Probé a vivir un día como una embarazada

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Probé a vivir un día como una embarazada

Alguna vez había dudado sobre si ceder o no el asiento, hasta el día que me lo pasé caminando con un traje que recrea la sensación de llevar a un bebé dentro de ti.

Todas las fotos por Jake Lewis

Este artículo fue publicado originalmente en VICE UK.

Una vez casi se me tiran encima en un bar por decir que no pensaba que debiera cederle mi asiento a una mujer embarazada, a la que —aunque llevara una pegatina visible de "Bebé a bordo"— no se le notara la barriga.

Según mi lógica, si el feto era del tamaño de una naranja, no tenía por qué ceder mi sitio. ¿Vosotros cederíais el sitio a un hombre solo porque llevara una naranja en el bolsillo? Obviamente, todos me insultaron y me dijeron que era un imbécil desconsiderado, y con toda la razón. La verdad es que nunca me he visto en esa situación, pero es divertido discutirla.

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En todo caso, los embarazos me fascinan. Me parece muy curioso que sepamos (y cuando hablo en plural me refiero a imbéciles como yo, que nunca leemos) tan poco sobre el proceso. Después de las clases de educación sexual, se nos olvida que existe el embarazo hasta que nos pasa a nosotros o a nuestra mujer. En ese momento, el fenómeno vuelve a nuestra vida. Nunca había sentido mucha empatía hacia las embarazadas y sus problemas ¿Por qué iba a hacerlo? No he tenido a nadie creciendo dentro de mí, nada ha estado absorbiendo mis preciados minerales a través de un tubo hecho de tejido vivo y jamás he sentido rugidos en el estómago ni patadas en el intestino. Definitivamente no, el milagro de la vida jamás pasará por mi cuerpo. Pero, ¿y si simulara un embarazo para intentar entender el sufrimiento de estas mujeres?

Life Choice UK es una empresa que ofrece modelos y muñecos de bebés para la educación en el cuidado de los niños. Una de las cosas que usan para educar tanto a niños como a adultos es una especie de bulto que se ata al cuerpo. El bulto pesa 12 kilos y la gente de Life Choice amablemente me prestó uno para que viviera en mis carnes el día a día de las embarazadas.

Para ponerse el aparato hay que sentarse. Dos tiras de velcro y tres ganchos ajustables a la espalda mantienen el bulto pegado al vientre. Compré una chapa de "Bebé a bordo" y me llegó justo a tiempo para estrenarla junto con mi "falso embarazo". La pregunta era: ¿lograría conmover a los usuarios del metro de Londres?

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Antes de iniciar mi experimento, debía superar varios retos. Son los que sugiere Life Choice para experimentar el esfuerzo físico que implica tener a otro ser humano en nuestro interior. La primera tarea era subir y bajar escaleras.

Fue complicado, sí, pero no más que cargar una caja de camisetas o una o dos bricks de zumo de naranja. Los pasos son más contundentes y la presión sobre la espalda es evidente, pero en general fue un ejercicio fácil.

Lo siguiente era quitarme los zapatos y volvérmelos a poner. Hacerlo sentado fue demasiado fácil. Es lo mismo que tener un balón sobre el regazo. Pero hacerlo de pie es totalmente distinto. Es muy fácil perder el equilibrio gracias a ese bulto que te sobresale del abdomen. Además, mis zapatos son muy raros, así que la dificultad aumenta. Pero aun así lo logré, y me los pude atar. Fácil.

Después debía tumbarme boca arriba y volver a levantarme. De todos los retos, este fue el más difícil. Me sentí como una tortuga patas arriba incapaz de levantarse. Hice muchos ruidos raros durante este ejercicio. Pero conseguí incorporarme y mantuve intacto a mi bebé pese a todos los rodillazos que le di.

Una vez terminadas estas pruebas, había llegado la hora de hacer el resto de cosas que haría una embarazada. Tenía que estar preparado para cuando naciera mi bulto, así que fui a una tienda de premamás.

Pero para llegar tenía que coger el metro. Era hora punta y estaba a tope de gente; al parecer, además, había habido un incidente con un pasajero.
El trato que recibí me dejó pasmado. Nadie me cedió el asiento, y eso que llevaba la chapa de "Bebé a bordo". Todo lo que recibí fueron miradas de hombres insensibles e irresponsables que nunca entenderían por lo que estaban pasando mis pies. ¡Desconsiderados!

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Cuando por fin pude sentarme, nadie me preguntó por mi barriga, ni cuándo nacía el bebé, ni nada. Fui ignorado por todos los usuarios del transporte público. Nadie supo valorar mi esfuerzo. ¿Pues sabéis qué? Que se vayan a la mierda.

En realidad, las escaleras son el peor enemigo del embarazo. Cada vez que las veía suspiraba como cualquier embarazada. Tienes que agarrarte a la barandilla para no perder el equilibrio. Con el pasar de las horas, subirlas se hacía cada vez más difícil.

Eso sí, la tienda de bebés fue increíble. ¡Mira qué zapatitos! ¡Y este abriguito para el invierno! Qué mono.

Incluso tenían un carrito hecho de tela vaquera de la marca Diesel. No me avergüenza decir que es lo mejor que he visto en mi vida.

Me empecé a emocionar por el bebé que no iba a tener. Quería comprarle a mi bulto todo lo que había en la tienda. A esta locura deben someterse todos los futuros padres; quieren comprarles a sus hijos de todo incluso antes de que nazcan, un acto fruto del amor y tal vez un poco del miedo. Yo no iba a gastarme una fortuna en un carrito, pero sí me compré un pin, como recordatorio del tiempo que pasamos juntos mi bulto y yo.

Aún no había experimentado todo lo que deben padecer las mujeres embarazadas. Una de las cosas por las que no había pasado eran las "náuseas matutinas", que según me dicen duran todo el día, así que deberían llamarse "náuseas de todo el día". Para simular esto, me fui a un parque y simplemente di vueltas un rato y luego intenté caminar en línea recta.

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Como podréis imaginar, dar vueltas con 12 kilos encima puede marear fácilmente, así que después de hacerlo dos veces tuve suficiente. Era el momento perfecto para almorzar.

Las emociones brotaron, y mi ensalada de pollo y mozzarella se convirtió en un mar de lágrimas. Mis cambios hormonales, las náuseas, el miedo a lo desconocido, el dolor de pies y una vejiga a punto de explotar fueron demasiado para mí. Estaba harto de ese bulto.

Así que dejad que os diga, chicos: estar embarazado es, en ese sentido, una mierda. Sé que para las mujeres que pasan por esto, el crecimiento es gradual y no cosa de un día. Pero de todas formas… En un día caluroso, unos pocos metros pueden llegar a parecer kilómetros. Si, como yo, alguna vez habéis dudado sobre si ceder o no el asiento, no lo hagáis más. Las embarazadas lo necesitan. Los ancianos sí se pueden ir a la mierda. Si pueden pasar todo el día arrastrando el carrito del súper, también pueden aguantar hasta que yo me baje del bus.

@joe_bish