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Ex trabajadores sexuales nos cuentan cómo y por qué dejaron la industria del sexo

¿Es tan difícil para los sexoservidores dejar atrás ese mundo que están básicamente atrapados en sus profesiones?

(Foto: Lewis Whyld / PA Archive / Press Association Images).

El trabajo sexual puede ser un tema controversial. Un ejemplo puede ser lo que sucedió en agosto del año pasado, cuando celebridades como Lena Dunham y Emma Thompson atacaron un informe que contenía las experiencias de varios trabajadores sexuales, hecho que los irritó profundamente.

Algunos políticos británicos, quienes han pedido la instauración de reformas legales a principios de este mes, argumentan que la despenalización de prostitutas y escorts haría que sus vidas fueran menos peligrosas, mientras que otros han expresado la opinión de que el consentimiento no se puede comprar, e incluso comparan pagar por sexo con una violación.

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Una parte del debate se centra en la cuestión de la elección. ¿Es tan difícil para los trabajadores sexuales dejar atrás ese mundo que están básicamente atrapados en sus profesiones? ¿o existen algunos hombres y mujeres que sólo ven el trabajo sexual como una forma sencilla de ganar dinero? Con el fin de esclarecer el tema, le preguntamos a cuatro ex prostitutas y escorts cómo y por qué abandonaron su profesión.

Sandra Hobson

Sandra (al centro) en su rol de alcaldesa de Bradley Stoke.

De gira en Europa como una artista tuve un romance con un hombre alemán. Todo llegó a su fin cuando su madre se enteró y no estaba demasiado contenta de que no fuera rubia y aria, lo que me dejó muy deprimida. Volví a Inglaterra desamparada y suicida, y compré una casa allí con la intención de morir en ella. Afortunadamente, al final decidí que iba a seguir viviendo después de todo y traté de averiguar cómo iba a pagar la hipoteca. Después de probar en diferentes puestos de trabajo, me di cuenta que no iba a ganar lo suficiente con un empleo de 9 a 5, así que me convertí en una trabajadora sexual.


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Odiaba lo que hacía, pero le decía a la gente que me encantaba y que estaba orgullosa de ello. El momento en que decidí de una vez por todas que iba a dejar el negocio fue cuando me diagnosticaron cáncer. Tenía seguro de salud, que cubría el costo de la hipoteca, así que supe que cuando terminara el tratamiento no habría ninguna razón para continuar en la industria del sexo.

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A menos que tengas un plan para encontrar otra fuente de ingresos, dejar atrás esa vida puede ser aterrador. Les aconsejo a aquellos que se quieren salir que comiencen su propio negocio en lugar de trabajar para alguien más. De esa manera, no estarán a merced de la opinión de otras personas. El dinero también tiende a ser mejor que los típicos salarios de 9 a 5 que están disponibles para ex trabajadores sexuales. Empecé mi propia casa de huéspedes, a la cual le está yendo bien ahora. También soy locutora de radio y tengo mi propio programa semanal en Bradley Stoke Radio 103.4 FM, que ahora es lo más importante en mi vida.

También entré al mundo de la política. Lo crean o no, mis compañeros en la arena política me motivaron bastante, y nunca recibí ningún estigma de su parte. Fui elegida concejal de Gloucestershire del Sur para los Liberal Demócratas después de admitir abiertamente mi carrera temporal en la industria del sexo. Estaban plenamente conscientes de mi antigua profesión, y fueron un gran apoyo. Eso fue muy enriquecedor. También me convertí en la alcaldesa de Bradley Stoke de 2005 a 2006.

Soy mucho más pobre de lo que era cuando trabajaba en la industria del sexo, pero mucho más feliz. Actualmente soy parte de un comité que va a presentar un documento ante la conferencia de los Liberal Demócratas que expone los retos a los que se enfrentan las personas que han sido trabajadores sexuales. El informe señala la discriminación laboral a la que están sujetos y la necesidad de ayuda y apoyo adicionales. Con suerte podrá ayudar a concretar un cambio.

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Gaye Dalton

Gaye antes y ahora.

La primera vez que vendí sexo fue un incidente traumático mientras vivía en Dublín. Si no lo hubiera hecho, mi hijo no habría tenido alimento en su cumpleaños, mucho menos un regalo. La siguiente vez ocurrió en Londres. Estaba sola y al borde de un colapso mental y emocional. Mi mundo había hecho implosión, pero seguí adelante hasta que cometí un error estúpido que me dejó sin rumbo y apenas con dinero. Me alcanzaba para tomar un café cerca de un monumento de la ciudad. Una mujer se sentó frente a mí mientras lo bebía, y empezamos a hablar. Ella trabajaba sobre Park Lane y me explicó cómo era su rutina. No me trató de explotar; se sentía sola también y su historia era parecida a la mía. Hablamos sobre las cosas que, por causas ajenas a la nuestra, nos habían apartado del mundo. Salí esa noche sin nada y volví con 180 libras (4,378 pesos).

Finalmente nos separamos. El temor a ser detenida era constante y terrible, así que fui a París, donde me enamoré de un profesor egipcio. Él tenía dos trabajos, pero al ser un migrante ilegal, todavía no ganaba lo suficiente para subsistir. Soy autista y no puedo funcionar en un trabajo normal en inglés, mucho menos en francés; así que en la desesperación insistí en regresar a ser una trabajadora sexual, sólo para ganar algo de tiempo. Él intentó todo para detenerme. Me molestaba cada vez que él fracasaba. Al final nos dimos por vencidos. Volvió a Egipto y yo a Londres. Me dio la dirección de su madre. Nunca le escribí.

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Londres sólo me había dejado malas experiencias, por lo que regresé a Irlanda, donde aún no podía encontrar una manera de conseguir el dinero suficiente para subsitir. La única opción que me quedaba era volver al trabajo sexual. Vendí sexo durante seis años en Dublín, hasta 1993, cuando se me acercó un grupo del crimen organizado que quería que trabajara para ellos. Se avecinaban leyes más duras en la penalización de la prostitución, y pensaban utilizar este hecho para ganar ventaja y controlar a las trabajadoras sexuales independientes. No obstante rechacé su oferta y a partir de entonces empecé a correr un gran peligro.


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Mi situación era tan arriesgada que un antiguo cliente me ofreció todos sus ahorros para escapar. Lo rechacé al principio, pero luego me di cuenta de que mi situación no sólo me ponía en riesgo a mí, sino también a mis clientes, por lo que acepté la oferta. Necesitaba ingresos, así que cosí muebles durante 18 horas al día, siete días a la semana, lo cual odiaba. Después aprendí a renovar computadoras y me empezó a ir muy bien, pero un cambio en el mercado le puso fin. Las largas horas que trabajé y el estrés que soporté destruyeron por completo mi salud física. Podría decirse que nunca tuve una vida ni siquiera. Nunca dejé de buscar ayuda ni apoyo. No había ninguno, y no hay ninguno ahora.

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Paul Lovell

La primera vez que me involucré en el trabajo sexual fue después de viajar a Londres para una entrevista de trabajo y perder mi boleto de regreso. Estaba de turista por Shaftesbury Avenue, cuando me di cuenta de que un hombre me observaba. No había salido del clóset ni tampoco había estado en un bar gay todavía, por lo que debo haber sido muy intuitivo para darme cuenta. Le pregunté la hora, y su respuesta fue cómicamente cursi: "tengo el tiempo y el dinero". No tuve reparos en tomarle la palabra, y me sentí fortalecido por el hecho de que era capaz de usar mi única posesión, mi cuerpo, para ganar suficiente dinero en efectivo para comprarme el desayuno y otro boleto de tren.

La pobreza, el abuso y la desesperación fueron también factores que me empujaron hacia esa línea de trabajo. Fui abandonado por mi madre y criado por mi padre con limosnas del estado, junto con otros cuatro hijos. Vivir sin las cosas más básicas me produjo un fuerte deseo de poseer. Si añades los efectos psicológicos del abuso y una vida escolar llena de problemas que no me dejó nada útil, es fácil ver por qué recorrí el camino de la prostitución.

Aunque vivía en los márgenes de la sociedad, a menudo estaba en plena vista. Llevaba a cabo mi oficio en conocidos bares y clubes gay, así como en la periferia de zonas de encuentro, y evitaba los lugares más oscuros por temor a la violencia. El alcohol y las drogas pintaban un panorama color rosa. Eran un apoyo que hacía soportable la vida y me ayudaban a mantener el optimismo. Había poco glamour; estaba en el último peldaño de la escalera de trabajo. Dicho esto, la mayoría de mis clientes eran compasivos y respetuosos.

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Incluso cuando encontré un trabajo regular, no renuncié porque no confiaba en mi capacidad para mantenerlo. Tenía más fe en conservar a mis clientes habituales que en seguir con un empleo legal. El punto de inflexión fue cuando me enamoré, y de inmediato dejé el trabajo sexual. Estaba tan enamorado que quería darle a mi nueva relación el 100 por ciento de mi esfuerzo. La mayor dificultad radica en decir la verdad. Pero sin lugar a dudas, fui aceptado. Independientemente de los años, parece que no hay una fecha de caducidad adecuada cuando se trata de poner las sábanas limpias.

No extraño el dinero —al decir esto, mi nuevo marido podría darse el lujo de mantenerme. No me avergüenzo de haber sido prostituto; estoy ligeramente orgulloso, en todo caso. Usé los recursos que tenía disponibles para darme una vida interesante, nunca robé a mis clientes ni dañé a nadie, y le confié mi destino al karma.

Rebecca Dakin

Decidí volverme una escort a los 25 años después de hartarme de trabajos sin futuro. Originalmente consideré el empleo como algo temporal, ya que pensé que sólo me pagarían por tener sexo, y no estaba segura de si eso era algo que me vería haciendo a largo plazo. Terminé atendiendo a clientes que querían la "experiencia de novia", que se asemeja a una cita real. El sexo era sólo una pequeña parte del trabajo; se trataba sobre todo de comer en restaurantes de lujo y de aceptar regalos caros. En realidad era bastante agradable en algunos aspectos, y era dinero fácil.

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Finalmente dejé mi trabajo de escolta para una serie de razones diferentes. En primer lugar, a medida que pasaron los años me di cuenta de que cuando una chica pasa de una cierta edad los clientes dejan de llevarla a comer y beber y sólo quieren sexo. En segundo lugar, imaginé tener hijos un día, y quería ser capaz de decirles que había hecho algo con mi vida aparte de ser escort. Mi confianza también había crecido debido a los halagos que recibía de mis clientes, y tuve la suficiente seguridad para saber que era capaz de tener éxito en otras áreas. No era que ser escort fuera un trabajo horrible, ni nada parecido; simplemente decidí que era hora de hacer algo más.

El primer paso para salir de ese mundo fue escribir un libro titulado The Girlfriend Experience (La experiencia de novia, en español) sobre mis experiencias y poner mi foto en la portada. Sabía que si me reconocían como una escort una gran cantidad de clientes evitarían ser vistos conmigo en público, así que fue una manera de cerrar ese capítulo de mi vida. Todavía seguí viendo a un par de clientes habituales durante algunos años después de eso, hasta que uno de ellos desarrolló sentimientos por mí. En ese momento, me hice a la idea de que iba a dejar esa profesión de una vez por todas.


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No tenía muchas habilidades, pero había aprendido mucho acerca de las relaciones y la intimidad, por lo que decidí seguir una carrera de asesoramiento y terapia en esa área. Aprendí sobre programación neurolingüística e hipnoterapia. El hecho de que hubiera sido escort me resultó muy útil, ya que fui capaz de usar mi antigua profesión como un punto de venta único. Sirvió como evidencia de mi conocimiento sobre el tema. Bajo el nombre de "The Great British Sexpert" hoy en día ofrezco un servicio de ayuda para citas y relaciones interpersonales, al cual le va muy bien.

A veces las escorts se pueden hacer adictas al dinero y al estilo de vida, y se quedan atoradas en esa línea de trabajo. Estoy contenta de haber salido cuando lo hice, ya que la profesión es completamente diferente ahora que el internet ha hecho que sea más fácil para las escorts anunciar sus servicios. Hay mucha más competencia, lo que significa que hay menos dinero y los clientes esperan más. Hoy en día, sin duda recomendaría a cualquiera que tenga pensando adoptar esta carrera que lo piense dos veces, y que escoja algo distinto en su lugar.

Gracias a todos los que compartieron su historia. Gaye Dalton escribe un blog sobre el trabajo sexual y Paul Lovell ha escrito un libro titulado Paulyanna: International Rent-Boy.

@Nickchesterv