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Beijing

Una corredora americana nos da una valiosa lección: no celebres nada. Nunca.

La corredora Molly Huddle no pudo contenerse y celebró antes de lo debido —y aprendió una dolorosa lección.

La corredora estadounidense Molly Huddle competía en la prueba de los 10.000 metros del Campeonato Mundial de Atletismo de Beijing. Cuando había corrido 9.999 metros estaba en tercera posición: un metro más y ganaría la medalla de bronce, subiría al podio y todo sería alegría.

A los 10.000 metros, sin embargo, estaba en cuarta posición, detrás de su 'amiga' Emily Infeld.

¿Qué pasó?

Para Huddle, 30 años, hubiera sido la primera medalla en el Campeonato Mundial. Lástima que lo tirara todo a la basura por celebrar justo un par de segundos antes.

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Ganar un oro es la hostia, porque el estatus de 'mejor del mundo' es lo más; la plata está guay, porque significa que estás cerquita; y el bronce también está bien, porque quieras que no habrás subido al podio y tal.

Si ganas una de las tres, además, siempre tendrás algo que enseñar en una cena con amigos, o algo que tirar desde un barco si estás cabreado porque te fuerzan a alistarte en el ejército, o algo que a lo mejor podría salvarte si te disparan un tiro en el pecho durante un ataque terrorista. En esos casos no hay mucha diferencia entre haber llegado primero, segundo o tercero.

Pero… ¿cuarto?

Eso no mola nada. Morirías si te dispararan; tendrías que irte a la guerra sin enfadarte; y en la cena con amigos a nadie le impresionaría tu diploma.

Además, a pesar del hecho que la pobre Huddle ya estuviera bastante cabreada y decepcionada, el presentador no pudo evitar comentar, delicadamente, que ahí "había una lección".

Vaya, muchas gracias, amigo.