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Cultură

Los Guerreros

Los pandilleros mexicanos y los de Nueva York no eran tan diferentes.

En 1979 se estrenó The Warriors, una película de Walter Hill sobre pandillas en Nueva York. Cyrus, el líder de la banda más poderosa de la ciudad, los Gramercy Riffs, convoca a todas las pandillas de la ciudad a reunirse en un parque en el Bronx con el plan de organizarse y dejar a un lado sus diferencias para, juntos, controlar toda la ciudad. La mayoría de las bandas parecen estar de acuerdo pero Luther, el líder de los Rogues, mata a Cyrus y logra hacerle creer a los demás que no fue él quien lo mató, sino el líder de los Warriors. Desde ese momento, los Guerreros emprenden un viaje de regreso hasta Coney Island en el extremo opuesto de la ciudad. En el camino, se enfrentan a varias pandillas, como nombres increíbles como los Turnbull ACs, los Orphans, los Baseball Furies, las Lizzies, los Punks y finalmente los Rogues. Cada banda tenía un estilo muy particular, que si en ese momento se veían intimidantes, hoy parecen disfraces de Halloween. Esa violencia, los diálogos y las situaciones también parecen algo caricaturescos ahora, pero en ese momento, cuando las pandillas eran realmente un problema en Nueva York, representaban algo muy diferente. Cuando la película se estrenó, la crítica no la recibió muy bien y en los cines hubo problemas de violencia con pandillas que querían ver la película. La cinta tuvo un éxito moderado, pero con el paso de los años, se ha convertido en una de las mayores películas de culto de la historia.

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Carlos Amorales, uno de los artistas contemporáneos más reconocidos en México y cofundador de la disquera Nuevos Ricos, es fan de The Warriors y se le ocurrió ponerse a investigar cómo se veían las pandillas que existían en la Ciudad de México más o menos en los mismos años en que se estrenó la película. Junto con un equipo de investigadores, buscaron en periódicos y archivos fotográficos, imágenes de chavos banda, y luego las compararon con cuadros de la película. Las coincidencias son increíbles, y resulta muy divertido imaginarse a una pandilla de la Bondojito que tuviera que cruzar desde Santa Marta Acatitla de regreso a su barrio, atravesando Peralvillo, Tepito y Aragón.

Mientras Carlos estaba terminando una residencia artística en el antiguo taller de Alexander Calder en Francia, dibujando y escuchando todo el día discos viejos de Earth le llamamos para preguntarle sobre su proyecto Los Guerreros.

Así es como se distribuían las bandas en el DF, en los ochenta, según el mapeo de Héctor Castillo Berthier.

VICE: Hace un par de años, cuando te entrevisté para nuestra serie Art Talk! de VBS.TV en tu estudio, recuerdo que me platicaste que querías hacer un proyecto sobre The Warriors, pero era algo diferente, como un remake o algo así. ¿Cómo llegó a ser un proyecto sobre fotos?

Carlos Amorales: Con mis asistentes en el estudio hicimos una investigación sobre lo que fue el fenómeno de los chavos banda. A pesar de que tenemos diferentes edades (a algunos les llevo hasta diez años de diferencia), a todos nos tocó vivir este fenómeno de alguna manera u otra. Uno porque vivió en Ciudad Neza, otro porque fue grafitero, otro porque le gustaba el rock urbano y así. Cada quién fue a buscar información sobre los chavos banda por su lado y fue como dimos con la película The Warriors de Walter Hill, mejor conocida en México como Los Guerreros. En un momento se pensó en hacer un remake con nuestro plomero, quien había sido chavo banda y fan de la película, pero por suerte eso se quedó en proyecto.

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¿Por qué te interesaban a ti personalmente las bandas en México?

Cuando aparecieron a principios de los ochenta, los chavos banda fueron la primera subcultura que me tocó presenciar de cerca, fueron algo así como los punks mexicanos pero completamente lumpen. Es decir, que en Europa y en Estados Unidos el punk comenzó lumpen, pero de alguna manera perversa influyó en el mundo de la moda y se volvió parte de la cultura de masas. En México, en cambio, los chavos banda jamás se comercializaron, fueron una subcultura muy pura, con su propio nihilismo, su propio No hay futuro. A mí siempre me llamaron la atención y desde adolescente despertaron mi fantasía. Mucho después me acordé que cuando viajaba con mis padres en la parte trasera del coche, me aburría entonces me ponía a mirar las pintas de las bandas en la calle. Se me ocurrió que si alguien documentara la localización de cada pinta en cada calle podría trazar un mapa de las pandillas en la ciudad y conocer su territorio.

Le comenté esto a Roberto Eibenschutz, mi suegro, que es urbanista, y me dijo que conocía a un sociólogo que había hecho el mapeo en aquella época. Se trata de Héctor Castillo Berthier quien, a partir de ese mapa, realizó un programa de radio que con el tiempo devino en el Circo Volador, que es un centro cultural importantísimo para las subculturas en la Ciudad de México. Mirando su mapa observamos que había muchas pandillas llamadas Los Guerreros, The Warriors, Sex Guerreros, Sex Warriors, etcétera. Eso nos dio la clave de la importancia de la película.

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¿Qué es lo que más te interesa de la película?

En realidad vi la película hasta hace muy poco, ya adulto. De chavo la película ya era un mito, se supone que era gruesísima, pero viéndola de grande en realidad me di cuenta de que es muy ingenua, casi como Vaselina. Tiene buenas cosas sin duda, está basada en un libro de Sol Yurick que a su vez está inspirado en el clásico griego, Anábasis de Jenofonte. Una historia griega no puede fallar.

Este proyecto es muy diferente a tu obra gráfica y a los performances que hacías hace años. ¿Ésta es una nueva dirección que veremos cada vez más en tu obra artística?

Siempre me ha interesado la historia y siempre le he querido encontrar el sentido de las cosas que hago. Por eso me interesa investigar sobre personajes o momentos que fueron importantes en mi propia historia. Por ejemplo, cuando hice lo del luchador Amorales fui a entrevistar a Superbarrio y luego lo invité a dar unas conferencias en Holanda, donde yo vivía. También me ha interesado la época del terremoto del ‘85 porque entonces se vivió en una especie de anarquía que, según yo, fue muy influyente en el pensamiento de mi generación. Trabajé con fotos documentales porque finalmente es lo más interesante que quedó de la época de los chavos banda; hay poca literatura al respecto y a veces es muy alarmista. Después de casi treinta años esos libros son una porquería, sin embargo las fotos son maravillosas, fueron hechas por algunos de los fotoperiodistas más importantes que hay en México, y las tomaron cuando eran jóvenes y llenos de energía.

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Este proyecto tiene bastante que ver con el espíritu de lo que hacían tú y Julián Lede con Nuevos Ricos, ¿no?

Sí. Con el estilo no tiene nada que ver, pero con el espíritu, muchísimo. Nuevos Ricos fue tan punk-chafa como los chavos banda, y eso fue lo bueno, que hasta los propios punks de pura cepa nos despreciaban.

A todo esto, ¿que pasó con Nuevos Ricos?

Que le dimos cuello porque nos dimos cuenta de que era muy importante dejarlo como un buen recuerdo y no como el proyecto de unos rucos aferrados. No quisimos que nos ocurriera como a la mayoría de las bandas de rock mexicanas, que más que rockeros ya parecen primos de Chabelo.

¿Cómo fue el proceso de investigación de este proyecto?

Primero recopilamos cuanto pudimos, cada quien buscó en su entorno; ya después nos volvimos más específicos. Encontramos verdaderas joyas como fotos personales hechas por chavos banda, o la colección de volantes de conciertos de rock urbano de Edgar, uno de mis asistentes. También encontramos una colección completa de los discos de un DJ de un sonido de rock urbano, y el mapa de Castillo Berthier y su archivo, que es una verdadera joya. Pero lo más precioso fue encontrar la relación entre los fotogramas de la película y las fotos de las pandillas mexicanas, donde vimos todas esas coincidencias.

¿Dónde encontraron esas fotos?

Las primeras salieron de un libro que se llama

La Banda, el Consejo y otros Panchos de Fabrizio León. Luego fuimos directamente a pedirle a los fotógrafos que nos prestaran sus imágenes. Fueron Fabrizio León, Pedro Valtierra, Marco Antonio Cruz y Pablo Ortiz Monasterio. Todos ellos fueron fotógrafos de prensa en los ochenta y, por cierto, no conocían la película.

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Seguro encontraron muchas fotos más que no incluyeron en el proyecto porque quizá no tenían la misma composición. ¿Piensas hacer algo con ellas?

Sí, pero por el momento no pienso hacer nada más con ellas. Sin embargo hay una foto aparte que me gusta mucho, fue hecha por Iván, otro de mis asistentes. Es la imagen de un grafiti hecho con pintura para zapatos Nugget directamente sobre la pared. O sea que había chavos tan pobres que ni para laca tenían y de plano se volaban el Nugget de su casa y con eso rayaban los muros. Me gusta muchísimo la imagen, es ultra primitiva y urbana a la vez. Si así fuera el arte contemporáneo tal vez podría ser algo interesante.

The Warriors, hasta donde yo sé, es una especie de parodia de la situación que se vivía en NY en esa época. Las pandillas quizá no estaban vestidas de esa forma, pero sí había un asunto de territorios y tribus. Según tu investigación, ¿cuál era la realidad en Nueva York y cómo se comparaba con la realidad en México?

En esa época en NY ni los mas terroríficos profetas vaticinaban la aparición del tal Rudy Giuliani. México, como todos sabemos, poco a poco se ha convertido en un borough neoyorkino, o sea que ya podríamos comenzar a hablar de los Six Boroughs: Bronx, Brooklyn, Manhattan, Queens, Staten Island y México. Según mi investigación era la misma relación entre las diferentes zonas de NY y México; se hablaba español, a veces inglés, se escuchaba rock y salsa. Yo creo que a pesar de la represión nacionalista del gobierno mexicano y de sus intelectuales en los ochenta, los chavos nos identificamos con el movimiento punk de otros lugares y nos internacionalizamos sin complejos.

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¿En qué barrios había más bandas y qué nombres de pandillas encontraste?

En Neza y en Santa Fe, en esta última zona antes había chavos banda y ahora hay chavos Ibero. Encontramos cientos de pandillas en el mapa de Castillo Berthier, pero cerca de mi secundaria había una banda llamada Los Espaguetis y eso no tiene rival.

¿A qué se dedicaban? ¿Sólo a robos pequeños, o eran grupos más organizados con objetivos más ambiciosos?

Se dedicaban a echar desmadre, escuchar rock, drogarse, coger y robar un poco para sobrevivir; o sea puras cosas nobles, hasta que a una gran sección los politizó el PRI y se creó el Consejo Popular Juvenil, que fue el principio del fin del movimiento.

¿De qué colonias o barrios eran las pandillas de las fotos de tu proyecto?

Pues hay fotos de Ciudad Neza, de Santa Fe y de la Unidad El Rosario. Cuando presentamos las fotos, el año pasado en la Cineteca Nacional, apareció un chavo entre el público que descubrió a su primo en una de las fotos, fue muy divertido porque estaba un poco sacado de onda.

¿Crees que esas pandillas estaban influenciadas por el look o formas de organización de las pandillas gringas?

¡Absolutamente! No hay duda, calcaron lo que vieron en la película The Warriors, lo combinaron con un poco de los Sex Pistols, Los Ramones y Kiss. Cero lana pero con estoperoles. Lo que sí es que no tienen nada que ver con los Folks y los People o con los Bloods y los Creeps. Es decir que con el hip-hop y la cultura negra no tenían nada que ver, es una cultura cien por ciento rockera, o sea white trash. ¿Paradójico, no?

¿Qué otras películas recuerdas que mostraban esa realidad en Estados Unidos? En México se me ocurre Los olvidados, aunque no es exactamente de la misma época. ¿Otras películas mexicanas?

En esa época además de The Warriors hubo Escape de Nueva York y Mad Max. La onda ya andaba apocalíptica y estaba bien visto no tener dinero. Los héroes de esa época no tenían vestuario en el camerino y durante toda la película no se cambiaban ni una sola vez, si acaso se quitaban la camisa.

Todo el imaginario viene de James Dean y de Marlon Brando. Los olvidados es para gente culta y con culpas, a nadie se le ocurrió transformarse en El Jaibo después de verla y ésa es la diferencia, que aunque son películas que tratan temas similares sobre la enajenación de la juventud, pocas logran generar movimientos de masas e influir verdaderamente en los jóvenes. Para mí las películas como Rebelde sin causa y Los Guerreros funcionan realmente en otro nivel, son algo más que películas, son generadoras de mitología. Lo chingón de Los Guerreros es que no muestra ninguna realidad, es una fantasía kitsch absoluta y es por eso que despertó tanta fantasía entre los jóvenes de la época y los llevó a interpretarla en la realidad. No sé si te tocó vivirlo, pero para los jóvenes mexicanos, en los ochenta el país y la sociedad eran una verdadera pocilga. Todos nos imaginábamos que afuera había un mundo mucho mejor. En mi opinión la influencia de Los Guerreros, y lo que devino en el movimiento de los chavos banda, fue la única manera que muchos jóvenes encontraron para soportar la vida en México, hasta que crecieron y se tuvieron que integrar. De hecho ya nos comienza a hacer falta una buena película sobre el tema. ¿No crees?