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¿Por qué intentar ser felices nos da tanta ansiedad?

Te irá mejor si te vas al bar que si te quedas en tu casa leyendo un libro de autoayuda.

Este artículo fue publicado originalmente en Amuse.

Eric Hoff, filósofo social que falleció en 1983, dijo una vez: "La búsqueda de la felicidad es una de las principales causas de la infelicidad". Y pese a todo, 33 años después seguimos empeñados en encontrarla.

Hoy en día, la industria de la autoayuda está valorada en casi 10.000 millones de dólares sólo en Estados Unidos, lo que significa que, entre libros, seminarios, productos de video y audio y asesoramiento personal, hemos ido alimentando una industria que en 2005 estaba valorada en unos 2.500 millones de dólares y ha conseguido alcanzar el tamaño del patrimonio neto de Donald Trump. Lo peor es que no hemos logrado ser más felices. Pero no es sólo la industria de la autoayuda la que trata de promover un análisis cerrado de lo felices que somos. Ahora también gobiernos y ONG han pasado a apoyar la autoproclamada búsqueda de la felicidad. Aunque sería estúpido ignorar el efecto positivo que la ayuda para la autorreflexión puede tener sobre nosotros, ¿no está llegando demasiado lejos?

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La industria de la felicidad nos dice que nuestro bienestar es cuestión de un esfuerzo y responsabilidad personales, y por consiguiente hemos llegado a pensar que si dedicamos el tiempo y esfuerzo suficiente, leemos los suficientes libros, utilizamos aplicaciones de automejora como "HeadSpace" y "Happier" y meditamos, podremos escaparnos de cualquier estado de insatisfacción pasajero o permanente y pasar a otro de pura felicidad.

La felicidad es "el sueño americano aplicado al alma", dice Ruth Whippman, una escritora que se mudó a Los Ángeles desde Londres hace cinco años y que asegura que la obsesión americana por la felicidad y el bienestar personal es una paradoja exhaustiva que nos lleva a la ansiedad. Resulta irónico, pero cuanto más energía, tiempo y dinero se invierte en ser feliz, más aumenta el estrés y las expectativas poco realistas. En algunos lugares se da poca importancia a las fuentes genuinas de la felicidad, como la familia, los amigos o la comunidad, y se pone más énfasis en la individualidad, algo que no ayuda a nadie.

En su nuevo libro, Ruth nos da su opinión de forma muy británica (es decir, cínica) sobre los norteamericanos y su búsqueda insaciable de la felicidad. Nos explica qué estamos haciendo mal.

En nuestras relaciones…
"Décadas de investigación sobre qué es lo que hace a la gente feliz han demostrado que el único gran factor que afecta nuestro bienestar es la fuerza de nuestras conexiones sociales con otra gente y, sin embargo, la industria de la autoayuda insiste que si queremos ser felices tenemos que centrarnos en nosotros mismos. En realidad, seguramente conseguiríamos más felicidad neta si nos reuniéramos en un bar para poner a parir los libros de autoayuda que si nos ponemos a leerlos".

En las redes sociales…
"De algún modo, de forma colectiva hemos sentenciado a las redes sociales a convertirse en una especie de agencia de relaciones públicas personal, un lugar donde podemos recoger un deslumbrante material promocional para nuestra propia vida, con el objetivo de mostrarnos lo más felices posible. La investigación demuestra que observar este inventario sin fin en tiempo real de publicaciones #feelingblessed de gente que intenta mostrar su euforia puede llegar a hacer que nos sintamos envidiosos, incompetentes e inseguros. Quizás deberíamos todos intentar ser un poco más honestos en las redes sociales, y tomarnos con ciertas reservas los grandes acontecimientos de la vida que cada uno elige documentar".

Por qué la felicidad debería ser el subproducto y no el objetivo…
"En Estados Unidos, donde vivo, la gente invierte más tiempo, dinero y esfuerzos emocionales persiguiendo el final feliz de cuento que en ningún otro lugar de la Tierra, y aun así las encuestas de comparación internacionales demuestran que los norteamericanos siguen encontrándose entre los ciudadanos menos felices y con más ansiedad del mundo desarrollado. Puede que esto se deba, como demuestran las investigaciones, a que el hecho de perseguir y valorar la felicidad sin descanso como un fin en sí mismo hace que baje nuestra autoestima y aumenta los síntomas de depresión, ansiedad y soledad. En lugar de marcarnos la felicidad como objetivo, centrémonos en vivir una vida con sentido y en mantener nuestras conexiones sociales… y la felicidad vendrá a nosotros".