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¿Por qué se está llenando Bogotá de policías mujeres?

Aprovechando el Día de la mujer, la Policía de Tránsito le dio la bienvenida con rosas y mariachis a 600 nuevas patrulleras que entraron a hacer parte de su equipo en la capital del país. Su tesis: las mujeres se dejan sobornar menos. ¿Será cierto?

El 8 de marzo de 2016 la Policía Nacional de Colombia realizó una ceremonia en la que presentó y rindió homenaje a 600 nuevas patrulleras que entraron a ser parte del cuerpo de la Policía de Tránsito en Bogotá, y que han estado vigilando la ciudad desde inicios de este año. En la ceremonia hubo mariachis y a las patrulleras les cantaron "Bésame mucho", mientras el alcalde Enrique Peñalosa el ministro de Defensa las observaban en el Monumento a los Caídos sobre la calle 26.

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En medio de la ceremonia que —oh coincidencia— ocurrió el Día de la Mujer, el ministro Villegas le agradeció a las nuevas patrulleras el sacrificio que hacían al dejar de lado "la vida de madres y de esposas" para entrar a hacer parte de la Policía y "hacer más segura y más grata a la Patria". Después de sus palabras, tres cantantes tomaron la palabra para dedicarles a las asistentes la serenata, mientras a cada una de las nuevas patrulleras se les hacía entrega de unas rosas que alcanzaron para periodistas y otras asistentes. El evento culminó con la intervención de un conjunto de mariachis que incluyó dentro de su repertorio "Mátalas" de Alejandro Fernández.

Todas las fotos por César Cesilio.

Según el coronel Germán Jaramillo Wilches, jefe de la Seccional de Policía de Tránsito y Transporte, el ingreso de estas 600 mujeres a la Policía de Tránsito busca "evitar la intolerancia por parte de los conductores cuando son objeto de una sanción de tránsito", según me contó minutos antes del evento. "Generalmente las personas que son sancionadas se vuelven agresivas y ofensivas, y lo que queremos es desestimar este tipo de actos de irrespeto y de violencia contra nuestros policías. Al tener una mujer es mucho más difícil que un hombre se vaya a poner a agredirla de palabra o de obra".

El cambio de imagen al que apunta la Policía se enmarca en una serie de escándalos de corrupción en los que ha estado involucrada la institución, entre ellos uno que afecta particularmente a la Policía de Tránsito y Transporte. En enero de este año, el entonces comandante de la Policía de Tránsito de Cundinamarca Otaín Rodríguez fue destituido de su cargo después de que se revelaran unos audios en los que un oficial confesaba que la Policía de Tránsito era un negocio y que era fácil sacar plata en las carreteras del departamento. "Sabemos que (la presencia de mujeres policía) puede ayudarnos a evitar que los ciudadanos intenten sobornar a nuestros agentes de tránsito. Es mucho más difícil sobornar a una mujer, y eso para nosotros también es una garantía", me dijo el coronel Jaramillo.

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Esa es también la opinión de varias de las nuevas patrulleras. Cuando le pregunté a una de ellas cuál creía que era la intención de la institución al incrementar el número de mujeres en la Policía de Tránsito, me respondió que el propósito era disminuir los índices de corrupción. "Anteriormente se estaba viendo que había mucha corrupción por parte de lo hombres (policía), igual sé que es nuestra institución, pero se presentaba esa problemática. Lo que quieren con nosotras es dar la cara amable de la Policía".

Las patrulleras estaban muertas de la dicha. Sonreían. Estaban maquilladas. Las selfies iban y venían. Y ninguna parecía estar dispuesta a detenerse y preguntar: ¿a lo bien? ¿las mujeres son menos propensas a la corrupción? Más allá de los mariachis y los piropos, ¿es esta una estrategia efectiva para luchar contra la corrupción poniéndole a la autoridad cara de mujer?

Un artículo publicado por la Universidad de Oxford en 2003 por el profesor Hung-En Sung, titulado Fairer Sex or Fairer System? Gender and Corruption Revisited (¿Sexo más justo o sistema más justo? Género y corrupción revisados) explica que la relación directa entre mujeres y corrupción puede ser un error de interpretación. El artículo, que hace una revisión de varios estudios económicos que encontraron que en las sociedades que tenían una mayor participación de mujeres había menos corrupción, argumenta que la asociación entre los dos fenómenos responde en realidad a un factor más grande: la existencia de un sistema social y de gobierno más participativo y democrático, que da mayor espacio a las mujeres y que regula y sanciona más las actitudes corruptas. De esta manera, explica el artículo, sería un error recomendar la mayor participación de las mujeres en los entes de control como una estrategia para luchar contra la corrupción.

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La idea de que las mujeres son personas menos corruptas implica asumir que los hombres son más propensos a la corrupción, y esa asunción, sugiere Sung, se presta a soluciones simplistas que dejan de lado la implementación de estrategias efectivas para luchar contra el fenómeno: el fortalecimiento de los mecanismos políticos, económicos y cívicos.

Esta idea además podría representar un peligro en el momento de acatar las sanciones de los agentes de tránsito por parte de los ciudadanos: si es mujer no se puede sobornar, pero si es hombre sí. Y teniendo en cuenta que el porcentaje de hombres en la Policía de tránsito sigue siendo mayor en comparación al de las mujeres, el problema podría no disminuir significativamente desde esta perspectiva.

Quise validar la crítica de Hung con Elisabeth Ungar, quien no sólo es mujer, sino la directora de la corporación Transparencia por Colombia. Para esta politóloga, las mujeres sí son menos propensas a la corrupción que los hombres, sin embargo, la estrategia que podría ser más eficaz para combatir el problema de corrupción en la Policía de Tránsito debería enfocarse en la capacitación en asuntos éticos y una política fuerte de prevención. "Esto tendría que estar acompañado de una campaña de denuncias con protección de denunciantes sobre posibles hechos de corrupción, y en una capacitación fuerte de estas personas nuevas que ingresan" me dijo.

"Está muy bien que incorporen mujeres a la fuerza policial, ojalá hubiera paridad en todos los espacios de la Policía, no sólo en la Policía de Tránsito", me dijo Catalina Ruiz-Navarro, columnista de El Espectador experta en temas de género. "Pero igualdad también implica saber que todos somos buenos y malos. Las mujeres no son esencialmente más pacíficas ni menos agresivas, ni más honestas que los hombres. Tú puedes tener 50 hombres y 50 mujeres en la Policía, pero si no capacitas a estas personas, sobre todo en perspectiva de género, eso es igual que nada".

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Al final, pareciera que el problema está en la intención y en las ideas con las que se da el aumento de participación femenina. En otras palabras, incluir mujeres en instituciones masculinas, como estrategia políticamente correcta, puede no servir de mucho. Así lo asegura un artículo sobre el tema publicado en la revista de Estudios Latinoamericanos de la UNAM, en el que se asegura que la cuestión no está en si las mujeres y sus movimientos entran o no en la esfera pública, sino en cómo se incorporan sus demandas de forma efectiva por parte del Estado.

Es decir, asegurar que cierta esfera de la vida pública es "mejor" o "más justa" porque abre sus puertas a las mujeres no es suficiente si ese ingreso no se acompaña de una estrategia que articule efectivamente las necesidades de una sociedad con la presencia de un nuevo actor, en este caso las mujeres patrulleras. La cuestión está en reflexionar de una forma menos superficial sobre el papel de las mujeres, más allá de considerar que simplemente es más difícil sobornar a una mujer y que con eso se le hace frente al problema de la corrupción.

Y, de paso, tal vez se podría empezar por dejar de cantarles "Mátalas" cuando se les hace un homenaje.

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