáneo y perturbador de más de 30 años de violencia.

"Muchos. Hubo muchos, y de pronto algo que sí me dolió fue la muerte de un artista, un cantante. Él salió del cumpleaños de una tía y un pelao de esos de por acá lo mató. Le decían Colacho, tenía dieciocho años y una muchacha estaba esperando un hijo suyo. Eso es duro porque era alguien que hacía algo por la cultura de uno, sacaba a los jóvenes de la violencia para que hicieran un arte, cantaran. Y eso es muy duro".

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(Hombre de 25 años, músico, barrio San Javier La Loma)

"Cercano, no. Pero en la finca donde trabajé con mi esposo mataron a ocho. Eso fue hace siete años. En los límites de Medellín y Copacabana. Era una gente que venía a alquilar. No sabíamos quiénes eran, simplemente se les alquiló parte de la finca. Una noche vinieron por ellos. Eso fue terrible, pero nosotros nos salvamos. Nos dejaron vivir, pero nos fuimos y nunca más volvimos. Mi esposo todavía está nervioso y muchas veces no puede dormir".

(Mujer de 52 años, agricultora, municipio de Jericó)

¿Cuál es la persona más cercana que le fue asesinada?

Kateryne Atehortúa, profesora de Literatura de un colegio público en el barrio Manrique, y Gerard Martin, sociólogo y profesor holandés radicado en Washington DC, autor de varios libros sobre la actualidad colombiana, le hicieron esa pregunta a cerca de 200 amigos y conocidos; entre ellos taxistas, choferes, bibliotecarios, estudiantes y más profesionales de Medellín, en 2009 y 2010.

Los investigadores se sorprendieron al ver que las respuestas de los entrevistados eran inmediatas y directas. "Nos dimos cuenta de que este cuestionamiento tenía un gran valor para la ciudad. El impacto de la violencia ha sido masivo y colectivo", explicó el sociólogo holandés.

El libro 'Muertos cercanos' es el resultado de este interrogante que nació en medio de la investigación de Martin y Atehortúa, 'Medellín, tragedia y resurrección. Mafia, ciudad y Estado. 1975 – 2012'. Un ejercicio que quiso averiguar lo que ha pasado en la vida personal de la gente durante las últimas décadas de violencia de la capital antioqueña.

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Portada del libro 'Muertos cercanos', una coedición de Universo Centro y La Carreta Editores.

El ejercicio reconstructivo y catártico dejó claro que la mayoría de los habitantes de la ciudad —Medellín registra 657 asesinatos al año en una población de 2.441.123 personas— han sido directa o indirectamente afectados por la violencia. "En Medellín casi siempre resulta que la respuesta es sí: te han matado a un familiar, a un amigo, a un vecino…en fin, a una persona cercana", señaló Héctor Abad Faciolince en el prólogo del libro investigativo.

¡PACIFISTA! conversó con los autores de este libro, una coedición de La Carreta Editores y Universo Centro, que fue lanzado en la Fiesta del Libro y la Cultura de 2015 en Medellín. Nos contaron cómo fue la recolección de testimonios, a qué aspira la publicación de estas historias de violencia y por qué el acto de contar está cargado de un valor regenerativo.

¡PACIFISTA!: ¿Por qué contar la violencia de la ciudad en testimonios y no en estadísticas?

Gerard Martin: Mostrar la violencia en números o tasas de homicidio es algo de expertos, pero muchos no logran captar la gravedad de la situación en la ciudad con estadísticas. Los testimonios de estas personas son reveladores y sacan a la luz ese dolor de más de treinta años de violencia y cerca de noventa mil homicidios perpetuados.

Kateryn Atehortúa: El lenguaje da cuenta de lo que somos. Las voces dan cuenta de que los afectados por la violencia somos todos, directa o indirectamente. En el libro damos una pequeña cuota de la experiencia de todos los sectores y profesiones de la ciudad.

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¿Cómo abordaron a la gente con esta pregunta tan fría y personal? ¿Ponían alguna barrera o eran accesibles?

Gerard Martin: Les explicábamos que era una entrevista para un estudio académico sobre cómo los medellinenses han vivido y todavía experimentan la violencia; duraba entre cinco y diez minutos. Siempre empezábamos las entrevistas con preguntas generales para después hacer la pregunta central: "¿Cuál es la persona más cercana que le fue asesinada?".

Lo más sorprendente fue que casi nadie se negó a responder la pregunta; los que lo hacían, se excusaban en la falta de tiempo. El resto de personas respondieron rápido y con mucha normalidad, hasta se extendían en sus historias.

Kateryn Atehortúa: Inclusive, algunas conversaciones duraron hasta tres horas. El hecho de que fueran personajes anónimos, pues no se les pidió nombres o direcciones, les dio un espacio para liberarse y contar lo qué les había sucedido con mucha tranquilidad y confianza.

¿Qué pasó con la gente que dijo no haber experimentado el asesinato de algún ser cercano?

Kateryn Atehortúa: De alguna manera, estas personas se sentían afortunadas; sin embargo, no estaban alejados del dolor que hay en la ciudad y se vislumbraba un sentimiento de expectativa. Sus respuestas casi siempre comenzaban con un: "Por ahora…", un "Hasta el momento…", o un "Gracias a Dios, no…". Esto da cuenta de que esta situación es un privilegio que no está tan seguro.

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Me causa curiosidad la estructura del libro, los capítulos se dividen con frases como: "No sé bien las razones" o "La mataron a tiros"; además al final de la investigación hay mapas geográficos y un glosario de términos usados por los entrevistados. ¿A qué se debe esta edición?

Gerard Martin: Una de las particularidades de este libro es que las entrevistas vienen una tras otra, no son interrumpidas por la voz de un tercero. Ellos hablan por sí mismos y muestran hasta qué punto casi todo el mundo ha sido afectado por la tragedia.

La división de los testimonios se da cronológicamente, según el orden en el que fueron recogidos. Además, el título de cada agrupación, como "La mataron a tiros", responde a similitudes entre los casos. Sin embargo, nos dimos cuenta de que necesitábamos un prefacio que lo escribió Héctor Abad Faciolince. Por alguna coincidencia, uno de los entrevistados contó que fue testigo directo del asesinato del doctor Abad, padre del escritor.

"Un personaje público. La muerte de la persona más cercana a mí no es ni familiar, ni cercana, pero me afectó porque me tocó presenciarlo, fue el asesinato de Héctor Abad Gómez, el líder de los derechos humanos en esta ciudad. Ocurrió en 1987. Yo tenía veintinueve años, salí de cine en el teatro Libia y subía en ese momento, en automóvil, por la calle Argentina hacia la carrera Mon y Velarde, cuando presencié el asesinato. Vi caer a un señor de edad y luego vi también a una señora a su lado (…)".

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(Hombre de 50 años, historiador y administrador cultural, barrio Prado Centro).

Debido a esto, Héctor Abad accedió a escribir un conmovedor y reflexivo prefacio para el libro. Al final, como se mocionan muchos lugares y barrios de la ciudad, hay unos mapas y una pequeña línea del tiempo para recordar que la violencia viene desde muy atrás.

El prefacio de Héctor Abad Faciolince comienza con una cita del filósofo Epicteto: "No nos importa lo que nos sucede, sino lo que nos decimos de lo que nos sucede". ¿Hablar del dolor, de la pérdida, es un paso adelante hacia la conciencia de la realidad y la sanación?

Kateryn Atehortúa: Sí, es un proceso de catarsis. Se comparte la experiencia y, a la misma vez, se es consciente de que otro también ha pasado por lo mismo. Dejar que las víctimas de la violencia dialoguen y liberen el dolor y el trauma, es un paso más allá.

Gerard Martin: También pensamos en el lector. La idea es que el que lea estos testimonios desde otra parte de Colombia y, haya sido víctima de algún caso similar, haya perdido a un ser cercano debido a la violencia, se sienta acompañado. Además queremos que se cree disposición para que la gente piense en su propia situación, en que nos interesamos por reconstruir la memoria y, así, parte de las vidas de las víctimas del conflicto armado.

Para Gerard, ¿cómo fue la experiencia de hacer este ejercicio de memoria siendo extranjero?

Gerard Martin: Si tú le preguntas a alguien de Holanda: "¿A ti te han matado a alguien?", la gente te va a decir: "¿Por qué me preguntas eso? ¡Qué cosa tan rara!" Y es cierto, si yo pienso en mí mismo en Holanda no conozco a nadie que haya sido asesinado; además, tengo la impresión de que mis familiares y amigos no conocen a nadie que haya sido asesinado.

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Lo particular es que aquí todo el mundo tiene una respuesta, una historia que contar. La densidad de la violencia que se ha vivido en Medellín es excepcional; incluso, se desprende en muchos municipios de Colombia que durante décadas han sido escenarios de crueldad.

¿Cuál es el objetivo de la publicación de estos testimonios de violencia?

Gerard Martin: Además de ser el comienzo de un proceso de reparación, reconocimiento y aceptación, es un archivo de testimonios que contribuye a la construcción de la memoria. La superación de la violencia está en la conciencia de lo que falló y de lo que se debe hacer. Conocer estas experiencias esclarece el panorama de las víctimas y del accionar de la violencia.

De estos testimonios también se desprende un estudio sociológico, que desde las diferenciaciones de los homicidios da una noción de universalidad. Muchos dan fechas exactas, pero casi nunca mencionan un periodo político o un alcalde; así mismo sucede cuando hablan de guerrilleros o paramilitares. Pocas respuestas señalan causas o victimarios.

Kateryn Atehortúa: Aunque la gente cuenta su historia con normalidad, hay respuestas que muestran que la violencia no es una cosa banal y no es algo que se debe ver como cotidiano. Los testimonios están marcados por un dolor profundo que durante mucho tiempo no se ha podido expresar libremente.

Yo he estado trabajando estos textos con mis estudiantes en el colegio José Roberto Vásquez de Medellín y también se han animado a contar sus historias de un muerto cercano. En la institución trabajamos la pedagogía de la memoria, que busca a través de autobiografías e historias relacionadas con el barrio y la ciudad, sanar el pasado y construir proyectos de vida. Contar resulta ser la única forma de soltar el dolor y seguir adelante.

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Este artículo hace parte de ¡PACIFISTA! Una plataforma para la generación de paz: un proyecto de VICE enfocado en contenidos sobre la terminación del conflicto armado y la construcción de paz en Colombia.