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Gracias por su preferencia sexual

Bufar, perrear y destapar

Defensa lingüística personal y hermenéutica para triunfar en la calle.

Soraya Montenegro dando cátedra de cómo bufar.

Hace poco me llegó una petición de amistad a mis redes sociales; una cara del pasado. Era la Macha. Así le decíamos en la prepa porque afirmaba que no mordía almohada ni que tenía nada qué ver con la jotería, aunque en ese entonces no negó que en efecto le gustaba un poquito la moda, mientras engrosaba la voz. Ahora, burlándose de aquella etapa oscura y ya metamorfoseada (según él) en toda una diseñadora gráfica, me contó que sus mejores amiguis la llamaban la Britni, porque seguía siendo fiel fan de la Spears. No desaprovechó oportunidad para invitarme a una fiesta en honor del nuevo single de la Britania Esparza.

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La fiesta era un karaoke improvisado en una terraza adornada con decenas de collages de Britney rapándose, vuelta loca con un paraguas o simplemente con imágenes de sus videos. La Britni, mi ex compañera de prepa, dirigía el karaoke y no lo soltaba. Aquello iba directo a la aburrición total cuando uno del fondo gritó: “Ándale, canta tu rola, ‘Caguamaizer’” en alusión a la verdadera canción llamada “Womanaizer” y las cervezas de tamaño familiar que son un símil del cuerpo de la Britni. Entonces advertí que ahí el único desconocido era yo y, aunque se me había presentado casi con todos, sabía que se me escapaban los siete velos de las locas presentes. De repente escuché que una era “la Beibi guan mor táim”, otra “la Toxic” que estaba junto a “la Ups”. Y entre ellos, ya en plan feminazi, se destrozaban apoyados en sus sobrenombres que aludían a escenas de vida nocturna en común o (como todo en esta vida gay) a secretos a voces.

Ésta no es mi amiga la Caguamaizer pero casi.

Cuando la Caguamaizer (alias la Britni antes alias la Macha) dejó de insistir que cantáramos el repertorio de la Spears, la reunión devino en el caldo de chismes y locura que esperaba. Comenzaron a perrear. Una bufaba a la otra. Y se destapaban los trapitos que muchas veces eran más que evidentes. Todas se burlaban de todas. Sólo faltaba ese detonante para que entre ellas se destrozaran. La época de la prepa, justamente cuando conocí a la Macha, sigue siendo una de las más difíciles para el proceso de identidad de los adolescentes. Si de algo había servido el bullying a las amigas de aquella fiesta era para que cada una adquiriera entrenamiento en su defensa lingüística personal. Es decir, en hacer garras a quien se pusiera enfrente: hombre, mujer o quimera. Bufar, perrear y destapar son los verbos mejor conocidos en la peluquería devenida carnicería del prójimo.

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¿Qué son estas prácticas de defensa lingüística personal? El bufar podría clasificarse como una forma de agresión no física, que sucede cuando dos lenguonas se encuentran y con lenguaje no verbal se dicen sus sentimientos, unas burlas y hasta albures; sin embargo, también es una práctica cotidiana, entre amigas, para leerse las cartas de su tarot subjetivo, una clase de suerte taurina. Hay que recordar que el verbo bufar alude al resoplido del toro cuando está furioso. Así que la bufada se toma de quien viene, ya que quien es señalado puede interpretarlo como una ofensa o como un juego y seguirle. En internet los más políticamente correctos dicen que este mecanismo de defensa “se utiliza para cubrir insatisfacción y ocultar sentimientos de inferioridad”. Sin embargo, hay que recordar que yo bufo, tú me bufas, los dos nos bufamos y a ver quién triunfa, chiquitita. El bufar es un juego entre los pares porque en el círculo de amigos se entrena. Lo bueno y lo candente sucede cuando alguien bufa a otro con seriedad y con ganas de herirlo. De burlarse.

Esto de la lengua más rápida del ojete es pura práctica. El perrear creó el perreo que lo hacen las perras. Aunque sus similitudes con el reggaeton son producto de una coincidencia maliciosa, este perreo, según quienes lo practican, es “un conjunto de formas de hablar, de representación y de acciones que tienen el propósito de soslayar y adquirir una posición egocéntrica”. La diferencia con el bufar sería que el perreo es una cosa completamente directa y a la yugular. Los que perrean lo dicen con todas sus letras y de frente. Los que bufan tienen la opción de que sea sugerido, sólo un gesto, un bufido o un movimiento de ojos. Sin embargo, tanto quien bufa como quien perrea su posición es crecer frente al otro. Por ejemplo, en el antro una jota posona que se pasea con el macho frente a otras, quizá unas ex amigas o un ex ligue, es una bufona. Fue y dijo moviendo las nalgas y quizá con una miradita que era triunfadora. ¿De qué? Pues de su propia soledad. Entonces, las otras, en grupo, comenzarán a perrear diciendo cosas como que…

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O que…

Quien no bufa, no triunfa. Dicen por ahí. Sin embargo, hay otra práctica que se puede entender gracias a los memes que inundan internet: el destape. El destapar es una práctica que viene del reading, argot usado en los ochenta en los barrios de Nueva York, que literalmente en español sería lectura o interpretación. El destape tiene la variable de ser una voz en primera persona, la mayoría de las veces del femenino. Es decir, yo digo de forma irónica las desgracias de alguien como si fuera esa loca. Estoy bien flaca (cuando está hecho un ballena). Tengo un pelazo (cuando evidentemente no ha ido a la peluquería en años). El destape es la ejecución de la maldad de una lengua viperina y que está encantada con la desgracia ajena. Como la voz mala del bipolar hablando a sus espaldas para que todos se rían. Veámoslo en memes:

O

La mayoría de esta defensa lingüística personal y sus más divertidas variables son dichas desde las voces travestidas de lo femenino, con cierta clase y con una cultura pop adolescente. La voz femenina es la voz de la crítica por excelencia. Pero no la voz femenina nacida biológicamente mujer, sino la impostada. Como la de Oscar Wilde que iba haciendo jiribillas de todo lo que encontraba a su paso, al final del siglo 19. La voz femenina de la vecina heredada al hijo que festeja un nuevo sencillo de Britney Spears organizando una fiesta de karaoke para cantar todos y cada uno de los sencillos anteriores. El destape o reading queda de esplendida manera detallado en Paris in burning (1990) de Jennie Lvingston, película documental aclamada porque retrata el baile voguing del cual luego Madonna se inspiraría para su canción “Vogue”.

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El arte de bufar, perrear y destapar son creaciones liberadoras de las represiones sociales que viven tanto el objeto de insulto como quien es insultada. Incluso, la última y mejor variable de estas prácticas de vituperio es la autobufada, la autoperreada o el autodestape. ¿Qué critican estas prácticas? Los temas son lo de menos: lo importante es la interacción entre destapada y destapadora: el vínculo de poder que generan y del cual tratan de escapar gracias al lenguaje. Los temas como las obsesiones humanas quedan en una lista bastante corta: el sexo, la enfermedad, la soledad, el cuerpo.

Sobre bufar, perrear y destapar también hay que decir que más que un bullying entre amigas, también se trata de una droga de diseño contra el aburrimiento. Quien tenga a una loca con destrezas lingüísticas para destruir al mundo estará en el paraíso de la mala ondez y la carcajada eterna. Prácticas que se desprenden del bullying pero que lo sobrepasan. Como decía antes, todas estas acciones apenas son campo de entrenamiento para el día en que de verdad haya que perrearle. Así que quien no haya bufado alguna vez, pues que comience en el espejo.

Sigue a Óscar David:

@OscarDavidLopez

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FROTamiento

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