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Germanicus Maximus

Un campamento alemán con parafernalia de gladiador.

Los 20 jóvenes aspirantes alemanes se tomaron las cosas muy en serio.

Hans Schaller, magnate del petróleo alemán de 59 años, dedicó recientemente 200.000 euros a financiar un experimento para transformar a 20 estudiantes de físico endeble en modernos gladiadores romanos. El entrenamiento tuvo lugar a lo largo de un periodo de seis meses en Regensburg, Bavaria, y concluyó con una batalla en una pista de carreras en la cercana Straubing. Le hice dos visitas a los aspirantes a gladiador para ver por mí misma si el experimento tenía éxito. En la primera visita yo era una escéptica. Muchos de los postulantes eran fofos mozuelos alemanes con pinta de engullir demasiada pizza y pasar demasiado tiempo jugando a la Xbox. Los opositores a gladiador, cuya media de edad era de 19 años, se reclutaron a través de unos flyers que se dejaron en el campus de la universidad de Regensburg, un pueblo medieval a orillas del Danubio. Un aspirante con coleta llevaba una camiseta de los X Men, otro un souvenir de un festival de black metal. Un aspirante rechoncho llevaba cadenas de oro al cuello a pesar de cargar con un escudo de un metro de largo. Los movimientos de todos eran torpes al principio, ocupándoles 25 minutos ponerse sus equipos de combate. La intención de la escuela era recrear las auténticas condiciones de los antiguos gladiadores, lo cual significaba que sus armaduras chapadas en oro pesaban lo mismo que las de los guerreros originales. También su dieta—vegetariana, con predominio de las lentejas—era la misma que Galeno, el médico del emperador Marco Aurelio, prescribió para los luchadores del siglo I. Cuando volví, seis meses más tarde, los estudiantes estaban bronceados y musculosos. Josef Löffli, el historiador que supervisó el proyecto, me dijo: “Hemos despertado a los esqueletos de los gladiadores romanos. Esto se debe sobre todo a la antigua dieta, muy beneficiosa para fortalecer los huesos. Si vas a un asador o a un McDonald’s, ni todo el ejercicio del mundo te va a ayudar”. Le pregunté si Burger King estaba permitido y él se limitó a menear la cabeza y ofrecerme un plato de alubias. Lo rechacé y, en su lugar, opté por ver a los gladiadores tomar parte en un simulacro de batalla. Era como ver a la sección musculitos de un desfile por el orgullo gay jugando a un juego de rol, así que se imponía sacar unas cuantas fotos.

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En la antigüedad, a los gladiadores se les “controlaba” obligándoles a llevar unos cascos de 4 kilos y medio que restringían la visión.

Al auténtico estilo romano, los actos comenzaron con gran pompa. Los extras vestidos de centurión parecían pavos reales con sus capas rojas y cascos con penachos al lado de los luchadores semidesnudos.

“Este carro no tiene suspensión. Se mueve como un loco”, dice el hombre a cargo de la carrera de cuádrigas, a quien vemos en la foto. También se muestra quejoso respecto a su atavío de armadura y falda. “Arriba tengo calor y abajo tengo frío”.

Aunque a la mayoría de extras se les vistió de centurión, algunos vinieron de ciudadanos romanos normales.

Benedikt espera ganarse mentes y corazones con su combo de tridente y red.

Tiraban de las cuádrigas unos ponies Shetland. Conducidos por un equipo de marido y esposa, los ponies corrieron sorprendentemente rápido en las dos carreras que se celebraron.

Los gladiadores preparándose en el backstage: un círculo de balas de heno.

El público observa atento el desarrollo de la competición. “Hemos venido sobre todo para ver los caballos”, dijo un espectador.

El dinero para el proyecto lo puso Hans Schaller, de 59 años, quien hace unos años vendió su compañía petrolera y ahora dedica su tiempo al hobby de reconstruir aspectos de la Roma antigua. Una planta entera de su casa está consagrada a los trajes romanos. Schaller dice que lo que más le gusta de organizar su propio batallón de gladiadores es, “¡guiarles!”

La amistad viril abunda. No sólo choques de puños y palmadas sino también abrazos de oso y gladiadores siendo alzados del suelo. Camaradería.

El vencedor, Johannes, dando la vuelta de la victoria.