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La basura informativa en torno al accidente del vuelo MH370

Cuando se acaban los hechos, siempre se puede recurrir a cuentacuentos eruditos, que tejerán historias a partir del más frágil hilo de la evidencia.

Avión Boeing 777 de Malaysian Airlines, el mismo que realizaba el vuelo MH370 (foto vía)

A veces, los aviones se estrellan. Pero en un mundo que ha vivido el episodio del 11S, un accidente aéreo ya no tiene suficiente interés. No basta con informar de que el avión que hacía el vuelo MH370 se ha estrellado y que no sabemos dónde ni por qué. Ahora también debemos reproducir con exactitud los hechos que rodean al suceso con los fragmentos de información que podamos encontrar.

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Las principales agencias de noticias se afanan en emitir un chorro incesante de noticias en canales de 24 horas o en blogs en directo con la escasa información disponible, desmigando y sometiendo a intenso escrutinio cada información que cae en sus manos hasta haber exprimido hasta la última gota de su esencia. Y cuando se acaban los hechos, siempre se puede recurrir a cuentacuentos eruditos, que tejerán historias a partir del más frágil hilo de la evidencia.

Un Boeing 777 es lo más parecido a la verdadera magia que la mayoría de nosotros conoceremos en nuestra vida. Está fabricado con tres millones de piezas de 500 proveedores distintos, que funcionan en perfecta armonía durante millones y millones de kilómetros, batiendo un récord de seguridad por el que muchos fabricantes de coches estarían dispuestos a matar. Quizá llamarlo milagro supondría un insulto a los conocimientos y el esfuerzo de los miles de ingenieros responsables de su diseño, pero cada uno de los vuelos que este artilugio realiza con éxito debería celebrarse como un logro extraordinario.

El hecho de que un único accidente aéreo genere más titulares que las casi 2.000 personas que murieron en las carreteras británicas el año pasado, nos da una idea del nivel de seguridad de los aviones hoy en día —y de lo sesgado de nuestra percepción del riesgo—. El accidente del vuelo MH370 es, sin duda, una horrible tragedia tanto para los pasajeros como para sus familiares. Pero ¿cuántas vidas se pierden y cuántas familias sufren cada día a causa de los accidentes en carretera?

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Pero esto no es lo único que la prensa no ha logrado entender, en su afán por crear historias y atraer lectores. Quizá el mayor daño se haya hecho con el asunto del pasaporte robado, que ha servido de hilo argumental desde hace tres días para tejer una absurda historia de “terroristas” que no tiene absolutamente ningún fundamento.

Se descubrió que dos de los pasaportes del vuelo habían sido robados o se había perdido, de lo que se dedujo que había pasajeros que viajaban con identidades falsas. Si a eso le añadimos la gran cantidad de musulmanes que viven en la región, tenemos los ingredientes necesarios para propiciar teorías que atribuyan a terroristas la desaparición del avión y para que el Telegraph acuñara la expresión “miedo terrorífico” en relación con los “pasajeros misteriosos”.

La Interpol incluso confirmó que dos de los pasaportes del vuelo coincidían con sus registros de Documentos de viaje extraviados (STDL) y destacaron que podría haber hasta 40 millones de documentos de identidad en circulación y que los controles en la mayoría de los países son tan laxos que existen más de mil millones de posibilidades de que haya “pasajeros que embarquen en un vuelo sin que se cotejen sus pasaportes con las bases de datos de la Interpol”.

Sorprendentemente, resulta que los pasaportes falsos son más comunes de lo que pensábamos, pero incluso aunque no lo fueran, ¿suelen usarlos los terroristas? Los del 11S, no.

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Sin embargo, nada de esto ha detenido a los medios de aferrarse obstinadamente a sus historias. El martes, el “experto en seguridad aérea” Philip Baum, elaboró para el Daily Mail un esquema hipotético que presentaba al Movimiento Islámico del Turkestán Oriental como el núcleo de una trama para derribar el avión. “¿Es posible que, al no lograr la suficiente publicidad mundial con sus ataques a escala nacional, el grupo haya decidido atentar a nivel internacional?” Si es así, se lo tenían muy callado.

Una de las teorías más ridículas era la acusación, avivada por el Mail, a 20 empleados de la empresa de semiconductores Freescale desaparecidos en el vuelo y de los que se decía que estaban involucrados en algún tipo de experimento de guerra electrónica. “Esto podría incluir tecnología de ocultación mediante una serie de paneles hexagonales que reflejan la luz que incide sobre el objeto, en este caso un avión, según informa beforeitsnews.com”, especulaba el diario, eludiendo otras joyas que el sitio web publicaba, como que se había “descubierto tecnología alienígena en los dientes humanos”.

En el otro extremo del espectro de noticias mierdosas está Mike “Health Ranger” Adams, autor de Natural News (Noticias Naturales), una página especializada en vender basura informativa por Facebook a todo aquel que sea tan estúpido como para tragársela. Hace poco, Brian Palmer, del Slate, afirmó que Adams se había aficionado a explotar las redes sociales y que demostraba una “asombrosa capacidad para hacer pasar a sus críticos lectores de las inofensivas chorradas sobre alimentación a la basura a la charlatanería médica o al fanatismo gubernamental”. Natural News también se lanza a opinar sobre Facebook: “Peor que las anfetas: Facebook trastorna la mente y te convierte en un esclavo”. Suena a algo que diría Susan Greenfield estando borracha. Los posts de Natural News en Facebook seguramente no te convertirán en un esclavo, pero pueden acabar idiotizándote.

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Adams tiene su propia teoría sobre el vuelo 370, si pueden considerarse “teoría” seis diarreas mentales y una falacia. Como ocurre con la mayoría de teorías conspiranoicas, está construida con unos cuantos “hechos” vinculados vagamente y desprovistos de contexto y una buena dosis de acusación paranoica, pero no consigue aportar un marco coherente en el que encuadrar una historia plausible.

Para las mentes pseudorreligiosas de los teóricos de la conspiración, la ausencia de caja negra o de restos del avión flotando en el agua después de varios días no son un indicativo de lo difícil que resulta encontrar un objeto tan pequeño en la inmensidad del océano (se tardaron dos años en localizar la caja negra del avión de Air France que realizaba el vuelo 447), sino una prueba más de las oscuras y misteriosas fuerzas que nos acechan.

“El hecho de no encontrar los restos significa que hay poderes misteriosos obrando en nuestro planeta y capaces de hacer desaparecer aviones en pleno vuelo sin dejar el menor rastro”, afirma Adams. “Si realmente existe un arma con tales poderes, quienquiera que la controle puede dominar el mundo entero con ella.”

Es fácil burlarse de los teóricos de la conspiración de internet, pero lo que hacen no se aleja tanto de los juegos psicológicos que utilizan los medios de comunicación dominantes. Llenan los vacíos con sus historias; algunos limitan el ámbito de esas historias a un terreno más plausible. Lo mismo podría tratarse de un ataque terrorista que de un misil, y ambas historias tienen un origen ficticio. Para los conspiracionistas, es cosa del gobierno de los EUA o del Nuevo Orden Mundial; según el Daily Mail, han sido extremistas islámicos con nombres que dan miedo.

Todo el tema suena casi religioso y quizá lo sea. Todo parece reducirse a una necesidad arraigada de que haya alguien —una mano invisible— que controle lo que sucede. Como dijo David Aaronovitch en Voodoo Histories, la alternativa, en muchos casos, es aún más terrible: que al universo le da igual si vivimos o morimos, no respeta las historias que nos inventamos sobre nuestras vidas y que la muerte puede llegar en cualquier momento, sin aviso previo.

Resulta irónico que, enterradas bajo esa avalancha de especulaciones, hay algunas historias realmente interesantes que en su mayoría se han ignorado. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que, incluso después de haberse aumentado las medidas de seguridad en las compañías aéreas tras el atentado del 11S, los controles de seguridad de los aeropuertos sigan siendo tan deficientes que continúe habiendo gente que pueda viajar con pasaportes robados? Y ¿por qué en la era de la banda ancha de 4G, con una tecnología capaz de transmitir datos desde más allá de los confines del sistema solar, tenemos que enviar barcos y buceadores a recuperar los datos de un avión siniestrado, en lugar de transmitirlos en tiempo real?

Para mí, esas preguntas —y otras— son mucho más interesantes que cualquier grupo islamista invisible o rayo láser del gobierno.

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