Estos jóvenes norteamericanos vinieron a Europa para huir de sus préstamos universitarios

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Estos jóvenes norteamericanos vinieron a Europa para huir de sus préstamos universitarios

La cantidad que los adultos estadounidenses deben por préstamos para educación supera los 1,3 billones de dólares y aumenta en 2.000 dólares cada segundo que pasa.

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Es difícil exagerar sobre lo abrumadora que es la situación de endeudamiento que sufren los estudiantes norteamericanos. La cantidad que los adultos estadounidenses deben por préstamos para educación supera los 1,3 billones de dólares y aumenta en 2.000 dólares cada segundo que pasa. El prestatario medio debe unos 28.000 dólares en total, aunque algunos deben una cantidad muy superior. Muchos antiguos estudiantes, atrapados entre un sueldo miserable y el elevado coste de la educación, apenas sí pueden permitirse estar al día con el pago de los intereses, así que ni siquiera se pueden plantear empezar a pagar el préstamo en sí.

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Algunas personas están en una situación tan desesperada que han intentado escapar de sus préstamos saliendo del país y ocultándose de los bancos y agencias de cobro que inevitablemente van a empezar a buscarles.

Suena un poco increíble, por no decir que parece una idea nefasta desde el punto de vista financiero a largo plazo, pero estos evasores de deudas son reales. He conocido a algunos de estos norteamericanos en Berlín, mi ciudad de adopción. No he podido conseguir ninguna estadística sobre cuántos hay, pero no soy la única persona que se ha dado cuenta de que hay gente huyendo de EE. UU. a causa de sus préstamos estudiantiles.

"En realidad es un fenómeno con el que estoy muy familiarizado", afirma el abogado especializado en préstamos estudiantiles y escritor Adam S. Minsky. "Según mi experiencia, la gente se marcha del país porque se sienten desamparados y ven mayores oportunidades al otro lado del charco, normalmente mediante una combinación de salarios más altos y gastos de subsistencia más bajos. Piensan que estarán en mejor posición para pagar sus préstamos en el momento que corresponde, desde el extranjero, o bien para ahorrar y estar en un lugar mejor desde donde podrán gestionar el pago de su préstamo en un par de años".

Muchos de los estudiantes con los que hablé temen las posibles consecuencias de esta estrategia, pero hasta la fecha ninguno de ellos ha sufrido repercusiones. Y según algunos expertos, es posible que nunca las sufran.

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Joshua R. I. Cohen, que se denomina a sí mismo "El abogado de los préstamos estudiantiles", me dice que este plan podría funcionar para algunos, siempre y cuando los evasores no tengan intención de volver a vivir en Estados Unidos. Los estudiantes que se mudan a un país extranjero y dejan de pagar su préstamo solo sufrirán consecuencias si trabajan para una empresa norteamericana en suelo extranjero", afirma Cohen.

Si vives en el extranjero y tus ingresos proceden de una empresa extranjera que no paga impuestos en EE. UU. y no cotizas a la Seguridad Social, las compañías de préstamos no pueden tocarte y el gobierno no puede perseguirte después de haberte mudado.

"El gobierno federal no cuenta con herramientas verdaderamente potentes para cobrar las deudas de quienes se mudan al otro lado del Atlántico", explica Mark Kantrowitz, otro experto en préstamos estudiantiles que forma parte de la junta del Journal of Student Financial Aid . "En teoría, podrías vivir el resto de tu vida en otro país".

Por supuesto, si tu familia ha firmado el préstamo como aval y permanecen en Estados Unidos, seguirán estando enganchados, y esta estrategia depende de que no desees volver a casa nunca más. Si estos antiguos estudiantes alguna vez deciden volver a EE. UU., "la deuda seguirá estando ahí; nunca desaparecerá", afirma Cohen. "Todo lo que hacen es posponer lo que podría suceder si vuelven a Estados Unidos".

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Para conocer más datos sobre la evasión de deudas, hablé con varios norteamericanos que se habían mudado a Berlín y habían dejado de pagar sus préstamos. Todos los nombres han sido cambiados.

Brian, 29
Debe 40.000 dólares

Contraté un préstamo cuando fui a estudiar a California. Recibí una beca suficientemente cuantiosa como para cubrir la mitad de la matrícula y los préstamos cubrían el resto. No tenía un plan específico para devolver dichos préstamos, ni me planteé cómo lo haría para pagarlos después de graduarme. Necesitaba estudiar y aquella era la única solución posible en ese momento.

Cuando decidí mudarme al extranjero, creo que en lo más profundo de mi mente pensaba que me libraría de tener que devolverlos. Veía cómo aumentaba el interés durante mi plazo de carencia y la ansiedad no hacía más que crecer en mi interior. Estoy seguro de que Alemania y Estados Unidos cuentan con algún tipo de acuerdo en lo referente a este tipo de asuntos, como pasa con los impuestos, pero intento no pensar en ello.

Los préstamos están a punto de vencer y me preocupan las consecuencias. He bloqueado los emails de mi empresa de préstamos y estoy seguro de que no tardarán en ir tras mis padres, pero eso no servirá de mucho porque ellos tampoco tienen dinero.

Creo que, llegados a este punto, debo unos 40.000 dólares, que realmente, totalmente y francamente no deseo pagar. Por supuesto que soy consciente de la responsabilidad que asumí cuando firmé los documentos y me comprometí a pagar el préstamo, pero creo que nunca debería haberlo hecho. Siento una especie de deber cívico que me impulsa a no devolver el préstamo, como si mi pequeña protesta pudiera en cierto modo marcar algún tipo de diferencia.

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Creo que conozco a un par de amigos que han devuelto completamente sus préstamos y han recibido muchísimo crédito y confianza por ello. Estoy muy orgulloso de ellos, pero no creo que yo sea de ese tipo de personas. Preferiría gastar mi dinero en cosas que necesito como comida y alojamiento que devolverlo por un servicio que creo que debería haber sido gratuito.

Vanessa, 29
debe 45.000 dólares

Conseguí mi diplomatura y después me transfirieron a una universidad privada de Nueva York. No aceptaron todos mis créditos, así que tenía que hacer como tres años más de carrera, creo recordar que eran unos 53.000 dólares al año por aquel entonces. Mi madre y yo solicitamos un crédito en un banco llamado Sallie Mae, entre otros. Todo norteamericano conoce ese banco, el nombre Sallie Mae suena enormemente amistoso, es como tu tía enrollada que te prepara sopa los fines de semana.

Al cabo de 48 horas tenía 30.000 dólares en mi cuenta bancaria. Estaba conmocionada, porque jamás había tenido antes tal cantidad de dinero en el banco. Recuerdo que después de pagar las tasas universitarias ya se había esfumado todo, como si nunca hubiera estado ahí. Y jamás me sirvió para pagar mis gastos. Tuve que trabajar a media jornada durante todos mis años de educación.

Me mudé a Berlín el mismo año en que me gradué. Conseguí que mis préstamos se aplazaran un año y después mis padres los aplazaron un poco más porque contaban con un breve período de prórroga, normalmente de entre seis meses y un año. Cuando tratamos de consolidarlos, encontramos muchas trabas, porque los préstamos procedían de muchos bancos diferentes. Pero nunca he devuelto los préstamos federales. Mis padres no los firmaron como avales, y es que el único motivo por el que alguna vez me he sentido preocupada sobre la deuda de los prestamistas legales es que afectara a mis padres, pero me importan una mierda los préstamos a mi nombre.

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Hace un año, trabajaba en un restaurante elegante de Berlín y conseguí ganar bastante dinero en propinas. Durante unos diez meses estuve pagando parte de los préstamos, pero me he quedado sin ese trabajo, así que ya no puedo hacerlo.

Los cobradores de deudas no me han molestado en Berlín; no me han encontrado en Alemania. Pero cuando me voy a casa, el teléfono no deja de sonar. Siempre pienso que será algún viejo amigo que trata de localizarme, pero siempre es gente de Sallie Mae. Suena cada hora. Literalmente.

Me siento avergonzada por mis padres, porque yo nunca quise esto para ellos. Cuando pensé en ir a la universidad, esto no es lo que tenía planeado. Realmente pensaba que estarían absolutamente orgullosos de mí, porque era la primera persona de mi familia que se graduaría en la universidad, pero entonces me di cuenta de que no estábamos pensando en la deuda cuando me matriculé en la universidad. En ocasiones pienso que vivir en Nueva York y asistir a una universidad privada no era la mejor de las ideas, podría haber estudiado en cualquier otro sitio y haber obtenido una licenciatura en ciencias políticas o historia debiendo tan solo 50.000 dólares. Pero estoy contenta de haber recibido esa educación, es la educación que deseaba.

Si no tengo dinero para vivir, entonces es no tengo dinero suficiente para pagar los préstamos. Necesito comer y vivir y no ser esclava de esta deuda, pero tengo mucho miedo. Cuando miro atrás, me pregunto qué podría haber hecho de forma diferente.

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Mario, 34
Debe más de 160.000 dólares

Ni siquiera tenía intención de ir a la universidad, jamás fue mi intención. Pero entonces sucedió toda esa mierda: me tomé un año sabático y pensé, "Joder, no creo que pueda trabajar como reponedor por las noches en un Target durante el resto de mi vida", así que acabé encontrando una escuela de cine en California.

No podía permitirme pagar esa escuela privada, así que les dije a mis padres que realmente quería hacerlo y firmaron el préstamo para avalarme. Eran como unos 30.0000 dólares al año, una suma de dinero ridículamente elevada.

Por supuesto que tenía intención de devolver el préstamo. Nuestros mentores y profesores nos dijeron que acabaríamos amortizando la formación al cabo de algún tiempo, pero todo el mundo en Estados Unidos está haciendo lo mismo, así que es casi como si no hicieras nada. Así es como nos educan a los norteamericanos.

La idea de que no puedes permitirte la universidad de modo que debes pagar un préstamo cuando sales del instituto es una locura. Empecé a preguntarme cómo es posible dar inicio a algo cuando el inicio es un profundo agujero…

Las deudas no son el motivo principal por el que me mudé a Europa. Me mudé por mi carrera, pero en el fondo de mi mente aquello era como una forma de empezar de cero. Al mismo tiempo, jamás podría escapar en realidad, porque mis padres habían firmado como avales. Mis padres poseen una casa y tenían intención de dejárnosla como herencia. Les inquietaba el hecho de que les quitaran la casa porque yo no pagara mis créditos estudiantiles y, en consecuencia, pusieron la casa a nombre de mi hermana para no poseer nada que el banco les pudiera arrebatar.

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Sinceramente, ya no me veo viviendo en Estados Unidos otra vez, aparte de los motivos de la deuda por el préstamo. Mis padres se van a mudar de nuevo a El Salvador, su país de origen, y ya no tendré ningún vínculo con Norteamérica. La verdad es que no me gusta Estados Unidos, dada la dirección que está tomando. Por el momento, no me preocupa tener que volver ahí.

Animo a todo el mundo a que estudie en el extranjero, ¡es muchísimo más barato! Es que empezar tu vida de adulto debiendo 30.000 o incluso 50.000 dólares no es un buen punto de partida.

Zoe, 31
Debe 35.000 dólares

Fui a la universidad y no tuve necesidad de pedir préstamos hasta el final de mi primer año allí. Obtuve un suficiente en una de las clases y perdí la mitad de mi beca, así que no podía conseguir ningún préstamo. Mi mayor error en la vida fue liarla en aquel año de la universidad.

Cuando me fui, debía como unos 24.000 dólares en préstamos. Mi intención era obtener una prórroga de un año o así, y entonces empezar a pagar la deuda, pero sabía que estaría pagando por lo menos hasta el final de mi treintena. Mi hermano, que tiene seis años más que yo, seguía pagando sus préstamos por aquel entonces, e incluso mi padre estaba pagando préstamos (obtuvo su máster cuando nosotros éramos niños).

Después de mis estudios, pasé mi período de gracia y mi tiempo de "indulgencia" hasta que empecé a pagar los préstamos. Trabajaba y tenía un empleo realmente bueno. Creo que iba pagando unos 100 o 150 dólares al mes. Decidí durante mi último año en la universidad que me iría a vivir al extranjero después de la licenciatura. Los últimos seis meses que pasé en Estados Unidos quería poner al día todos mis préstamos, porque sabía que no los pagaría una vez que me mudara a Europa.

Conseguí actualizarlos todos y, justo antes de marcharme, informé a las compañías de préstamos de que me mudaba y les di mi dirección de correo electrónico. Sin embargo, después de mudarme al extranjero dejé de pagar. Una vez que te mudas al extranjero, es como si desconectaras esa parte de tu vida. No pueden tocarte, eres escurridiza como una anguila. Pero empezaron a llamar a mis padres, a mis abuelos, a mis antiguos jefes… Y yo estaba ahí, viviendo la vida en Europa, en cierto modo ajena a todo aquello.

No fue hasta hace seis meses que empecé a pagar de nuevo mis préstamos. Me di cuenta de que tengo 30 años y que no puedo escaquearme de mis deudas para siempre. Y además, es posible que en algún momento quiera volver a vivir en Estados Unidos; no desearía cargar con este peso si lo hago.

Durante los últimos dos años, he estado confiando en esta ley de condonación de deudas anunciada por Obama que todavía no se ha aprobado. Supongo que continuaré a este ritmo hasta que me la perdonen… No me refiero hasta que consiga pagarla, no, quiero decir hasta que el gobierno vaya del palo: "¡Ya no tienes que pagar ese préstamo, so millenial! Ya sabemos que no puedes".

Para conocer más sobre la obra de Alexander, visita su sitio web.