FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Hicimos pastillas de éxtasis falsas en Indonesia

No pone pero cómo divierte.

Frente a las costas de Lombok, en Indonesia, hay tres islas llamadas Gilis; Es un pequeño archipiélago paradisiaco donde no pasa mucho. No hay vehículos motorizados en las islas, sólo algunos carros que son jalados por caballos; no muchas miradas lascivas de turistas, a diferencia de Bali; y no hay policía, sólo algunas visitas esporádicas por grupos policiacos de Lombok cada dos meses.

Y eso es muy afortunado, porque las drogas son estrictamente ilegales en Indonesia, y absolutamente disponibles en todos lados de las Islas Gilis. Si te atrapan metiendo un poco de mota al país, podrás enfrentar pena de muerte por un pelotón de fusilamiento. Sin embargo, en Gili Trawangan, la isla más desarrollada del archipiélago, cualquier tienda sobre la avenida principal vende abiertamente malteadas de hongos mágicos y no es muy difícil poner tus manos en cualquier otra cosa que se te ocurra si lo pides de buena manera.

Publicidad

Hace unos meses estuve en Trawangan y rápidamente me hice amigo de los güeyes que manejan el negocio local. Gilbert, un tipo de 23 años, pequeño pero rudo, se me acercó en la calle principal preguntando si necesitaba éxtasis. Creo que nunca nadie necesita éxtasis, pero me quedé de todas maneras mientras él mencionaba toda una lista de nombres de pastillas que eran populares en Yakarta en ese momento, antes de asegurarnos que lo suyo era “original”.

Uno de mis amigos le acababa de comprar algunas Pink Love a otro isleño por la calle, así que le dijo a Gilbert que él ya estaba equipado. Pero el pequeño cabrón insistió en ver las pastillas que mi amigo acababa de comprar y, después de inspeccionarlas, le dijo que no eran buenas. “Ésas cosas son falsas”, aseguró, “yo podría hacerlas en diez minutos”.

Al principio nos sorprendió saber que a mi amigo le habían vendido pastillas falsas. Pero después me di cuenta de que tenía la oportunidad de ver exactamente cómo se hacen estas pastillas, lo cual parecía más divertido que tomar las pastillas falsas y pasar toda la noche esperando a que hagan efecto. Después de 15 minutos de convencerlo para que nos enseñara cómo se hace (mi amigo prometió comprarle todas las drogas a Gilbert durante el tiempo de nuestra estadía), Gilbert aceptó y nos metimos a la jungla.

Durante el camino, hicimos dos paradas. En la primera recogimos ingredientes, que consistían en un marcador rojo, píldoras para la malaria y un huevo. En la segunda parada, Gilbert recogió “medicina” que lo iba a ayudar a invocar a los “espíritus” que lo iban a ayudar en el proceso. La medicina fue, en gran parte, metanfetamina. Todavía no tenía idea de a qué se refería con lo de los espíritus.

Publicidad

Después de caminar 30 minutos en las profundidades del bosque, llegamos a un pequeño cuarto con un colchón individual y una lámpara. Nos sentamos en el piso y Gilbert comenzó a sacar sus ingredientes, asegurando que podía igualar cualquier droga en el mercado —que lleva haciéndolo desde que era un niño y sabe cómo se maneja el negocio—. Los turistas vienen a pasarla bien y él los ayuda. A veces vende drogas verdaderas y otras falsas. Todo depende de la situación.

Antes de comenzar a trabajar, Gilbert hizo una pipa para fumar mentanfeta usando una botella de plástico y un par de popotes. Sostiene el encendedor en un extremo y fuma del otro. Tras soltar una nube de humo, Gilbert me dice: “Necesito tener el espíritu dentro de mí para hacer estas cosas”. En retrospectiva —si es algo tan sencillo de hacer— es raro escucharlo decir eso. O sólo es una excusa para fumar un poco de meth, supongo. Como sea, una vez que invocó a los espíritus, sus ojos brillosos voltearon a ver las pastillas para la malaria y comenzó a aplastarlas.

Ingredientes para hacer el sustituto de éxtasis de Gilbert:

—Cinco pastillas para la malaria (o cualquier pastilla que sea blanca)
—Un marcador rojo
—Un huevo blanco
—Un popote
—Un lápiz para hacer la imagen deseada en la pastilla (en este caso fue un corazón)

Paso uno: En un pequeño contenedor (como una cajita metálica de pastillas de menta) aplasta las pastillas para la malaria hasta que queden hechas polvo.

Publicidad

Paso dos: Pon el huevo en el polvo de la pastilla y revuelve hasta obtener una consistencia espesa.

Paso tres: Abre el marcador rojo y exprime toda la tinta en la mezcla. Revuelve hasta alcanzar el color deseado.

Paso cuatro: Vierte la mezcla en una superficie plana y extiéndela hasta poco más de medio centímetro de grosor.

Paso cinco: Usando la punta del popote, haz agujeros en la mezcla, creando pequeñas “pastillas”.

Paso seis: En la punta del lápiz talla un pequeño corazón para estamparlo en cada una de las pastillas.

Paso siete: Suavemente plasma cada pastilla con el lápiz, dejando impresa la imagen de un corazón.

Paso ocho: Deja secar las pastillas durante 10 minutos.

Veinte minutos y un par de fumadas del espíritu metanfetamínico después, Gilbert produjo un puñado de pastillas idénticas a las verdaderas, pero que de ninguna manera tienen algún químico parecido al éxtasis. Puede venderlas en las calles de Gili hasta por el equivalente 300 pesos. Suelta una carcajada y me dice: “Tal vez no te harán sentir nada, pero por lo menos te salvarán de la malaria”.

Nota: Este artículo es con fines de entretenimiento. No intenten recrear nada de lo que leyeron aquí.