FYI.

This story is over 5 years old.

VICE Sports

La conspiración para acabar con las clavadas en el basquetbol

Todos aman la clavada; sólo que la gente quiere que la lleven más allá, aunque, desde hace mucho, también ha querido que sea algo totalmente diferente.

Lo primero que debes saber es que el inventor del basquetbol no planeó a propósito que la canasta estuviera a 3.05 metros de altura. Simplemente ocurrió que la distancia entre la pista de carreras y la canasta de duraznos que James Naismith colgó en 1891 era de 3.05 metros. Si hubiera sido medio de metro más, las canastas habrían estado allí y el logo Jumpman de Nike habría sido un poco diferente.

Este argumento lo usan todos los que están a favor de elevar la canasta. La decisión de Naismith fue completamente arbitraria y, como tal, no merece más reverencia que la regla de los votes. Además, el primer defensor del alza de la canasta probablemente pudo descifrar las intenciones de Naismith. Forrest "Phog" Allen conoció el juego de primera mano del mismo Naismith en la Universidad de Kansas. Poco tiempo después ignoró que Naismith pensara que un equipo de basquetbol no necesitaba un entrenador, para convertirse él mismo en el primer entrenador en la cercana Universidad Baker.

Publicidad

En 1929, tras haber regresado a ser entrenador de Kansas, Allen empezó la campaña a favor de canastas más altas. Para demostrar lo valiosas que eran, en 1934 organizó un par de juegos experimentales contra el estado de Kansas usando aros a 3.6 metros. Allen dijo que Naismith observó y aprobó los resultados.

Allen no quería convencer a un solo hombre, sino a todo el país. Así que en 1935 apareció en la revista Country Gentleman con un artículo titulado "Dunking Isn't Basketball" ("La clavada no es basquetbol").

En el texto, Allen dice haberse decepcionado con la calidad del juego en un torneo de la Unión Atlética Amateur que presenció poco antes. "Esos tipos altos estaban saltando a las canastas de 3.05 metros y literalmente estaban 'clavando' la pelota en el aro, como si fuera una dona sumergida en el café", escribió. "Yo digo que eso no es basquetbol. Mi concepción de este juego es que la pelota debe ser lanzada y no clavada".

Aunque no lo creas, Allen no fue el único. Hoy en día, en vísperas de otro torneo de clavadas de la NBA All-Star, la única preocupación es si alguno de los participantes podrá hacer algo nuevo. Todos aman la clavada; sólo que la gente quiere que la lleven más allá, aunque, desde hace mucho, también ha querido que sea algo totalmente diferente. No hubo un solo año entre 1930 hasta finales de los ochenta en el que no se hablara de alzar el aro para así poder curar los males del juego y, por ende, matar la práctica de la clavada.

Publicidad

Es fácil entender por qué Allen pensaba así. Sumergir una dona en el café hacía una burla del juego: lo volvían un juego superficial y denigrante en el que las canastas son fáciles de alcanzar. El eslogan defensivo de Allen era "Hold 'em in the 'teens" ("Que no pasen de 19 años"). Cuando se hizo una lista en 1940 de los grandes del basquetbol, se descubrió que la estatura promedio de los jugadores era de 1.78 metros. Poco a poco la gente empezó a darse cuenta de la ventaja que podría representar la estatura. Pronto, los equipos comenzaron a reclutar lo que llamaban "monstruos" o "gorilones": chicos grandes perseverantes que se paraban cerca del aro y aprovechaban los rebotes o, peor aún, los tiros.

A finales de los treinta, estos gorilones comenzaron a tener otro nombre: "porteros". En un juego de 1943 de Oklahoma A&M, uno de ellos bloqueó 13 tiros. Todos los periódicos debatían sobre cómo resolver este problema. La regla moderna de los porteros fue propuesta, pero Allen y otros se dieron cuenta de que sería bastante difícil ponerla en práctica. ¿Cuándo podrían decir los árbitros que la bola estaba realmente descendiendo? En lugar de eso, consideraron elevar el aro y, en marzo de 1940, la Universidad de Washington tuvo un juego experimental con aros a 3.6 metros de distancia del suelo. Le siguió una votación, y los legisladores decidieron mantener el status quo y dejar que los gorilones reinaran hasta la promulgación de la regla en 1944.

Publicidad

Dos años después hubo otro juego colegial con aros de 3.6 metros, pero aún así el jugador Elmore Morgenthaler, de 2.06 metros, anotó 41 puntos y el experimento fue un fracaso. En 1954, la NBA orquestó un partido experimental de temporada con un aro de 3.6 metros entre los Lakers de Miniápolis y los Halcones de Milwaukee. Al pivote de los Halcones Vern Mikkelsen le encantó. Él logró que su equipo anotara muchos puntos y aprovechó los rebotes, ya que el ángulo inusual hacía que las bolas cayeran justo dentro de la canasta. Mientras tanto, el legendario centro George Mikan falló sólo dos tiros de 14.

En un intento por combatir lo que se consideraba un problema que iba empeorando, los legisladores hicieron nuevos ajustes. En 1952, la NBA amplió la regla de los 3.6 metros para contrarrestar la destreza de Mikan. Tres años después, la NCAA siguió el ejemplo para calmar a Bill Russell. El problema simplemente siguió empeorando. En los primeros años, los grandulones tenían poco talento, sólo estatura. Ahora, los jugadores ya tenían ambas cosas.

En 1956, Wilt Chamberlain llegó a Kansas.

Chamberlain, un centro ágil, era un salto en la evolución: un jugador del futuro. En él, Kansas vio la mejor arma del deporte, además de a alguien cuya excelente dominación física podría actuar como golpe de gracia para la regulación del aro. Alcen el aro. Frenen a Wilt. Ésa era la esperanza. El problema fue que Allen cumplió setenta años poco tiempo después de que Chamberlain se inscribiera en la universidad y las reglas de ésta exigían que el entrenador se retirara. "La única razón por la que me quería quedar otro año", dijo, "era para meterles la canasta de 3.05 metros por donde les cupiera".

Publicidad

(Un año después, absorto en el desempeño de Chamberlain, Allen dijo de broma a Time: "¿Canastas de 3.6 metros? ¿De qué hablas? Tengo amnesia").

La NCAA cambió otras cuatro reglas: no pasar por detrás del tablero, no interposiciones ofensivas, no pararse bajo la canasta del ofensivo en tiros libres, y no correr durante los tiros libres. Incluso casi hubo una nueva regla: una votación fallida para prohibir las clavadas. Durante veinte años, casi no se había hablado de los tiros. De repente, la gente ya hablaba de una prohibición.

Arte de Nate James.

Aunque Chamberlain se volvió profesional antes de su penúltimo año en la universidad, la crisis de estatura del basquetbol estaba llegando a su clímax. El deporte era demasiado fácil, demasiado soso. Para muchos, simplemente no se estaba bien. "Las canastas se han vuelto tan ordinarias hoy en día que los fans ya no tienen de qué alegrarse", dijo Bill Sharman de los Boston Celtics en 1960. La estatura había hecho del juego una burla que algunos entrenadores intentaron contrarrestar. Nadie hizo caso de las propuestas del entrenador Sax Elliott de alzar el aro a 4.3 metros, así que, para un juego en 1955, el entrenador de Los Ángeles hizo que sus jugadores usaran plataformas de 15 centímetros. El entrenador de Utah, el equipo contrario, Jack Gardner, aceptó que el deporte se había vuelto "aburrido". "Los aficionados del basquetbol disfrutan más ver un juego de cinco hombres", en vez de sólo ver un despiadado intento de alimentar a un hombre grande, dijo un año después al New York Times. No obstante, la popularidad del juego creció junto con sus jugadores. Ese mismo año, el comisionado de la NBA Maurice Podoloff dijo: "Dudo que cualquier otro deporte pueda aguantar este tipo de crítica a sus bases. El basquetbol, sin embargo, sigue floreciendo".

Publicidad

Sin embargo, la altura del aro no era el único ajuste que la gente tenía en mente. Hubo otras sugerencias: que no hubiera tablero, que éste fuera convexo, que hubiera una distancia de medio metro entre el tablero y el aro, que la canasta fuera más pequeña, la bola más grande, la bola más pequeña, un límite de dos votes, un límite de estatura, una zona de anotación de 1 punto cerca de la canasta, una zona cerca de la canasta donde no se pudieran hacer anotaciones, entre otras.

Ninguna de éstas se llevó a cabo, pero el comité legislador de la NCAA no dudó en tomar medidas drásticas. En 1967, después de un año de ver cómo Lew Alcindor, de la UCLA, dominaba el juego, decidieron prohibir las clavadas. No lograron frenar a Russell y a Wilt, pero el siguiente gran centro no la tendría tan fácil. Alcindor no se quedó callado, pues vio en la prohibición el resultado de una preocupación cultural y no competitiva. Durante los años sesenta, Estados Unidos estaba cambiando y los movimientos de desegregación y de derechos civiles significaron que también los equipos de basquetbol estaban cambiando.

"La clavada es una de las cosas preferidas del público", dijo, "y no existe razón para dejar de hacerla si no es que los negros se estén apoderando del deporte".

El entrenador de Hunter College, Robert Bownes, compartía la opinión de Alcindor y decía que la prohibición de las clavadas no se trataba sólo de frenar a tipos altos, sino de "parar a los hermanos de 1.88 metros, quienes podrían deslumbrar al público y avergonzar a chicos blancos mucho más altos al hacer clavadas… todos saben que las clavadas son el distintivo de atletas negros estrella. Es por eso que las prohibieron". El año anterior también había visto al primer equipo de puros miembros afroamericanos, Texas Western, ganar el campeonato de la NCAA y derrotar a un equipo de blancos entrenado por Adolph Rupp (quien había aprendido de Allen y era de los pocos entrenadores que apoyaban la prohibición). El debate de las clavadas había desarrollado un subtema.

Publicidad

La NCAA también votó ese año en contra de alzar el aro, y algunos pensaron que habían perdido el piso. "Esta regla", dijo Pete Newell, quien llevó a Cal al campeonato en 1959, "es una descarada admisión de que las canastas están demasiado bajas. Deberían alzarse hasta los 3.6 metros, pero sólo tras un poco de experimentación inicial". Otros pensaban lo mismo. Allen resurgió a los 81 años para retomar su lucha y se le unieron nuevas voces. Sports Illustrated publicó una historia en 1967, "El caso de la canasta de 3.6 metros". Incluso la revista ofició un juego experimental como Newell lo había querido; uno de tantos en esta era.

Jack McCloskey, entrenador de la Universidad de Pensilvania, participó con su equipo en un juego con aro de 3.6 metros en 1962 ante la petición del comité experimental de la NCAA. "Cuando íbamos empezando", me dijo la semana pasada por teléfono desde su casa en Georgia, "recuerdo que los chicos estaban diciendo: '¿Qué diablos hacemos aquí?'… pero terminamos jugando muy bien después de todo". Era basquetbol como con el que él creció durante los años treinta y cuarenta. "¡No hicimos clavadas!" dijo.

McCloskey abogó por el alza de aros ante Sports Illustrated al reimaginar el juego original de Naismith con jugadores modernos: "Yo pongo un aro en cualquier parte de la pared y empezamos a jugar. Los grandotes lanzan tiros y meten la bola en la canasta, y todo se ve demasiado fácil. ¿Qué hago, entonces? ¡Alzo la canasta!" En 1986, McCoskey se volvió gerente de los Detroit Pistons y supuestamente siguió abogando por este cambio, aunque al parecer no lo suficiente, ya que no recuerda haberlo hecho. Sin embargo, siguió comprometido con la causa. "Cada vez son más altos", dice de los jugadores de hoy en día. "También los aros deberían serlo".

Publicidad

Durante los experimentos se les preguntó a los involucrados en el deporte qué pensaban de este cambio. Chamberlain dijo que no le importaría, ya que "sólo añadiría grandeza al hombre". (Cabe destacar que Wilt podía hacer clavadas en los aros de 3.6 metros que Allen tenía en Kansas). Alcindor y Russell también pensaron que no estaría mal. John Wooden, entrenador de Alcindor en la UCLA, se oponía tanto a la alza de los aros como a la prohibición de las clavadas, aunque sí propuso una regla que pedía que después de un rebote hubiera otro vote para evitar que se anotaran más puntos. (Ya para 1997, Wooden cambiaría de opinión pidiendo aros de 3.6 metros la prohibición de las clavadas).

El entrenador de Iowa Ralph Miller tomó el rol de Allen como el agitador más activo en el alza de aros. Él jugó bajo la dirección de Allen en Kansas y ocasionalmente usaba una canasta de 3.6 metros en sus entrenamientos. Dijo que las clavadas eran "el placer de los idiotas" y orquestó juegos experimentales para mostrar cuánto mejoraría el juego sin ellas. Hablé con el asistente que tenía en ese momento, Dick Schultz, sobre el efecto que tenían tales canastas.

"Hizo muchos cambios", dijo, "incluso la bandeja era un tiro totalmente diferente. No hizo mucha diferencia en los tiros libres o en los parabólicos, pero sí cambió los tiros cercanos". Miller estaba totalmente de acuerdo en ello y Shultz lo respaldaba. No obstante, dice, "cuando la alzamos y vimos la diferencia que hacía, simplemente yo no estuve de acuerdo por completo".

Publicidad

Foto por Cary Edmondson-USA Today Sports.

Todos aceptaron alzar el aro para terminar con las clavadas y para que hubiera menos tiros bloqueados, pero otros asuntos aún quedaban por resolverse. ¿Éste hacía que hubiera más encestes o menos? ¿Los rebotes eran más largos o más cortos? ¿Era mejor o peor para los grandotes?

Stan Morrison llegó para brindar los datos. Él había jugado en el equipo de Newell y fue parte de los experimentos de alza de aro. Recuerda haberse sorprendido de la mejora de los saltos cuando alzaron los aros y su memoria lo impulsó a analizar el cambio ocurrido en 1963.

Armó seis juegos con algunos jugadores locales, tres de ellos con aros de 3.05 y tres con los de 3.6 metros, e hizo estadísticas. Su estudio encontró que los jugadores más pequeños podían encestar casi sin miedo a ser bloqueados, ya que de todos modos tenían que arquearse. Lo más importante es que el rebote, tan odiado por todos, se eliminó. "Nadie estaba encestando como resultado de una glándula pituitaria hiperactiva", dijo Morrison. "Tenías que desarrollar habilidades". Sin embargo, confirmó que los rebotes raramente eran largos: "Había más congestionamiento debajo de la canasta". Aún así, encontró que "los más pequeños obtenían más rebotes".

En breve, hizo algunas diferencias notables, pero no era fácil saber si estaba logrando los fines deseados. Morrison no impulsó el cambio en ese momento y dice que sólo vale la pena considerarlo hoy en día para arreglar un juego con el que está "bastante insatisfecho". Él habla con una urgencia que era más común en décadas anteriores. Esto dijo el escritor de deportes Frank Deford en 1971:

Publicidad

El deporte gira en torno a los grandotes. Sin un buen gigante, un equipo no tiene nada. Cada serie eliminatoria de este año la ganó el equipo con el mejor gigante. Este deporte profesional se está viendo amenazado y está en peligro de dejar de ser un deporte de equipo. Tal vez es hora de que alcemos la canasta a 3.6 metros, si es que debemos hacer algo drástico y rápido.

Año tras año, las propuestas para alzar el aro perdieron las votaciones del comité legislador de la NCAA. La mayoría de los entrenadores estaban igualmente en contra y, en 1968, ganaron con 559 votos contra 53. Y aún así, en 1972 casi se logró un avance. Edward Steitz, quien fue presidente del comité legislador durante mucho tiempo, reveló la historia en 1980. "Hace unos seis años casi hicimos que la Big Ten Conference jugara con una canasta de 3.3 metros", dijo al Christian Science Monitor. "La conferencia votó a favor de intentarlo en primavera, pero cambió de parecer justo antes de que empezara la temporada". Las diferencias entre ambas conferencias eran rutinarias. Por ejemplo, tiempo después, algunos adoptaron el tiro de tres puntos antes que los demás. Esto marcaría una gran diferencia. Steitz dijo que la conferencia retiró la idea cuando se dieron cuenta de que los jugadores de la Big Ten estarían en desventaja cuando llegara el torneo de la NCAA.

Aún así, es increíble que los aros alzados estuvieron tan cerca de ocurrir. Llamé a Wayne Duke, quien era el comisionado de la Big Ten en ese entonces, para preguntarle qué salió mal. Duke ahora tiene 85 años y es una de las primeras dos personas que dirigieron la NCAA y una de las fuerzas principales en el desarrollo del Torneo moderno. Él tuvo que ver en casi todo lo que pasó en el basquetbol colegial y, más aún, en su propia conferencia.

Publicidad

"Mi memoria no es tan buena", me dijo desde su casa en las afueras de Chicago, "pero aún así no recuerdo nada de eso y no creo que no haya sido tan malo, o si no me acordaría". No, reitera el hombre que habría supervisado el alza de los aros, "Nunca supe nada de eso".

Quise verificarlo con Schultz, quien fue el entrenador principal de Iowa en 1972. Él dijo que no tenía recuerdo alguno de este hecho. "Creo que no se impulsó lo suficiente", dijo.

¿De dónde habrá sacado esa idea? Hubo varios juegos experimentales en todo ese año, incluyendo un torneo colegial con aros de 3.3 metros. Es cierto que el comité legislador votó por esa altura, pero votaron en contra. Sospecho que Steitz estaba siendo astuto. Si hacía que sonara a que los aros alzados fueron aprobados oficialmente en el pasado, entonces parecería más probable que pudiera ocurrir en un futuro. Él quería hacer que su causa entrara al mundo de lo posible.

Foto por Brian Spurlock-USA Today Sports.

A inicios de los ochenta, Steitz no tenía razón para creer que hubiera una reorganización. Cuatro años antes, la NCAA revocó la prohibición de las clavadas, nació la NBA y la ABA, y siguió habiendo quejas sobre el juego, en especial en cuanto al basquetbol profesional. La gente se preguntaba si era "demasiado negro". La ABA, la liga que inventó el concurso de clavadas ese mismo año y que presentó al primer genio de las clavadas, Dr. J, había sido percibida desde antes como una liga "de negros" y ahora sus jugadores formaban parte de la NBA. Cuando NBC decidió pasar en CBS juegos colegiales en vez de profesionales, un ejecutivo de la televisora dijo que la NBA era simplemente "demasiado negra para complacer a algunos fans". Los escándalos de drogas y los altos salarios de los jugadores también dañaron la reputación de la liga. Se esperaba que en 1979 Larry Bird desmintiera estas percepciones al tiempo que la NBA llevó a cabo los primeros esfuerzos para mejorar su imagen por medio de aportes a la comunidad.

Publicidad

Mientras todo esto ocurría, algunos argumentaban a favor del alza de aros en maneras que hacen que la crítica cultural de Alcindor parezca una profecía. Una columna sindicada de 1981 se quejó: "Las clavadas es cómo jugarían los gorilas si los dejaran salir del zoológico". Otra columna de 1981 del LA Times alegaba que las estaturas de los basquetbolistas estaban fuera de control y se referían a ellos como "trajes de armadura de la estatura de literas de barcos de esclavos". Las políticas raciales de las clavadas, y del deporte en sí, apenas estaban comenzando.

Surgió una nueva liga que buscaba resolver los supuestos problemas de estatura. "¿Con quién se identifica la persona de estatura promedio?" preguntó Dennis Murphy, cofundadora de la World Basketball League, en 1987. "Con otra persona de estatura promedio, por supuesto". La liga pretendía poner un límite de estatura de los jugadores de 1.93 metros, pero Murphy y el cofundador Bob Cousy tal vez no estaban conscientes del potencial de los jugadores de estatura promedio y de otros más pequeños. Cousy predijo que la WBL sería hogar de los favoritos del basquetbol colegial que no llegaran al profesional y dijeron que el base Muggsy Bogues, de 1.59 metros, era "perfecto para la liga". De hecho, el alumno de Wake Forest jugó 14 años en la NBA.

La liga duró cuatro temporadas. Llegó justo cuando la gente estaba perdiendo interés en el debate del alza del aro. Se había vuelto normal que el deporte estuviera dominado por grandes hombres. Como dijo el entrenador de Indiana Bob Knight en 1983 a un reportero que preguntaba sobre el alza de los aros: "Deja que los chiquitos jueguen béisbol, golf y que luchen. Nunca ves a un chico de dos metros que gane el Abierto de Estados Unidos. Deja que los altos jueguen basquetbol".

Publicidad

Más aún, la sola idea del basquetbol estaba cambiando rápidamente. Como lamenta Morrison, en la nueva era ESPN, los highlights del partido eran un par de clavadas en vez de todo lo que había ocurrido en el partido. Hoy en día, las clavadas son el basquetbol. Lejos de ser algo con lo que la gente se pueda relacionar, las clavadas son llamativas, como dijo Vince Carter en 2004 "porque mucha gente que ama, juega y ve el juego no puede hacerlas".

El segundo highlight más popular es el tiro de tres puntos, que sólo existe gracias a las clavadas, o tal vez vice versa. "La legalización de las clavadas", sugirió Schultz, "llevó a discusiones sobre la línea de tres puntos". Aunque Steitz sigue presionando para que se eleven las canastas, se dio cuenta de que también puede descongestionar el área al premiar tiros fuera del área. En 1986, siete años después de que la NBA adoptara el tiro de tres puntos, Steitz impulsó al comité legislador de la NCAA a que también lo adoptara. Finalmente, antes de su muerte en 1990, dijo: "Las clavadas ya no son el home run del basquetbol; el tiro de tres puntos sí".

Con el tiro de tres puntos, es fácil imaginar que los defensores de la erradicación de las clavadas han logrado lo que siempre quisieron. Los hombres bajitos tienen valor de nuevo. Simplemente ve la lista de los jugadores más valiosos de la NBA durante la era en la que la retórica de los grandulones estaba en su clímax y tendrás que admitir que los críticos tenían algo de razón. Desde el inicio del premio en 1956 hasta 1986, la lista de los ganadores es un compilado de centros; los base sólo han ganado dos veces. Hoy en día, sin embargo, un centro no ha ganado el premio desde Shaquille O'Nel, en 2000. Y a pesar de que aún haya propuestas para alzar el aro, éstas ya no son tan comunes. Incluso en Falling from Grace de Terry Pluto, una elegía del largo de un libro que habla de la pérdida de fundamentos en el basquetbol de los noventa, las clavadas son criticadas sin ofrecer solución alguna. La canasta a 3.6 metros se ha convertido en algo casi impensable. ¿Quién podría desestimar la firma característica de Michael Jordan o poner al aro fuera de su alcance?

No obstante, otros se han mantenido firmes en sus convicciones. En 2007, Tom Newell, un ex entrenador asistente de la NBA e hijo del defensor del alza de la canasta Pete Newell, orquestó lo que se creía que era el primer juego experimental con aro alzado en décadas. Como el ocurrido en 1940, se jugó en la Universidad de Washington y fue un intento de restaurar un juego que, en palabras de Newell, "ha sido deformado para que los jugadores no usen otra habilidad más que la de saltar". Tom no tiene ningún problema con la altura; su padre inventó el "Big Man Camp" (Campamento de grandulones) que entrenó a varias generaciones de centros. Él está comprometido con los mismos fundamentos en los que se interesaba Allen.

"Volverá a pasar", predijo Newell en ese entonces. Él es apenas el único abogado de las clavadas que se mantiene esperanzado. En 1989, Steitz dijo: "Puede que no ocurra en mi vida, pero para 2020 la canasta ya habrá sido alzada". En 1967, el entrenador de DePaul, Ryan Meyer, dijo: "El cambio a los 3.6 metros es inevitable". En 1949, Allen escribió: "La canasta de 3.6 metros llegará tan segura como la muerte y los impuestos".

Ya ha pasado mucho tiempo, pero aún hay un dejo de esperanza, por más débil que sea. El béisbol rebajó el montículo porque los pitchers eran demasiado dominantes. El futbol cambió la forma del balón y añadió el pase directo. El basquetbol añadió los votes y el indicador de tiempo. "El basquetbol llegó a donde está a través de la experimentación", dijo Newell grande en 2007. ¿Por qué no podrían hacer algo realmente efectivo para contrarrestar la altura, la alteración más dramática del juego en todo un siglo?

El tiro de tres puntos no ha resuelto todas las quejas. Morrison cree que simplemente ha hecho de un juego unidimensional, uno bidimensional en el que los equipos corren y/o hacen pantallas como ofensiva, lo que deja al área clave y a la línea de tres puntos como una zona muerta. McCloskey cree que "todos los equipos juegan igual". Los analistas modernos sugieren que la manera más efectiva de ganar es lanzar por detrás del arco o por encima de la canasta. Alcemos el aro, sacrifiquemos las clavadas, y tal vez las cosas cambiarán. Serían más variadas, más como el deporte del que Morrison y McCloskey se enamoraron.

"Veo [basquetbol] más que nadie que conozcas", dijo Morrison, de 75 años, minutos antes de terminar nuestra llamada para poder ir a ver un partido.

Similar a Morrison, McCloskey, de noventa años, dice que ve basquetbol "todo el tiempo" y es normal que se quede despierto hasta la una de la mañana para ver los juegos de la Costa Oeste. "Estoy agradecido de vivir lo suficiente como para ver todos los juegos que pueda", dice. Aún así, sostiene que alzar la canasta "sería increíble, simplemente algo increíble para el deporte".

Como en la guerra y en la moda, la conspiración para acabar con las clavadas cae en gracia y en desgracia, pero realmente nunca muere. Si las clavadas de los juegos de este fin de semana te decepcionan, tómate un momento para recordar los esfuerzos que se han hecho para terminar con ellas y piensa en los románticos del basquetbol que aún quieren hacerlo, si tan sólo tuvieran la manera.