Cómo es en realidad vivir en la ‘capital de las violaciones’ en la India
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Identidad

Cómo es en realidad vivir en la ‘capital de las violaciones’ en la India

Tras la brutal violación de una mujer de 23 años de edad que viajaba en autobús en 2012, Delhi se convirtió en la capital de las violaciones. Cuatro años más tarde, preguntamos a varias mujeres si se sienten más seguras usando el transporte público.

Cuando Jyoti Singh fue brutalmente violada en grupo a bordo de un autobús en el sur de Delhi, el mundo entró en estado de shock. Casi de un día para otro, la capital de la India se convirtió en sinónimo de violación.

Aquello fue en diciembre de 2012, pero hoy la violencia hacia las mujeres en el transporte público vuelve a estar en las noticias, aunque en esta ocasión el titular lo protagoniza Uber y la ciudad es Londres.

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Pero, ¿qué pasa con Delhi? ¿La denominada 'capital de las violaciones' del país con la economía que más rápidamente está creciendo del mundo es ahora más segura? Para hacerme una idea, pensé en preguntar a mujeres que viven en la ciudad o que viajan por ella. Cuando la temperatura escala hasta alcanzar los 45 grados, es momento de olvidarse de los habituales rickshaws (durante el verano básicamente son hornos de convección) y optar por servicios de coche compartido como Uber.

Megha Mishra afirma que siempre viaja en transporte público. Todas las fotos de taxis por Rebecca Hobson

Conocí a Megha Mishra, de 27 años de edad, el lunes por la noche, cuando compartimos un taxi hasta Connaught Place, el núcleo comercial de Nueva Delhi y también donde se encuentra un tienda cooperativa que me encanta, Khadi Gramodyog Bahvan. Mishra trabaja en el sector del desarrollo y se dirige a una reunión. Yo voy a comprar jabón.

"No creo que llamar a Delhi la capital de las violaciones sea un título justificado", me dice tan pronto como le formulo la pregunta. "Yo salgo mucho, no hay día que regrese a casa antes de las diez de la noche y, como no tengo coche, siempre viajo en transporte público. He cogido rickshaws a la una de la madrugada y me he llegado a quedar dormida, pero siempre he llegado a casa sana y salva.

Shruti Arora dice que no se siente segura después de las diez de la noche

Le pregunto si alguna vez ha vivido una experiencia peligrosa. "Una vez me acosaron sexualmente en un autobús", me explica, bajando ligeramente la voz. "Volvía de la universidad a eso de las siete de la tarde y un hombre borracho, de unos 40 o 50 años, se sentó a mi lado, puso su mano en mi muslo y empezó a frotarlo. Por aquel entonces yo tenía 18 años y me puse a temblar como una hoja. Levanté su brazo y le dije, 'Guárdatelo para ti'".

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Por desgracia, aquello no terminó ahí. El agresor de Mishra la siguió cuando bajó del autobús hasta otra parada y no se marchó hasta que ella le contó lo sucedido a un extraño. A pesar de este incidente, afirma tajantemente que la ciudad es segura. "Cuando pienso en cuántos años llevo viviendo aquí y que salgo cada noche, creo que aquel incidente es minúsculo".

Con sus elegantes pendientes de cristal y su prestigioso trabajo en el sector de las comunicaciones, Shruti Arora, de 29 años de edad, es de pies a cabeza la típica urbanita joven y moderna de Delhi. Nuestras vidas se cruzan el martes por la mañana, durante nuestro desplazamiento diario hasta el trabajo. Me recoge mientras se dirige a Saket, el barrio exclusivo al Sur de Delhi donde trabaja.

"Creo que es muy difícil de aceptar, pero pasadas las diez o las diez y media de la noche no me siento segura", me dice sin dudar, "aunque hubo un tiempo en que no era así, porque yo me crie aquí. Cuando iba a la universidad, hace seis o siete años, podía conducir sola a las 11 y media de la noche para volver a casa y no pasaba nada, pero no se puede negar que las cosas han cambiado de un modo drástico".

Le pregunto por qué. "Siento decirlo así, pero hay mucha gente procedente de estados cercanos como Uttar Pradesh y Haryana, que vienen aquí a trabajar. Tienen valores más conservadores y en sus ciudades el sexo es tabú, así que para ellos, que una mujer vista con falda corta es todo un acontecimiento".

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A pesar de la inquietud de Arora, nunca ha experimentado nada peligroso en sus carnes, pero considera que otras ciudades importantes como Bombay o Bengaluru son mucho más seguras. "Es un placer estar en Bombay, incluso a las cuatro de la mañana puedes moverte con total libertad".

Laura Quinn lleva siete años viviendo en Delhi

Al igual que yo, Laura Quinn es una treintañera británica que vive al sur de Delhi. A diferencia de mí, lleva siete años viviendo aquí (yo estoy en mi séptimo mes), habla algo de hindi (yo estoy en ello) y dirige su propia consultoría, Do One Thing.

Acurrucada en el asiento trasero de un polvoriento Suzuki Maruti —el coche elegido en esta ocasión— le pregunto acerca de la seguridad mientras compartimos taxi para volver a casa desde Shahpur Jat, un colorido pueblo urbano situado en el distrito medieval Siri Fort de Delhi.

"Yo diría que vivir en Delhi conlleva muchos desafíos, pero ser mujer desde luego no está en lo más alto de mi lista. Vale, te miran, a veces puede ser incómodo, incluso ocasionalmente intimidatorio, pero yo no diría que la sensación de peligro sea mayor que en algunas partes de Nueva York o Londres. Y lo mismo sucede con la seguridad".

Pero Quinn también se describe a sí misma como una de las "afortunadas": posee un coche, coge taxis y no camina sola por la noche. "No quiero quitar importancia a lo peligroso que es para la inmensa mayoría de mujeres que tienen que coger autobuses, que caminan por la calle de noche o que incluso son vulnerables en su propio hogar", afirma, "pero yo he pasado por un montón de situaciones en las que he sido vulnerable y la gente me ha ayudado. Hay gente muy amable en Delhi".

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Ruhi Batra dice que evita los autobuses a toda costa

Es otro asfixiante miércoles cuando me monto en el taxi de Ruhi Batra para dirigirme a Mehrauli, un extenso barrio antiguo en el que hay un parque de 200 acres y donde se encuentra el Qutub Minar, el minarete de ladrillo más alto del mundo, que data del siglo XII.

Sentada en el resplandor rosáceo de la hora punta de la tarde, disfrutando del aire acondicionado, pregunto por encima del sonido de un millón de bocinas a esta ejecutiva de Relaciones Públicas de 34 años de edad acerca de la vida en la ciudad.

"Siempre lo tienes en mente cuando caminas por una calle secundaria de noche. Siempre miras por encima del hombro y siempre estás alerta… a veces incluso rozando la paranoia", me dice.

"Pero eso no tiene una influencia real en mi estilo de vida, excepto quizá si salgo de noche y bebo un poquito, porque entonces nunca cojo un taxi. No porque sea una invitación para el taxista, sino porque le tengo que indicar la dirección y darle instrucciones".

Batra también evita los autobuses a toda costa. "No cogería un autobús ni aunque mi vida dependiera de ello. Cuando era más joven e iba en autobús todos los días a la universidad, siempre tenía que lidiar con manos y toqueteos imprevisibles. Pero ahora cojo taxis, así que no dejo que el miedo me consuma. El hecho de no mirar a todos los hombres como si me fueran a violar es una decisión consciente".

Cuando Batra sale del taxi para disfrutar de su velada, veo un atestado autobús en el carril de al lado. Decido que no voy a coger el autobús en un futuro próximo ni a caminar sola por la noche a la una de la madrugada como solía hacer en París y Londres. Pero en cierto modo me siento más segura y más confiada. Como dijo Laura Quinn, esta ciudad no es tan distinta a otras.