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Probé el método Abramovic y creo que perdí el conocimiento

Sobra decir que mi experiencia con el método Abramovic me hizo sentir un montón de cosas.
Foto de Hick Duarte

Desde principios de marzo, la exposición Terra Comunal – Marina Abramović + MAI ha estado ofreciendo en el SESC Pompeia de San Pablo una retrospectiva de la artista serbia. En una asociación con el Instituto de Marina Abramovic (MAI), la exposición recupera performances icónicas como La artista está presente512 horasLa casa con vistas al mar y estudios que Abramovic ha estado llevando a cabo con cristales brasileños desde finales de los 80; además de ofrecer encuentros con la propia Abramovic, siete charlas sobre la vida y arte de la artista y ocho performances seleccionadas por Marina Abramovic, Lynsey Peisinger y Paula García. Pero quizás lo que más ha atraído la atención del público es la posibilidad de participar en el método Abramovic.

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Compartiendo espacio con la exposición del SESC, el método Abramovic se presenta como una experiencia reservada a un grupo de hasta 96 personas, donde en dos horas y media se lleva a cabo una serie de ejercicios de meditación e introspección que la artista ha ido desarrollando durante sus 40 años de carrera. Todo lo que hay que hacer para participar es rellenar un formulario en la página web de la exposición y confirmarlo vía e-mail.

Según explica un vídeo que Abramović creó para la página web del método, su objetivo con esta experiencia es conseguir desacelerar los ritmos frenéticos que impiden al público apreciar el arte de una forma totalmente abierta:

Tras confirmar su nombre en la entrada, muchos de los participantes dejan sus pertenencias en las taquillas exclusivamente reservadas para ellos, mientras que algunos optan por quitarse los zapatos y accesorios antes de entrar en la sala donde tiene lugar la experiencia. Yo dejé mi mochila, me quité las bailarinas y me reuní con las otras 90 personas del grupo en una especie de sala de espera con algunos televisores.

Los primeros 30 minutos consistieron en unos ejercicios de respiración, visión y relajación muscular, para los cuales la propia Abramovic marca las pautas en un vídeo que se puede ver en cada una de los televisores de la sala, mientras que Lynsey Peisinger se ocupa de mostrar cómo desarrollar cada una de las actividades. A continuación, el grupo se divide en dos y a cada uno de los participantes se le entrega unos auriculares que sirven para aislarlos de sonidos externos. Cada una de las divisones del grupo se divide nuevamente en dos y a partir de aquí se les da dos horas para realizar cuatro tipos de ejercicios, que tendrán que realizar en posición erguida, sentados, tumbados y caminando lentamente, todo ello en un silencio total. El facilitador, nombre que recibe el instructor del método, nos llevó a la zona donde tendría lugar el ejercicio en posición sentada.

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Foto de Victor Nomoto.

Frente a nosotros había varias sillas y bancos de madera, todos ellos con cristales incrustados. Me senté sobre un banco sin respaldo y pronto me encontré compartiendo el espacio con una mujer que se sentó detrás de mí. Intenté mantenerme erguida y relajar la espalda todo lo que pude, y lo conseguí bastante bien. Empecé a eliminar de mi mente todo pensamiento superfluo y al final tuve la sensación de llegar a dirigir toda la atención hacia mí. Es una sensación extraña cuando lo adviertes y no es tan fácil de conseguir como parece, sobre todo si empiezas a pensar en tu respiración, en si tu postura es cómoda o si te incomoda estar apoyándote en una persona extraña, tienes que pensar lo menos posible.

Media hora después, el facilitador nos indicó que nos pusiéramos en pie y nos dirigiéramos hacia el fondo de la sala, donde había unos banquetes (todos de madera) y algunos tótems, con tres cristales estratégicamente colocados de cara a nuestra cabeza, pecho y abdomen. La mitad del mundo se quedó de pie sobre los tótems, mientras que yo y el resto nos sentamos sobre los taburetes en parejas, con una persona de cara a la otra.

Este fue uno de los ejercicios más complicados, puesto que no es nada fácil observar fijamente a un extraño durante 15 minutos y controlarte la risa. Cuando conseguí vencer mi deseo de echarme a reír, empecé a centrarme en los ojos del tipo que tenía enfrente y al momento entré en una especie de trance. Fue un momento de puro vacío y era como si ambos nos hubiésemos “alineado” en esa misma sensación. No prestamos atención a nada a nuestro alrededor para intentar ver qué era lo que hacían los demás.

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Entonces intercambiamos posiciones con la gente que se encontraba de pie sobre los tótems. Estirar las piernas me ayudó mucho a relajar la espalda tras haber estado 45 minutos sentada en la misma posición, y al tocar los cristales (con las manos, cabeza y el resto del cuerpo) entendí que Abramovic podría tener razón con su teoría de que los cristales catalizan y emiten una gran cantidad de energía hacia aquellos que interactúan con ellos, puesto que salir del trance de observar fijamente a un extraño no fue un shock muy fuerte cuando me enfrié la frente y manos con el cuarzo rosa, y no se trataba solo de una sensación térmica.

Foto de Victor Nomoto

Para el siguiente ejercicio teníamos que tumbarnos sobre lechos de madera en otra parte de la sala. Cada una de las camas tenía un cristal incrustado en el cabezal. Cada participante escogió su cama y se tumbó y, por alguna razón, empezó a sonar una música en mi cabeza. Luego se hizo el silencio y finalmente me di cuenta de que me había quedado frita y que el facilitador me estaba despertando. No es que tuviera sueño por el cansancio, ni siquiera estaba cansada, sino que fue más el resultado de toda esa introspección y seguramente que mi relajación había llegado al punto álgido.

Por último, tuvimos que cruzar la sala lentamente. El facilitador iba delante, guiando a los demás para que avanzaran del mismo modo, casi arrastrando los pies. Era divertido ver cómo algunos de los participantes que se encontraban detrás iban adelantando al resto, puesto que resultaba difícil mantener un ritmo tan lento, para los que solemos andar corriendo arriba y abajo para llegar al metro o coger el autobús, este ejercicio supuso una completa concentración. Cuando la mayor parte del grupo alcanzó la pared al otro lado de la sala, el método terminó.

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Si el objetivo de Marina Abramovic era la meditación, lo que llega a conseguir es mucho más que eso. Un Tumblr creado para la exposición reúne una serie de comentarios de gente que ha experimentado el método y comparte sus impresiones. Más allá de la calma, las actividades hicieron aflorar las sensibilidades de muchos participantes, tomando conciencia de la propia existencia material e inmaterial. No hay pinturas o esculturas en Terra Comunal o en el método Abramovic, sino que el arte va allá donde el cuerpo lo permite.

Traducción de Rosa Gregori.

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