Así celebraron los jóvenes irlandeses la aprobación del matrimonio homosexual

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Así celebraron los jóvenes irlandeses la aprobación del matrimonio homosexual

El pasado sábado salimos a las calles de Dublín para comprobar cómo celebraban sus gentes la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.

En el escenario en Viena, un hombre vestido con pantalones de cuero baila frente a la animación de una mariposa. Mientras tanto, en Dublín, la gente baila en las calles. La fortuna quiso que el Festival de Eurovisión coincidiera con el día en que Irlanda decidió dar el sí al matrimonio homosexual. Como colofón, los dioses gay-friendly mostraron su beneplácito haciendo aparecer un doble arcoíris en el cielo.

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Irlanda ha sido el primer país en aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo en referéndum. Tras semanas de debate mediático sobre si la isla esmeralda sigue siendo una nación de fanáticos católicos, la apabullante mayoría del sí (62,1 por ciento) ha dejado claro que los irlandeses han empezado a deshacerse de la opresiva soga de la iglesia.

Después de un soleado día de celebraciones y bebida y esperando la aparición de la drag queen Panti Bliss en Dublin Castle, la ciudad ya está lista para una gran fiesta gay. Montones de personas ataviadas con chaquetas de poliéster de los 80 hacen cola para entrar en el pub gay más popular de la ciudad, The George, donde horas antes el habitualmente áspero analista político Vincent Browne había presentado los resultados de la votación en directo, rodeado por una multitud de drag queens pletóricas.

La tensión emocional previa al referéndum había dado paso a una exultante relajación una vez conocidos los resultados. Esta noche el amor se prodiga a raudales y casi puede tocarse: autóctonos, turistas, drags y una extraña mezcla de novios heterosexuales se desbordan por las puertas de los bares gay y ocupan las calles.

"Ya esta mañana me he levantado muy nervioso, y cuando han empezado a contar los votos me he emocionado", afirma Robert frente a la puerta de The George. "Me maravilla pensar que los jóvenes que vivan aquí puedan crecer sintiéndose aceptados. Esto es una forma muy clara de mandar a la mierda a la vieja Irlanda".

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Pese a los veintipocos años de edad de Robert, para él el cambio es radical. " Aquí la homosexualidad se despenalizó en 1993, que yo nací siendo un delincuente", explica. "Pienso en mis amigos transexuales y solo espero que la tolerancia y la comprensión no acaben ahí, sino que sigan creciendo".

La cola para entrar a The George es enorme. Le pregunto a Robert adónde irá si no le dejan entrar. "Da igual adónde vaya, me lo voy a pasar genial", afirma. Esta noche toda la ciudad es gay. Dublín es omnisexual".

Más tarde conozco a Clara y a su padre, quienes han hecho campaña a favor del sí por el centro de la ciudad. "Ha sido un 40 por ciento de votos a favor, 40 en contra y 20 por ciento de indecisos", explica Clara. "Un chico me dijo que me fuera a la mierda, que todo esto daba asco. Los votantes del no se comportaron como cabía esperar".

Cuando el padre de Clara salió del armario, poco después de que ella naciera, el matrimonio homosexual era todavía un sueño muy lejano.

"Ahora estamos en una Irlanda totalmente distinta", dice. "La gente está harta de que la iglesia y las autoridades les digan lo que tienen que pensar".

Charlo con Cathy y Carla, una pareja demasiado joven como para que las dejen entrar en The George, aunque eso no las disuada de hacer la kilométrica cola, de todos modos. "La gente nos suele mirar solo por darnos la mano por la calle", me explica Cathy, "pero hoy todo el mundo sonríe. Siento que somos una pareja normal".

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Resulta entristecedor oírla decir eso con tanta naturalidad. Les pregunto si antes nunca se habían sentido "normales", si creían que Irlanda era un país inherentemente homófobo. "Creo que los chicos lo tienen mucho más difícil que las chicas", afirma Clara. "Pero el hecho de que esto se haya votado hace que sea especial, es como si el pueblo de Irlanda nos aceptara".

Los resultados del referéndum suponen una doble carga de empoderamiento: para aquellos que deseen acogerse a la nueva ley en el futuro y para los que tenían dudas de que sus votos fueran a servir para algo. Calificada como la "generación de la emigración" por su tendencia a marcharse fuera de su país, la juventud irlandesa se ha sentido cada vez más abandonada y desfavorecida, y los que suelen mostrarse más liberales verbalmente son a menudo los que luego no acuden a las urnas, atemorizados por el efecto de caja de resonancia de Twitter y convencidos de que la gran mayoría apoyaría al Iona Institute, un grupo conservador de defensa del catolicismo.

Finalmente, el único condado de Irlanda en el que hubo una mayoría del no fue Roscommon. Parece que por fin la legislación irlandesa empieza a entrar en sintonía con la realidad del país, un país liberal regido por una constitución teocrática, en el que los domingos las iglesias están vacías y los bares a rebosar y del que parten muchos ferries hacia el Reino Unido repletos de chicas que desean abortar. Irlanda, por fin, ha salido del armario.

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En ocasiones, el debate que ha precedido al referéndum se adentraba tanto en lo personal que resultaba perturbador y ofensivo para la comunidad LGBT y para cualquiera que no se haya criado en el seno de una familia nuclear. De acuerdo a la normativa de la Autoridad de Radiodifusión de Irlanda, ambos bandos debían disponer del mismo tiempo de transmisión, que los defensores del no aprovecharon para argumentar que solo un niño educado por unos padres casados y heterosexuales puede crecer de forma sana y apropiada.

"Yo fui educada por una madre soltera y los carteles del "no" me parecen grotescos", denuncia Azzie, una chica con gafas de sol y neón por todas partes.

Aunque el Iona Institute pueda parecer una entidad formada por extremistas solitarios, lo más inquietante de todo es que, para muchos jóvenes gais, fueron sus propios familiares los que votaron contra su derecho. Se han roto familias, se ha atacado y criticado la vida privada de las personas y se ha llevado al extremo el axioma "lo personal es político".

¿Con qué frecuencia llegan la política al corazón de las personas? Hemos superado la turbulencia y ha vencido el amor. "La clave es la visibilidad", afirma Simon, un amigo al que me encuentro entre la muchedumbre etílica a las puertas de Mother, una discoteca gay muy apreciada. "No ocurre muy a menudo que los gais hablen de sí mismos. Nadie se ha disculpado por nada, y algunos han confesado que desearían haber salido del armario antes. Nunca antes había amado tanto a este país ni me había sentido tan amado por él".

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Esta noche el protagonista es el amor. El amor beodo, caótico y cada vez más colgado de un ácido (son casi las 3 de la madrugada y los que no han logrado entrar en Mother dan vueltas por la zona o se sientan en la acera).

Un amigo vomita sobre el brazo de un hombre. Otro canta "¡Dios ama a los maricas!", augurando el posterior anuncio de la iglesia bautista de Westboro de que Dios odia a Irlanda". De un Nissan Qashqai blanco con las ventanillas bajadas y las puertas abiertas explota una melodía de Lady Gaga. Preciosos murales de Joe Caslin aparecen en George's Street y en la zona rural de Galway, presenciando desde su altura cómo la multitud regresa a sus hogares.

"Estas son las primeras horas de la agenda gay", grita efusivo un chico mientras ondea una bandera. "¡Vamos a dominar el mundo! ¡Nos comeremos a vuestros hijos!".

Su entusiasmo es contagioso. Quiero formar parte de su revolución. Lleva un sombrero en el que puede leerse, con letras mayúsculas de color rosa, "LOVELY FAGS". Le pregunto dónde cree que estarán de fiesta los defensores del no, como la columnista y miembro de Iona Breda O'Brien, por ejemplo. "A Breda la han colgado en Temple Bar como hicieron con Mussolini", dice, tras lo cual se pone a hacer como que se tira a una chica de pelo azul en sobre el capó del Nissan.

Me da la sensación de que esta fiesta se prolongará hasta bien entrada la mañana, cuando Irlanda amanecerá más igualitaria y hombres y mujeres podrán casarse como quieran, amarse y poner Lady Gaga a todo volumen.

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Gracias, Irlanda, por apoyar el matrimonio entre personas del mismo sexo mediante referéndum. Espero que con esto hayamos allanado el camino para otros países.

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Traducción por Mario Abad.

Puedes ver más fotos de irlandeses triunfantes (y borrachos) más abajo.