Después de varios días de peleas callejeras en Trípoli, ciudad norteña del Líbano, hace una semana y media las cosas se empezaron a calmar un poco (a excepción, por supuesto, de unos francotiradores disparando más o menos cada hora, pero eso aquí es habitual). Se llegó a un precario acuerdo de alto el fuego y los guerreros suníes del barrio de Bab Tabbaneh guardaron sus rifles de asalto y sus RPG. El viernes decidí que sería un buen momento para pasarme por ahí y sacar algunas fotos de sus tatuajes increíblemente feos.
Uno de los tíos que conocí en la calle Siria, la línea divisoria entre los barrios rivales de Bab Tabbaneh y Jebel Mohsen, es un pistolero legendario. Otro de los que conocí pasó tiempo en la cárcel por haber apuñalado varias veces a alguien en un mercado de verduras. Un chaval llamado Ehab, de 22 años, con el cuerpo lleno de cicatrices, me dijo que tenía un yin-yang tatuado en el pene, pero le dije que no hacía falta que me lo enseñase.
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Un asesino frío como el hielo con un yin-yang permanentemente grabado en su piel es un ejemplo del poco sentido de lo que está pasando en Bab Tabbaneh. También está el Jeque, que colecciona armas de fuego de la Segunda Guerra Mundial y que, según algunos, bebe gran cantidad de alcohol destilado ilegalmente mientras dirige a un equipo de guerreros. Y, por supuesto, también están todas esas cosas ridículas que pueden provocar toda una semana de intercambios de ametralladoras y morteros: críos poniendo explosivos, o esa excusa que a menudo recibe el nombre de “disputa personal” y que, también a menudo, arroja como resultado una docena de muertos y bastantes heridos. Como en cualquier sitio donde tienen lugar conflictos armados, los civiles acaban pagando el precio más alto: heridas y muertes, el bloqueo de los ya de por sí míseros servicios del gobierno, la pérdida de empleo y muchas otras cosas terribles.
Las cosas adquieren perspectiva de la forma más impactante una vez te das cuenta de que esos guerreros son simplemente críos atrapados en una contienda que no entienden muy bien, en un barrio con pocas posibilidades, si es que las hay; a excepción de matar a sus vecinos en nombre de unos políticos oportunistas.Y tras todo esto, he aquí una pequeña muestra de los tatuajes feos de Bab Tabbaneh.Sigue a Jeff en Twitter: @Jeff_Neumann
