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Kenia

El lugar más peligroso del mundo para dar a luz

El Distrito de Mandera, en Kenia, que hace frontera con Etiopía y con Somalia, es considerado el lugar más peligroso del mundo para dar a luz. "Las mujeres tienen 10 veces más posibilidades de morir aquí que en Afghanistan".
Sala de espera de la clínica de Dandu, Mandera. (Imagen por María Ferreira)
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Cuando Amina llegó a la pequeña clínica de Dandu, en Mandera, estaba casi inconsciente. Su familia había tratado de pedir ayuda por teléfono, pero apenas hay cobertura en esta zona del Noreste de Kenia. La única solución fue trasladar a la mujer embarazada a lomos de un camello. Llegó a una clínica sin electricidad, sin agua corriente y sin médicos. Dio a luz a su bebé con la ayuda de un enfermero y alumbrada por la linterna de un teléfono móvil. Doce horas más tarde sostiene a su hijo en brazos y se recupera del larguísimo parto en una de las camas de la clínica, consciente de que ha sido muy afortunada.

El Distrito de Mandera, que hace frontera con Etiopía y con Somalia, es considerado el lugar más peligroso del mundo para dar a luz. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) la mortalidad materna tiene una razón de 3.795 muertes por cada 100.000 nacidos vivos. "Hablamos de dos a tres muertes de mujeres al día", explica Siddharth Chatterjee, portavoz de UNFPA en Kenia. "Las mujeres tienen 10 veces más posibilidades de morir aquí que en Afghanistan".

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La zona ha sido marginalizada por parte del Gobierno desde la Independencia del país, que tuvo lugar en diciembre de 1963. Los habitantes de la zona, de origen somalí, han denunciado ser víctimas de negligencia por parte de unos políticos incapaces de asegurar el acceso de los ciudadanos a un sistema educativo y sanitario de calidad. Los conflictos internos entre los diferentes clanes, el terrorismo islámico, los matrimonios infantiles, la mutilación genital femenina y los casi 1000 kilómetros que separan Mandera de la capital de país convierten el día a día en cuestión de supervivencia. "Nacer mujer en este lugar es un infierno", afirma Siddharth Chatterjee.

EL 98% de las mujeres somalíes han sido víctimas de infibulación, el tipo más agresivo de ablación que consiste en la mutilación del clítoris, de los labios menores, y en el sellado de los labios mayores. "A la hora de dar a luz son frecuentes las obstrucciones en el canal del parto en las mujeres que han sido sometidas a esta práctica", explica Issack, enfermero del hospital de Takaba. "Sin embargo no podemos realizar una cesárea; no contamos con banco de sangre ni con anestesistas, la única solución es trasladar a la paciente."

"Nos encontramos en una situación de emergencia", sentencia Ahmed Sheikh Mohamed, miembro del Comité Ejecutivo del área de Sanidad de Mandera. Señala el quirófano del hospital de Takaba, perfectamente equipado, y se encoge de hombros. "Los médicos y los enfermeros se niegan a venir a trabajar a esta parte de Kenia, necesitamos hacer de Mandera un lugar seguro", afirma.

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Amina recuperándose del parto en la clínica de Dandu. Mandera. (Imagen por María Ferreira)

Los soldados de las Fuerzas de Defensa Kenianas patrullan los peligrosos caminos de un distrito cuya extensión es aproximada a la de Bélgica, tratando de controlar la amenaza terrorista de Al-Shabab. Decenas de personas han muerto en la zona a manos de dicho grupo terrorista Islámico en los últimos años; 28 cristianos fueron asesinados en noviembre de 2014 cuando un grupo de terroristas paró el autobús en el que viajaban junto a pasajeros musulmanes, a los que dejaron ir. En Diciembre de 2015, una decena de terroristas volvió a tender una emboscada a otro autobús, pero esta vez los pasajeros musulmanes protegieron a los cristianos, evitando así otra masacre.

"Al-Shabab están mejor armados y mejor entrenados de lo que estamos nosotros", cuenta Ahmed Yussuf, soldado con base en Mandera. "El gobierno nos ha desprotegido durante años; te aseguro que si nos tenemos que enfrentar a los terroristas, llevamos todas las de perder".

La inseguridad en las carreteras dificulta el traslado de pacientes por tierra, la solución reside en dotar a los centros sanitarios de los medios y del personal necesario. "¿Quién va a querer vivir en medio del desierto, sin agua potable, sin cobertura telefónica y sin seguridad, por 23.369 chelines kenianos [unos 220 dólares] al mes?", se pregunta Anne N, enfermera del Kenyatta Hospital de Nairobi. "El gobierno paga una extra de 600 chelines [6 dólares aproximadamente] al mes por vivir en zona de riesgo. Es una vergüenza", añade.

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En 2013 la crisis sanitaria alcanzó su punto más álgido: había un solo doctor para el millón de habitantes de la zona, de los 57 centros de salud sólo había tres en funcionamiento y tan sólo al 10 por ciento de su capacidad. "La sensación era de completo abandono", cuenta Ahmed Seikh. Sin embargo, como todos los municipios de Kenia, Mandera cuenta desde 2010 con su propio presupuesto para Sanidad a gestionar por los líderes locales, estrategia que a todas luces parece fallida teniendo en cuenta la plaga de corrupción que asola al país.

Durante el 2015, cuando la zona estaba empezando a desarrollarse, los profesores y personal sanitario no-locales abandonaron Mandera debido a la amenaza terrorista. ONGs y Agencias Humanitarias como World Food Programme evacuaron también al personal que tenían trabajando sobre el terreno.

"Mi mujer murió al dar a luz cuando tratábamos de llegar a la clínica en camello", cuenta Ali Osman, comerciante de 41 años, a VICE News. "El bebé también murió, iba a ser nuestro segundo hijo; mi mujer tenía 14 años", añade. La mayoría de las mujeres de la provincia del Noreste de Kenia son forzadas a abandonar los estudios entre los 12 y los 16 años para casarse. "Muchas adolescentes tienen que pasar por la experiencia del parto cuando sus cuerpos no están aún preparados; el matrimonio adolescente es sin duda otra de las principales causas de la alta tasa de mortalidad", observa Chatterjee.

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Madre con sus dos hijas en la sala de espera de la clínica de Takaba, Mandera. (Imagen por María Ferreira)

El Fondo de Población de las Naciones Unidas ha emprendido un proyecto cuyo objetivo es el de desarrollar centros especializados de atención primaria, donde mujeres y niños puedan tener cubiertas sus necesidades en materia de salud. El ambicioso plan cuenta con el apoyo del Ministerio de Sanidad, Save the Children, Philips e incluso la compañía de telefonía móvil Safaricom que se ha comprometido a ampliar su zona de cobertura en la Provincia del Noreste de Kenia. Cuenta también con el apoyo de la mujer del Presidente del país, Margaret Kenyatta, que desde Mandera inauguró el proyecto llamado Beyond Zero, cuyo objetivo es acabar con las muertes durante el parto.

Sin embargo no se puede trabajar sólo en mejorar los servicios de salud, el cambio vendrá de la mano de la educación. "Son las propias madres las que desean que sus hijas sean mutiladas porque ignoran el daño físico y psicológico que conlleva la práctica", explica Mohammed Seikh, activista keniano por los derechos de las mujeres. "Dejar los estudios para casarse conduce a la ignorancia, debemos romper ese círculo vicioso", añade. Las mujeres también ignoran los riesgos del embarazo, por lo tanto no acuden a las clínicas hasta que no sufren complicaciones. "Incluso durante el parto esperan a que la situación sea prácticamente irreversible antes de pedir ayuda", afirma Issack, enfermero del hospital de Takaba.

"Tenemos esperanza de que la situación mejore porque ahora se empieza a conocer que esta realidad existe", cuenta Fatuma, enfermera de la clínica de Dandu. "Que la gente sepa, que la gente se indigne ante tanta muerte evitable".

Que el mundo sepa que hay un desierto donde tres madres mueren al día al dar a luz. Que el mundo sepa que probablemente esas tres madres no hubieran muerto si hubieran tenido acceso a un médico, a un centro de salud con banco de sangre, a una ambulancia, a la educación secundaria. Que no cerremos los ojos.

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