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Semana del Crimen

Hablemos de esto: detrás de un feminicidio casi siempre se esconde la crueldad

Los feminicidios en Colombia y el resto de Latinoamérica van en aumento y no parecen parar. ¿Quiénes asesinan a las mujeres por el hecho de serlo, y por qué se ensañan tanto cuando las matan?
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Ilustración: VICE Colombia. 

Artículo publicado por VICE Colombia.


En octubre de este año hubo 62 feminicidios en Colombia.

Esto quiere decir que 62 mujeres fueron asesinadas en el país por el hecho de ser mujeres. La cifra sale del Boletín Virtual "Vivas nos Queremos", generado por el Observatorio de Feminicidios en Colombia, de la Red Feminista Antimiltarista, una organización que produce, mes a mes, análisis en el territorio nacional como forma de "presión al Estado y de acción feminista permanente". Esto, según el mismo grupo, para contrarrestar la violencia patriarcal contra las mujeres e incidir en el sistema judicial nacional.

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Según el observatorio, que hace un exhaustivo sondeo de medios nacionales y regionales, de estos 62 feminicidios, 29 de ellos, casi la mitad, se ejecutaron con armas de fuego. El 31%, fueron causados por armas cortopunzantes, y 4% fueron perpetrados por las propias manos del agresor. Los feminicidios de este mes incluyeron asfixia, golpes, explosiones, caída de altura, estrangulación, cortes y degolladas.

En la mayoría de los crímenes es evidente la sevicia con la que se cometieron: a una mujer la asesinaron junto a su perro en Bello Antioquia. A otra joven una golpiza la dejó sin vida en el barrio de Chapinero, en Bogotá. Una bebé de 11 meses murió luego de ser violada en Buenaventura. Un hombre asfixió a su pareja de 24 años hasta asesinarla en Cali. En el Cesar otro hombre no descansó hasta apuñalar 37 veces a una habitante de la zona. Dos mujeres fueron degolladas en Nariño. En Pereira un hombre asfixió a su pareja de 23 años hasta matarla y en Atlántico el cadáver de Dimelsa Corcho Ballesteros fue encontrado tieso, metido en el lodo: la estrangularon hasta matarla.

Diecisiete departamentos del país tuvieron al menos un feminicidio. Veinticuatro por ciento de ellos se perpetraron en Antioquia y 16% en el Valle del Cauca. Veintiséis de estos asesinatos de mujeres se ejecutaron dentro de la propia casa de la víctima.

En total, el informe afirma que 81 mujeres fueron víctimas de violencia feminicida el pasado mes. Solo 19 de ellas sobrevivieron. Dentro del análisis cualitativo que hicieron de estas cifras, el Observatorio aseguró que "tomar decisiones autónomas con relación al futuro o no de una relación amorosa las estaría poniendo en riesgo ante los hombres que han compartido parte de sus vidas".

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Es decir, muchas de estas mujeres fueron asesinadas con saña por el simple hecho de decidir sobre sus vidas.

El feminicidio está tipificado en la ley colombiana con la ley 1761 de 2015, más conocida como la ley Rosa Elvira Cely. Según esta ley, se puede hablar de feminicidio cuando se mata a una mujer por su condición de serlo, cuando el asesinato es en razón de su identidad de género o su orientación sexual (esto incluye a las mujeres transgénero, transexuales, lesbianas y bisexuales) o cuando existen diferentes circunstancias dentro del asesinato: cuando lo cometió alguien cercano a la víctima y que esta haya experimentado algún tipo de violencia dentro de la relación, que haya habido relaciones desiguales de poder, que se haya usado el asesinato de la mujer como acto terrorista en contra de bandas criminales o guerrillas, si existen antecedentes de violencia doméstica, o que la víctima haya sido privada de su libertad antes de ser asesinada.

Probablemente la mayoría de colombianos recuerdan el nombre de la ley. Hace más de seis años, a Rosa Elvira Cely la violaron, la golpearon, la apuñalaron, la torturaron y la empalaron en uno de los parques más grandes de Bogotá, en horas de la madrugada. La sevicia con la que se cometió el crimen no solo impactó a Colombia, sino que dio pie para visibilizar en el sistema judicial un crimen que antes era llamado simplemente "pasional" o violación. Porque si existe algo inherente al feminicidio es la saña con la que se comete.

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¿Por qué es imposible desligar la sevicia de los feminicidios?

Algunos intelectuales han intentado dar respuesta a preguntas relacionadas. Por ejemplo, el escritor Primo Levi escribió alguna vez que la violencia asesina es una forma en que el victimario intenta negar al otro y su subjetividad. Algo así como un acto de cosificar a la víctima en un intento por reafirmarse a sí mismo, que fue lo que vivió en uno de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Esto es extrapolable a la categoría de feminicidio: un hombre asesinando a una mujer por el hecho de ser mujer podría ser un acto de anulación: el asesino reafirma algo de él y silencia para siempre algo de ella.

En México, uno de los países con mayores tasas de feminicidios en el continente, donde según la ONU son asesinadas entre 7 y 9 mujeres al día y el cual tiene casos emblemáticos como los feminicidios de Ciudad Juárez, que se vienen cometiendo desde los años 90, dos profesores de la Universidad Autónoma del Estado de México, Nelson Arteaga Botello y Jimena Valdés Figueroa, realizaron hace unos años un estudio alrededor de lo que decía Levi publicado en la Revista Mexicana de Sociología, la publicación más antigua en ciencias sociales de América Latina. A partir del concepto de 'negación y reaformación' que explicaba Levi luego de vivir el holocausto, esta doctor en sociología de la Universidad de Alicante y esta Maestra en Estudios de Género de El Colegio de México, lograron identificar en el caso de los feminicidios cinco tipos de violencia.

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A partir del estudio de más de 120 casos de feminicidios en México, estos dos investigadores concluyeron que el 31% de ellos se ejecutaron con lo que ellos denominan violencia de posesión —primer tipo de violencia—, que, definen ellos, tiene como fin "manipular e infligir dolor al cuerpo femenino antes de provocar la muerte". Esta violencia lo que busca es inscribir "significaciones de poder sobre su cuerpo".

El segundo tipo de violencia que identifica esta investigación es el de la violencia pasional, la cual se ejerce, afirman ellos, "para anular la subjetividad sentimental que el victimario reconoce en la víctima". Es la violencia detrás de los llamados crímenes pasionales, que no son más que "la destrucción de la independencia y la capacidad de decisión de las mujeres sobre el destino de un vínculo amoroso".

El tercer tipo de violencia es la intrafamiliar, en la que la víctima es asesinada después de muchos abusos sistemáticos por parte de su compañero. El cuarto tipo de violencia tiene que ver con la explotación sexual y el quinto con actividades como el robo y el secuestro.

Dentro del estudio de los casos recogidos, ambos investigadores determinaron que en el 47% de los casos, el victimario era alguien cercano a la víctima. A partir de esto la investigación concluye varias cosas.

La primera es que el uso de la crueldad es, en los casos estudiados, una forma de ejercer la violencia con un significado determinado, una carga simbólica: "infligir dolor en las zonas erógenas, en los puntos del cuerpo que constituyen el nudo de definición tanto de la sexualidad como de la construcción de las mujeres como sujetos". Asimismo, 64% de los casos que estudia esta investigación incluyen algún tipo de asfixia, traumatismo o heridas corto punzantes, en vez de muertes causadas por arma de fuego. Para los investigadores esto sugiere formas de asesinar basadas en la relación directa entre la víctima y el victimario, y no solo esto, sino la sensación de que "el comportamiento de la mujer debiera ser cortado de tajo porque atenta contra un orden moral que se está resquebrajando".

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De igual forma, en el 53% de estos casos, los cadáveres de las mujeres fueron abandonados en casas vacías, terrenos baldíos, caños, hoteles o zonas poco concurridas, algo que para ambos profesores también dice mucho sobre el abandono. Este, según ellos, resulta una "especie de castigo y un mensaje inscrito sobre el cuerpo, que va más allá de la muerte", a diferencia de lo que siempre se cree, que el abandono del cuerpo en estos lugares simplemente se trata de deshacerse de las pruebas del asesinato.

La mayor conclusión del estudio de Arteaga y Valdés es que "las mujeres con mayor independencia sobre el sentido y uso de su vida, cuerpo y sexualidad son las más propensas a ser víctimas de esta violencia asesina por parte de los hombres, en tanto representan una mayor amenaza para las formas tradicionales de afirmación de la masculinidad".

Esta conclusión coincide con partes del informe presentado acá en Colombia por la Red Feminista Antimilitarista, quienes aseguran que en Colombia abundan dos tipos de victimarios recurrentes: los que están dentro de una relación afectiva o de pareja y en el contexto de militarización, sicariato y victimarios desconocidos. "La explicación en Colombia del feminicidio la hemos asociado a hombres en armas y zonas militarizadas", afirma la organización. "La explicación recurrente es el sistema patriarcal, el incremento de la misoginia que en contextos de exacerbación del fascismo social y de un prolongado conflicto armado, se recrudecen". Para la red, las masculinidades tóxicas no surgen de la nada, a no ser que tengan una “sociedad de cómplices” que las refuerce.

Asimismo, afirman que la prensa digital ofrece poca información sobre los victimarios, contrario a lo que pasa con las víctimas. Esos acercamientos superficiales sobre quién es el perpetrador del crimen no dejan ver lo que según la red muestran luego las investigaciones sobre ellos y que dan cuenta de "los antecedentes penales que tienen algunos de estos sujetos, del ejercicio de violencia que anteceden a la sentencia y que por alguna razón en primer momento no son referenciados en las notas periodísticas donde aparecen como feminicidas". Ese fue el caso del asesino de Rosa Elvira Cely, Javier Velasco Valenzuela, quien ya tenía un feminicidio registrado y dos abusos sexuales contra sus hijastras, pero la Fiscalía nunca avanzó en ninguno de estos casos. "La falta de investigación y de profundidad en la problemática genera que sujetos portadores de altos índices de violencia patriarcal y misógina estén actuando sueltos, sin control y límites de su acción", concluye la organización.

Para el informe, y a modo de conclusión, la red recuerda palabras de Rita Segato, una de las antropólogas feministas más renombradas de América Latina, quien afirma que los crímenes sexuales y los feminicidios “no son obra de desviados individuales, enfermos mentales o anomalías sociales, son expresiones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos y nuestras fantasías y les confiere inteligibilidad”. En otras palabras, el asesino de mujeres no es un enfermo, sino que puede entenderse y comunicarse con su entorno social.

¿Será nuestro entorno social el que esté enfermo entonces?