'Las críticas que me hacen son frases sacadas del bolsillo': una charla con Mario Mendoza
Foto: Daniela Echeverry.

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'Las críticas que me hacen son frases sacadas del bolsillo': una charla con Mario Mendoza

El escritor bogotano, que se consagró con 'Satanás', está obsesionado con lo misterioso y lo oculto, teme a la dependencia tecnológica, y afirma que sufre, más que nada, al momento de una foto.

Mario Mendoza es un escritor que no se considera comercial. Se considera, más bien, un autor con lectores. Sin embargo, a lo largo de toda nuestra entrevista ––que se dio en una librería del norte de Bogotá–– hubo espectadores atentos, admiradores saludándolo a lo lejos, y fieles seguidores que esperaban ansiosamente el final de nuestro encuentro para que les firmara sus libros. Es un autor con lectores, pero no comercial, insiste.

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El escritor bogotano, que se consagró con la novela de 2002, Satanás, está obsesionado con lo misterioso y lo oculto, teme a la dependencia tecnológica, afirma nunca ser tratado justamente por la crítica y sufre, más que nada, al momento de una foto.

VICE: ¿Uno por qué se fascinaría con lo oculto, lo misterioso?
Mario Mendoza: Lo que nos caracteriza a nosotros [en Colombia] es el realismo y el hiperrealismo, y yo creo que, en parte, fue la manera que encontramos de poder responder ante tanto horror y ante semejantes circunstancias tan nefastas. Muchos géneros se fueron quedando de lado en Colombia gracias a esto. No tenemos literatura fantástica. No tenemos ciencia ficción. No hay novela erótica, por ejemplo. Hay atisbos, pero no tenemos corrientes solidas.

Por eso mi deseo profundo es intentar abrir rutas y caminos hacia esos géneros, que me gustan, que me atraen. Desde siempre fui muy buen lector de novela de viajes y aventuras y por ahí conecté con la literatura fantástica. Después fui muy buen lector de ciencia ficción del siglo XX… de Asimov, Bradbury, Clark, etc. Y me encantaría dejar al menos puertas abiertas en las editoriales para que los escritores jóvenes, que también están cansados y fatigados con lo que hemos tenido que trabajar, tengan la posibilidad de entrar a las editoriales y presentar sus textos.

Y usted ha escrito sobre sectas, sobre sociedades secretas, sobre lo paranormal. ¿Hay alguna leyenda urbana o alguna teoría de conspiración que particularmente le interese?
Sí. Me gusta mucho el evento Carrington, un efecto de la física que se confirmó en 1859. Ese efecto [una tormenta solar] se presentó en un momento en el que todavía no había red eléctrica, en el que todavía el mundo contemporáneo no dependía tanto de la electricidad como para crear un colapso mundial. Pero se presenta en 1859 y alcanza a crear problemas con el telégrafo y alcanza a generar apagones grandes en pequeñas ciudades que ya tienen alumbrado público en Canadá y en EE. UU.

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Ese efecto se da aproximadamente cada 150 años. Hoy en día, ya nos pasamos entre 15 y 20 años de la fecha límite. Y están esperando que se repita y, cuando eso suceda, cuando se vuelva a presentar, colapsará la red eléctrica de todo el planeta. Eso significarían autos detenidos, aviones que de un momento a otro no podrían utilizar los instrumentos de navegación. Significaría no tener Internet, no tener celulares, no tener cajeros automáticos, no poder hacer mercado. Significa no tener tiendas, no tener nada.

Hay cierta paranoia frente a la tecnología en esas palabras…
Hay una escena, … recuerdo que es Mel Gibson, pero no recuerdo en qué película, en la que el tipo dice, "el hecho de que yo sea un paranoico no significa que no tenga la razón".

Pero el hecho es que sí tengo la sensación, de todos modos, de un colapso inminente. No creo que haya que ser muy inteligente para intuirlo. Somos 7.500 millones de personas. Es demasiada gente. Según la FAO hay más de mil millones de personas pasando hambre. Mas de 3.500 millones de personas —la mitad de la humanidad— no tienen acceso al agua, servicios públicos, calorías diarias. De alguna manera, es fácil de prever, de intuir que se acerca algo.

Gran parte de su público lector está conformado por jóvenes y adolescentes, ¿usted se consideraría un escritor de literatura juvenil?
Para mí ha sido toda una sorpresa, porque yo en realidad nunca pensé que fuera a ser un escritor con muchos lectores. Siempre fui un escritor relativamente marginal. Lo que pasa es que la realidad fue confirmando mis hipótesis. O sea, yo estaba preparado para un nicho muy pequeño de gente y creí que siempre me iba a dirigir a ese nicho. Lo que sucedió fue que se aceleró demasiado el caos global, y lo que parecía algo un poco paranoico, lo que parecía una hipótesis de un tipo un poco descabellado, semiapocalíptico, un lector un poquito semialucinado, terminó convirtiéndose en una pesadilla global cierta y verdadera. Y eso fue lo que generó el estallido de toda mi obra. Pero para mí ese estallido fue una enorme sorpresa.

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Creo que conecto más con la gente joven quizás por la manera de explorar o de intuir la contemporaneidad. Pero Paranormal Colombia, por ejemplo, fue un libro leído por generaciones incluso mayores que yo.

Usted está escribiendo una saga juvenil, ¿qué piensa de las sagas internacionales más importantes de los últimos tiempos? ¿Cosas como Crepúsculo, o Los Juegos del Hambre?
Yo tengo un miedo, y es que creo que para un joven latinoamericano, leer las sagas extranjeras podría confirmar un complejo de inferioridad. Por ejemplo, si yo estoy en Kennedy, en Bosa, en Usme, y leo Harry Potter, me parece maravilloso. Son Sagas que crearon muchos lectores alrededor del mundo, y tenemos que estar muy agradecidos por ello: ver a un lector de 10 años con su separador siempre es una escena positiva, no hay nada que decir al respecto.

Pero a mí me queda una preocupación de docente. Y es que no sé si una persona que vive en estos barrios, lee la saga y le queda la sensación de que lo mágico está allá afuera, del otro lado del mar. Que los mundos que están por explorar están en Inglaterra o en Escocia. Que los caballeros de la mesa redonda o la corte del Rey Arturo son lo único que vale la pena para ser soñado, y que a mí me tocó vivir aquí en este hueco, y que yo vivo en Monteblanco, en Bellavista, en La Aurora o en Lucero alto; y que me tocó vivir en América Latina y que esto es una mierda.

Los latinoamericanos soñamos con cruzar esos océanos para llegar allá, adonde está la civilización, donde está la fantasía, donde está el mundo extraordinario. Y yo siento que es justo al revés. Al otro lado del mar no hay nada. Al otro lado del mar todo está colapsando. No me sorprendería que Trump ganara hoy, por ejemplo. No me sorprendería que hubiera una debacle internacional con esa noticia. La guerra en Siria va en aumento, los inmigrantes del medio oriente están arrasando en este momento las fronteras de Grecia y de Turquía para intentar ingresar a ese mundo. Entonces yo creo que es al revés.

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Pero entonces yo lo que pienso es, ¿dónde está la magia? En América Latina. ¿Dónde hay brujos? ¿Dónde hay chamanes? ¿Dónde todavía hay exploraciones de la conciencia que nos conduzcan a interdimensiones, a universos paralelos? En América Latina. No es en Escocia, ni es en Inglaterra. Es en México, es en Bolivia, es en Perú, es en la selva amazónica en donde todavía tenemos contacto con otras realidades. Mi saga tiene ese deseo. El deseo de mostrarles que América está por descubrirse. América latina no ha sido descubierta.

Hablemos un poco de la crítica. Usted tiende a ser criticado por la academia, pero aún así es leído por miles de personas. ¿Por qué cree que se da esta división?
Lo que a mí me ha disgustado es que yo no he visto el primer ejercicio de crítica en Colombia sobre mi obra en el que una persona se haya leído mis libros a conciencia. Todos. Porque si a mí me dicen 'dé una opinión sobre este escritor', tengo que decir, "bueno, este tipo tiene exploraciones muy raras hacia mundos paranormales, cosas extrañas, voy a ver por dónde va. Parece ir por el lado de la literatura juvenil, tengo que mirar lo que está haciendo. Tiene una novela negra y una novela policiaca, que es como lo que más lo caracteriza. En fin, tiene libros sin género, es un tipo curioso, entonces voy a leerme los libros, me tomo el trabajo y escribo un artículo responsable'. No. Todo es de oídas, todas son frases sacadas del bolsillo, todo es de un facilismo vergonzante. Ese es mi disgusto. Ese es mi fastidio con la crítica, que no he podido leer crítica.

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¿Cree que es algo personal o es algo generalizado acá en Colombia?
No sé qué opinen los demás escritores… si a ellos les pase lo mismo o no, pero lo que yo sí sé es que cuando a mí me piden una opinión sobre alguien, aquí ves, vengo a presentar un libro y está todo subrayado. Yo no me puedo venir a dar una opinión sobre este libro si no lo he leído. Aquí están mis anotaciones. Todo el libro está así. Y yo me leí esto con seriedad. Entonces cada vez que me piden una opinión yo le diría a los demás colegas, a los columnistas de los medios de comunicación, que sean responsables, que no hablen de lo que no han leído. ¿Quieren dar una opinión sobre mi última novela? Tómense el trabajo de leerla, toda, completa.

Según una línea de teoría literaria, hay escritores que son 'zorros' —que tienen muchos conocimientos y escriben de muchas cosas— y otros que son 'erizos' —que tienen un sólo conocimiento muy bien trabajado—. ¿Usted es un zorro o un erizo?
Un erizo con piel de zorro. Por que soy como un autor muy intimista que siempre está trabajando con un mundo muy particular y muy definido, pero al mismo tiempo he ido explorando otras opciones. Yo no me quedé con la novela negra, por ejemplo, que era lo que me caracterizaba. Exploré libros que no tienen género. ¿La locura de nuestro tiempo o La importancia de morir a tiempo qué género es? Eso no es micro relato, eso no es relato, eso no es crónica… ¿Cómo se llama eso que está ahí? Ni idea. Y después abrí toda la novela juvenil, lo cual significa que seguía explorando cosas… es como un punto medio.

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¿Y qué cree que le falta por explorar?
La ciencia ficción. Me encantaría. Voy a hacerme tarde o temprano un libro de cuentos en la línea de ciencia ficción. Y quiero volver al cuento pronto. A mí el cuento me gusta mucho, es un género donde me siento muy cómodo.

Entonces si el cuento es de lo que más le gusta, ¿qué es lo que menos le gusta de escribir?
Yo lo he entregado todo, yo no tengo ni siquiera vida privada, no tengo nada, es una entrega a la obra al 100%, lo que se llama, digamos, en ese sentido, una entrega total, a carta cabal. Yo entiendo el oficio como se entendía antes el ser sacerdote o ser marinero, cosas por el estilo, que consistían en abandonarlo todo y entregarlo todo. Eso ya no suele ser así. Y yo siento que quizás por el cansancio y por la fatiga, ya no disfruto la novela tanto. Porque me exige demasiado y mi cuerpo, por ejemplo, ya se dobló.

Hay unos problemas con el oficio. Va creando dolores en las manos. Hay una especie de tubo metacarpiano y otra serie de dolencias que dan por el exceso de trabajo en el teclado. Mi columna vertebral también. Nadie escribe según las reglas de su médico. Es imposible sostener una buena posición todo el tiempo frente a la pantalla. Uno se va escurriendo, y en la medida en que se va escurriendo, 13 o 14 horas después de estar trabajando en una novela, la espalda queda herida y lesionada. Tengo una escoliosis múltiple de 10cm. Mi columna se destruyó, entonces yo ya me volví pedazos.

Y por el otro lado mis ojos empiezan a fallar también frente a la pantalla, porque aunque uses lentes, aunque te pongas gafas, aunque cumplas con algunas recomendaciones, de todos modos es una exigencia también excesiva. Entonces siento que la novela… voy a tener que parar. Hay unas novelas que ya están, que seguramente saldrán en los años que vienen. Pero creo que es el momento de pasarme al cuento para descansar, sobre todo corporalmente.

¿Tiene alguna rutina para escribir?
Yo trabajo como un artista plástico. Yo no trabajo tanto como el escritor que uno ve en las películas, es decir, yo tengo en mi taller una cantidad de cosas, voy trabajando, tengo un material y voy publicando, es decir, voy exponiendo cosas que tengo en mi taller. Pero yo nunca me quedo en blanco. A mí me queda muy difícil publicar un libro y quedarme en blanco a ver qué voy a hacer después. No podría sentir esa angustia. Me parece terrible. Entonces lo que hago es que tengo muchas cosas que ya están avanzadas. Voy mirando qué puedo sacar y qué puedo mostrar, y sigo dejando parte de mi trabajo dentro de mi taller.

Satanás fue un libro sumamente exitoso, así como lo fue la adaptación al cine realizada por Andi Baiz. Aparte de Satanás, ¿qué adaptación —de la literatura al cine— le gusta particularmente?
Me gustó mucho, por ejemplo, la adaptación de Magallanes (2015), la que trajo Perú en los meses pasado, que también es con Damián Alcazar, curiosamente. Magallanes me pareció una muy, muy decente adaptación de un escritor peruano que es Alonzo Cueto. Él tiene una trilogía, quizás el eje central de esa trilogía es La hora azul, una novela prodigiosa, maravillosa, extraordinaria, y La pasajera. Y con base en los textos de Cueto hicieron esa película y me pareció, de las últimas adaptaciones latinoamericanas, la mejor.

¿Y cree que hay alguna adaptación que prefiera con respecto a la obra original?
Sí, El padrino. Siendo una muy buena novela, me parece que la película es extraordinaria.

Por último, Mario. Hoy en día, ¿usted dónde y en quiénes cree que podemos encontrar a Satanás?
En el establecimiento. Yo creo que están incorporados dentro del establecimiento. Yo creo que es el paso del capitalismo salvaje al capitalismo depredador. Yo creo que hubo un ataque en el 2008 de Wall Street y ese ataque significa que ya no están contentos con todo el dinero que hicieron. Ahora quieren el dinero público, ahora quieren el dinero del erario, el de los contribuyentes, nuestros impuestos. Pero yo creo que la línea a seguir es atacar los impuestos. Me parece que si hay algo nefasto es la perversa, maligna y demoniaca unión, el demoniaco matrimonio, entre los grandes empresarios y la política. Yo creo que eso es lo que va terminar haciendo más daño del que ya han hecho.