El cómo este elotero está lidiando con la gentrificación

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El cómo este elotero está lidiando con la gentrificación

En Los Ángeles, vender una mazorca de maíz al vapor en la calle puede llevarte a la cárcel.
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En Los Ángeles, vender una mazorca de maíz al vapor en la calle puede llevarte a la cárcel.

Andrés Santos Medina puede dar fe de esto. Durmió dos noches en la County Jail de Los Ángeles y tuvo que pagar una multa de mil dólares por vender elotes en la calle en 2010. También le confiscaron su cochecito personalizado y todo su equipo, pero ni siquiera la ley le puede impedir responder a su llamado familiar.

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Es un elotero de segunda generación que se instala en el barrio de Highland Park. Su puesto, que coloquialmente se ha denominado The Corner Corn, ha estado colocado frente a la misma ubicación desde hace 20 años. Es una reliquia viviente de un Highland Park pasado, el que era el hogar de un grupo demográfico en su mayoría latinos. Puede que éste ya no sea el caso, pues el barrio es un emblema de la gentrificación en la ciudad, pero Medina se niega a renunciar a su empresa familiar.

Usar la aplicación Square me ha ayudado. Obtengo tal vez un extra de $50 dólares a la semana. No es mucho, pero algo es algo.

Si caminas por la Figueroa Street en otoño o invierno, el olor reconfortante de maíz hervido que emana de su carro te hará detenerte. Medina se especializa en maíz entero hervido al estilo de Morelos, México, notable por agregar epazote en el agua utilizada para cocinar el maíz. También sirve esquites con un poco de mayonesa, margarina Parkay Squeeze, jugo de limón, queso cotija, y un poco de salsa picante que hace en casa. Y, por último, el champurrado: una bebida caliente de chocolate espesada con masa de maíz nixtamalizado. En los meses más cálidos, vende raspados con jarabes pulposos que elabora desde cero.

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The Corner Corn's business cards

La policía no lo ha molestado en los últimos años. No obstante, al igual que miles de otros vendedores ambulantes en la ciudad, sabe que su negocio está en peligro durante cada servicio.

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El año pasado, su hija le ayudó a crear una página de Facebook, aunque, irónicamente, entre más publicidad recibe, se vuelve más susceptible a que lo cierren. La última impresión de sus tarjetas de presentación tienen un maíz con una cara sonriente y ahora también un logotipo de Yelp. Sin embargo, el hecho más fascinante en sus intentos por mantenerse al día con los tiempos cambiantes de su barrio puede ser que ahora acepta tarjetas de débito y de crédito a través de la aplicación Square, algo que antes era desconocido para los vendedores ambulantes de Los Ángeles.

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Elote hervido con epazote es a lo que se le llama esquite.

"Usar la aplicación Square me ha ayudado. Obtengo tal vez un extra de $50 dólares a la semana. No es mucho, pero algo es algo". Medina me dice que se enteró de la aplicación por un amigo. Se dio cuenta de que varios de sus clientes comenzaron a preguntar si podían pagar electrónicamente. "Es mejor a que mis clientes se vayan sin comprar nada como estaban haciendo antes".

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Se le pone queso cotija al esquite.

Sin embargo, el tono de la conversación cambia rápidamente a cuántos latinos quedan en el barrio y como, como resultado de eso, su negocio ha caído en más de un 50 por ciento en la última década. En un jueves por la noche de 8 a 9 de la noche, su único cliente fue un hombre latino joven que vive a pocas cuadras de distancia. "Mis ventas han disminuido enormemente", me dice Medina. "Solía tener una fila de personas hasta doblar en la cuadra varias veces a la semana. Ahora tengo suerte si vendo más de $100 dólares la noche, y eso sin contar el costo de los ingredientes y de mi tiempo ."

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Medina continúa hablando francamente y comparte la razón principal por la que siguió la vida de venta en la calle de su padre. "Me gustó la flexibilidad de ser dueño de mi propio negocio y no estar sujeto a otra persona para mi bienestar. No he podido encontrar trabajo desde hace mucho tiempo, así que hice mi propio trabajo".

Suena como un verdadero empresario.

A las 9 de la noche en punto, Medina comienza a cerrar la tienda y mete su coche en una camioneta para terminar. Justo en ese momento una pareja de jóvenes latinos se acerca sonriente y pide dos esquites para llevar; corren hacia él con la esperanza de atrapar una bola de maíz. Deja de empacar y les sirve su última mazorca de maíz. "Hay gente que viene a visitarme desde tan lejos como Palmdale", me dice orgullosamente. "Me llaman primero solo para asegurarse de que voy a estar aquí antes de manejar casi 100 kilómetros para visitarme y a sus familiares que viven cerca".

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Esquite con mayonesa.

Cuando le pregunto sobre el futuro de su negocio, Medina se encoge de hombros y responde: "Voy a trabajar durante el tiempo que mi cuerpo pueda hacerlo. No creo que mi negocio pueda estar mucho peor que donde está ahora, pero ya veremos".