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Elecciones 2016

#PedroSanchezEH: el tercer favor de Pablo Motos a Albert Rivera

Con Sánchez no fue a cuchillo porque no es necesario: el candidato del PSOE es lo suficientemente hábil para enfangarse el solito.

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Finalizado el debate decisivo de Atresmedia del lunes, Pedro Sánchez abandona el plató y atiende a la reportera de Antena 3 que está entrevistando a todos los líderes para que hagan una valoración de su papel en la contienda. El líder del PSOE se pone el disfraz de Al Pacino, imposta su mejor cara e intenta vender a la audiencia que ha sido el ganador de la noche y que está muy satisfecho con el resultado. Ya en el coche de vuelta a casa, acompañado por un asesor de confianza, la situación se intuye algo distinta. Silencio sepulcral y malas caras del candidato, que está revisando la cantidad indecente de notificaciones que tiene en su cuenta de Twitter.

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–Me están poniendo a parir, joder.

–Tranquilo, Pedro, eso les pasa a todos. Imagínate cómo debe estar el Twitter de Rivera o de Rajoy.

–Bah…

–Oye, Pedro, ya sé que no es un buen momento, pero tengo que recordarte que mañana vas a "El Hormiguero"…

–¿Es mañana?

–Sí.

–Me cago en vuestra puta madre…

Papelón de órdago el de Pedro Sánchez ayer: tener que ir al programa de Pablo Motos la noche después de haber quedado como uno de los perdedores del debate más importante de la campaña es un marrón que demuestra la poca pericia manejando el calendario de muchos asesores y directores de campaña. Es como si te deja tu novia delante de todos tus amigos y familiares y al día siguiente tienes que ir con ella a una boda. Quizás los del PSOE estaban muy convencidos de la victoria de su jefe de filas en el debate de Atresmedia, puede ser; en cualquier caso, en este tipo de apuestas hay que jugar con más cautela. Porque entonces pasa lo que pasa: que el lunes por la noche sales del debate diciendo que lo has ganado con rotundidad y veinticuatro horas después tienes los arrestos de asegurarle a Pablo Motos que "en los debates lo importante no es quien gana, sino presentar las propuestas".

Tercera comparecencia electoral en la versión prime time de "El Hormiguero", aquella en la que Pablo Motos se nos pone intensito y da rienda suelta a sus aspiraciones de periodista político. A Iglesias le buscó las cosquillas y a Rivera se las hizo, así que el gran interés del programa de ayer estaba en saber qué actitud adoptaría con Sánchez. Yo lo vi calculadamente equilibrado entre una versión y otra: no estuvo tan contundente como cuando le visitó el líder de Podemos ni tan pelota como cuando lo hizo el de Ciudadanos. Es decir: se comportó tal y como esperábamos los que creemos que Motos ha jugado claramente a favor de Rivera en esta campaña. Con Sánchez no fue a cuchillo porque no es necesario: el candidato del PSOE es lo suficientemente hábil para enfangarse el solito.

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De hecho, hasta las hormigas le tomaron el pelo en dos ocasiones: la primera, para advertir al presentador que Sánchez le estaba contando por quinta vez el mismo rollo macabeo del pacto entre los partidos de derecha. Fue uno de los mejores momentos de la noche: el tono de las hormigas era propio de esos nietos que riñen a sus abuelos porque están contando la misma anécdota una y otra vez. La segunda, en la habitual rueda de prensa de Trancas y Barrancas, en la que era evidente el cachondeíto a costa del político de los dos actores y guionistas que se ocupan de darle vida a los muñecos. Y Sánchez reía feliz, quién sabe si pensando que en realidad estaba ganando votos y redondeando esa imagen de tipo afable y enrollado que intenta vender desde hace meses.

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A mi modo de ver lo más preocupante para la candidatura de Sánchez es que de los cuarenta minutos largos de entrevista, diría que una tercera parte se los pasó hablando de los demás candidatos. Triste papel: queremos que vengas, pero solo si vas a hablarnos de tus rivales electorales, que nos interesan bastante más que tú. Como cuando en los programas del corazón invitaban a algún famoso de medio pelo para que hablara de otros (¡hola Carmen Flores!). Y Sánchez cayó en la trampa o se dejó engañar: se pasó casi todo el rato atizando a Pablo Iglesias, Mariano Rajoy y Albert Rivera, pese a los esfuerzos de los asesores de indicarle que se centrara en hablar de él y de su programa electoral.

Pasaban ya las once de la noche, y el panorama televisivo dejaba dos grandes enfrentamientos. En Telecinco, Aritz y Han, dos de los concursantes estrella de "Gran Hermano 16", jugaban al frotismo y el toqueteo adolescente debajo de la cama. En Antena 3, Pedro Sánchez intentaba por todos los medios mendigarle algún voto a la audiencia. Si intercambias los protagonistas y los canales tendrás más o menos la misma situación. Motos y Sánchez haciendo manitas, en un jueguecito muy tonto de ahora te pregunto por Susana Díaz y ahora te hago un pase al pie para que no se note; y los dos freaks de "Gran Hermano" metidos de lleno en lo suyo desde hace semanas, que es ganarse los votos de la audiencia.

Lo peor es que es muy probable que la jugada le acabará saliendo mejor a los participantes del reality que a Sánchez, al que ayer volví a ver igual de impostado y artificial. ¿Más suelto y liberado que el lunes? Hombre, faltaría más si delante tienes a Motos y a dos hormigas de trapo. Pero aún víctima de su propio personaje. Una constante en esta campaña de bombardeo televisivo incesante: Sánchez se esfuerza tanto en ser lo que se supone que debe ser pero no es que resulta muy complicado tomarle en serio. Ni tan siquiera en un contexto desenfadado y humorístico como el de "El Hormiguero" consigue parecer creíble y natural. Ayer cada broma, cada salida de tono parecía estudiada al detalle. Seguramente no lo estaba, pero ese es el gran inconveniente del candidato, que nosotros damos por hecho que sí.

Era la visita a "El Hormiguero" una buena oportunidad para soltarse, para romper con esa imagen de robot diseñado y mecanizado que le persigue. No lo consiguió del todo. Bastaba un poco de jijijaja, algo de autocrítica graciosa sobre su papel en el debate, alguna respuesta ingeniosa y un discurso convincente para reconducir la situación y llevarse el gato al agua. Y de hecho el equipo del programa se lo puso muy fácil: un magnífico gag con un imitador de Mariano Rajoy haciendo el idiota por el plató del debate y una partidita de billar en una mesa redonda fueron los únicos peajes externos a la entrevista que tuvo que pagar el líder del PSOE. Otra ocasión perdida. Y mientras, en su casa, Albert Rivera con una copa de coñac en la mano, los pies encima de la mesa y un mensajito de Whatsapp recién enviado: "Gracias, Pablo". Ganar votos desde el sofá de casa ya es tendencia.