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ESPAÑA

Podríamos ver desaparecer al PP en los próximos años

El Partido Popular está en peligro de derrumbe.
Mariano Rajoy en un mitin en Madrid. REUTERS/Juan Medina

De momento es solo un runrún. Pero es, sin duda, el runrún más terrorífico que han escuchado los pasillos del número 13 de la calle Génova de Madrid. El PP podría desaparecer del mapa político de aquí a no demasiado tiempo. Tal como suena.

Pocos años después de que Rajoy lograra la presidencia del Gobierno —elecciones 2011— arrasando y dejando casi completamente pintado de azul el mapa de España, el partido fundado por el ministro franquista Manuel Fraga pasa por el momento más delicado de su historia, aunque no lo parezca. El enfermo sonríe y saluda públicamente.

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No quiere dar ninguna pista de lo que está pasando, hacerlo sólo serviría para acelerar el proceso. El altavoz que da estar en el Gobierno ayuda a trasladar una imagen de fuerza que sólo el poder puede proporcionar. El paciente se intenta mostrar vigoroso, habla de futuro, de reformar la Constitución, de liderar la España que viene, pero la analítica nos habla de otra cosa bien distinta: está en riesgo, y mucho, que el PP pueda llegar vivo a ese futuro inminente.

Los resultados arrojan unos valores preocupantes y cada día más voces internas dentro del partido le piden a Rajoy que se preocupe de salvar al enfermo lo antes posible o no llegará a esa España del futuro de la que habla.

Antecedentes

El poder asegura cámara pero no éxito. Lo aprendimos con el asunto catalán. El PP que, como dijo la vicepresidenta Sáenz de Santamaría en cada telediario durante aquellas fechas, había “descabezado” al independentismo, salió de las elecciones catalanas como sale uno de la discoteca cuando encienden las luces y descubre que está solo.

El partido que gobierna España es hoy la última de las siete fuerzas políticas en el Parlament. Toda la gloria del bando españolista fue para Ciudadanos, socio y enemigo íntimo, que se llevó un premio gordo de 36 escaños. Los diputados populares en Cataluña caben hoy en un taxi.

Hoy nadie duda de que se trata del principio de algo que comienza a extenderse por España: el recambio de la derecha está en marcha

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Esos cuatro representantes, quizá acostumbrados a que su partido no obtenga en esa tierra los mejores resultados, tuvieron que aflojarse la corbata cuando —quién sabe si por la radio del taxi— se enteraron de que la enfermedad del partido no solo se daba allí, en tierra hostil. También en Andalucía. Es la segunda ficha de dominó que cae.

Según una encuesta, la región socialista en la que el PP siempre ha soñado con gobernar, coloca a Ciudadanos como segunda fuerza, mandando al tradicional segundón, el PP, al tercer cajón del podium en Andalucía. Todo un síntoma.

Hubo quien defendió que lo de Cataluña había sido una anécdota coyuntural, pero hoy nadie duda de que se trata del principio de algo que comienza a extenderse por España: el recambio de la derecha está en marcha, Ciudadanos está ganando la batalla.

Alcaldes o dirigentes provinciales del PP empiezan a pasarse a Ciudadanos. Ya ha sucedido, de forma masiva, en Jaén y Cáceres

Tanto que, otro hecho empieza a repetirse sin hacer demasiado ruido de un lado a otro de la península: alcaldes o dirigentes provinciales del PP empiezan a pasarse a Ciudadanos. Ya ha sucedido, de forma masiva, en Jaén y Cáceres.

Cuando tener cargos políticos es un modo de vida, que tus siglas pierdan el poder implica el paro. Estos políticos de profesión de cualquier rincón de España, saben bien, por mucho que desde Génova lo nieguen, que si la tendencia sigue, acabarán sin trabajo e ingresos. Y, si esto sigue así, en Génova, el día de mañana, no necesitará tantos conserjes. Toca cambiar de siglas para poder seguir en la profesión. El PP empieza a ser un barco del que huir.

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La sede del Partido Popular. Imagen vía Wikimedia Commons por Triplecaña/CC BY-SA 4.0

Tratamiento muy costoso

Para renovar la presidencia de Rajoy hace año y medio, el poder —esos teléfonos que se descuelgan para que el país tenga un “gobierno estable”— tuvo que juntar a tres de los cuatro partidos de ámbito estatal.

Un PP rebosante de juicios por corrupción había ganado las elecciones en minoría y el Albert Rivera que juraba por Kennedy y Churchill que jamás permitiría que Rajoy siguiese, tuvo que volver por donde había venido para votar SÍ a la continuidad de Rajoy por “estabilidad”. Pero no era suficiente. Desgastada la pieza Ciudadanos, que había venido para renovar la política y estaba sirviendo para apuntalar la vieja ruina, el poder necesitaba aún de otra pieza más que sacrificar para asegurar “la estabilidad”.

Tras un movimiento interno en el PSOE que expulsaba a Pedro Sánchez por negarse a hacer presidente a Rajoy, el socialismo español quedó en manos de una gestora que, mire usted por donde, llegó en el momento justo y decidió abstenerse para que el Partido Popular siguiera en el poder. Asegurando así “la estabilidad”.

Estabilidad fue probablemente la palabra más repetida en aquellos meses que duró la operación para salvar al soldado Rajoy, lo que demuestra —así funciona la comunicación política— que precisamente estabilidad es lo que no había con aquel candidato y partido enfermo al que tanto costó mantener con vida que hubo que sacrificar y dañar el resto de piezas.

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Tiempo después de aquello, el día previo a las elecciones catalanas, las portadas de los diarios que históricamente han apoyado al PP, llevaban la cara de la candidata de Ciudadanos, Inés Arrimadas. Traducido del idioma estratégico al castellano, el poder había decidido dejar caer al PP, un enfermo cuyo tratamiento es ya demasiado costoso. Más cuando ya hay nuevo y joven recambio.

Albert Rivera e Inés Arrimadas. REUTERS/Enric Gaillard

La edad no perdona

En España, el mapa de votantes según edad, es tan nítido como borroso pinta el futuro del PP. Si Podemos es el partido político con más fuerza entre los menores de 44 años, si PSOE y Ciudadanos se defienden en posiciones intermedias en todas las franjas de edad, el Partido Popular sólo tiene un bastión demográfico fuerte: los votantes de más de 65 años. Entre los jóvenes, el Partido Popular naufraga de forma estrepitosa como última fuerza nacional. El futuro se le escapa de las manos y el presente para ellos lo representan, últimamente y por sorpresa, miles de jubilados, su público, golpeando cacerolas en la calle pidiendo pensiones dignas.

Si el apoyo entre los mayores baja, el PP quedará abandonado a su suerte en el mapa demográfico español

Mientras, desde el Gobierno que ha agotado la hucha de las pensiones, se lanza un mensaje que no sienta bien ni a jóvenes ni a mayores: para tener una jubilación digna, invierta en planes privados. Un mensaje que, con los sueldos recortados, es poco más que un búsquese usted la vida. Si el apoyo entre los mayores baja, el PP quedará abandonado a su suerte en el mapa demográfico español. Cuando lo único que tienes amarrado empieza a desatarse, es momento de echarse a temblar.

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Enfermedad de avance rápido

La gasolina de los partidos de izquierda ha sido tradicionalmente la justicia social. Sin tener el poder la izquierda sobrevive de una u otra manera, yendo y viniendo, pero siempre estando. El problema de un partido como el PP cuya cuota de poder peligra con adelgazar en los próximos tiempos, es que su gasolina es, precisamente esa cuota de poder.

Cuando estos niveles de poder empiezan a decrecer, cuando el apoyo de los poderes económicos disminuye, el descenso no es de ida y vuelta, es sin paracaídas. Y los poderosos parecen empezar a recorrer por fin aquel camino que señalaba el presidente del Banco Sabadell en 2014: “Necesitamos un Podemos de derechas”. Cada encuesta, cada elección, cada portada de periódico, confirma lo que hoy es ya un silencio atronador: la apuesta es Ciudadanos.

El PP ha dejado de ser caballo ganador. Si nada cambia, si los síntomas y la enfermedad avanzan como parece que lo harán, no serán nuestros hijos ni nuestros nietos quienes lo vean, sino nosotros mismos y no en un futuro lejano : un Partido Popular que hoy gobierna el país desapareciendo o convirtiéndose en una fuerza menor hasta desaparecer. Hay antecedentes. Eran otros tiempos pero lo vimos con la UCD de Adolfo Suárez.

Las próximas encuestas y, sobre todo, las próximas elecciones europeas, autonómicas y municipales de 2019 son temidas en el partido del Gobierno y con razón. Podrían ser el principio de un fin que no es ciencia ficción, sino una posibilidad cada día más sólida.