El exorcismo de ‘Las Últimas Composiciones de Violeta Parra’
Arte de portada de Las Ultimas Composiciones de Violeta Parra en su versión de 1975 con el cuarteto de cuerdas de Nino García.

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Música

El exorcismo de ‘Las Últimas Composiciones de Violeta Parra’

A 50 años de su publicación, Ángel y Javiera Parra reinterpretan la obra cumbre de su abuela, y se enfrentan a los demonios de un disco con historia de película.

"¿Crees que este es el disco maldito de tu abuela? -Sí, estoy totalmente de acuerdo. Es un disco con una energía bien fuerte y con una historia increíble, un poco rara diría yo". Quien responde a Noisey es el guitarrista chileno Ángel Parra Orrego, horas antes del homenaje sinfónico que en el mítico Teatro Colón de Buenos Aires organizó la Embajada de Chile en Argentina con motivo de las celebraciones por los 100 años de su abuela, Violeta Parra.

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A sus 51 años, el líder de Ángel Parra Trío y ex guitarrista de Los Tres acaba de encarar uno de los proyectos más desafiantes de su carrera: crear una nueva versión de Las Últimas Composiciones de Violeta Parra (1966), el último y más conocido disco de su abuela. Para ello contó con la colaboración de su hermana Javiera Parra, de Javiera y Los Imposibles. El proyecto llevará a los hermanos a una gira internacional que luego de la presentación en el Colón los traerá de vuelta a Chile, para después ir a Europa, donde tienen por lo menos cuatro fechas confirmadas entre Bélgica y Francia.

No es cualquier disco del que estamos hablando. Las Últimas Composiciones…, además de ser el testamento musical de Violeta Parra, es considerado el mejor disco chileno de la historia y una obra maestra de la música de Latinoamérica. Un álbum adelantado a su tiempo que está lleno de clásicos del repertorio popular en español, como "Gracias a la vida", "Volver a los 17" y "Run Run se fue pa'l norte".

Para los hermanos Parra fue un desafío enorme reinterpretar un álbum de esta importancia y que tiene para ellos una gran carga emocional por su significado familiar. "Ese disco muestra a Violeta bien desnuda y tiene un peso específico porque es el disco previo a su muerte y está lleno de connotaciones. Como miembros de la familia, cantar estas canciones es súper emocionante, es algo que no es cerebral. Yo me emociono al cantarlas y eso es fuerte" cuenta Javiera Parra.

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El disco contó además con las colaboraciones de otros músicos chilenos como Alex Anwandter, Manuel García, y el ex de Los Bunkers Álvaro López, además del mítico folclorista chileno Ángel Parra, padre de Ángel y Javiera e hijo mayor de Violeta Parra.

Esta nueva versión de Las Últimas Composiciones… está marcada a fuego por el fallecimiento de Ángel Parra padre, poco tiempo antes del lanzamiento. "Es una coyuntura de momentos muy fuertes para nuestra familia. Él fue muy enfático en que teníamos que terminar el disco como sea, tenía urgencia de que nosotros siguiéramos adelante con esto" cuenta Javiera. "Fue algo bien difícil de enfrentar, porque el anuncio de las celebraciones por los 100 años de Violeta Parra hace tres años coincidió con el inicio del cáncer de mi padre" cuenta Ángel Parra Orrego, sobre la participación de su papá.

Con la versión que Ángel y Javiera Parra hacen de Las Últimas Composiciones… se suma un nuevo episodio a la historia de película que tiene el disco. Una trama familiar que atraviesa a tres generaciones a lo largo de medio siglo y que tiene muchos condimentos. Amor de familia, suicidio, Dictadura, exilio, batallas legales, cáncer y, sobre todo, música. Te contamos la historia detrás de esta joya musical.

El disco original

Sobre el último álbum de su abuela, Ángel Parra Orrego opina que "en ese repertorio Violeta pudo resumir lo que aprendió en toda su vida: es la síntesis de toda la investigación que hizo a lo largo de casi 40 años viajando por el mundo y por todo Chile recopilando música". Y continúa: "No es casualidad que Violeta haya compuesto 'Gracias a la Vida', una de las canciones más importantes de la humanidad. Ella cambió el mundo con sus canciones y con su actitud. La gente se identifica con ese disco porque creo que transmite un sentimiento real y natural".

En agosto de 1966, Violeta Parra llegó a los estudios del sello RCA Victor en Santiago de Chile con una guitarra, un charango, un cuatro venezolano y un bombo para grabar sus canciones más recientes. La acompañaron en la grabación sus hijos Ángel, Isabel y Carmen Luisa; además del uruguayo Alberto Zapican. Violeta llegaba con las ideas de las canciones listas. Se sentaba y empezaba a tocar y cantar sin detenerse. Nunca se desafinaba. Todos se adaptaban a ella, músicos e ingeniero de grabación. El disco se hizo más o menos en un mes durante unas seis o siete sesiones de grabación de tres horas cada una, y es un registro prácticamente sin edición de las 14 canciones que se convertirían en el epitafio musical de Violeta Parra.

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En una de las últimas entrevistas que concedió antes de su fallecimiento en marzo de este año, el folclorista chileno Ángel Parra padre recordó cómo fue la grabación de este LP. "El disco fue totalmente producido por mi madre, fue ella quien lo financió. Ese disco se grabó sin ensayo, nosotros llegamos directo al estudio y le preguntamos: '¿Mamá qué es lo que vamos a grabar?'. Empezamos con 'Gracias a la Vida' y así quedó este testimonio. En ese momento, ninguno de nosotros pensaba que estaba haciendo algo trascendente. Tal vez la única que pensaba eso era ella".

Violeta Parra no atravesaba su mejor momento. Había escrito "Gracias a la vida" poco tiempo antes de la grabación en un momento de reconciliación con la existencia luego de un intento de suicidio. Es difícil no interpretar esta letra como una despedida. "Gracias a la vida que me ha dado tanto./ Me ha dado la risa y me ha dado el llanto./ Así yo distingo dicha de quebranto,/ los dos materiales que forman mi canto./ Y el canto de ustedes que es el mismo canto./ Y el canto de todos que es mi propio canto".

No era la única letra de sus nuevas composiciones con ese tipo de advertencias. En "Rin del angelito" escribió: "Cuando se muere la carne, el alma busca en la altura / la explicación de su vida cortada con tal premura,/ la explicación de su muerte prisionera en una tumba". En una línea de "Run run se fue pa'l norte" afirma "que la vida es mentira, que la muerte es verdad./ Ay, ay, ay de mí". Y luego está "Maldigo del alto cielo", esa canción rabiosa en la que maldecía a todas las cosas posibles por una razón: "porque me aflige un dolor". Las nuevas canciones dejaban entrever una postal desgarradora del momento emocional que vivía Violeta.

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Se sentía enferma y cansada. Le costaba cantar. Estaba llena de deudas y deprimida por la indiferencia del público con La Carpa de la Reina, el centro cultural de arte popular que había creado con la idea de convertirlo en una universidad de folclore. Además, se había terminado su relación sentimental de seis años con el antropólogo y músico suizo Gilbert Favre, 18 años menor que ella. "Maldigo el vocablo amor con toda su porquería, cuánto será mi dolor".

Poco más de un año antes, Violeta Parra había vuelto a Chile junto a Favre en junio del 65. Venía de vivir por cuatro años en el exterior, en los que grabó discos en Argentina y Francia, se presentó en muchos lugares de Europa, publicó un libro de poesía y se convirtió en la primera artista latinoamericana en tener una muestra individual en el Museo del Louvre, con una exposición de sus bordados, pinturas y esculturas. Pese a todos estos pergaminos, Violeta se encontró a su regreso con la incomprensión de los chilenos. "Maldigo la cordillera de los Andes y de la costa. Maldigo señor la angosta y larga faja de tierra".

Su vida comenzó a derrumbarse. En diciembre, inauguró "La Carpa de La Reina". Era literalmente una carpa de circo levantada sobre un terreno arbolado y de difícil acceso en los límites de Santiago. El piso era de tierra, el lugar era frío y muy ventoso. Violeta vivía en un pequeño cuarto de adobes en la parte trasera de la carpa sin ningún tipo de comodidades. "Me gusta sentarme en la tierra porque sé que estoy firme y sentir la naturaleza en mí. Palparla con mis manos y sentirme cerca de ella para poder olerla. Para mí no hay nada más hermoso que las cosas rústicas, quiero emplear todo lo que la naturaleza da y emplearlo tal como de ella nace", dijo en una entrevista un mes antes de su muerte.

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En la carpa se dictaban talleres de guitarra, pintura y artesanía durante el día y se convertía en una peña por las noches. Además de tocar, Violeta se encargaba de todo: dictar talleres, ordenar el lugar, cocinar para ofrecer comida al público, atender a los asistentes y a los músicos que se presentaban en la peña. El sitio estaba muy alejado y no era nada sencillo llegar hasta ahí. Cuando llegó el invierno, las lluvias convirtieron el lugar en un barrial y el fuerte viento del lugar llegó a derrumbar la carpa en medio de un temporal. "Maldigo el invierno entero con el verano embustero. Maldigo profano y santo. Cuanto será mi dolor".

La asistencia de público fue escaza y La Carpa de La Reina se convirtió rápidamente en un fracaso. Gilbert Favré no resistió todo eso y a mediados de 1966 se fue a Bolivia. Violeta viajó a buscarlo, pero lo encontró con otra mujer y se desmoronó. "Run run se fue pa'l norte, yo me quedé en el sur,/ al medio de un abismo sin música y sin luz./ ¡Ay, ay, ay de mí!".

Violeta Parra en La Carpa de La Reina, 1965

Pese a todo lo que había pasado en la vida de Violeta Parra en el año previo a la grabación de su último LP, nadie pareció advertir la verdadera dimensión del momento que atravesaba. "Yo no me di cuenta, fui muy tonto. Yo tenía 24 años y tenía mucho éxito con el dúo que tenía junto a mi hermana Isabel Parra. Había cientos de parejas de jóvenes que nos imitaban. Los muchachos se dejaban bigotes y pelo largo. Estaba preocupado por mis actividades sin ver más allá. Con el tiempo uno va aprendiendo, espero haber aprendido algo", contó a principios de este año Ángel Parra padre.

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Las Últimas Composiciones de Violeta Parra fue publicado en noviembre de 1966. La tapa mostraba una foto en blanco y negro de la cantautora en la que se le ve con el pelo largo y despeinado, ceño fruncido y mirada en ningún lugar mientras canta y toca un charango. Su hermana Hilda contó que cuando salió el disco, le preguntó a Violeta el por qué del título y ella respondió simplemente: "Y… porque son las últimas". Tres meses después del lanzamiento del LP, Violeta Parra se suicidó en La Carpa de La Reina el 5 de febrero de 1967 a los 49 años.

En una de sus últimas entrevistas, dijo sobre su último disco: "Después de conocer de cerca el paisaje de Chile, así milímetro a milímetro, surgieron las canciones que ya mencioné: 'Gracias a la vida', 'Volver a los 17' y el 'Run Run se fue pa'l norte'. Las más lindas, las más maduras. Perdónenme que diga canciones lindas habiéndolas hecho yo, pero ¿qué quieren ustedes? Yo soy huasa y digo las cosas sencillamente como las siento. Yo estoy contenta de considerarme, en estos momentos, como compositora. En 1967".

Exilio, censura y batalla legal

Ángel Parra Orrego recién nacido junto a su abuela Violeta.

Cuando Violeta Parra murió, Ángel Parra Orrego tenía solo ocho meses y Javiera Parra ni siquiera había nacido. Al igual que muchos otros niños latinoamericanos, crecieron escuchando esas canciones, pero con la diferencia de que Violeta Parra era su abuela. Javiera recuerda que "en un principio, su voz me llevaba a un espacio un poco de tristeza al pensar que había muerto, porque para un niño eso siempre es difícil de entender. Y por otra parte, estábamos en el exilio, que tampoco era una situación muy alegre". Las memorias de Ángel son similares: "Me trae recuerdos de muchos momentos difíciles. Momentos de ausencia, de pérdida y de dolor, que vivió mi padre que fue exiliado y torturado".

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Después del Golpe de Estado contra Salvador Allende en septiembre de 1973, Ángel Parra padre fue detenido en el tristemente celebre Estadio Nacional de Chile por la dictadura de Pinochet, debido a sus ideas de izquierda. Era una de las caras más visibles de la Nueva Canción Chilena, un movimiento musical caracterizado por sus canciones de protesta. Un tiempo después, fue enviado al Campo de Prisioneros de Chacabuco, en donde estuvo apresado hasta febrero del 74. Al ser liberado, el cantautor se fue a México con su familia para vivir en el exilio. Esta es la época que Ángel y Javiera recuerdan al escuchar Las Últimas Composiciones de Violeta Parra.

Ángel y Javiera Parra de pequeños junto a su padre, el folclorista Ángel Parra. 1975, en el exilio.

Mientras tanto en Chile, la música de Violeta Parra fue objeto de la censura impuesta por el régimen de Pinochet. RCA Victor, la disquera que editó originalmente el último disco de Violeta, había sido nacionalizada por Allende un tiempo antes, surgiendo así el sello estatal IRT, que por ende adquirió los derechos de todas las obras producidas por RCA. Cuando comenzó la Dictadura de Pinochet, el nuevo sello comenzó a ser manejado por los militares, quienes trataron de silenciar la música del catálogo que presentara "ideas subversivas". La obra de Violeta Parra era considerada agitadora y su figura se había vuelto icónica entre los cantantes de la proscrita Nueva Canción Chilena. Por eso las canciones de Violeta no sonaban en las radios ni eran editadas por disqueras. Incluso llegó a prohibirse que se interpretaran sus canciones (como le sucedió a la cantante española Paloma San Basilio en el Festival de Viña del Mar de 1986, cuando se le prohibió cantar "Volver a los 17").

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Las Últimas Composiciones… fue reeditado por IRT en 1974 mientras Ángel Parra permanecía detenido en el campo de Chacabuco. Era una nueva versión en la que se le agregó a las grabaciones originales unos arreglos minimalistas para cuarteto de cuerdas compuestos por Nino García, un talentoso compositor cuya obra se pasea entre la música académica y la balada pop. Su idea era intervenir lo menos posible en las canciones. Durante mucho tiempo, esta fue la única versión disponible de este disco en Chile. Como un cruel guiño del destino, Nino García se suicidó en 1997.

Al volver del exilio en los años 90, la familia Parra se encontró con que los derechos de explotación y comercialización del último disco de Violeta habían sido adquiridos por Pedro Valdebenito, un antiguo ingeniero de sonido de IRT, que en una subasta compró todo el catálogo de la antigua RCA Victor. Desde entonces, los Parra mantienen un litigio con él para recuperar esos masters. En recientes declaraciones, Valdebenito afirmó que el poseer esas cintas: "no me ha aportado nada, solamente malos ratos y problemas económicos".

Sobre esta situación, Ángel Parra Orrego cuenta que "es el único master que no pertenece a la Fundación Violeta Parra. En la época de la Dictadura, este tipo lo compró por un precio ridículo en un remate de material de la disquera RCA. Estoy seguro que él tiene alguna relación medio escabrosa con el régimen militar porque su voluntad ha sido que ese disco no circule y no vuelva nunca más a ser editado. ¡Increíble! Creo que con el tiempo la justicia nos va a dar la razón y lo vamos a poder recuperar. En parte fue por esa situación, y para que la Violeta pueda sonar en la radio y acercar su música a los jóvenes, que decidí grabar este nuevo disco".

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LUCVP: reinterpretar una obra maestra

Entender la verdadera dimensión del último trabajo de su abuela es algo que le ha llevado toda la vida a los hermanos Parra. "Llevo más de un año trabajando en esto y he podido percibir una sensación de algo que fluye muy bonito. Siento que este es el proyecto más importante de mi carrera. Un desafío enorme que he tenido como artista. Es un momento de mirar bastante hacia atrás y son muchas las emociones que se juntan", le confiesa Ángel Parra Orrego a Noisey sobre lo que significa para él reinterpretar estas canciones. "Mi padre siempre me dijo que mi carrera como músico iba a empezar a los 50 años y creo que tenía razón, porque aunque pasé muchos años formándome desde el rock con el grupo Los Tres y tocando bastante jazz con mi proyecto Ángel Parra Trío, la música de la Violeta Parra era la que me ofrecía más desafíos desde muy chico y creo que después de 30 años interpretándola, estoy empezando a entender un poquito para donde va su obra".

La experiencia de Javiera Parra con este repertorio es muy parecida a la de su hermano. "Con el pasar de los años fui comprendiendo que en la obra de la Violeta, si bien hay mucho dolor, también es muy luminosa. Ese dolor, ella lo va transformando en algo bien mágico y esa lectura la pude hacer yo ya estando adulta. No creo haber estado lista para cantarlo antes, recién es ahora que estoy preparada".

Ángel Parra Orrego junto a su padre el folclorista Ángel Parra durante las grabaciones de LUCVP

La nueva versión de LUCVP es el primer disco en conjunto de los hermanos Parra. Si bien el disco respeta casi al pie de la letra el espíritu de las grabaciones originales, hay algunas versiones ligeramente modernizadas en donde tienen mucho que ver los aportes de Alex Anwandter, Manuel García y Álvaro López en sus diferentes colaboraciones. Ángel Parra Orrego se destaca en la interpretación de los diferentes instrumentos de cuerdas: guitarras acústicas, charango, cuatro venezolano y alguna guitarra eléctrica. Además, en sus segundas voces, también demuestra que canta bien. Javiera por su parte, brilla en sus interpretaciones vocales, dándole a las canciones un tono familiar que en muchos momentos recuerda a la voz de su abuela.

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LUCVP tiene además una carga emocional fortísima para los hermanos Parra. El disco se convertiría en el testamento musical de su padre al igual que hace 50 años la versión original fue el de Violeta. Las mismas canciones musicalizaban una nueva despedida entre padres e hijos de la misma familia. "Fue una coincidencia medio espantosa, te diría yo. Un día vino un doctor y me dijo: 'Tu padre tiene una esperanza de vida de tres años', y ahí fue como que empecé a entender de que se trataba el cáncer de pulmón. Uno no entiende la dimensión de esto hasta que no tiene un familiar enfermo. Mi padre murió en marzo y justo se cumplieron esos tres años" cuenta Ángel.

Angel y Javiera en el estudio durante la grabación del disco

El disco fue grabado en noviembre de 2016 cuando Ángel Parra padre fue a Santiago desde París, la ciudad en la que vivía desde los tiempos del exilio. "Quise invitarlo a participar en la grabación. Había una idea muy bonita de que él cantara con Javiera y conmigo el 'Rin del Angelito', pero eso fue algo que eliminé porque era algo demasiado doloroso para nosotros como familia. Mi padre tuvo la gentileza de darme muchas luces sobre códigos de ese disco: cómo se grabó, cómo se interpretaron las canciones, cómo reaccionaba Violeta en el estudio. Entonces fue un guía espiritual y es muy especial que coincida el centenario de Violeta con la muerte de mi papá y la salida de este disco" explica Ángel.

Ángel Parra Orrego toca el cuatro venezolano durante la grabación de LUCVP

Javiera agrega sobre la colaboración de su padre en LUCVP que este proyecto "es una coyuntura de momentos muy fuertes para nuestra familia. Llevábamos ya como un año escuchando muchas cosas que él nos quiso transmitir sobre como fueron grabadas las canciones originales de la Violeta. Tuvimos la suerte de tener de primera fuente esta información privilegiada".

Ángel Parra practicando junto a Alex Anwandter

Además de ser su manera de ayudar a mantener vivo el legado musical de su abuela y una forma de recordar de donde vienen, este disco se convirtió para ellos en su homenaje póstumo a su padre y la mejor manera de sobrellevar el dolor de la pérdida. "Es una terapia catártica que hemos tenido con Angelito, vivir el duelo de nuestro padre haciendo lo que mejor sabemos hacer con el corazón puesto encima del escenario. Es un momento muy emocionante", afirma Javiera.

Manuel García y Álvaro López junto a Ángel y Javiera Parra durante las grabaciones de LUCVP

La nueva versión de Las Últimas Composiciones de Violeta Parra representa el punto de partida de un nuevo ciclo en las carreras de los hermanos Parra. "Viene una etapa en la vida mía y del Ángel de hacer como un paréntesis y dedicarnos a difundir la obra de nuestra abuela que nos llena de goce. Es muy entretenido, muy bonito y está lleno de colores", afirma Javiera. Por su parte, Ángel adelanta lo que vendrá después: "Se cierra un ciclo y empieza otro. Ahora voy a seguir revisando la obra musical de mi familia. Voy a hacer una selección de las canciones de mi papá y grabar muchas de ellas. Él sacó 72 LPs, así que imagínate la cantidad de canciones que hay… ¡Como 500 canciones! Así que tenemos material para rato".

Los hermanos Parra interpretan "Canción de Amor" de su padre Ángel Parra en el Teatro Colón de Buenos Aires.

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