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Los comerciantes parisinos regalan comidas, cortes de pelo y cepillos de dientes a los vagabundos

Sesenta negocios se han sumado ya a la iniciativa que busca ofrecer a los vagabundos del distrito XI de París los servicios y las necesidades básicas para su día a día.
Foto di Lucile Lissandre/VICE News
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Un nuevo cartel ha aparecido en los escaparates de las tiendas y de los restaurantes del distrito XI de París. El anuncio, que comparte cristaleras junto a los carteles que detallan los premios recibidos por el restaurante o las tarjetas de crédito con las que se puede pagar, es pequeño, azul y blanco, y es parte de una iniciativa que se ha propuesto suministrar las necesidades y servicios básicos para los más necesitados del barrio.

De tal forma, cada vez que ven el adhesivo, los vagabundos del barrio saben que allí son bienvenidos para comer algo gratuitamente, o para llevarse un cepillo de dientes — el adhesivo está ilustrado con la imagen de un vaso de agua, de un botiquín de primeros auxilios, de un lavabo y de otros muchos servicios. Algunos negocios también permiten que la gente cargue allí sus teléfonos, que utilicen los lavabos o, incluso, que laven allí la ropa. Los peluqueros implicados en la campaña ofrecen cortes de pelo gratuitos, mientras que algunas tiendas de ropa ofrecen prendas de manera igualmente gratuita.

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La iniciativa, a la que se ha bautizado como Le Carillon, ha sido auspiciada por Louis-Xavier Leca, un parisino que había trabajado anteriormente en campañas económicas sociales. Después de trabajar en proyectos en el extranjero, Leca ha querido dejar de ser profeta lejos de su tierra y reivindicarse en su capital.

"Me siento impotente cuando me cruzo con gente que vive en mi calle", asegura. "Quería presenciar las consecuencias de mi trabajo".

Habida cuenta de que apenas había un puñado de programas locales en funcionamiento, Leca decidió que era el momento de impulsar el suyo. En 2014 empezó a recorrer los negocios de los comerciantes de barrio y de los restauradores para que se asociaran al proyecto.

"Entonces me di cuenta que algunos vendedores ya estaban haciendo lo que podían", cuenta. "En realidad querían ayudar pero no sabían cómo hacerlo".

El proyecto Le Carillon, que todavía está en su fase piloto, ha reunido a su alrededor a 60 socios. Las organizaciones humanitarias han repartido el listado de tiendas y restaurantes asociados a la campaña para ayudar a los vagabundos. Algunos de ellos, de hecho, también han participado en las tareas de promoción y de difusión de la idea, y han ofrecido otros incentivos para estimular la participación del público. Uno de los restaurantes, por ejemplo, ha prometido regalar una bebida caliente por cada comida consumida.

"Soy bastante hablador. Hubo una época en la que trabajé de vendedor", explica. Wailly lleva en el barrio desde 2002. Se pasó dos año viviendo en la calle. Hoy vive en un hotel de las inmediaciones.

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Wailly se enteró de la puesta en marcha de Le Carillon gracias a Leca.

"Voy a tomar té a un restaurante que no está muy lejos de aquí. Y voy a otro a comer", explica. "Entro, saludo y me dan una mesa en la parte posterior del restaurante donde nunca hay nadie. Me dicen que elija una hamburguesa y me la pagan".

Según cuenta, la iniciativa le ha ayudado a estrechar lazos con negocios que no son parte de la red, algunos de los cuales regalan café a los más necesitados.

Para Leca, lo más importante de su proyecto es que el vecindario tome consciencia del proyecto.

"Como ciudadanos que somos tenemos que ser conscientes de que hay gente que vive en la calle y combatir ese sentimiento de exclusión", subraya. "Se trata de una pequeña contribución".

Las acciones cívicas a pequeña escala se dan desde hace tiempo en Francia. En el año 2013 se popularizó el movimiento "café suspendido", gracias al apoyo en las redes sociales; por mucho, que, finalmente, la iniciativa se extinguió. El concepto del café suspendido fue importado de Nápoles. Se trata de aquella situación en la que alguien compra dos cafés, pero solo se bebe uno. Y el segundo café puede ser reclamado a posteriori por aquel que quiera un café gratis.

"Iniciativas como Le Carillon acostumbran a cobrar impulso ante la falta de servicios públicos", piensa Maryse Bresson, una profesora de sociología de la universidad de Versalles. "Históricamente existen dos tipos de respuesta a la precariedad: la marginación y la pena. En el estado del bienestar se supone que la sociedad debería de diseñar las infraestructuras adecuadas para incluir a aquellos que necesitan ayuda. Se trata de iniciativas impulsadas por ciudadanos para compensar algo que es percibido como una carencia".

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Leca cree que se trata de un sistema que ha ayudado a romper la barrera que se había formado entre los vagabundos y sus vecinos en el barrio

"Es posible que a los comerciantes les asustara cuál sería la reacción de sus clientes", explica. "Pero lo que sucede es lo contrario. Hoy sucede que te gritan para que te metas en sus locales".

Stéphanie Aude es camarera en uno de los restaurantes que participa en la iniciativa. Ella considera que algunos vagabundos del barrio no se atreven a entrar, como si no confiaran en que se trate de un acto de buen voluntad.

"No es que los vagabundos estén llegando en manada precisamente", explica. "Algunos de ellos no están cómodos. Conozco a un hombre al que le dieron un cupón de comida. Y me lo quería regalar a mí — no sabía qué hacer con él. Es una persona que, por lo general, se ofrece a ayudar a cambio de una comida".

Muchos de los vagabundos del distrito XI de París aseguran no haberse enterado de la iniciativa. Otros aseguran que la idea de entrar en las tiendas que participan en el proyecto les haría sentir incómodos.

Algunos vendedores locales explican que ya habrían estado ayudando a los vecinos más necesitados desde mucho antes de la puesta en funcionamiento de la iniciativa.

"Yo invito a gente que sé que lo necesita", asegura el propietario de un restaurante de la calle Oberkampf. "Claro que, la verdad es que nunca invito a los que están en el parque de aquí al lado. Están borrachos todo el día, así que ¿para qué hacerlo?

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Rudy Setti es un farmacéutico de la avenida Parmentier. Según cuenta, ha habido un fuerte aumento del número de personas a las que normalmente se encarga de ayudar desde el lanzamiento de la iniciativa.

"No tiene nada que ver con lo que era antes", explica. "Antes ayudábamos a una o dos personas cada cuatro meses. Ahora son una o dos al día".

Setti considera que parte de su misión como farmacéutico es regalar agua y los utensilios básicos para la higiene personal diaria.

"Somos profesionales del sector de la salud. Nuestra puerta está siempre abierta", asegura. Y dice que solo tiene elogios para Le Carillon. "Está funcionando bien. La gente no se está aprovechando. Y los clientes ni siquiera se enteran. Nadie te juzga".

"Yo creo que en este barrio ha habido una oleada de generosidad desde los atentados terroristas de noviembre", advierte Setti. "Es importante ayudar a la gente más necesitada. Y es todavía más importante no dejar de hacerlo".

El plan de Leca es convertir su iniciativa piloto en un plan a largo plazo y desplegarlo en otros barrios. Para Bresson, esta clase de iniciativas lideradas por ciudadanos pueden tener un impacto más duradero, "si se gestionan y se organizan bien y si cuentan con voluntarios".

Leca planea ahora entrenar a voluntarios de otras ciudades, cuyo trabajo consistirá en convencer a distintos negocios y en impulsar una red de locales con los que trabajar. Su sueño es que en septiembre la iniciativa se haya desplegado no solo por otros lugares de Francia, sino también del extranjero.

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