Chamonix: un viaje a la capital mundial de la muerte deportiva
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Chamonix: un viaje a la capital mundial de la muerte deportiva

Los Alpes ofrecen rutas alpinas y zonas de esquí increíbles, pero también pueden ser una trampa mortal para aquellos que no sean conscientes de la magnitud del desafío.

El teleférico de Aiguille du Midi, en Chamonix, tarda unos 20 minutos en subir los 1.800 metros que separan el fondo del valle de la cumbre, una afilada daga de granito en el corazón de los Alpes franceses.

En abril, yo estaba metido en uno de sus telecabinas, rodeado de visitantes de todas partes del mundo. Algunos eran pálidos y pacíficos padres de familia armados con grandes cámaras de fotos, pero la mayoría eran sonrosados aventureros amateur vestidos con coloridas prendas Gore-Tex. Había escaladores de montaña y de hielo, practicantes de parapente, speed fliers, paracaidistas y esquiadores de fuera pista —como yo.

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La hermosa Chamonix y su incomparable entorno natural, sin embargo, no son tan idílicos como podría parecer. La ciudad es conocida como "la capital del mundo de las muertes deportivas", y no es por capricho. El acceso a las montañas en muy fácil, así que la zona está repleta de entusiastas de los deportes extremos. Muchos están ahí por el Mont Blanc, que con sus casi cuatro kilómetros de altura es el pico más alto de los Alpes.

Esta es la Meca para los esquiadores de fuera pista. Los amantes de las pendientes más inclinadas pueden dejarse caer sobre rampas de vértigo desde la estación de teleféricos, gateando literalmente por encima del mirador y descolgándose hacia la nieve.

Chamonix es también el punto de partida del famoso tour de esquí Vallée Blanche y muchos otros como la Haute Route, una semana completa de esquí en la cresta de los Alpes.

Una vez llegados a lo alto del telecabina, seguí a una fila de esquiadores a través de una pequeña valla sobre el filo de la montaña, tan inclinada en ambos lados que durante todo el invierno se coloca allí una cuerda para que nadie se despeñe. Andamos a lo largo del glaciar de Géant. Después de una hora de ruta alcanzamos nuestro objetivo, así que me calcé los esquíes y miré hacia abajo: delante mío se abría una espectacular pendiente de 40 grados.

Mi pequeño grupo incluía un esquiador profesional de Noruega, dos amateurs de Bélgica e Inglaterra, y mi guía, un suizo bronceado y amigable de nombre José. Siempre me pongo nervioso cuando esquío fuera pista, pero esta vez estaba más nervioso de lo habitual. Había sido un mal año para los esquiadores en los Alpes, y lo último que alguno de nosotros quería era sumarnos a las estadísticas.

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Desde enero, más de 100 esquiadores han fallecido en los Alpes, la mayoría sepultados por avalanchas. El índice anual de mortalidad de los esquiadores en los Alpes es difícil de determinar, principalmente porque los Alpes abarcan varios países y la obtención de datos varía. El promedio, sin embargo, es menor a 100 muertes por año: ¿qué ha pasado este 2015?

Para ello debemos hacernos otra pregunta: ¿son los Alpes una trampa mortal en invierno? Los números cuentan una historia, pero no su totalidad. Comparar las altas cifras de muertes requiere un análisis de la situación del esquí fuera pista en Europa y en Norteamérica. No hay que obviar que existen muchos más practicantes de modalidad en Francia, Suiza, Austria, Italia y Alemania que en EEUU y Canadá.

Entrada al Vallée Blanche desde la Aiguille du Midi. Foto de Nick Heil.

Durante mi visita a Chamonix intenté averiguar por qué tanta gente había fallecido en las montañas este año. Para ello me reuní con James Moreland, un guía británico radicado en Chamonix durante más de 14 años.

"Solo ha sido un año más en la capital mundial de la muerte deportiva", me dijo mientras se bebía su café en el popular bar local Elevation. Para Moreland, las montañas locales y los Alpes en general se están superpoblando. El británico describe Chamonix como una "Disneylandia a la intemperie" donde los accidentes son recurrentes.

Moreland me contó que una tarde, mientras conducía de vuelta a su casa, vio cómo un practicante de parapente se estrellaba en unos árboles cercanos a la carretera. En otra ocasión, él y sus amigos estaban sentados en la terraza de un café cuando un speed flier —un deporte popular que combina el esquí extremo con parapente— se estrelló en una zanja junto al restaurante. "Es una mierda de espectáculo", me aseguró.

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Cuando le pregunté sobre esta temporada (Francia contabilizó 36 muertes en el invierno de 2015, 15 más que el año pasado), Moreland me habló de las condiciones inadecuadas y de la tendencia de muchos usuarios a hacer las cosas aún más peligrosas.

"Cada vez hay más personas exponiéndose a peligros", me aseguró. "Eso también se debe al aumento de la competitividad: la gente quiere salir primero para tener la pista libre".

En Norteamérica, el acceso a lo alto de las montañas normalmente representa un gran desafío. Muchas veces requiere pasar por zonas remotas e inhabitadas. En Europa, en cambio, los montes están completamente colonizados: la Haute Route, un 'tour' de varios días entre Chamonix y el Zermatt, está plagada de chalés particulares y restaurantes.

En los Estados Unidos y en Canadá hay una oferta de excursiones guiadas mucho menor que en los Alpes. En Chamonix, puedes ir a la caseta y contratar un guía ahí mismo: no importa si tienes experiencia o no, lo único que tienes que hacer es seguirle y hacer lo que te dice y todo saldrá siempre bien. Bueno, o casi siempre.

Paseando sobre Le Grand Montet en Angentière, Francia. Foto de Nick Heil.

Para entender mejor las diferencias entre la cultura de guía norteamericana y europea quedé con Jean Marie Olianti, de 67 años, originario de Chamonix. Olianti ha ejercido de guía durante más de 40 años, incluyendo 40 viajes a la Haute Route y más de 180 ascensos a Mont Blanc. Es un miembro estimado de la Compagnie des Guides, la organización con más años de su tipo en el mundo. La Compagnie ofrece todo tipo de guías, desde una breve caminata hasta escalar la Cosmic Couloir de 45 grados.

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"Los guías europeos, especialmente los franceses, confiamos mucho en nosotros mismos", me dijo Olianti durante la charla. "Guiar es complejo. Los franceses no hablan mucho; los estadounidenses ponen más atención. A veces, los norteamericanos incluso necesitan a alguien al lado para decirles lo buenos que son".

Olianti estaba bromeando, pero a la vez remarcaba una importante diferencia entre la mentalidad europea y la norteamericana. La mayoría de los esquiadores de fuera pista de los Estados Unidos están muy atentos a las condiciones y al terreno. En los Alpes, en cambio, el fácil acceso invita a los esquiadores principiantes e intermedios a las montañas. Es por ello que los profesionales siempre insisten en una frase tópica: haz lo que el guía dice y todo irá bien.

Desafortunadamente, no siempre es así. En los últimos años, no solo ha crecido el número de fallecimientos entre los turistas… sino también entre los guías. En 2014, 9 profesionales murieron esquiando y escalando, el doble del promedio habitual. El mismo número se alcanzó en 2009, y ello obligó a la respetada Ecole Nationale de Ski et d'Alpinism (ENSA), la organización francesa dedicada a la formación de guías profesionales, a suspender temporalmente el programa de certificación y reestructurar sus métodos de entrenamiento.

A pesar de las serias implicaciones —la ENSA certifica a docenas de instructores y guías cada año—, los clientes apenas notaron la diferencia. Se llegó a la conclusión de que la ENSA estaba contratando a atletas habilidosos a quienes no obstante les fallaba la capacidad de tomar el tipo de decisiones que van de la mano con el alpinismo. Se reescribió el programa de entrenamiento para asegurar una mejor toma de decisiones; el índice de accidentes decayó.

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Independientemente de la experiencia de tu guía, o de sus decisiones, el clima en los Alpes está siendo más difícil de predecir debido al cambio en los patrones meteorológicos. ¿Puedes esquiar en el mismo lugar donde has esquiado de forma segura una docena de veces durante la última década? En la mayor parte de casos sí, pero… también puede ser que una antigua pista transitable se haya convertido en un infierno.

Esquiador de fuera pista en Le Grand Montets, Argentière, Francia. El Mont Blanc se alza majestuoso al fondo. Foto de Nick Heil.

El cambio climático ha afectado los Alpes con especial virulencia. Las temperaturas promedio de invierno están subiendo a marchas forzadas; las tormentas cada vez son más volátiles y erráticas. Este año en concreto fue particularmente engañoso. Mucha gente con la que hablé mencionó la presencia de una capa delgada de hielo debajo de la nieve: como más subían las temperaturas y más nieve se acumulaba sobre el mencionado hielo, más vulnerables a los aludes se volvían los estratos cercanos a la superficie.

En marzo, durante un ciclo climático particularmente volátil, oí informes no oficiales que afirmaban que 15 personas habían muerto en un período de tres semanas. Varios grupos de esquiadores habían quedado atrapados en los refugios de Haute Route; algunos se despeñaron en el intento de escapar a los valles.

"Todo era terriblemente inestable", dice Tyler Jones, un estadounidense que habita en Noruega y que en ese momento se encontraba en Francia realizando el 'tour' de esquí. "Cuando cayó la nieve pilló desprevenidos a varios grupos. Fue sorprendente lo rápido que los cubrió".

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Durante el intenso ciclo de marzo, las condiciones eran tan malas que algunos guías se retiraron o no se presentaron en ningún momento. "Hubo más o menos cinco días durante los cuales el valle entero estuvo cerrado", explica el galés Dougal Tavener, guía radicado en Chamonix y esquiador profesional. "Nunca había visto nada parecido. Un buen guía debería ser capaz de darse cuenta de estas cosas y negarse a ir".

El problema es que las condiciones de la nieve y la información sobre el clima no se comparten en Europa de la misma forma que se hace en Norteamérica. No hay organizaciones independientes dedicadas a las avalanchas, como la Colorado Avalanche Information Center (CAIC) de los Estados Unidos. A pesar de la larga historia de guías en Chamonix —o quizás precisamente debido a ella—, la prevención de avalanchas está muy por detrás de Norteamérica.

Esta la razón por la cual Tavener y unos cuantos más, incluyendo al estadounidense Miles Smart, crearon una página privada en Facebook para intercambiar información, partes de viaje, fotos y condiciones de la nieve. "Nos ayuda a tomar decisiones, especialmente cuando el clima se ve mal desde abajo pero puede que esté bien allá arriba. O viceversa", explica el propio Tavener.

Casi todas las personas con las que hablé estaban de acuerdo que el invierno de 2015 fue problemático debido a sus condiciones inusuales, pero nadie pudo señalar la causa última de los problemas.

Habrá que esperar unos cuantos inviernos más para saber si la marca de cien muertes y pico en una temporada es la nueva norma para los Alpes. Los ciudadanos de Chamonix tienden a responder a esta especulación encogiendo los hombros: hay años buenos y años malos, y este fue un mal año. Sin más. En los años malos, la mejor receta para seguir vivo en la montaña es sencillamente estar muy atento.

Cuando el estadounidense Tyler Jones y su grupo se encontraron con condiciones peligrosas en Haute Route, se las arreglaron para retirarse de la montaña y pasar el día bebiendo capuchinos en la aldea: las montañas siempre pueden esperar. Días después regresaron cuidadosamente al ambiente alpino y encontraron buenas condiciones para esquiar. "La montaña no es cruel si sabes lo que haces: sencillamente debes saber a lo que te enfrentas", concluye Jones.